viernes, 20 de enero de 2017

VALE UN POTOSÍ

  Una de mis más valiosas aportaciones al mundo de los viajes es el haber creado el denominado "Turismo Nominal", que consiste en visitar ciudades que me llaman la atención no por su historia, monumentos o ambiente (aunque no carezcan de ellos), sino porque tengan nombres de cosas. Así, en una lista que no deja de crecer, ya he estado en Lagos, Braga, Bath (Baño), Cognac, León, Ostia, Brujas, o Cork (Corcho).
 En este caso, y dada su relativa cercanía con Sucre (por cierto, azúcar en francés), no podía dejar de visitar la Villa Imperial de Potosí, cuyo nombre se aplica en muchas frases hechas en español para reflejar que algo o alguien es muy valioso.
 El autobús que une las dos ciudades se lo tomaba con calma surcando poco a poco el árido paisaje mientras no paraba de ascender. No en vano, Potosí es una de las grandes ciudades situadas a mayor altura en todo el mundo, con sus 3900 metros sobre el nivel del mar. Afortunadamente, ya estaba bastante aclimatado a la altitud y no apareció el temido "soroche".

El mítico Cerro Rico domina la ciudad

 Tras un largo paseo desde la poco céntrica estación de autobuses por anodinas avenidas, y teniendo que remontar empinadas cuestas, llegué al corazón de la ciudad, dominada en la distancia por el mítico Cerro Rico. Se trata de una imponente montaña de la que se extrajeron miles de toneladas de plata en la época virreinal. Este hecho hizo que Potosí fuera una de las ciudades más opulentas de su tiempo. Y eso se deja notar en la gran cantidad de iglesias barrocas y elegantes mansiones que se pueden encontrar en su trazado urbano.
 Pero si la riqueza ha dejado huella en las calles de Potosí, también lo ha hecho el declive de la ciudad, una vez que se agotó la plata. El paseo por el casco histórico me sugirió un lugar en decadencia, como sumido en un sueño, agotado tras los excesos anteriores.

Esplendor y declive

 Cavilando sobre mis impresiones acerca del efecto que los avatares históricos habían dejado en las calles potosinas, acudí a un restaurante especializado en pollo a la parrilla, atraído por la irresistible oferta de un plato denominado "estudiantil". No importa que ya peine canas desde hace tiempo. Por un buen precio me haría pasar hasta por el mismísimo Licenciado Vidriera si hiciera falta.
 Siguiendo con la tónica crepuscular que impregnaban mis impresiones sobre la ciudad, el mercado central, lugar habitualmente muy bullicioso en todas las ciudades que había visitado en Bolivia y el Perú, aparecía casi vacío.
 Cuando ya estaba a punto de otorgar la extremaunción a la Villa Imperial, me fijé en que al final de unas escaleras que descendían a un valle había congregada una gran cantidad de gente. Una vez que llegué a ellos, comprobé que algo gordo se estaba tramando. Había decenas de puestos callejeros de comida y a ambas orillas de una avenida cientos de personas estaban esperando el paso de un desfile. Se trataba del Festival de los Ch´utillos, la fiesta mayor de la localidad, de la que no tenía ni idea y me encontré por puro azar.

Festival de Ch´utillos



 La cabalgata estaba formados por grupos ataviados con trajes típicos que desfilaban mientras ejecutaban danzas locales. Intenté seguir el flujo hasta que las aglomeraciones de espectadores hicieron recomendable que me apartara de la multitud, yendo a parar a una calle trufada de puestos callejeros entre los que pude encontrar algún chollo que otro.
 Definitivamente, la ciudad tenía otro aire, mucho más vivo y dinámico. Es posible que la languidez que había percibido en el centro se debiera a que la mayoría de la gente estaba presenciando el festival.

Gran animación


 Al paso por el mercado, y siguiendo las directrices dietéticas de Super Ratón, decidí vitaminarme e hipermineralizarme visitando la sección de jugos. Mientras saboreaba con deleite uno de maracuyá, me percaté de que se ofertaba uno de alfalfa. A pesar de haberme llenado el estómago con el primer zumo, no pude evitar la tentación de ir a por el segundo, que resultó muy sabroso. Millones de rumiantes no pueden estar equivocados.
 No podía abandonar la ciudad sin visitar la Real Casa de la Moneda, imponente edificio del siglo XVIII de estilo colonial. Entre sus muros se acuñaba la moneda producida con la plata de las minas cercanas, además de servir de archivo histórico. En una visita guiada, nos explicaron la historia del edificio, mostrándonos cómo evolucionaron las técnicas para la elaboración de moneda a lo largo del tiempo. Además, el museo exhibía una gran cantidad de objetos hechos en plata.
 Paradójicamente, mientras que cuando la actual Bolivia era parte de España producía moneda para toda América, en la actualidad, el país andino encarga la producción de su propia divisa a otros países. Hablar hoy en día de soberanía o independencia me parece muy relativo.
 Casi sin darle tiempo al guía para que acabara su explicación, abandoné el museo a toda prisa, esperando llegar a tiempo a la estación para volver a Sucre a una hora razonable. El "timing" fue perfecto, y el microbús que tomé nada más pisar la calle me dejó a tiempo para comprar el billete en la estación y montar en el autobús, que partió conmigo como único pasajero. Mi vana ilusión de tener todo el vehículo para mí se vino abajo cuando hizo una parada antes de abandonar la ciudad y se llenaron casi todas las plazas.
 Mi visita había empezado dubitativa, pero fue remontando, y acabó mereciendo la pena. Con más propiedad que nunca, puedo decir que la Villa Imperial vale un Potosí.






4 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Me ha parecido muy original lo del turismo nominal. Aunque he visto en un rápido vistazo en la web que sin salir de España, existen pueblos con nombres tan curiosos como Villapene, en Lugo o Guarroman en Jaen. Incluso sin salir de de la provincia de Huesca podeís tomaros un café en Guasa o en serio.

He leído ademas que Potosí además cuenta con un 65 % de población indígena así que parece el lugar ideal para tomarle el pulso a la cultura boliviana. Y ya para acabar el nombre de 2 antiguas minas donde los incas extraían oro y plata cerca de Potosí: Colque porco (nombre curioso) y Andacaba (que también se presta al cachondeo).

Rufus dijo...

La verdad es que el Turismo Nominal, aunque está por desarrollarse, tiene un potencial extraordinario.
Cierto, en Potosí destaca la gran cantidad de población indígena. De hecho, el festival de Ch´utillos tiene raíces prehispánicas.

Gus dijo...

Podrías también visitar la ciudad de Condón (Francia).

Rufus dijo...

Buena aportación, Gus. Espero visitar dicha ciudad algún día.