lunes, 13 de abril de 2015

Cluj Napoca

 Desde Brasov hasta Cluj Napoca me tocó otro largo viaje en tren, que se hizo bastante llevadero dada la belleza y variedad de los paisajes recorridos.
 Ya en la estación, me costó un tiempo orientarme (una brújula me hubiera venido muy bien), pero luego no tuve más problema para seguir las indicaciones que llevaba y llegar al albergue.
  La recepción fue muy cordial, y nada más llegar, me sentí como en casa. El empleado me explicó que cada día organizaban alguna actividad, y esa misma tarde había planeada una cena en un pub irlandés. Para un viajero solitario, estas actividades que facilitan socializar, son una bendición.
 Nos juntamos 5 personas para el evento, y ya de camino, se nos unió una francesa de 1,80 m, lo cual me alegró mucho. No en vano, eso nos permitió conseguir la paridad mujeres/hombres, asunto muy importante, a tenor del valor que le dan ciertos partidos políticos.
 El grupo contaba con tres alemanes, de los que una pareja eran todo seriedad y otro un auténtico "showman" que no paraba de montar numeritos. Pero a diferencia de lo que suele suceder, eran graciosos y sin faltar a nadie.
 Nos acompañaban dos empleadas del albergue que hacían de guías sin renunciar a pasarlo bien.
 Tras la cena, volvimos al hostel, donde recogimos algunos huéspedes y dejamos otros.  A petición mía, fuimos a un bar  llamado "The Soviet", ricamente decorado con simbología comunista. Supongo que si hubiera vivido en la Rumanía de Ceacescu, no me gustarían estas cosas, pero no es el caso.
Camaradas, este es el pub "Soviet"

 Después acudimos a un bar donde pudimos "mover el esqueleto" (esta expresión define mejor lo que hago yo que "bailar"). Los 5 lei que costaba entrar  ya se amortizaron al escuchar, nada más entrar, un tema de los pioneros alemanes del tecno-pop, Kraftwerk. En el bar entablé conversación una una torre alemana, también huésped del hostel, que me habló en español con acento porteño. La verdad es que chocaba mucho escuchar a un rubión con facciones totalmente teutónicas hablar así. Por lo que me contó, había vivido un tiempo en Buenos Aires.
 Aún visitamos otro garito antes de volverme al dormir. Hubiera sido una buena noche para descansar, teniendo en cuenta lo acogedor de mi cuarto y la ausencia de motosierras. Pero me había acostado tarde y quería aprovechar la mañana para conocer la ciudad. Ya descansaría en casa al día siguiente.
Seriedad alemana

 La ciudad, sin ser Florencia, tiene unos cuanto puntos de interés, y un centro histórico bien cuidado. Todo ello aderezado con algunos toques de estética monumental comunista, que yo siempre aprecio.
 Durante mi paseo me abordó un joven con una enorme maleta estilo "años 70" y me preguntó por un lugar barato donde pasar la noche. No tuve dudas al recomendarle mi albergue, que además de barato, era muy bueno. El joven me comentó que era sueco y venía a Rumanía buscando trabajo en granjas ecológicas. Curioso personaje al que me hubiera gustado conocer un poco más.
 A la hora de comer, no pude evitar fijarme en un menú ofertado a precio de risa, en una cafetería que no tenía mala pinta. Esta vez, la opción "niunclavelista" no acabó de salir bien. Ya no quedaban la mitad de platos del menú del día y acabé comiendo una sopa de pollo y un ídem a la plancha, con lo cual sólo me faltó salir cacareando del local. Como traca final debería haber buscado algo de mayor enjundia.
Centro de Cluj-Napoca

  Volví al albergue donde me guardaban la maleta, y aproveché para despedirme de los empleados y huéspedes, entre ellos estaba el sueco, que parecía la mar de contento. Me despedí de todos ellos con la impresión de que había estado allí una semana, en vez de una noche. He dormido en muchos albergues, pero ese ambiente que viví allí, lo he encontrado en muy pocos sitios. Sólo por estar allí, merece la pena visitar la ciudad. Nunca está de más citar su nombre: Transylvania Hostel.
 Ya con el maletón, y habiéndo cambiado mis lei por flamantes euros, cogí un autobús que me llevó al aeropuerto.
 El viaje de vuelta trascurrió sin novedad. Eso sí, después de haber comido dos veces en mi último vuelo, no me gustó mucho que cobraran por todo a bordo. Qué rápido se acostumbra uno a lo bueno...
 Mi último etapa en Rumanía fue un postre sublime para una comida muy buena. Rumanía me había dejado una muy grata impresión. Habrá que volver...