domingo, 10 de diciembre de 2017

KAVALA: SI NO PUEDES CON EL ENEMIGO, IMÍTALO



Este es el viajecito que me esperaba.
  Me despedí de los anfitriones del albergue como quien se despide de la familia y me dirigí al centro para tomar un autobús. La más de media hora de retraso con la que se presentó el vehículo fue un aviso de que ese día me tenía que tomar las cosas con filosofía (nada más adecuado para mi próximo destino).

 Pronto llegamos a la frontera entre Albania y Grecia. Dado que el primer estado no pertenece a la UE, las cosas no iban a ser tan fáciles como cuando se entra a Francia por el Portalet.
 Nos detuvimos y tuvimos que esperar un buen rato hasta que las autoridades albanesas comprobaron nuestros pasaportes y nos expidieron unos billetes en los que yo figuraba como "Alonso". 
 Tras este trámite, el autobús avanzó unos 50 metros para ocupar su puesto en una fila no muy larga, pero que apenas avanzaba. 
 Una vez que llegó nuestro turno tuvimos que bajarnos y presentar nuestro pasaporte a las autoridades helenas. No contentas con ello, nos obligaron a sacar nuestras maletas de la bodega y depositarlas en unas mesas para su inspección.        
 Dado que no había espacio suficiente, esperé a que los policías revisaran la primera tanda para poner mi maleta. Para mi sorpresa, y casi decepción, no hicieron ni ademán de registrarla. Seguro que el día que lleve cocaína no me sucede esto.
 Habíamos pasado más de dos horas de tensa a la par que aburrida espera en la frontera. Todo estaba en orden por lo que pudimos internarnos, al fin, en la mítica Grecia, país que a pesar de sus encantos de todo tipo, aún no había visitado.
 Los familiares paisajes mediterráneos que nos recibieron no me parecían tan monótonos cuando me imaginaba que en ellos habían coexistido héroes, dioses y otros personajes mitológicos. Así que en cuanto me quise dar cuenta ya estaba llegando a la estación de autobuses de Salónica. Pero eso hubiera sido demasiado fácil, así que allí saqué otro billete para la ciudad de Kavala, también costera, pero situada más hacia el este.
 Mi breve intercambio comercial con la empleada que me vendió el título de transporte, me sirvió para comprobar que mi inglés con acento de Huesca, que tan poco me había servido en Albania, volvía a ser un elemento útil en tierras griegas.
 Tras otro par de horas de propina arribé a Kavala. Allí me esperaba una amiga (Christina) que me iba a dar cobijo. Aunque las cosas no empezaron muy bien. Debido a un malentendido yo tomé un taxi hasta su casa que se debió cruzar con el que ella cogió para esperarme en la estación. Para regocijo de los taxistas locales, lo que debía haber supuesto una carrera (o mejor ninguna) acabaron siendo tres (la mía y dos de la anfitriona).
Kavala

 Acostumbrado a compartir habitación con más gente, el hecho de tener una sólo para mí parecía que iba a ser un auténtico lujo. Pero además de mi amiga, había otros "huéspedes" en la casa. Nada menos que 6 gatos. No tuve mucho tiempo de socializar con mis nuevos compañeros, ya que un gran evento nos estaba esperando. 
 Se trataba de un concierto de la cantante griega Eleonora Zouganeli, que tenía lugar en un castillo abandonado a unos kilómetros de Kavala. Para llegar allí contamos con la inestimable colaboración de Theodoros, un amigo de mi anfitriona que hizo de cicerone llevándonos en coche a todas partes. 
 La verdad es que el entorno en el que se enmarcaba el concierto era inmejorable. La situación elevada del castillo otorgaba una impresionante vista sobre la bahía, tenuemente iluminada por el crepúsculo
 Pero lo que le sobraba en belleza le faltaba en comodidad, ya que los sufridos espectadores nos tuvimos que acomodar como pudimos sobre el suelo en una empinada colina, en la que la pendiente impedía colocar sillas.
 A pesar de la forzada postura, el comienzo del concierto fue prometedor. Aparte del privilegiado emplazamiento, la cantante tenía muy buena voz, derrochaba energía y además estaba de muy buen ver. 
 Pero al rato, la propuesta me empezó a cansar. No conocía ninguna canción de la artista, que eran mayoritariamente baladas pop en griego. Interesante para un rato, pero demasiado para las dos horas y media que, sentado sobre el duro e inclinado suelo, se estaban convirtiendo en una pequeña tortura.  Mis dos compañeros tampoco estaban pasándolo mucho mejor. Así que, rompiendo mi regla no escrita de amortizar al máximo toda inversión, abandonamos el concierto antes de su conclusión.
 No veía la hora de acostarme y descansar. Me las prometía muy felices teniendo un sofá-cama y un salón solo para mí, sin ningún ruidoso aire acondicionado en lontananza. Pero poco tardé en darme cuenta de que los numerosos felinos que deambulaban por la casa querían también su parte del pastel, y en cuanto me descuidaba, se empeñaban en invadir mi espacio de seguridad.  
 En mi caso, los únicos animales con los que puedo compartir tálamo, son los ácaros, y sólo si se están quietecitos.
 Después de muchos intentos de deshacerme de los gatos, y ante su insistencia, me rendí a la evidencia. En ese sofá me iba a ser imposible pegar ojo. 
 Tras un análisis de la situación, decidí que, en vez de luchar contra los félidos, sería más pragmático aprender de ellos. 
 Así, caminando con un sigilo exquisito, penetré en el cuarto  de mi anfitriona y me acerqué a la cama, donde Christina dormía profundamente.
  Respiré hondo y, rompiendo las más elementales normas del recato, me tumbé cuidadosamente en el lecho, aprovechando el escaso medio metro que había quedado disponible.   


4 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Hablando de conciertos, ha sido una grata sorpresa descubrir la incursión en el mundo de la música de nuestro viejo conocido Matteo: https://www.youtube.com/watch?v=GHC4HB85SSg
Para mi gusto no lo hace nada mal.

Espero ansioso las crónicas sobre el país que se puede considerar como la cuna de la filosofía, en cuanto a los felinos, supongo que para un rato están bien pero al final impero la lógica y era preferible dormir en compañía de tu anfitriona.

Rufus dijo...

Matteo ya lleva tiempo en el mundillo. De hecho, el cantante Palacho (no sé si lo conoces, también estuvo en Dublín) lo invitó a un concierto suyo para que lo acompañara en el escenario y perdió el vuelo.
La verdad es que, si no se tiene costumbre, es complicado dormir con gatos. No paran de moverse y sueltan algún arañazo que otro.

Unknown dijo...

Sleeping with the cats is wonderful. And my cats are great, are they not? 😉. By the way, all the kittens have been given up for adoption now!

Rufus dijo...

Well, I guess they are great, but I didn´t have enough time for getting used to them. I hope the new owners are taking care of them as much as you were.