martes, 17 de enero de 2017

SUCRE

 Con el buen sabor de boca de la noche anterior abandoné la ciudad de la Paz a primera hora de la mañana. Ya le había cogido cariño. Viajar a salto de mata está muy bien, pero a veces apetece estar unos días en el mismo sitio y más si es en casa de un amigo.
  En estos tres días había tenido tiempo de planear cómo iba a trasladarme al aeropuerto. El taxi desde el centro salía un poco caro. En mis devaneos niunclavelistas se me ocurrió la idea de subir en teleférico (maletón incluido) a El Alto para desde allí coger un taxi mucho más barato. Hay que reconocer que el plan era original y espectacular. Pero al final descubrí una opción más sencilla. Cada media hora pasaba cerca de casa de mi amigo un microbús bastante económico. No es que se fuera muy cómodo en una furgoneta atestada de gente, pero sirvió muy bien a su propósito.
  Tras un vuelo de menos de una hora, que contrasta con las 12 horas que hubiera invertido viajando en autobús, aterricé en el aeropuerto de Sucre. 
 Esperando salir del avión, le pregunté a mi compañera de asiento si había transporte público al centro (bastante alejado, por cierto). Me dijo que sí, pero me propuso compartir un taxi que, aunque era algo más caro, nos dejaría en el lugar elegido. No pareció mal negocio, y más cuando encontramos otra pasajera para completar el lote.
  Dado que era mi último destino, seguí tirando la casa por la ventana para reservarme una habitación individual en un albergue, lo cual es como tener lo mejor de dos mundos: la intimidad del hotel y la posibilidad de conocer gente que ofrece un hostel.
Menú laurentino en Sucre

 Mis primeros pasos por las calles sucreñas me hicieron encontrarme con un hecho curioso que casi me llegó a emocionar. En un modesto restaurante se ofrecía "Pollo al Chilindrón", posiblemente el plato más típico de Huesca. 
 La ciudad de Sucre es la capital constitucional de Bolivia, aunque la sede del Gobierno esté en La Paz. Es una ciudad más pequeña que ésta, aunque su centro histórico colonial es mucho más reseñable, con una gran cantidad de iglesias y palacios.
Numerosas iglesias de bella factura

 De entre el abanico de museos que me ofrecía la ciudad, me decanté por la Casa de la Libertad, donde hice una visita guiada.
  Entre sus muros se firmó la Declaración de Independencia (las actas están expuestas allí) y fue el primer parlamento del nuevo estado. Alberga numerosas reliquias históricas que van desde la época virreinal hasta la actualidad. 
 Me llamó la atención un gigantesco busto en madera de Simón Bolívar, así como los retratos de todos los presidentes de la República desde su fundación.
  A poco que se tenga algo de interés en la Historia, es un lugar de visita más que recomendada.
Casa de la Libertad

 Se acercaba el atardecer, y nada mejor que subir a un mirador que dominaba toda la ciudad para contemplar el ocaso, práctica habitual durante mi periplo, siempre que hubiera un lugar adecuado para ello. El próximo viaje, o voy con pareja, o me la busco por el camino, que esto de ver los atardeceres solo, es un poco triste. Aunque lo de solo es un decir, ya que el mirador estaba copado por turistas armados con cámaras en busca del rayo verde.
¿No tenéis sol en casa o qué?

 Una vez que el Astro Rey se despidió de nosotros, descendí y me dirigí a la estación de autobuses para informarme sobre los horarios, ya que tenía pensado hacer una excursión al día siguiente. Durante la larga pateada, fui sorprendido por un apagón que, no sólo afectó a las farolas, haciendo que la calle quedara a oscuras, sino que también dejó sin suministro a los comercios. No duró mucho el incidente, pero fue realmente curioso ver cómo algunos establecimientos recurrían  a las velas para proseguir su actividad.
 A pesar de los tentadores precios de los restaurantes de la zona, decidí comprar algunas viandas para preparármelas en el albergue, y si era posible, socializar un poco.
 En la cocina había una pareja con la que no tardé en hacerme el encontradizo. Se trataba de dos franceses con los que compartí velada y, amablemente, me ofrecieron una copa de vino boliviano. Un buen caldo que ganó con la compañía.
  Antes de que los galos terminaran y se retiraran a sus aposentos, hizo acto de presencia otra pareja que se puso a preparar un guiso de enjundia.  Me interesé por su empeño culinario y me comentaron que estaban preparando “gulash”. La razón de tan centroeuropeo plato es que el hombre era checoeslovaco, mientras que su simpática amiga era local y no estaba alojada en el albergue. Hábilmente le pregunté por algún lugar para pototear en Sucre. Me indicó un par de garitos, y lo mejor de todo, me dijo que iban a salir al día siguiente y que se traerían a una amiga para que la pudiera conocer. Así da gusto.
 Me retiré a mi cuarto a descansar un poco y debido al cansancio acumulado, caí dormido. Me desperté a medianoche. Justo a tiempo para hacer una incursión nocturna. 
No tiene nada que ver con el relato, pero me hizo mucha gracia

 Me dirigí al bareto que me habían aconsejado y aboné la entrada solicitada, pensando que la iba a amortizar con creces.  Pero el aspecto que presentaba la discoteca no podía ser más desolador. La pista estaba vacía y apenas 6 personas se acodaban en la barra. Le pregunté a una camarera si esa iba a ser la tónica de toda la noche y me dijo que en un rato se animaría el cotarro. Confié en su palabra y me pedí una cerveza, que bebí muy poco a poco, estirándola hasta límites insospechados. Diferente estrategia seguía un individuo sentado junto a mí con el que pronto entablé conversación. Se trataba de un boliviano de una ciudad del sur (Tarija) que había venido a Sucre por motivos laborales, y al que el pototeo se le iba a apoderar. No tardamos en conocer a otro sujeto que resultó ser de Tarragona, aunque estaba viviendo en Sucre. El tarraconense era un individuo peculiar, de esos que son tan efusivos y "graciosos" que al poco tiempo ya empiezan a cargar. Me recordaba un poco al personaje de Torrente.
 No es lo que esperaba, pero mis dos acompañantes amenizaron la espera mientras iba entrando gente al local a un ritmo tan bajo como al que empleaba yo en beberme mi cerveza. El boliviano, sin embargo, iba pidiendo una tras otra, lo cual repercutía negativamente en su carácter, cada vez más inquieto e insistente. Vamos, lo que comúnmente se conoce como un "plasta".
 Debían ser más de las 2 cuando, por fin, el local presentaba una cierta animación. Lo malo es que el tipo de música (dance) y el ambiente no me hacían sentir cómodo. No veía ni de lejos la mágica atmósfera que había encontrado la noche anterior en La Paz. Además, mi compañero de barra estaba empezando a ponerse pesado conmigo, insistiendo en que abordara a las damas presentes. Ante mi inacción, se lanzó él con los resultados esperados, dada su escasa sutileza. Viendo que allí no iba a rascar bola, subió la apuesta y me comentó que conocía a unas "amigas" brasileñas  y paraguayas muy buenas en un local cercano. El plan no me podía resultar menos apetecible. 
 Dejando aparte juicios morales y preferencias personales, veía completamente absurdo haber hecho un viaje de tantos kilómetros para acabar recurriendo al amor mercenario, que no falta en nuestra geografía, y más en tan incómoda compañía. 
 Mientras tanto, mi compatriota había ido bebiendo y, a diferencia del boliviano, el alcohol no le había sentado tan mal, atemperando su carácter explosivo. Casi hasta me parecía entrañable. Aun así , no estaba el hombre para muchos trotes y costaba tener una conversación medianamente lógica con él.
 Viendo que no me acababa de encontrar a gusto, me marché intentando apurar mis opciones en otros ambientes más propicios. Pero los locales por los que pasé estaban echando el cierre, por lo que lo confié todo a la última noche, con la relativa tranquilidad que da el tener un plan ya apalabrado.

2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Supongo que en mi caso me daría mas aprensión el temor a la inseguridad que los individuos molestos. Aunque supongo que un niunclavelista que se precie nunca vestirá ropas ostentosas ni adornos caro, lo que reduce exponencialmente el riesgo a sufrir un robo o atraco. Para los individuos molestos se les puede aplicar el método de las "clarisas", aunque estos especimenes suelen caracterizarse por su tenacidad y persistencia ante los desplantes, especialmente si van animados por algún trago de mas.

He leído sobre el goulash que es una especie de estofado especiado que se prepara en centroeuropa. No he tenido el placer, aunque supongo que será parecido al tajín marroquí que este si lo he probado y me parece una autentica delicia.

Rufus dijo...

El sujeto en cuestión estaba un poco pesadico, pero tampoco fue para tanto. De hecho mientras estaba sobrio era bastante simpático y agradable. Luego, cuando vio que ni yo, ni las mujeres del local le seguían el rollo, se marchó.
Habrá que probar el tajín. Una escapadita a Marruecos puede cubicar.