lunes, 25 de marzo de 2013

XXXVII Medio Maratón de Sabiñánigo

Una de las cosas que más echo en falta en Huesca respecto a mi situación en tierras británicas, es la posiblidad de acudir a carreras organizadas con frecuencia. Por ello no podía dejar escapar vivo un clásico como el Medio Maratón de Sabiñánigo. Y más teniendo en cuenta que la inscripción sólo costaba 5 euros (no echo de menos, en cambio, las clavadas que me metían por correr en Inglaterra). Y si el hecho de tan módica cuota no era suficiente premio, conseguí la compañía de mi hermano como corredor y de su consorte y su hija como espectadoras.
Este invierno no he entrenado demasiado. Si a eso le sumamos que he ganado unos 5 kilos (no precisamente de músculo) desde que volví del exilio, que el sábado por la tarde jugué un partido de baloncesto y luego salí por la noche a celebrar la victoria, es normal que no esperara hacer un tiempo de enjundia.
La mañana se presentaba soleada y con una temperatura que frisaba los 15ºC. Es decir, que daba gusto correr. Perdí de vista a mi hermano, que está hecho una gacela, nada más salir y me impuse un ritmo cercano a los 5 min/km. Por aquello de motivarme un mínimo, me había puesto el objetivo psicológico de la hora cuarenta y cinco, que era lo que calculaba que me podía costar el empeño sin sufrir excesivas agonías. Fui un poco por debajo de ese objetivo hasta que en un tramo a la salida de Sabiñánigo, en dirección a Jaca, la carretera picaba hacia arriba con el obtáculo añadido de un ligero viento desfavorable. No tenía ningún grupo cerca, así que me tuve que tragar solo esos 3 km. A la vuelta cambiaron las tornas y pude aprovechar la amplitud de mi poderosa zancada para recuperar terreno.

El circuito constaba de dos vueltas. Así que tocó repetir jugada en la segunda. Esta vez sí me pude unir a un grupo para pasar el mal trago. Pero los kilómetros ya empezaban a pesar, y mi objetivo se alejaba irremediablemente. Eso a pesar de que pude recuperar bastante en los últimos 3 km, ya con viento a favor. Pero la empinada cuesta en la que se situaba la llegada acabó de rematarme. Pese a todo, estoy contento con mi marca de 1h 45´44'', que casi clava los 5 min/km. Haber corrido tantas pruebas a lo largo de mi vida no me ha convertido en un atleta de élite, pero sí me ha servido para conocer muy bien mis límites, correr con cabeza y aprovechar mi estado de forma al máximo. En la llegada me esperaba mi hermano que, pese a haber corrido 20 minutos más rápido que yo, parecía que se acababa de dar una vuelta a la manzana caminando en vez de haber corrido 21 km. Desgraciadamente, esa favorable genética no parece que vaya a ser aprovechada en breve plazo por su sucesora, que en ningún momento pareció prestar mucha atención al evento. Démosle tiempo.
La bolsa del corredor, con la clásica camiseta técnica, junto a refrescos y fruta en abundancia nos esperaban en la llegada para reponernos de tan titánico esfuerzo. Para sumar aún más animación en la zona de meta, un sacerdote salió a la plaza a arengar a sus feligreses que, en su mayoría portaban los ramos y palmas que conmemoran el Domingo de Ramos.
En resumen, una gran mañana de atletismo la que hemos vivido esta mañana en Sabiñánigo. Una prueba entrañable, perfectamente organizada y en la que siempre es un placer correr.

jueves, 7 de marzo de 2013

La importancia de llamarse Ernesto

Recuerdo una asignatura que tuve en la carrera llamada "Alimentación y Cultura". Era la típica "maría" a la que la gente no presta mucha atención y cree que es poco importante. Pero para mí era una de las más interesantes, y le he sacado mucho más partido que a algunas que tienen nombres tan pomposos como "Automatización y Técnicas Instrumentales de Análisis" u "Operaciones Básicas en la Industria Alimentaria". El profesor era un tipo singular, con el que alguna vez compartimos fuera de las aulas lo que él denominada "zumo de cebada". No siendo esto habitual en los profesores que me he encontrado en mi trayectoria académica, me llamaba la atención otro detalle en él. Tenía un nombre que hasta entonces no había escuchado: "Amado". Se me ocurrió que tener ese nombre le pudo poner las cosas un poco más fáciles desde el principio. A fin de cuentas, ser un hijo no deseado es como salir de los tacos de salida de la vida con un poco de desventaja. Y ponerle a un hijo de nombre Amado, debe de ser toda una declaración de intenciones. Independientemente de que un nombre sea más o menos bonito (eso no deja de ser algo subjetivo), no me cabe duda de que hay nombres que, por el hecho de denominar a una persona, influyen de algún modo en su visión de la vida. Hay gente que dice que este mundo es "un valle de lágrimas". Probablemente aquellas personas que repondan al nombre de "Angustias" o "Dolores", sean más proclives a verlo así. Todo lo contrario que "Alegría". Quizá "Ángel" o "Milagros" puedan tener un sentido más trascendente de la vida. O ya puestos a estirar el argumento, seguramente los "César" deberían ser gente poderosa o "Lucio", ser un excelente nadador.
Resumiendo, creo que algunos nombres pueden imprimir carácter en la personas a las que nominan. Pensando así, es un consuelo no haber nacido ni en Alemania ni en Polonia. Mi vida hubiera discorrido por senderos más turbulentos si hubiera sabido que mi mombre prodece del germánico y significa "guerrero belicoso" y que en polaco existe una palabra muy parecida que denomina a los proxenetas.