domingo, 7 de enero de 2018

PERIPECIAS KAVALÍSTICAS

 En la primera mañana en Kavala, mi anfitriona Christina me llevó a dar un paseo por su ciudad.
 Empezamos por la casa de Mohammed Alí. En este caso no se trataba del célebre boxeador, sino de un antiguo gobernador de Egipto, que había nacido en esta ciudad griega cuando estaba en manos del Imperio Otomano. Aparte de la importancia de su antiguo morador (se le considera el padre del Egipto moderno), la casa está muy bien conservada, y es un buen ejemplo de la arquitectura de la época.
Interior de la casa de Mohammed Alí

 La ciudad de Kavala tiene una posición privilegiada. Su casco histórico, situado en una colina, es una atalaya perfecta con vistas al Mar Egeo, donde emerge cercana la mítica isla de Tasos.
 Pero más allá de las intrincadas callejuelas y el privilegiado entorno, la ciudad de Kavala tampoco ofrece mucho más desde el punto de vista turístico. Pero eso no es problema si contamos con nuestro amigo Theodoros, que con gran amabilidad prosiguió su labor de conductor y guía turístico de la zona.
 Nuestro primer destino fueron las cuevas de Alistrati. En su interior, los sedimentos calizos acumulados a lo largo del tiempo han formado unas curiosas estructuras que impresionan, constituyendo una auténtica maravilla geológica. Y lo bueno es que se pueden visitar cómodamente dando un paseo por una galería bastante amplia.
Alistrati. La foto no es mía. Se nota, ¿no?

 En ruta hasta nuestro siguiente hito, amplié mi ya extensa lista de Turismo Nominal al paso por la localidad de Drama. En este caso hizo honor a su apelativo. ¿Puede haber algo más dramático que una ciudad con tan sugerente nombre sea un conjunto de edificios sin ningún interés? Pues sí que lo hay, y pude comprobarlo unos días después sin salir de tierras helenas.
 Más interés despertaron las ruinas arqueológicas de la ciudad de Filipos, que era nuestra intención visitar, pero llegamos demasiado tarde para ello. Pero no nos fuimos de vacío del emplazamiento, ya que en el anfiteatro se iba a celebrar un concierto de música griega. Yo estaba un poco escamado tras la mejorable experiencia del día anterior. Aunque de momento, las gradas ofrecían mucha más comodidad que el terraplén que mi trasero aún recordaba con poco agrado.
Todo preparado para el concierto

 Esta vez se trataba de una popular cantante llamada Alkistis Protopsalti que interpretaba temas del compositor Stavros Xarchakos, que estaba presente dirigiendo la orquesta. A pesar de que hago todo lo que puedo por ser un cultureta, no me sonaba ninguno de ambos, pero por lo que me comentaron mis compañeros, son unas auténticas instituciones en el país.
 Pronto me empecé a dar cuenta del por qué. Aunque nunca había escuchado ningún tema, pronto empezaron a atraparme. 
 Esta vez sí sonaba como música genuinamente griega, siendo además de máxima calidad. El ambiente creado en tan magnífico concierto en una ubicación tan sugerente fue absolútamente mágico. Tanto que incluso acabé tarareando algunas canciones a pesar de mi todavía escaso nivel de griego.
  Con el público volcado y disfrutando al máximo, me preguntaba si la tan cacareada crisis en Grecia no era una exageración sensacionalista. No tardaría en darme cuenta de mi pequeño pero craso error.
Una maravilla

 Al día siguiente seguimos merodeando por la zona. Esta vez nos dirigimos a un museo de cera. No parece ser algo muy extraordinario, pero éste tenía algunas peculiaridades. Todas las figuras estaban realizadas por la misma persona, que decidió ubicar el museo en su pueblo natal, una diminuta villa en mitad de la nada.
 El local estaba dividido entre celebridades locales (Onassis, Maria Callas, Paraskevi Patolidou...) e internacionales (Michael Jackson, Lady Di o Elvis Presley). Las efigies estaban realmente bien realizadas, y tuvimos ocasión de manifestárselo al autor, ya que era la persona que vendía los billetes en la entrada.
Sección internacional del museo de cera

 A mediodía, en Kavala, conocí al hermano de mi anfitriona. Un tipo muy agradable, pero que me dio una visión del estado económico y social del país mucho menos amable de la que me había quedado tras el memorable concierto de la noche anterior. A pesar de trabajar de ingeniero, el irrisorio sueldo que cobraba, ya muy avanzado el mes, no le llegaba y se había visto obligado a cultivar hortalizas para venderlas. Y sin salir de la familia, Christina se fue a vivir a Chipre poco después de recibir mi inestimable visita.
 Por la tarde volvimos a las ruinas de Filipos, llegando a tiempo para desquitarme del intento del día anterior. Nada menos que griegos, romanos, cristianos y bizantinos habitaron y dejaron su particular huella en la ciudad. Pero parece que desde entonces no se ha cuidado mucho el lugar, ya que el yacimiento estaba bastante "escojonado". Y para más INRI, contaba con un museo al que parecía que habían llevado lo poco que se encontraba medianamente en buen estado.
Filipos: Con lo que tú has sido...

 El vacío que me había dejado la visita a Filipos, lo cubrió con creces nuestra visita a un popular restaurante de Kavala donde nos pusimos las botas de deliciosa comida local a precios muy competitivos. Que unos míticos vestigios de las cunas de nuestra civilización ,que además son patrimonio de la Unesco, me impresionaran menos que una salsa Tzaziki o un queso feta, me da que pensar.
 En la misma línea de superficialidad y hedonismo, pasamos la mañana siguiente en una playa cercana a Kavala. A diferencia de lo que me había encontrado en la ciudad albanesa de Durres, esta playa era bastante competente, con arena color arena (no color ceniza) y agua color agua de mar (no Colacao).  Pero tan privilegiado enclave natural no había escapado a la codicia humana. El recinto estaba acotado y la arena estaba copada por tumbonas y sombrillas que dependían de chiringuitos playeros. No cobraban entrada, pero había que consumir a precios muy poco competitivos (Cerveza a 4,5 €). Y como hilo musical, nos tocó padecer las estridentes radio fórmulas que los baretos hacían sonar a todo trapo. Quien busque relax y tranquilidad que mire en otra parte.
 Se acercaba el momento de abandonar la ciudad. Pero no sin antes volver al restaurante de la noche anterior a darnos un último homenaje. Me convenía cargar bien mis adipocitos, habida cuenta de la austeridad nutricional que acostumbro a seguir en mis viajes.
¡Esto sí que es arte!

 Christina y Theodoros habían sido unos grandes anfitriones. Gracias a ellos pude conocer muchos rincones que habrían pasado desapercibidos para mí, además de darme mucha información sobre la vida cotidiana de los griegos. Me despedí con pena de ellos y de la ciudad. Habían sido tres días en los que sólo tuve que dejarme llevar. Por un tiempo, eso está muy bien. Pero el gusanillo de la aventura y el talento natural seguían dentro de mí, y no iban a tardar en salir de su letargo en mis siguientes destinos.


3 comentarios:

Gus dijo...

Tres días con ellos. Muy bien, es la medida perfecta.
Como decía el gran Juncal, "los huéspedes y la pesca, a los tres días apestan".

Rufus dijo...

Aún me ofreció la anfitriona que estuviera un día más pero me fui en la cima del éxito. Recuerdo esa mítica frase de la serie Juncal. Se referían a él, pero la decía Lola Flores, que hacía de la mujer del Búfalo en la serie.

Gus dijo...

Sabía que Juncal era parte de la historia, pero he fallado en la autoría de la frase.