jueves, 27 de marzo de 2014

VIII Carrera del Ebro

 La temporada primaveral de carreras acaba de comenzar. Este año le ha tocado estrenarla a una vieja conocida a la que hacía años que no acudía: la Carrera del Ebro, prueba organizada por militares que transcurre por el campo de maniobras de San Gregorio, próximo a Zaragoza. Algunas cosas han cambiado desde sus comienzos. La primera vez que la corrí costaba 3 € (incluso creo que el año anterior a ése fue gratuita), y la bolsa del corredor era impresionante. Correr el domingo pasado me costó más de 20 euros, y la bolsa recibida fue bastante humilde. Todos aquellos que abogan por recortar aún más el presupuesto de Defensa, deberían tener en cuenta que los gastos militares no sólo se destinan a comprar obuses, sino también a organizar eventos como éstos.
Como suele pasar, la participación ha ido creciendo edición tras edición. Esta vez nos juntamos más de 2000. Aunque la novedad más destacable era la longitud. Mientras que hasta ahora la prueba constaba de 20 km, en este caso se podía elegir un recorrido de 14 y otro de 30. Como pegarse un madrugón y viajar a Zaragoza para correr 14 kilómetros no vale la pena, mi hermano y yo nos apuntamos a la de 30.
 Ya en el coche me di cuenta de que había cometido un pequeño y craso error al olvidarme el pantalón corto en casa. Lo de correr en calzoncillos hubiera sido aceptable en una San Silvestre, pero no en una carrera militar, así que iba a tener que cargar con el pantalón de chándal durante toda la prueba.
 El día se presentaba soleado, pero bastante frío y con un viento contundente, que en la primera parte era mayormente desfavorable. Al encarar las primeras cuestas, con un cierzo gélido frenándome, me di cuenta de que era un día para tomarse las cosas con calma. Así que me planteé el asequible reto de bajar de las 3 horas y puse el "piloto automático".
 La prueba trancurría por un paisaje absolutamente desolado (es lo recomendable tratándose de un campo de maniobras). El ambiente castrense se notaba no sólo en el gran número de "quintos" participantes en la prueba, sino en los voluntarios (me pregunto hasta qué punto unos militares pueden ser o no voluntarios) , perfectamente uniformados con el respectivo uniforme reglamentario.  También nos encontrábamos con algún que otro vehículo militar apostado a los márgenes del camino.Precisamente uno de ellos dio lugar una situación bastante curiosa. Pasado el kilómetro 20, vi a un corredor tumbado en el suelo con las piernas en alto. Le había debido dar un pajarón de aúpa. El sufrido atleta se estaba recuperando el resuello junto a un tanque de la organización, mientras sus ocupantes llamaban por radio para pedir ayuda.
 Al llegar al ecuador de la prueba, observé que había superado la hora y media, así que veía lejano el humilde objetivo de bajar de las 3 horas. Pero a partir de allí el viento empezó a dar a favor en algunos tramos. Con Eolo soplando a nuestro favor, las cuestas, algunas tan empinadas que más de uno las subía andando, se soportaron mejor.
 A unos 6 kilómetros del final, nuestros destinos se unían con los que hacían la carrera  de 14 km. Ese último tramo era común para ambos. La verdad es que se nota la diferencia entre alguien que lleva 8 kilómetros en las piernas y otro que lleva 24. No soy muy partidario de mezclar dos carreras al mismo tiempo. Las atenciones de la organización y el ánimo del público son los mismos para todos, aunque el mérito de unos sea mucho mayor.
 En el tramo final nos encontramos con una bajada de enjundia en la que pude desplegar mi poderosa zancada. Se nota que esta carrera, a pesar de ser denominada "de montaña", estaba copada por "urbanitas". En las auténticas carreras de montaña me tengo que apartar para que me pasen los "kamikaces" que bajan como las cabras. En este caso, la cabra parecía yo.
 Tras la bajada, la ruta llaneaba a orillas del Ebro. Fue el único tramo plácido de la prueba. Si es que puede encontrarse la placidez tras casi 3 horas corriendo.
 Con las piernas muy cargadas, pero aún con fuerzas, llegamos a la meta con un tiempo de 2 h 58' 10'', con lo cual pude cumplir mi modesto objetivo. La paliza había sido considerable, aunque el correr sobre tierra lo hayan agradecido mis sufridas piernas. En todo caso, una gran experiencia y un entrenamiento de los buenos.