miércoles, 29 de agosto de 2018

3x3 RIBAGORZA: MAQUINETAS CON CORAZÓN

 Este verano tuvo a bien visitarnos mi amigo Jorge, que vive en los Estados Unidos. Antes de venir lanzó a los 4 vientos un llamamiento para que nos apuntásemos a un torneo de baloncesto 3x3 a celebrar en Graus.
 A pesar de su entusiasmo, el impacto de su convocatoria fue bastante limitado. Sólo un servidor se abstuvo de acuñar las socorridas frases de "estoy muy liao", "no estoy en forma" o "para que nos apalicen y hacer el ridículo, no voy".
 Así, el día del evento nos dirigimos a Graus con la esperanza de que la organización nos "prestase" algún jugador para completar el terceto. 
 Nos habíamos inscrito con el nombre de "Los Maquinetas". Yo iba con dudas sobre si esa máquina iba a estar gripada o iba a funcionar con eficacia.
 Al llegar a la pista nos encontramos con un magnífico ambiente. Nada menos que 16 equipos se daban cita en el torneo. En un primer vistazo, me dio la impresión de que Jorge y yo subíamos bastante la media de edad, pero lo que se pierde en vitalidad, se gana en experiencia y saber estar dentro y fuera de las canchas.
 El organizador nos presentó a nuestro "fichaje", un binefarense bastante curtido que nos prestó un gran servicio.
 Nuestro primer rival no nos iba a poner las cosas fáciles. Se trataba de un conjunto formado por 3 hispanoamericanos y un mauritano de raza negra y poderoso físico. De él se encargó Jorge con solvencia, frenando sus explosivas penetraciones. El resto abusó del tiro exterior sin mucho éxito. Nuestro juego coral acabó imponiéndose. En mi caso, y sin que desgraciadamente, sirva de precedente, aproveché mi superioridad física sobre mi defensor para hacer daño en la pintura.
Los Maquinetas iban a dar guerra

 La organización tuvo el detalle de darnos acceso libre a la piscina municipal (situada junto al pabellón) a todos los participantes, lo que aprovechamos para relajarnos y descansar entre entre partido y partido. Además de este extra tan apreciado, se nos ofrecía agua y fruta a voluntad.
 En el segundo partido nos tocó un hueso duro de roer. Un equipo joven dotado de buena técnica y gran tiro exterior. Mantuvimos el marcador igualado hasta el ecuador del partido, pero su mayor calidad y mejor estado físico se impusieron. No conviene olvidar que muchos de los equipos contaban con jugadores de refresco que podían entrar en cualquier momento. Nosotros, en cambio, bastante tuvimos con llegar al mínimo de 3, sin posibilidad de hacer cambios.
 La primera fase constaba de tres partidos. Si ganábamos el tercero, pasábamos a cuartos de final. Si perdíamos, se producía un triple empate de incierto resultado. Sin intención de especular lo dimos todo ante un equipo bisoño, pero no exento de calidad. Nuestra veteranía se acabó imponiendo, por lo que seguíamos vivos en la competición.
 Teníamos un par de horas hasta la sesión vespertina que aprovechamos para darnos nuestro enésimo baño en la piscina y visitar la villa de Graus, que cuenta con un casco histórico destacable, en el que sobresale la pintoresca Plaza Mayor.
 Uno de las virtudes que comparto con mi amigo Jorge es el niunclavelismo. Por eso no es de extrañar que, en vez de comer un restaurante de plato y mantel, lo hiciéramos en un banco junto al río, previo avituallamiento en un supermercado local. Nos supo mejor que cualquier manjar desgustado en un local de alto copete. Y por supuesto, infinítamente más económico.
 Nuestro improvisado co-equipier no pudo acompañarnos en la segunda fase, pero se preocupó de buscarnos un recambio de garantías. Se trataba de un base muy rápido y técnico, que era justo lo que más necesitábamos.
 En la ronda de cuartos de final nos esperaba un rocoso rival que, como nosotros, también venía de Huesca. A pesar de ello no nos iban a permitir ninguna concesión.
  Estaba compuesto por un explosivo y habilidoso base, un alero fuerte no carente de técnica y un "angelito" de más de 100 kg al que había visto machacar sin tomar carrerilla en un partido anterior.
 Nuestro nuevo fichaje pudo sujetar bastante bien al base rival, mientras que el buen hacer de Jorge puso coto a las acometidas del pívot adversario. Yo, en cambio, sufrí más de la cuenta ante mi par. Éste era más alto, más fuerte, más joven, más técnico y si me apuran, hasta más guapo que yo. 
 Pero el baloncesto no es un deporte individual. Así que viendo que no iba a anotar mucho en este partido, me dediqué a buscar a mis compañeros y hacerles bloqueos, que ellos aprovecharon muy bien, sobre todo para meter triples. En este torneo contaban el doble que las canastas de 2 puntos. Gracias a este bonus, conseguimos tomar la delantera en el marcador.  Viéndose superados, nuestros rivales subieron su dureza defensiva intentando amedrentarnos. No lo consiguieron y tampoco aceptaron de buen grado su derrota.  Creo que eran mejor equipo que el nuestro, pero nosotros supimos aprovechar mejor nuestras bazas.
 Ya estábamos en semifinales. La verdad es que mi único objetivo en este torneo era competir decorosamente y no hacer la risa. Pero dando lo mejor de nosotros habíamos llegado muy lejos.
 Eso sí, pasar a la final hubiera sido un milagro. Nos tocaba enfrentarnos al equipo"Oso Yogui". Detrás de tan poco amenazador nombre, se encontraba un terceto de auténtica enjundia, formado por jugadores y ex-jugadores del Peñas, equipo de Leb Oro. 
 Algún "espabilao" podrá decir que dos de ellos apenas jugaban, pero a nadie le regalan el puesto en la segunda liga del baloncesto español. Uno de sus miembros era un escolta de 1,92 m rápido y técnico, otro era un ala pívot que había hecho sus pinitos en la liga inglesa. Sus 2 m  y su gran  corpulencia iban acompañados con una muy buena mano desde el triple. 
 Por si fuera poco el tercer integrante era nada menos que Mikel Motos, un explosivo escolta de 1,93 m, con pasado ACB en el Guipuzcoa Basket. Se trata de un gran especialista defensivo y  ha sido pieza clave en el Peñas estos dos últimos años.
 Evidentemente la diferencia entre nuestro equipo y el suyo era palpable. Pero no nos rendimos sin luchar. En mi caso me tocó emparejarme con Motos, al que intenté ponerle las cosas lo más complicadas posibles. Pero nada pudimos hacer ante la mayor técnica, presencia física, experiencia, compenetración y juventud del equipo rival, que no tuvo que emplearse a fondo para vencernos. 
 Pero para mí fue una gran experiencia enfrentarme a un ex-ACB ante el que, a modo de anécdota, pude por lo menos anotar una canasta.
 Y aquí acabó nuestra andadura en el torneo, al que acudimos con la única idea de pasar un buen rato jugando a baloncesto y conociendo gente del mundillo. Ambas expectativas se superaron con creces.
  Quiero aprovechar la oportunidad que me brinda este blog para destacar el buen hacer del organizador. Una sola persona, a la que le tocó hacer de todo, fue capaz de montar todo el tinglado y conseguir que el torneo funcionara perfectamente.
 Un último baño en la piscina, ya totalmente relajados sin más partidos en el horizonte fue el colofón perfecto de una jornada para el recuerdo. 
 Jorge y yo pensamos volver. ¿Alguien se anima para el año que viene?


 


domingo, 26 de agosto de 2018

MURCIA...¡QUÉ HERMOSA ERES!

 En Grecia se está muy bien. Allí me había quedado virtualmente hasta que me he dado cuenta de que así a lo tonto, llevo unos meses sin escribir entradas. Y no será por falta de ideas. Tengo un atasco de viajes al que voy a intentar dar salida poco a poco.
 El vuelo de vuelta a España no iba a ser el final de mi periplo veraniego, sino un paréntesis. Había decidido visitar Murcia, no sólo por sus encantos que dieron lugar al aclamado espectáculo televisivo que da título a mi entrada, sino para visitar a una amiga que había conocido en un campo de trabajo y no veía desde hace más de 15 años.
 Para llegar a mi destino tuve que tomar un vuelo nocturno de Atenas a Barcelona y tras un par de horas en el aeropuerto en estado de duermevela, enlacé con otro vuelo a Alicante.
Desde el aeropuerto, que por cierto, era a la sazón un nido de chollos de aerolíneas de bajo coste, tomé un autobús al centro de Alicante.
 Las numerosas paradas que realizaba el vehículo, hacían menguar mi escaso margen de maniobra para enlazar con el tren que debía tomar. De hecho, al entrar en la estación, el convoy estaba a punto de partir. Sin tiempo para pasar por taquilla, le pregunté a un empleado si se podía pagar a bordo. Me negó esa posibilidad al tiempo que me señalaba una máquina de venta. En mi apresurada búsqueda no aparecía Murcia, sino "Murcia del Carmen". Pensando que era el nombre de un pueblo, seguí intentando con Murcia, pero no colaba. Al final, el empleado me aclaró que "Murcia del Carmen" era Murcia. Esos jueguecitos a alguien con más tiempo.
 Al trote y casi en marcha, logré introducirme en el último vagón y pude llegar a "Murcia del Carmen" donde me esperaba mi amiga, bien acompañada de su retoño de apenas unos meses. Como se pueden imaginar mis queridos lectores, dada la situación,  no parecía que en esta visita fuera a haber mucha fiesta. Pero con el festival de la cerveza de Korçe, ya había cumplido el cupo.
 Tras una más que necesaria siesta, hice una inspección en solitario por las calles de la capital pimentonera, que me dejó una grata y barroca impresión, a la espera de un análisis más exhaustivo que pensaba hacer a posteriori.
Centro de Murcia
 Pero no iba a producirse. Al volver al piso de mi amiga, y ante mi sorpresa, me comentó que me había reservado un alojamiento en San Pedro del Pinatar. No era una "escapada sorpresa" a la playa. Su hijo estaba un poco enfermo, y quería estar más cerca de sus padres, que se encontraban por la zona. Ella se iba a quedar con sus progenitores, y yo estaría solo en el albergue.
 Y nunca mejor dicho. A pesar de las fechas estivales y la cercanía de la costa, yo iba a ser el único huésped. Enseguida me di cuenta de que el albergue era de titularidad pública observando dos detalles de la recepcionista: su escasa preocupación por la falta de clientela y el poco entusiasmo con el que me explicó las reglas del establecimiento. Es un decir, porque se limitó a darme una hoja con las mismas para que la leyera y firmara. Y alguna de ellas no era baladí.
 Mi idea era pasar dos o tres días de descanso en Murcia, antes de seguir en danza por el mundo. Pero parece que el "modo viaje" seguía activado.
 Y con ese espíritu me lancé a recorrer el entorno. Tenía una playa cerca, bañada por el Mediterráneo. Pero tenía más interés en ver el Mar Menor, cuya famosa Manga empezaba un par de kilómetros al sur. Es un fenómeno curioso este mar que más parece un lago, constituyendo un hábitat natural muy singular.
Plácidas aguas del Mar Menor
 Una vez visitado su litoral, quise volver por el centro del pueblo que, a diferencia de la zona costera y bajo mi humilde punto de vista, ofrecía escasos argumentos para un turista.
 Volví al albergue, pero no a descansar, ya que me dediqué a planear mi siguiente viaje, aprovechando que aún me quedarían unos cuantos días libres hasta volver al trabajo.
 Tras una exhaustiva búsqueda que conformó el esqueleto de mis posteriores andanzas, me retiré a mi aposento. La tarjeta que hacía las veces de llave no funcionaba, así que tuve que sacar al recepcionista de su plácido sueño para que me abriera. Ya es mala pata tener un único huésped y que te dé por saco.
 Al día siguiente me tocó afrontar la necesaria pero poco apasionante tarea de lavar mi  ropa. Pregunté en el albergue si disponían de lavadora. Así era, pero me cobraban 6 € por utilizarla.¡¡Más de 1000 pesetas!! Ante tamaña clavada, que estimo que superaba el valor residual de los ropajes a lavar, decidí hacerlo en una lavandería externa.
 Posteriormente pude estar un rato con mi amiga y darnos un baño en la playa. Enseguida las obligaciones maternas reclamaron a mi anfitriona, por lo que iba a afrontar la tarde sin otra compañía que la mía (que no es poca). Una excursión sería el plan perfecto. Pero casi se me frustra.
 Llegué al albergue a las 13:55 con la idea de ducharme y descansar un poco antes de partir. Pero la azorada recepcionista me advirtió de que el establecimiento cerraba de 14 a 17 h, no pudiendo ni entrar ni salir del mismo en dicho intervalo. Nunca había visto un toque de queda vespertino como aquél en mi dilatada historia viajera. Le comenté que tan peculiar circunstancia me tendría que haber sido advertida, a lo que me replicó que aparecía en el listado que me hizo firmar el día anterior. Y así era. Entre las tropecientas normas aparecía ésa, pero no hubiera estado de más que me lo hubiera recalcado, y más teniendo en cuenta que era el único huésped.
 Roñándole un poco, aún conseguí que me permitiera ducharme a la velocidad de la luz y coger el macuto para dirigirme a la estación de autobuses.
Anfiteatro romano de Cartagena
 Mi destino no fue otro que la mítica ciudad de Cartagena, cuya dilatada historia ha dejado una genuina y destacable impronta en sus calles. Por su privilegiada situación estratégica, ha sido codiciada por cartagineses, romanos o bizantinos y ha sido una destacada base naval en muchos periodos de la historia de España. E incluso durante la efímera Primera República desafió al Gobierno Central, formando el famoso Cantón de Cartagena. Además de toda esta historia, me sorprendió la gran cantidad de edificios modernistas que se pueden encontrar en la ciudad. Sin duda, una visita que vale la pena.
Puerto de Cartagena

 Por la noche, aprovechando un respiro que tuvo mi amiga, pudimos cenar juntos en un restaurante. Triste y conmovedora historia la de mi amiga Fuensanta, que tuvo que sufrir la pérdida de su pareja por enfermedad, pero antes de irse dejó su legado en forma de hijo. Si ya es bastante complejo criar un hijo en pareja, hacerlo en solitario debe ser una verdadera heroicidad.
 A la mañana siguiente me despedí de Fuensanta y tomé un autobús para la cercana localidad de Balsicas-Mar Menor, donde cogí un tren con destino a Madrid. En su aeropuerto iba a comenzar mi siguiente etapa viajera. No había tenido el tiempo que me hubiera gustado para organizarla, pero confiaba en mi talento natural.
 Mi pretendido reposo en Murcia, se había convertido en otra experiencia inesperada. Pero para bien o para mal, esa es la esencia del viaje.