martes, 28 de mayo de 2013

El Desembarco de Alah: ¡Mediano es grande!

Uno de los actos culturales más destacados de los que he anticipado en mi anterior entrada, fue la presentación de la novela histórica "El Desembarco de Alah", publicada por el polifacético escritor zaragozano Lorenzo Mediano. La verdad es que yo, ignorante de mí, no sabía nada del mismo. Pero como el tema del que iba a hablar (la conquista de España por los musulmanes) parecía interesante, me animé a ir. Gran acierto, ya que la charla fue realmente entretenida, además de didáctica. Lorenzo Mediano es todo un personaje, ya que además de ser médico, ha escrito manuales de supervivencia, practica un deporte llamado "jugger" (mezcla de rugby, hockey y esgrima) y habla esperanto.
Cuando en el colegio me explicaron que un ejército de unos 15.000 norteafricanos invadieron la Península Ibérica (poblada por varios millones de personas) y la conquistaron en unos pocos años, no me planteé que eso era poco menos que imposible. Como también lo era que un puñado de montañeses comandados por el mítico Don Pelayo pudiera frenar a un ejército bereber con una abrumadora superioridad humana y militar. Cómo pudieron suceder esos cuasi-milagros son una incógnitas que se resuelven el el libro, además de otros detalles muy poco conocidos como por ejemplo, el hecho de que la batalla de Covadonga fuera una contundente victoria del ejército musulmán, que sorprendentemente estaba comandado por el obispo cristiano de Toledo.
Mediano se ha dedicado a investigar para conseguir un relato lo más fiel a la realidad, dotándolo, además de un ritmo literario que hace que las más de 700 páginas de las que consta el volumen sepan a poco. Así, el autor conjuga el rigor histórico (no sólo en los hechos sino también en los pequeños detalles) con la agilidad de una novela. Y en este caso ha tenido la ventaja de que no ha tenido que inventarse nada para añadirle interés al asunto. Las intrigas palaciegas en la corte visigoda, ya fueran políticas o amorosas, darían material para el más retorcido de los culebrones.
La disertación despertó mi deseo de leer ese libro a toda costa. Astuciosamente, una librería local había llevado unos cuantos ejemplares de la obra que no dudé en adquirir, a pesar de mi política "ni un clavel" y de que tuve que desembolsar casi 4.000 pesetas. Pero pensando que el autor empleó más de 5.000 horas en su creacción, no me parecía una mala inversión. Y el tiempo me ha dado la razón. Pocas veces he disfrutado tanto leyendo un libro. Normalmente se dice que "lo bueno, si breve dos veces bueno". No ha sido así en este caso, ya que he saboreado la agradable sensación de ver cómo iba leyendo horas y horas, y aún quedaban muchas páginas por devorar.

Aprovechando que acababa de agenciarme el libro le pedí al autor que me lo dedicara.Ya puestos, le pedí que lo hiciera en esperanto. No se presentan muchas ocasiones como esa.
Para redondear la velada, el organizador del evento (Es la CAI. ¿Por qué no darle buena publicidad a una entidad financiera si hace cosas como ésta? Cuando nos putean ya lo hacemos saber) nos preparó un piscolabis en el que pudimos abordar a Mediano y charlar con él.

"Libron por ĝui, libron por ami, libron por senti." (Un libro para gozar, un libro para amar, un libro para sentir)

sábado, 11 de mayo de 2013

Sed de cultura

Una de las cosas que más me costó sobrellevar en mi estancia en Inglaterra, fue la falta de actividades culturales. Y no es que los británicos sean unos incultos (bueno, unos cuantos sí), sino que la zona en la que vivía estaba poblada por gente más preocupada en ganar el mínimo para subsistir que en otras cuestiones más elevadas. De hecho, los únicos actos culturales a los que asistí en mi zona, si no recuerdo mal, fueron un recital de monólogos humorísticos y concierto de un imitador de Elvis Presley. En la fábrica donde trabajé la mayor parte del tiempo, mucha gente apenas hablaba inglés, por lo que no me imagino que leyeran a Wilde en sus ratos libres. Tampoco lo hacían mis compañeros de casa. El único libro que vi allí en dos años (aparte de los míos) fue uno con dibujitos que pertenecía a uno de los bebés de la casa.
Así, mi único contacto con la cultura eran mis visitas a la biblioteca, las clases de inglés y las conversaciones filosófico-políticas que tenía con mi amigo chileno.
Por eso, cuando vine a Huesca estaba muy ávido de cultura. Y no es mal lugar para gente en estas circunstancias. A pesar de su pequeño tamaño, la actividad cultural en la capital oscense es muy abundante. Raro es el día en el que no hay una conferencia, un concierto, una obra de teatro, un cursillo, una actividad o una película. Y a veces, incluso coinciden en el tiempo, presentando un dilema al que da gusto tener que enfrentarse. Como muestra,la última presentación de un libro a la que acudí, competía con otras dos esa misma tarde y en la misma ciudad. Algunos "espabilados" dicen que a Huesca no vienen los "peces gordos". Efectivamente, aquí no han venido (ni se les espera) los Rolling Stones o la Filarmónica de Berlín. Pero tampoco vienen todos los días a Madrid o Barcelona. Y si vienen, tampoco es un gran sacrificio desplazarse a esas ciudades por un día. Yo, mientras tanto prefiero aprovechar lo mucho y bueno que tenemos por aquí, aunque no tenga tanto renombre. Por ejemplo, y para que se vea la densidad de actos de la que podemos disfrutar, en la última semana he asistido a: Un concierto de violonchelo, una película de cine turco contemporáneo, un curso de psicología práctica, una sesión de meditación, un recital de música griega y un concierto de percusión al aire libre. Y antes de que los aguafiestas nos vengan con lo de "primum vivere, deinde philosophari" y de que no están los tiempos para gastos superfluos, quiero recalcar que sólo uno de estos actos era de pago. Bienaventurados los sedientos de cultura en Huesca, porque ellos serán saciados.