lunes, 9 de junio de 2014

7ª Carrera "Tozal de Guara": un descenso cuesta arriba.

 Las carreras de montaña provocan en mí sensaciones encontradas. Por un lado permiten deleitarse con paisajes que suelen ser mucho más evocadores que los urbanos, y en ellas reina un gran ambiente. Pero para una persona como yo, que se crece ante las facilidades, no le acaba de ir bien enfrentarse a terrenos tan accidentados. Aun así pensé que valía la pena darle otra oportunidad a este tipo de pruebas.
 En este caso se trataba de subir al pico de Guara partiendo desde la localidad de Nocito. Había dos versiones, la "corta" de 21 km., que es a la que me había apuntado y la larga, de 42 km, que aparte de la de Guara, incluía algunas subidas más.
 En el último mes, apenas he entrenado debido a mi ajetreadada vida de soltero sin hijos. Confiaba en mi experiencia, buen hacer y la inercia del estado de forma alcanzado este invierno. Pero eso no es suficiente para una carrera tan dura como la de hoy. Y más si a eso le sumamos que la noche anterior, Morfeo me dejó un poco de lado y no llegué a dormir ni dos horas.
 Parece que por fin acude el calor a nuestras latitudes. El día se presentaba despejado y la temperatura a primera hora de la mañana ya era considerable. En mi inconsciencia, no me llevé ni una gorra ni protector solar. Por suerte, la primera parte de la prueba discurría por un frondoso bosque que mitigaba los efectos del "Astro Rey". Los primeros dos o tres kilómetros llaneaban bastante, con el único accidente de un río que había que superar en varias ocasiones. Como mis humildes zapatillas no llevan gore-tex, procuré evitar mojarme en exceso los pies haciendo uso de algunas piedras ubicadas estratégicamenten en el lecho fluvial. Vano intento, porque a la cuarta intentona no había forma de evitar que mis pies quedaran chupidos, lo cual lamentaría horas más tarde.
 Poco a poco, el camino se iba empinando hasta el punto de que la gente se puso a andar. Yo procuro correr el máximo tiempo posible, pero Guara se veía muy arriba y opté por seguir una táctica conservadora. Iba andando y cuando la pendiente se tendía un poco, corría. Gracia a ello, fui paulatinamente superando corredores, aunque en este caso eran más andarines.
 El calor no era sofocante, pero el esfuerzo estaba pasando factura en forma de sed. Al ver que había avituallamientos cada 4 kilómetros, pensé que sería más que sufieiente. Pero no es lo mismo hacer esta distancia corriendo en llano que andando en montaña. Así que la distancia entre puntos de avituallamiento, se me hizo eterna. Con el añadido de que las raciones estaban limitadas, debido a la dificultad que supone llevar garrafas de agua a puntos tan inaccesibles.
 Conforme ganábamos altura, el arbolado comenzaba a escasear. Eso hacía que estuviéramos más expuestos al sol que ya empezaba a pegar de lo lindo. Como contrapartida, las vistas que se podían presenciar sobre la sierra de Guara y la Hoya de Huesca, empezaban a avisar de lo que nos esperaba en la cima.
 En la última parte de la ascensión, los caminos brillaban por su ausencia. Tan pronto andábamos sobre un lecho de guijarros como gateábamos trepando agarrándonos a las rocas. En esos momentos estábamos más cerca del alpinismo que de una carrera de montaña. Aunque tamaño esfuerzo tuvo una gran recompensa. Las vistas desde la cima de Guara son espectaculares. Pero si a eso le sumamos el toque épico de haberlas alcanzado corriendo (lo que se pudo) le dio otra dimensión casi legendaria.
 Ahora tocaba bajar. Parecía que lo peor había pasado. Pero un par de calambres en el gemelo que me obligaron a parar para estirar, nada más comenzar el descenso, no presagiaban nada bueno.
 Los primeros tramos me permitieron desplegar mi poderosa zancada, pero pronto se estrechó el camino, lo que hizo que la bajara fuera mucho más técnica. No es fácil hacer un descenso en una prueba de montaña. Hay que estar muy atento de dónde se pisa, porque el riesgo de lesión es alto. Además siempre te encuentras auténticas "cabras montesas" que recuperan con creces en la bajada lo que les hayas podido sacar en el ascenso. En esas situaciones no me complico la vida. Me aparto y dejo pasar, que ya nos veremos en la llegada.
 El esfuerzo me estaba empezando a pasar factura. No en el sistema respiatorio y el corazón, que había regulado bastante bien, sino en las piernas. El "tute" que les había metido hacía que no me respondieran con la rapidez necesaria, así que empecé a caminar cuando la pendiente era pronunciada y el terreno peligroso. Además, los calcetines que se habían mojado en el primer tramo se habían secado y habían formado alguna arruga que hacía que mis dedos sufrieran cuando me decidía a trotar. Las distancias entre corredores se habían hecho grandes, por lo que durante el último tramo fui solo, sin ver a nadie delante, ni sentir ninguna presencia detrás. Además los kilómetros no estaban balizados, por lo que no sabía cuánto me quedaba. Si a eso le sumamos que el sol estaba operado a pleno rendimiento, se puede deducir que estos últimos kilómetros cuesta abajo, se me hicieron muy "cuesta arriba". Muy mal se me tenía que ver, porque los pocos corredores que me superaron en ese tramo me preguntaban cómo estaba. Lo cual confirmó mis sospechas de que la fraternidad entre los corredores de montaña es grande.
 Por fin las casas de Nocito se divisaron en el horizonte. Con mis piernas ya en la UVI y totalmente desfondado, conseguí llegar a la meta con un tiempo de 3h 54' 42'', que supone mi récord absoluto en esta prueba, y un listón bastante asequible por si decido repetir algún año de éstos.
 Una buena ducha y una comida gentileza de la organización, ayudaron a reponer, aunque fuera en parte, las energías y el ánimo. Aunque el "efecto Chiquito", que una vez acabada la prueba de larga distancia, nos hace andar con un estilo similar al del genial humorista andaluz, se ha prolongado durante todo el día.
 Así pues, luces y sombras en esta carrera. Entre las primeras, los majestuosos paisajes y el excepcional ambiente de camaradería entre los participantes.Pero me he dado cuenta de no me gusta subir grandes pendientes y lo paso mal en descensos pronunciados. En esta carrera ha habido mucho de los dos, así que lo que se dice disfrutar, poco. Quizá eso se deba a una falta de entrenamiento específico. En cualquier caso, sabiendo que he sobrevivido a ésta, y conociéndome como me conozco, creo que volveré algún día a los caminos de la sierra.