tag:blogger.com,1999:blog-87696677103078540362024-03-20T16:10:42.579+01:00Blog HeterodosoRufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.comBlogger393125tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-78935564158121411672024-03-08T13:52:00.003+01:002024-03-18T14:32:11.696+01:00BOGOTÁ: UN POSTRE UN TANTO INDIGESTO<p> <span style="font-family: georgia; font-size: large;">De buena mañana abandoné Armenia en autobús, rumbo a Bogotá. Como parece haber quedado claro tras mi últimas entradas, la capital del Quindío no es la ciudad más recomendable del mundo. Aun así, hubo gente de Armenia que me previno, mostrándome un panorama mucho peor respecto a la ciudad de Bogotá. Mi avión salía de allí y ya tenía la reserva del albergue hecha, así que seguí mi plan previsto sin alteraciones.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Los bonitos paisajes y las pocas ganas que tenía por llegar a mi destino, hicieron que el largo trayecto en autocar no se me hiciera muy pesado. No perdí mi oportunidad para seguir haciendo probatinas gastronómicas en una humilde área de servicio. Probé el tamal (una masa de carne envuelta en hoja de plátano) y una bebida llamada masato, de sabor ligeramente ácido. ¿Cuál es el peor trato que puede darle el personal a un cliente en un bar? Escupirle en la bebida. Eso pensaba que me habían hecho cuando me informé de que al elaborar la receta tradicional del masato, la persona que lo prepara utiliza su propia saliva para ayudar en la fermentación. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Los efectos que semejante mejunje estaban obrando en mi organismo me preocupaban bastante poco comparado con el temor que me inspiraba la megaurbe que conforma la capital de Colombia. Conforme nos internábamos por sus atestadas y amenazadoras (al menos para mí) avenidas, aumentaba mi inquietud.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Una vez en la estación, me empecé a relajar un poco comprobando que nadie me venía a asaltar y la gente andaba tan confiada por los pasillos. En previsión de posibles incidentes, o aún peor, una clavada de enjundia, reservé un taxi a través de una popular aplicación. Al rato, el conductor me llamó y me comentó que para entrar en la estación tenía que dar un rodeo muy largo. Me pidió que saliera a una avenida a encontrarme con él. No es el recibimiento más plácido para un turista atemorizado, pero por fortuna pude localizar el vehículo sin muchos problemas. </span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBsCqGIRmAmOUVf2NZRmVZO4gPpIFB65wVbZ7aPAhyphenhyphenEM3magitta8yQUTV0vgXj7lyVYqQeb4tpaB8OrzC9jHGhmHOI6ZxSkC_SWUgSUQ2iQ3uqw7aSORkGfhgOLL4GKLL5tqHhBArZUcAjGM75_dWjjWuZP7SfkHA_0BDoXij8WV9OfrvEFNnPQZ8S1UH/s4128/20230325_122401.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBsCqGIRmAmOUVf2NZRmVZO4gPpIFB65wVbZ7aPAhyphenhyphenEM3magitta8yQUTV0vgXj7lyVYqQeb4tpaB8OrzC9jHGhmHOI6ZxSkC_SWUgSUQ2iQ3uqw7aSORkGfhgOLL4GKLL5tqHhBArZUcAjGM75_dWjjWuZP7SfkHA_0BDoXij8WV9OfrvEFNnPQZ8S1UH/w400-h300/20230325_122401.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">La Candelaria: calles con encanto añejo</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mi albergue estaba situado en la zona de la Candelaria, que fue el núcleo a partir del que se originó la ciudad. Abundan en ella los monumentos, iglesias, y elementos arquitectónicos destacados. Su particular estilo recuerda mucho al de las zonas antiguas que puede haber en algunas localidades de Castilla La Vieja o Extremadura, aunque con más colorido.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> En consonancia con su entorno, mi alojamiento tenía un encanto especial. Estaba situado en una casa solariega reformada y contaba incluso con chimenea. Se trataba de un remanso de paz en la ciudad más bulliciosa de un país no precisamente tranquilo como Colombia.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3ocqOHMQt7vdwARxk6fGm8a2oPJFopE_AMXaNAgDguboThphTTYkQkd3Y5ADbcMJ4KPu65A52lRYB3ettPCI3DZPuLe3ddukSkFqDTiDkPuElglTFFX4hCCy2ZOW3AIj1qqIdhK57K-OOBUIYdpFP1EtwewCkIgbOYMAv7ytJg7Z0RCelnQLFGaoeiudl/s4128/20230324_195051.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3ocqOHMQt7vdwARxk6fGm8a2oPJFopE_AMXaNAgDguboThphTTYkQkd3Y5ADbcMJ4KPu65A52lRYB3ettPCI3DZPuLe3ddukSkFqDTiDkPuElglTFFX4hCCy2ZOW3AIj1qqIdhK57K-OOBUIYdpFP1EtwewCkIgbOYMAv7ytJg7Z0RCelnQLFGaoeiudl/w400-h300/20230324_195051.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Un oasis de paz, en un desierto de agitación</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Era viernes por la noche, y la Candelaria, si en algo destaca, es por su animación nocturna. Así que me confundí entre la juventud, como si fuese uno de ellos y salí a dar un voltio por la zona. Mi inspección me sirvió tanto para valorar el encanto arquitectónico de la zona como para comprobar que, sin llegar al nivel de Armenia, Bogotá cuenta con un número significativo de vagabundos pedigüeños. Menos mal que ya tenía el callo hecho y pude retirarme a descansar sin incidentes que merezca la pena nombrar.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Al día siguiente tenía planeada una excursión a Monserrate, un imponente cerro que constituye un más que necesario pulmón verde para la harto congestionada ciudad de Bogotá. Se puede acceder a la cumbre utilizando un teleférico o caminando por una senda. Huelga decir cual fue la opción que elegí, aunque por razones de fuerza mayor, tuve que decantarme por la primera. </span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3rY4dDXiuP2Ng4p9CDLERp31c9HCcwAG5QGNn3Mv0yl5R_EIazWPaPiB4ndal4MMXJKe8z4WEFcrSwIcJNr2aJXSkZkvxWjfBwQWrcp2cxXSI0T895U9DQog9JGJ1zzveb-cmN5soekti7mGTldGiyHuEki2Mj8Tutbh_j3VzoKShtti5wBxme2iHe7N1/s4128/20230325_071727.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3rY4dDXiuP2Ng4p9CDLERp31c9HCcwAG5QGNn3Mv0yl5R_EIazWPaPiB4ndal4MMXJKe8z4WEFcrSwIcJNr2aJXSkZkvxWjfBwQWrcp2cxXSI0T895U9DQog9JGJ1zzveb-cmN5soekti7mGTldGiyHuEki2Mj8Tutbh_j3VzoKShtti5wBxme2iHe7N1/w400-h300/20230325_071727.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">A correr se ha dicho</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Cuando llegué a las faldas de la montaña, observé un gentío y un bullicio inesperados. Se trataba de una carrera de montaña que partía de allí y concluía en la cima. Como consecuencia de ello, los accesos a pie al cerro estaban vetados durante toda la mañana para visitantes. Sin posibilidad de apuntarme a la carrera ni tomar el camino de subida, me vi obligado a utilizar el teleférico. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> El día había salido bastante nublado, por lo que las vistas desde la cima de Monserrate, uno de los mayores atractivos de la visita, se veían comprometidos. Mientras el funicular iba ganando altura, las nubes se iban cerrando más. Así que cuando llegué a la cima, la densa niebla que la rodeaba impedía cualquier atisbo de vista panorámica. Sin mucho que hacer en el lugar, esperé a que llegaran los primeros atletas de la carrera y descendí de vuelta a la ciudad. </span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoOyz4V3gjbPvoXRnt1lei6OtJyT7ud4iT8CDGa1e2Z6AlmkrVqiwIGBd7ehrzsb8iNI07zRsTekZAhCv9-HYLzc4W3X6GYe3oxortd0Dj9fatUk4ZV8YJJXM-NGsnxVaAMyoyGsBJi1C0Nwq4yCnwGBV0ZqRqWWX93ZkAl75jVpuw11KibsJPqxoSYkIB/s4128/20230325_082023.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoOyz4V3gjbPvoXRnt1lei6OtJyT7ud4iT8CDGa1e2Z6AlmkrVqiwIGBd7ehrzsb8iNI07zRsTekZAhCv9-HYLzc4W3X6GYe3oxortd0Dj9fatUk4ZV8YJJXM-NGsnxVaAMyoyGsBJi1C0Nwq4yCnwGBV0ZqRqWWX93ZkAl75jVpuw11KibsJPqxoSYkIB/w400-h300/20230325_082023.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">No lo vi nada claro</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Esperando tener más suerte que en mi visita a Monserrate, me dirigí a una céntrica plaza donde comenzaba el "Free Tour", que nunca puede faltar en mis viajes. El paseo por las zonas más emblemáticas del centro de la capital fue más que interesante. Aunque se pasó de puntillas por el periodo virreinal, que era el que más curiosidad me despertaba. Al llegar a una plaza nos encontramos una peana huérfana de estatua que sustentar. Se nos explicó que recientemente se había vandalizado la figura de Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de la ciudad. Más allá de la discusión sobre lo que nuestros antepasados hicieron en tierras americanas, es evidente que fundar una ciudad, y más una tan importante como Bogotá, es un hecho destacable y positivo. Aunque los que en su día deshonraron su figura hablaron de él como "más grande masacrador, torturador ladrón y violador". Estos personajes cuyo único mérito es la difamación y el vandalismo urbano y que para mayor INRI ni siquiera son bogotanos, no le llegan ni a la suela de los zapatos a don Gonzalo. Y a las obras me remito.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> En un intento de restablecer la figura del fundador de la ciudad, y por extensión de los conquistadores españoles, había conseguido agenciar dos citas para esa tarde-noche. Debería haber aprendido de mi no del todo exitosa experiencia en Cartagena. Pero a veces, el sentido del honor exige sacrificios que hay que asumir.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Por si no me estuviera complicando suficientemente la existencia, se me antojó visitar la Zona Rosada, una de las áreas más acomodadas de la ciudad, que cuenta con gran número de bares, clubes y restaurantes. Para ello tenía que tomar el Transmilenio. Se trata de un intento, no del todo exitoso, de descongestionar el pesado tráfico que soporta la capital. Las líneas de autobús que la componen cuentan con carriles exclusivos, lo cual limita bastante el tiempo de unos trayectos que, en condiciones normales serían mucho más lentos. Ciertamente es un alivio, y funciona razonablemente bien. Pero lo que pide a gritos una ciudad como Bogotá es un metro en condiciones. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> El trayecto era amenizado por todo tipo de personajes (en su mayoría venezolanos) que tanto podían cantar un rap, venderte cualquier cosa o contarte su lacrimógena historia para ganarse unos pesos. No había descanso. En cuanto uno de ellos se bajaba del autobús, otro entraba presto a ocupar su lugar y en ocasiones hasta se solapaban.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Con más pena que gloria pasó mi visita por la Zona Rosada. A esas horas de la tarde apenas había actividad, y no vi nada que me llamara la atención especialmente. Por lo visto, lo más destacable del lugar es su vida nocturna. Yo iba a tener bastante movida esa tarde-noche, pero no en ese lugar.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> El día se me empezó a complicar cuando mi primera cita me propuso quedar en un centro comercial al que, según ella, era muy fácil acceder a utilizando el Transmilenio. Aunque a la sazón yo estaba viviendo en Madrid, mi pasado oscense se dejó notar cuando en un momento me di cuenta de estaba montado en un autobús que no sabía a donde iba y no tenía ni idea de dónde estaba. Dando más lástima que otra cosa, conseguí que mi cita accediera a acercarse a la Candelaria, que era donde tenía mi alojamiento y me podía orientar mínimamente. Ahora el problema era volver allí. El autobús seguía su trayecto impertérrito mientras yo empezaba a desesperarme. Una amable pasajera detectó mi agobio y se ofreció a ayudarme. Me explicó donde debía bajarme y qué línea debía tomar para llegar a mi destino. Menos mal, porque a saber dónde podía haber acabado. Aun así, a pesar de las indicaciones, tampoco tenía muy clara la estación donde debía apearme tras cambiar de línea. Se me apoderó la impaciencia y me bajé antes de tiempo. Por suerte contaba con una ayuda. La calles bogotanas se sitúan en forma de damero de norte a sur, en una disposición paralela a la sierra. Gracias a ello pude orientarme y, por lo menos, saber la dirección en la que me tenía que mover para acabar llegando al centro. El problema es que me encontraba en una zona un tanto áspera, en una avenida de cuatro carriles que acababa pasando debajo de un viaducto. No parecía la zona más segura de Bogotá, así que empecé a caminar con paso firme intentando no mostrar mis inseguridades. No fue un paseo plácido pero, afortunadamente, al rato encontré una calle que me conducía a la plaza Bolívar, donde había estado esa misma mañana en el tour. Allí nos había advertido la guía de dos lugares que era mejor evitar. El primero era el barrio de Egipto, situado en la falda de la montaña. El segundo era la zona que estaba recorriendo en ese momento. </span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkXZVx-I3JsJCc4HPzOdZzz0RHOhtU6pscIdmgOgJVL9q5OIRSF324aLPplaYgb6r3hodmvMYuOuGTNNILaxofMVDuw6uNBgmAfZTRts_qP9-FjGSPht0qCO1DtolS2wSzr7pwfZoHpEY09N2w8yi40SvbkktELJzbzes56NYi7rJ1m-jEOvZtxZTEQ_rs/s4128/20230325_130713.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkXZVx-I3JsJCc4HPzOdZzz0RHOhtU6pscIdmgOgJVL9q5OIRSF324aLPplaYgb6r3hodmvMYuOuGTNNILaxofMVDuw6uNBgmAfZTRts_qP9-FjGSPht0qCO1DtolS2wSzr7pwfZoHpEY09N2w8yi40SvbkktELJzbzes56NYi7rJ1m-jEOvZtxZTEQ_rs/w400-h300/20230325_130713.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Plaza Bolívar:¡Salvado!</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Con la tensión en el cuerpo aún presente, me encontré con mi cita. Afortunadamente, su carácter cálido y amistoso hizo que mi presión arterial volviera pronto a sus valores habituales. Me contó que era la primera vez que hablaba con un español en persona, y parecía que le hacía ilusión. Es curioso comprobar como lo que para unas personas es rutina, para otras es exotismo. La cita fue muy agradable, pero mi compañera se tenía que retirar a una hora decente. Yo, que no lo soy tanto, aproveché para cuadrar la segunda cita. Otra compatriota suya, con más ánimo festivo ocupó su lugar. Era sábado noche y la zona estaba muy animada. Nos tomamos un par de chichas (bebida alcohólica típica de la ciudad) que parecieron espolear a mi amiga, a la que se le apoderaba el baile. No era mi caso. Al día siguiente me esperaba un madrugón de enjundia y se me estaba acabando el efectivo. Viendo que mi compañera me había otorgado la prerrogativa de abonar las consumiciones en exclusiva, que me tocaba sacar dinero en un cajero (con el consiguiente riesgo y la comisión asociada) y que en el rato que llevábamos mi corazón no había caído aún rendido a sus encantos, decidí que lo mejor sería concluir la cita. No se lo tomó muy bien. Pero no siempre se puede agradar a todo el mundo. Esa noche lo había conseguido con una de dos. Tampoco es mal porcentaje.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Gracias a mi espantada, pude dormir un poco esa noche. Pero todavía de madrugada tomé un taxi rumbo al aeropuerto. Mis sudores y ajetreos del día anterior en el Transmilenio iba a ser <i>pecata minuta</i> con lo que me esperaba allí. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> No me funcionaba el "checking-online" por lo que tuve que hacer cola para sacar mi tarjeta de embarque. Por suerte iba con tiempo de sobra. Pero sólo había dos mostradores abiertos, por lo que la cola avanzaba más lentamente de lo deseado y me demoré bastante. Solo me faltaba pasar a la zona de embarque y esperar tranquilamente mi vuelo. Pero me encontré con una cola kilométrica. Y no contenta con ser kilométrica, tampoco avanzaba. Mientras mi margen de maniobra menguaba inexorablemente, me preguntaba cómo iba a salir de esa, y sobre todo, cuánto dinero me iba a costar. Parece ser que el aeropuerto cuenta con un déficit de empleados de inmigración y ese día se estaban dejando notar sus efectos con toda su crudeza. Viendo cómo estaba el panorama, a alguien se le debió encender una bombilla y la cola empezó a moverse. No sé si metieron más personal o éste se relajó en su celo, pero el milagro se produjo. No se puede decir que llegara muy sobrado, pero conseguí entrar en mi avión a tiempo. Las 10 horas de vuelo fueron un agradable pasatiempo comparado con los percances que me habían ocurrido en las últimas horas.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Y así concluyó mi viaje por tierras colombianas. Lo que me llevó a ellas fue un retiro de calma e introspección. Aunque lo que mayormente me encontré fue una sucesión de acontecimientos en un entorno bullicioso y agitado. Todos los momentos de apuro que pasé en mi periplo, se dan por bien empleados por haber podido visitar una tierra con unos paisajes cuya belleza solo es comparable a la del corazón de sus gentes.</span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-75502313343563160032024-02-14T15:14:00.006+01:002024-03-08T14:35:58.836+01:00ARMENIA: SOLO PARA LOS MUY CAFETEROS<p> <span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Filandia, como su nombre puede sugerir, me había dejado un poco frío la noche anterior. Quise darle una oportunidad a plena luz del día. Las casas de colores lucían un poco más, pero tampoco sufrí el "Síndrome de Stendhal". Me di un paseo hasta un mirador de las afueras y ya me gustó un poco más la cosa. Los verdes paisajes semimontañosos que rodeaban la localidad tenían su encanto. </span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgav__u_-OKwcce9zQOwvqBfg1OEHnSyxTV5tRnngknIoi7lgTAgIMnxYNaQcr1hY8hyLVYbtraS-6o7kxMjgHXCpkvSTyjhD6Oht3Y5kfXlbnwniGRsWqEHPbnDHmmaUFYDhUEqcd-454kZuvyaPMwVSorqei81TAyh27g-v6BH76Rnsp7pI_uFmRFgvem/s4128/20230323_090847.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgav__u_-OKwcce9zQOwvqBfg1OEHnSyxTV5tRnngknIoi7lgTAgIMnxYNaQcr1hY8hyLVYbtraS-6o7kxMjgHXCpkvSTyjhD6Oht3Y5kfXlbnwniGRsWqEHPbnDHmmaUFYDhUEqcd-454kZuvyaPMwVSorqei81TAyh27g-v6BH76Rnsp7pI_uFmRFgvem/w400-h300/20230323_090847.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Paisajes filandeses</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Aprovechando que el albergue ofrecía café a los huéspedes, me tomé mi primer (y también único) "tinto" de mi viaje. No me pareció gran cosa. Pero mi opinión en este ramo no es muy válida, ya que no me gusta ni el sabor del café ni sus efectos excitantes. Más fiable fue la impresión de un compañero italiano al que tampoco pareció entusiasmarle. Por lo que me han contado, el mejor café que se produce en Colombia se destina a la exportación, por lo que el que se consume en el país suele ser "de batalla".</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Siguiendo con mi exploración acerca del popular cultivo tenía pensado visitar el Parque del Café, un establecimiento temático que me habían recomendado, y que estaba situado en la localidad de Montenegro. Para llegar a ella, debía volver a Armenia y tomar allí otro transporte. El turismo nominal me daba la oportunidad de estar en el mismo día en Filandia, Armenia y Montenegro, lo cual es un hito muy difícil de conseguir.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> En poco más de 45 minutos un pequeño autobús me dejó en la estación de transporte de Armenia. Aproveché la cercanía del albergue para cambiarme de ropa (el día anterior había salido con lo puesto) y, sin perder mucho tiempo, volví a la estación para tomar el microbús para Montenegro. El vehículo hacía una ruta por varios pueblos. A su paso por Montenegro hizo parada en un par de calles y siguió. Yo esperaba que se detuviera en una estación de autobuses, pero cuando me quise dar cuenta, ya estábamos fuera del casco urbano, camino de Quimbayá. Apenas entramos en esta localidad, me bajé del autobús. No era lo previsto, pero aproveché la situación para conocer otro lugar.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTx8AUaGL9oLyPi1zpQkpyCL6mgi2qPkT9FKqeXgOpsfH3f7L-Qi1V62fRDNLqcJEa1TQFABTfdO47pzc2G76dZtYUm4vZjp5TXeSpzTN_tnM4xrAGwaR9zSBRQADCIq7HpTzPUm4mWHBdbAqBs8aKPVvulcywL9Q-VEvwcLkgkE1ZsgxlltvRhCVGqcQu/s4128/20230323_123706.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTx8AUaGL9oLyPi1zpQkpyCL6mgi2qPkT9FKqeXgOpsfH3f7L-Qi1V62fRDNLqcJEa1TQFABTfdO47pzc2G76dZtYUm4vZjp5TXeSpzTN_tnM4xrAGwaR9zSBRQADCIq7HpTzPUm4mWHBdbAqBs8aKPVvulcywL9Q-VEvwcLkgkE1ZsgxlltvRhCVGqcQu/w300-h400/20230323_123706.jpg" width="300" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Quimbayá</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Siendo una localidad fundada a principios del siglo XX, no es Quimbayá un lugar con mucha historia. Pero quedará en mi memoria y en la de la gastronomía niunclavelista el estupendo almuerzo que me metí entre pecho y espalda por unos humildes 11000 pesos (poco más de dos euros al cambio).</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> No tuve que esperar mucho hasta que mi transporte salió rumbo a Montenegro. Me bajé, esta vez sí, a tiempo y me puse a explorar la forma de llegar al Parque del Café. El lugar estaba a unos 6 kilómetros de la localidad y se accedía por una carretera con escaso arcén. Eso de morirse tan lejos de casa es un jaleo, así que busqué transporte por el pueblo sin mucho éxito. Hasta que en una calle de las afueras me encontré con una oficina que anunciaba la visita al parque. Lamentablemente, la amable empleada me comunicó que ya había pasado la hora que habilitaba el último acceso. Tenía planeado abandonar la zona al día siguiente, por lo que mi visita al Parque del Café se dejó para mejor ocasión. Tampoco me causó ningún trauma, ya que he dejado claro que no soy ningún fan de la popular bebida. Más me preocupaba el hecho de que, siendo apenas las dos de la tarde, se me habían acabado los planes para el día. Eso me enfrentaba a mi destino. No podía seguir evitándolo. Me tocaba enfrentarme a la amenazadora e inquietante Armenia.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4MI5RhGdGa3QJTWFljunOubbQFjS51OTLdzxnPv5wVKoRjHa71S9fixG3T0SLjvsgtUlTebRlpzyeNiz0fGJ_I1HlGHuQUibifDkMs5AgDIbvFs47cZCwHR6KbxdG2VMCSNJDbEKEczw0ZOBHl-WRr5I9aDEXd65OE_PXL4eugRCHFlG8iFKV9QzylLKB/s4128/20230323_133409.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4MI5RhGdGa3QJTWFljunOubbQFjS51OTLdzxnPv5wVKoRjHa71S9fixG3T0SLjvsgtUlTebRlpzyeNiz0fGJ_I1HlGHuQUibifDkMs5AgDIbvFs47cZCwHR6KbxdG2VMCSNJDbEKEczw0ZOBHl-WRr5I9aDEXd65OE_PXL4eugRCHFlG8iFKV9QzylLKB/w400-h300/20230323_133409.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Montenegro</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Una vez en la ciudad, me planteé la posibilidad de quedarme en mi amplio y cómodo cuarto, libre de todo peligro. Pero mi ansia exploradora se me apoderó, así que, aprovechando que aún quedaban unas horas de luz natural, me dirigí al centro de Armenia. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mis primeros pasos, por una estrecha acera en una calle de cuatro carriles con abundante tráfico, no invitaban al optimismo. Pero al rato empezó a mejorar la cosa y pude alcanzar un casco urbano más amable con el peatón. En cuanto alcancé la calle principal, repleta de comercios y con mucha gente paseando tranquilamente, se disolvieron mis temores. Armenia no era tan fiera como me la habían pintado y me estaba pareciendo un lugar bastante agradable. Eso sí, tampoco es que compita con Florencia o Viena en manifestaciones artísticas. No en vano, aparte de ser una ciudad bastante moderna, fue devastada en un terremoto en 1999. Por ello, sus edificios carecían totalmente de solera, aunque alguno no estaba exento de interés. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Aproveché para seguir haciendo probatinas con la comida callejera, hasta que llegó la hora del ocaso. Las calles se empezaron a despoblar y cual si fueran vampiros nocturnos, una gran cantidad de vagabundos despertaron de su letargo. No buscaban, empero, sangre, sino dinero. Los fui sorteando como pude hasta que me alejé lo suficiente del centro como para que su presencia empezara a menguar. Nunca había visto nada igual. Mis primeras y poco favorables impresiones que recibí nada más poner pie en Armenia, se habían cumplido. El motivo de tamaña cantidad de personas sin hogar se debe a una política municipal muy amable para las personas sin techo que además ejerce un efecto llamada para los vagabundos de otras zonas. Puestos a importar, yo prefiero rubiones suecas, pero allá cada cual.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXRhkXi4X85oC19klZkVM_vN7tSPgaL1gEA4ayQVisce0c_hbP4qaQWquSjKhgazTsfph69k7qrsjX7AM4AsW2UNcQ8RTJ_qs6fxQt42y_C-en3RzHKQs8lbCGXPaSRY2E-zzfZFmHe9Fk5OOkCjhXjNSEmfs_OcOTrsWZV795FatUPs-jji1YKcj9BEzv/s4128/20230323_154731.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXRhkXi4X85oC19klZkVM_vN7tSPgaL1gEA4ayQVisce0c_hbP4qaQWquSjKhgazTsfph69k7qrsjX7AM4AsW2UNcQ8RTJ_qs6fxQt42y_C-en3RzHKQs8lbCGXPaSRY2E-zzfZFmHe9Fk5OOkCjhXjNSEmfs_OcOTrsWZV795FatUPs-jji1YKcj9BEzv/w400-h300/20230323_154731.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Armenia antes del anochecer</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Con la inquietud en el cuerpo, pero sin mayores incidentes, conseguí llegar a mi alojamiento. Salí a comprar a un supermercado cercano y en ese momento comenzó a descargar una tormenta de auténtica enjundia. Esperé resguardado un rato para ver si escampaba, pero no había manera. Así que salí a la carrera y busqué un lugar donde cenar. Aunque la atmósfera no era tan tétrica como en el centro, se trataba de una zona bastante humilde. Tampoco soy de frecuentar estrellas Michelín y no estaba el tiempo para dar muchas vueltas. Así que me metí al primer local que vi abierto a esas horas. No se puede decir que la experiencia culinaria brillara con luz propia, pero en ese momento me pareció un regalo poder saciar mi hambre y estar a resguardo, además a precio de risa. La tormenta que reinaba en el exterior, se quedó pequeña ante la que se montó en el interior del local. Mientras estaba empezando a devorar el pollo rebozado, entró un individuo y se dirigió a mí, como único cliente, en busca de comida o dinero. La reacción furibunda de la dueña fue replicada y aumentada por el pedigüeño, conmigo como testigo de la violenta discusión. Pronto vinieron dos familiares de la encargada para despedir al sobresaltado personaje, que no se fue de muy buen grado. Ya más calmada, me explicó que era venezolano, y que de un tiempo a esa parte habían proliferado súbditos de esa nacionalidad por la zona, causando algún que otro problema. También me pidió disculpas por el incidente, pero yo en ningún momento me sentí agraviado. Más bien agradecido de que hubiera defendido con tanta vehemencia a su cliente. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Con el pulso aún acelerado tras las emociones vividas en las últimas horas, me retiré a mi alojamiento. Era mi única noche en Armenia, pero a pesar de ello, no tenía ninguna gana de hacer una incursión nocturna como despedida. Había sobrevivido a un pelotón de vagabundos, a un aguacero y a una reyerta. No era cuestión de seguir tentando a la suerte.</span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-33632899630596037592024-02-01T14:57:00.002+01:002024-03-08T14:36:29.367+01:00VALLE DEL COCORA, SALENTO Y TURISMO CUASINOMINAL<p> <span style="font-family: georgia; font-size: large;">Uno de los lugares que más me habían recomendado visitar en Colombia era el Valle del Cocora, que alberga numerosos ejemplares de la palma de cera del Quindío. Se trata de una gigantesca palmera que puede alcanzar los 70 metros de altura. Para acceder a tan pintoresco lugar había que dirigirse primero a la localidad de Salento. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Hay veces en la vida que en el camino que nos lleva a lo que deseamos, aparece lo que necesitamos. Algo de eso hubo en este caso, ya que, aunque mi objetivo era visitar el Valle del Cocora, lo que más me gustó de la jornada fue Salento. Esta pequeña localidad es una pequeña delicia. Se sitúa en un entorno privilegiado, rodeada de montañas. El colorido de sus casas y el ambiente apacible que se respira paseando por sus calles contrastan con la bulliciosidad que me acompañó en la mayor parte de mi periplo por el país. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Ya tendría tiempo de explorar el pueblo. Lo que me tocaba en ese momento era encontrar transporte para Cocora. En la plaza principal de Salento había aparcados unos todoterreno que, en cuanto se llenaban, salían hacia el parque. Se fue sumando gente a la expedición, pero a partir de la séptima, paró el conteo. Como en el vehículo cabíamos (bastante apretados, eso sí) diez personas, nos tocaba esperar pacientemente. A menos que a alguien le entraran las prisas. Fue el caso de una familia colombiana, aunque residente en los Estados Unidos, que tenía más dinero que tiempo. Se ofrecieron a pagar a los 3 ocupantes fantasma si salíamos ipso-facto. El resto de pasajeros no pudimos sino ver con muy buenos ojos esta iniciativa que, además de ahorrarnos un tiempo de espera, nos iba a permitir un viaje más desahogado. No contento con hacernos este favor, el padre de familia, con la alegría y el poder que da volver a su tierra habiendo triunfado en un país más próspero, hizo esfuerzos por darnos conversación y crear un ambiente de grupo en el trayecto.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhtgGbJ-Bs2lejrfvYAPUOi1ADFEySHnqKx7LuZHsZg0sclbQPAz810iELKB-k0C2VsrbLO18lkFf3-5WE4VjVPMVa7b8iA03z7oveiJGSwg8Rm7bkyzikM09eFcNalAqwzpYnEPDCfFxpwdlKIARHQ6mkAB3Vpx9agOU6Pr4v18CrG4XSb_LenB4K3bkG5/s1284/Cocora.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="963" data-original-width="1284" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhtgGbJ-Bs2lejrfvYAPUOi1ADFEySHnqKx7LuZHsZg0sclbQPAz810iELKB-k0C2VsrbLO18lkFf3-5WE4VjVPMVa7b8iA03z7oveiJGSwg8Rm7bkyzikM09eFcNalAqwzpYnEPDCfFxpwdlKIARHQ6mkAB3Vpx9agOU6Pr4v18CrG4XSb_LenB4K3bkG5/w400-h300/Cocora.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Valle de Cocora</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> Al llegar al valle, el incipiente grupo se dispersó y dispuse de mi individualidad para recorrerlo. La verdad es que el paisaje, dotado de una vegetación frondosa con las altísimas palmas de cera, es espectacular. Había una ruta de varias horas que hubiera hecho muy a gusto. Pero tenía que asegurarme que podía coger el transporte de vuelta. La última expedición salía a media tarde. Por ello, me limité a una pateada más modesta, que fue suficiente para hacerme una idea de la majestuosidad del lugar.</span></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="font-size: x-large; margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjdll-TmuufBAOCL12KUcEkMKf-xhCMewMmqRRq940t-HFV7cQJtiu0mgIdMlQmBkU-5c2hSLFWVH4A6ll3nTN3qcuOhEKBjETqtGbamkIfYPTFojj9vpN5Leu-BxC9xkKL0-4o6lhAs_LiOaGGEwjYp60Vx4FCskvHFpZIGt2bd-bhdZ2tgDzQTttIg-sf/s1284/cocora2.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="963" data-original-width="1284" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjdll-TmuufBAOCL12KUcEkMKf-xhCMewMmqRRq940t-HFV7cQJtiu0mgIdMlQmBkU-5c2hSLFWVH4A6ll3nTN3qcuOhEKBjETqtGbamkIfYPTFojj9vpN5Leu-BxC9xkKL0-4o6lhAs_LiOaGGEwjYp60Vx4FCskvHFpZIGt2bd-bhdZ2tgDzQTttIg-sf/w400-h300/cocora2.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Paisajes majestuosos</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Si a la ida había podido ir bastante holgado, parecía que no iba a ser el caso de la vuelta. Estábamos bastantes personas esperando y solo había en ese momento un coche. Se nos ofreció a los tres últimos ir de pie en la parte trasera. Como no me apetecía esperar al siguiente transporte y me apetecía algo de adrenalina, acepté. Un servidor y un par de jovencitos franceses lo pasamos pipa agarrados a una barra mientras el conductor del vehículo hacía de las suyas.</span></p><p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> Con más tiempo ahora que por la mañana, pude explorar convenientemente Salento. Sus bonitas calles estaban bastante animadas, con tiendas y locales llenos de encanto. Además cerca del centro había unas escaleras que daban acceso a un mirador con unas vistas excepcionales.</span></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="font-size: x-large; margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFywJCKhyMvPwt_IzdNf6Swy4HZNz83aHjoOqwyz35w-PCX88IZ7FVocX0AIamZMVDMZxZFHjqPCqDRgJriJagqSurbq_F4yvGzUlvYkHT4qGdE06uOOcyYdIp4lxkz-PJXMLyNNeXvZyF4JRQ8XO8haTVoJSWafCrbZX6rGPwJB8B7SCMK_agAM2MgW6r/s1284/Salento.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="963" data-original-width="1284" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFywJCKhyMvPwt_IzdNf6Swy4HZNz83aHjoOqwyz35w-PCX88IZ7FVocX0AIamZMVDMZxZFHjqPCqDRgJriJagqSurbq_F4yvGzUlvYkHT4qGdE06uOOcyYdIp4lxkz-PJXMLyNNeXvZyF4JRQ8XO8haTVoJSWafCrbZX6rGPwJB8B7SCMK_agAM2MgW6r/w400-h300/Salento.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Salento</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> En ese momento, en plena tarde, se me abrían varias opciones. Lo lógico hubiera sido volver a Armenia, que era donde tenía reservado el alojamiento. Pero se me hacía muy cuesta arriba volver a un lugar tan áspero desde otro tan plácido. Salento me estaba gustando mucho y había posibilidad de encontrar alojamiento a precio razonable. Aunque ya había recorrido todo el pueblo y no tenía nada más que ver. Así que aposté por una tercera vía no exenta de riesgo. Me había fijado que en la plaza principal de Salento se podía tomar un transporte a la localidad de Filandia. La tentación de hacer turismo cuasi-nominal fue demasiado fuerte. Así que me subí a la furgoneta y en poco más de media hora de travesía por una irregular carretera, pude alcanzar mi tercer destino del día.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mi primera e importante tarea era buscar alojamiento. En internet había encontrado un par de albergues. Me acerqué al de precio más competitivo, pero me indicaron que estaba completo. Me extrañó, porque unos minutos antes se podía reservar a través de una aplicación. Así que salí a la calle, y pasándome de listo, reservé por internet. Volví a entrar al momento para enseñarle al empleado mi flamante reserva. Supuse que la aplicación contaba con un cupo de reservas independiente de las que se pudieran hacer directamente.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Ir de sobrado por la vida no suele tener buenos resultados. Así, el sorprendido recepcionista, me comentó que debía haber un error en la aplicación, y me confirmó que estaba completo. Aun así, me comentó que podría ocupar una cama en una habitación destinada al personal si así lo deseaba. No estaba en una situación para andarme con exigencias, así que acepté. La habitación en cuestión era bastante humilde. Pero no era eso lo que me preocupaba, sino que mi cama estaba pegada a la contigua. Si me tocaba una motosierra esa noche, estaba vendido.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Con esa preocupación amenazando mi horizonte nocturno, salí a explorar Filandia. El mayor encanto de la localidad lo proporciona los vivos colores de sus bonitas casas de arquitectura tradicional. Muy bonito, sí, pero en media hora me había recorrido el pueblo. Eran poco más de las 7 de la tarde, ya de noche, y apenas había ambiente en las calles. Salento tampoco es que fuera Nueva York, pero daba la impresión de dar mucho más juego que Filandia. Había cometido un pequeño pero craso error.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-lu7Jv78XP-Lkg1ClA8fo3QxKJNU_NG3SDb4TZiWmsWKNziG-HA1Rn6GlXYxGqwqtvqMfFmGRFzKlVWDleEE2WP6VbjXYyEmVyf6LLtIeiGDtg_CCewBSZWgznXidObBDYls0HK7yhefeOUe80X8JXNhEmQHuKHUIpDwQ23Fo2Bc28gWQ383EK_6-HGdU/s1284/Filandia.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="963" data-original-width="1284" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-lu7Jv78XP-Lkg1ClA8fo3QxKJNU_NG3SDb4TZiWmsWKNziG-HA1Rn6GlXYxGqwqtvqMfFmGRFzKlVWDleEE2WP6VbjXYyEmVyf6LLtIeiGDtg_CCewBSZWgznXidObBDYls0HK7yhefeOUe80X8JXNhEmQHuKHUIpDwQ23Fo2Bc28gWQ383EK_6-HGdU/w400-h300/Filandia.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Calle filandesa</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Las penas con pan son menos, así que acudí a un humilde restaurante a cenar. Cuando uno no está inspirado, no está inspirado. El establecimiento distaba mucho de la alta cocina, pero el plato elegido (salchipapas) dejaba por manjares mis más desafortunadas probatinas culinarias. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Habiendo ya recorrido varias veces las calles con algo que ver en la localidad, me rendí y volví al albergue con la esperanza de que hubiera algo de ambiente en las zonas comunes. No fue así, por lo que, cabizbajo, me retiré a mi habitación. Con bastantes horas por delante antes de poder dormir y sin nada que hacer, me invadió el pesimismo.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Pero si algo caracteriza a los albergues, es que siempre tienen un margen para la sorpresa, unas veces positivas, otras negativas. Al entrar en el cuarto estaba presente uno de mis compañeros. Se trataba de un joven que llevaba unos días trabajando de recepcionista en el albergue. Era argentino y le gustaba hablar. No hace falta decir más. Normalmente no me gusta escuchar las chapas de la gente, pero en este caso, y dada mi situación, su perorata fue muy bien recibida. Además se trataba de un personaje interesante, por lo que la charla fue bastante entretenida. Así, casi sin darme cuenta se acabó haciendo la hora de dormir. Se puede decir que había salvado la jornada. Y más teniendo en cuenta que mis compañeros de cuarto renunciaron al<i> motosierrismo</i>.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> La improvisación y el talento natural que despliego en mis viajes suelen obtener resultados irregulares. Es lo que me había sucedido esta jornada. Manteniendo la misma estrategia para el día siguiente, era de esperar, como así fue, un resultado parecido.</span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-86948031641013619742024-01-19T10:40:00.009+01:002024-03-08T14:38:39.534+01:00MANIZALES Y ARMENIA: DOS CARAS DE DISTINTA MONEDA<p><span style="font-size: large;"> <span style="font-family: georgia;"> Unos 300 km separaban la Reserva Natural Zafra de Manizales, que era donde, gracias a la hospitalidad de una de mis compañeras del retiro iba a pasar la noche. No iba a ser esa la única muestra de generosidad, ya que otra persona nos iba a llevar en su coche.</span></span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Ni las carreteras ni la orografía colombianas son como las españolas. Así que el viaje nos iba a consumir casi todo el día. No hay problema. Con tan buena compañía y atravesando tan exuberantes paisajes, el viaje puede durar todo lo que quiera. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> A medio camino nos paramos en un restaurante de carretera. Aprovechando lo competitivo de sus precios, me pude tirar un farol e invité a mis acompañantes. Es lo menos que podía hacer con quienes tan bien se estaban portando conmigo. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;">A nuestro paso por Medellín, despedimos a uno de los participantes del retiro que iba en nuestro coche. Vivía en Barranquilla, y había conocido a su pareja (era quien me invitó a su casa de Manizales) en otro retiro de Tantra Yoga. ¿No les parece maravilloso? A mí sí.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;">Ya era de noche cuando llegamos a Manizales, ciudad de tamaño mediano, situada en el llamado Eje Cafetero del país. Me llamó la atención la orografía de la ciudad, situada sobre un sistema de colinas y valles, que hacen que incluso tenga un teleférico para el transporte público.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> El viaje había sido largo y el cansancio provocó que no hiciera la clásica inspección que me gusta realizar cuando arribo a una nueva ciudad. Lo dejé para la mañana siguiente, con el cuerpo restablecido y el alma plena tras haber sido agraciado con la mítica hospitalidad paisa. Me despedí de mi amiga Marlene, totalmente agradecido, en busca de mi siguiente destino. Pero antes quise explorar un poco la ciudad. Como las distancias en la ciudad son grandes y estaba a las afueras, tomé un autobús urbano. Para un pateador de enjundia como yo, hacer uso de un autobús es un atentado a mi amor propio. Por eso me cuesta orientarme con ellos. Por suerte, le pregunté a un caballero en la parada, que daba la casualidad que había trabajado de conductor en la compañía, y me orientó con gran amabilidad.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiD08uRJmEFGSZVnAHVuVXd35KSnYpxDb4iNAbQ9lmQmGlZyOxBmxUepKgi1KMbxC002bBS8VdD75FLlmsa4Zyqc4v4AfrKQXgV4F4gbDI7zkHblOlyh7zqYblvPL-C-5j0MOEc7JgMApHPCnvLw-viWKlaVXbGWVsIb-sMb4-BfKzFj4MfNn2cpxfR4n7d/s1284/Manisales.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="963" data-original-width="1284" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiD08uRJmEFGSZVnAHVuVXd35KSnYpxDb4iNAbQ9lmQmGlZyOxBmxUepKgi1KMbxC002bBS8VdD75FLlmsa4Zyqc4v4AfrKQXgV4F4gbDI7zkHblOlyh7zqYblvPL-C-5j0MOEc7JgMApHPCnvLw-viWKlaVXbGWVsIb-sMb4-BfKzFj4MfNn2cpxfR4n7d/w400-h300/Manisales.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Estampa manizaleña</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><span> Manizales fue fundada a mediados del siglo XIX. Por ello carece de un casco histórico con solera. Tiene algunas iglesias destacadas, y como buena ciudad colombiana, mucha actividad comercial. Lo cual no es suficiente para, según mi humilde opinión, considerarlo como un lugar muy atractivo desde el punto de vista turístico. Así que mi paso por la capital del departamento de Caldas no duró mucho. En cuanto recorrí unas pocas calles del centro, me dirigí a la estación del teleférico donde tomé tan particular medio de transporte para apearme en la estación de autobuses. Allí me esperaba un microbús que me iba a llevar a un lugar bastante más áspero que "la Ciudad de las Puertas Abiertas", que es con justicia el</span> sobrenombre de la acogedora ciudad de Manizales.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHuvV_vsmY-fJZpSLeTZrcu6l6QlI0jrgFXVR5q7phegGlZ5BSMxRWDNyYAOPprhwWhV9j65349_Q4_-NCAnXK8oduyXpLf5MQamOXplMQ7FALMx-Zs-5LP3OVtDQgboQ7NYrw5ePmot3xCamv9Mnv7QAfWbhjen8fWyDnQLLcykf0VkdrufK4CA4eePh8/s1284/Manisales%202.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="963" data-original-width="1284" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHuvV_vsmY-fJZpSLeTZrcu6l6QlI0jrgFXVR5q7phegGlZ5BSMxRWDNyYAOPprhwWhV9j65349_Q4_-NCAnXK8oduyXpLf5MQamOXplMQ7FALMx-Zs-5LP3OVtDQgboQ7NYrw5ePmot3xCamv9Mnv7QAfWbhjen8fWyDnQLLcykf0VkdrufK4CA4eePh8/w400-h300/Manisales%202.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Manizales desde el aire</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mi destino no era otro que Armenia, una ciudad estratégicamente situada como base de operaciones para visitar el Eje Cafetero. Pero me habían avisado de que poblaban la ciudad un gran número de vagabundos. Un breve paseo desde la estación de autobuses hasta mi alojamiento, confirmó esa impresión. Pude observar un buen número de personas de apariencia rufianesca, pero afortunadamente aparentaban estar bastante calmados.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Aprovechando un precio sin competencia, había reservado una habitación individual con cama doble y televisión. Aunque tuviese baño compartido, superaba con mucho mi habitual habitación de hostel, abundante en literas y motosierras. Pero tampoco era cuestión de quedarme todo el día en mi cuarto. Y dado que mis primeras impresiones de Armenia habían sido manifiestamente mejorables, volví raudo a la estación de autobuses en busca de algún destino más apetecible donde pasar la jornada.</span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-1562911307085375662023-11-23T14:53:00.179+01:002024-03-08T14:38:12.936+01:00RETIRO DE TANTRA YOGA: CALIDEZ COLOMBIANA Y SIMPATÍA CATALANA<p> <span style="font-family: georgia; font-size: large;">El gran día que daba sentido a mi viaje había llegado. El retiro de Tantra Kriya Yoga comenzaba esa misma tarde. Se preveía una jornada de emociones fuertes, por lo que iba a precisar de mucha energía. Nada mejor para ello que meterme entre pecho y espalda un auténtico "desayuno paisa" que, por menos de dos euros al cambio, me ofreció un contundente plato compuesto por arroz, fríjoles, huevos pericos, una arepa con queso, un croissant y un chocolate. Ya podía enfrentarme con todo lo que viniera.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjcpKjsSSK_wzoArUevb8NLfhEX1M17BYQtOoLPJqWM2vPqgjfV5JqxqasDlESHTi8DqDKiRHcI27Fnu4qgAQl5yz-pqhhbJSkMU9RHdANFHNymclfoM8GFoGV-8Qx_As3Mqp6VOb9kETWW10BTBnvz1WJH-F50Y9U9s457yILjgxYngGBagq_oM0i1rvWb/s4128/20230317_090450.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjcpKjsSSK_wzoArUevb8NLfhEX1M17BYQtOoLPJqWM2vPqgjfV5JqxqasDlESHTi8DqDKiRHcI27Fnu4qgAQl5yz-pqhhbJSkMU9RHdANFHNymclfoM8GFoGV-8Qx_As3Mqp6VOb9kETWW10BTBnvz1WJH-F50Y9U9s457yILjgxYngGBagq_oM0i1rvWb/w400-h300/20230317_090450.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Desayuno paisa: no apto para dietas hipocalóricas</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> </span><span style="font-size: large;"><span style="font-family: georgia;">El retiro iba a tener lugar en una reserva natural situada a algo más de 100 kilómetros de Medellín. Llegar en transporte público hubiera supuesto una odisea. Por suerte, pude acoplarme a una expedición formada por dos participantes del curso que también partían de la capital antioqueña y contaban con vehículo propio. El trayecto de unas dos horas con dos damas con tanta sabiduría como elegancia y simpatía fue un auténtico placer. Y no fue sino un aperitivo de lo que me esperaba en mi destino, que era la</span><span style="font-family: georgia;"> Reserva Natural Zafra, un lugar privilegiado para desconectar del mundanal ruido, del que en Colombia van más que sobrados. </span></span></p><p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> Solo estábamos 5 alumnos más la profesora, un número perfecto para desarrollar la actividad y confraternizar entre nosotros. Esto último se me facilitó con una de las alumnas con las que tuve la fortuna de compartir una enorme cabaña de dos plantas en la que el espacio vital per cápita superaba con mucho la media de mis alojamientos más habituales. </span></span></p><div class="separator" style="clear: both; font-size: x-large; text-align: center;"></div><br /><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="font-size: x-large; margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGi45TZ2nSiFMrDdmM01p2JGvh5cgD7KdAvTT2l12zVmF8dwQYff4Kk5xoZ8SqlWzq2GjEdQZ5adiKFJttZ5zGpTE_N88-Aj8JFysZIz8h1tlge0V5H8Cke02NP2zzzMPB525csePIftMhoujltaMVkNgQfl-pAV7_biBHKRgfrOBOgeTn1g6g2NzvZ061/s4128/20230318_155844.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGi45TZ2nSiFMrDdmM01p2JGvh5cgD7KdAvTT2l12zVmF8dwQYff4Kk5xoZ8SqlWzq2GjEdQZ5adiKFJttZ5zGpTE_N88-Aj8JFysZIz8h1tlge0V5H8Cke02NP2zzzMPB525csePIftMhoujltaMVkNgQfl-pAV7_biBHKRgfrOBOgeTn1g6g2NzvZ061/s320/20230318_155844.jpg" width="320" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"></td></tr></tbody></table><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHDf0NSBjs1tMKJgpbVFIp-acZ9rUCS0Y_L1ic8epaLj9Fcku0M4x4L2Yr1OGVtLqb9-qXn6NWcmrGRKdbE-RlGlbDdsnf-jkru38fQGtx3k2NHK84VDL-YN4K3MObUQzYb4Zm4UVNaKqSzGAF6Ypymw8CVF_TwUpDO65lmCbCWBh3itsj-FZcTn_gsO4j/s4128/20230317_161730.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHDf0NSBjs1tMKJgpbVFIp-acZ9rUCS0Y_L1ic8epaLj9Fcku0M4x4L2Yr1OGVtLqb9-qXn6NWcmrGRKdbE-RlGlbDdsnf-jkru38fQGtx3k2NHK84VDL-YN4K3MObUQzYb4Zm4UVNaKqSzGAF6Ypymw8CVF_TwUpDO65lmCbCWBh3itsj-FZcTn_gsO4j/s320/20230317_161730.jpg" width="240" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">La casa por la ventana</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Antes de entrar en materia tuvimos unas horas libres en las que nos dedicamos a explorar la redolada. Aparte de un río muy apetecible para el baño, también había otra zona de retiros bastante competente. Por lo que me contaron, hace unos años, esta zona estaba infestada de guerrilleros, lo que contrasta con la paz que, hoy en día se respira en la zona. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Como aún sobraba tiempo, y no me gusta estar ocioso en mis viajes, decidí visitar la cercana localidad de San Rafael de Antioquia, situada a unos 6 kilómetros del retiro a través de una pista sin asfaltar. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> A pesar de su pequeño tamaño, San Rafael distaba de ser un remanso de paz. Por todas partes se escuchaba música a todo volumen, y el tráfico, a pesar de no ser intenso, sí era ruidoso. No es de extrañar que, viniendo de un entorno tan apacible, no perdiera mucho tiempo en la exploración del lugar. Además, se trataba de una localidad de urbanismo relativamente reciente, por lo que no me llamó la atención desde el punto de vista arquitectónico.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhtum4JrHhDp-3Zw9zb2Optf4ZJq28KcW2HYskXeNT_BDrRxqB2jBgsuCUzBZ1zmXAgfr4jc_nptjKqRVWza8z45diif_aCgbgGVgJQPVeSW5NSmdyZtvr9a1U78rX30SbSlBatGwVnFhW-DGsMe4yeinupzq9TsVs50nbme-gq8gtW6_m7zPt8DO-bgYEU/s4128/20230320_180117.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhtum4JrHhDp-3Zw9zb2Optf4ZJq28KcW2HYskXeNT_BDrRxqB2jBgsuCUzBZ1zmXAgfr4jc_nptjKqRVWza8z45diif_aCgbgGVgJQPVeSW5NSmdyZtvr9a1U78rX30SbSlBatGwVnFhW-DGsMe4yeinupzq9TsVs50nbme-gq8gtW6_m7zPt8DO-bgYEU/w300-h400/20230320_180117.jpg" width="300" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Parroquia San Rafael Arcángel</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> A la vuelta me sorprendió el ocaso, por lo que tuve que recorrer el camino con más cuidado. Cada cierto tiempo me tenía que apartar para dejar pasar algún vehículo. Dejando aparte estos momentos, el paseo por un lugar tan apartado fue de lo más agradable. La sensación de estar en un lugar perdido en medio de la nada era total. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Los siguientes días transcurrieron en una bendita rutina en la que hacíamos sesiones de Tantra Yoga y comíamos deliciosos manjares vegetarianos en un entorno inmejorable, muy alejado del bullicio (externo e interno) en el que nos encontramos la mayor parte del tiempo. Sin entrar en muchos detalles, las prácticas del Tantra Kriya Yoga consiguen desbloquear canales energéticos y movilizar esa energía. Si eso es algo que nunca viene mal, en mi caso, en mitad de unos mis viajes, siempre extenuantes, fue maná caído del cielo. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Aparte de un grupillo con los que compartí el tour por Medellín, apenas había encontrado compatriotas en mi viaje por Colombia. Para mi sorpresa, una mañana que fuimos al bañarnos al río, nos encontramos con una joven de Manresa haciendo sus abluciones. Nos comentó que trabajaba de profesora en uno de los barrios más humildes de Medellín y que estaba conociendo el país aprovechando unos días de vacaciones. Me dio una cura de humildad al contarme los precios a los que había conseguido reservar alojamientos en su recorrido. Además de por su habilidad niunclavelística, se ganó a nuestro grupo por su bonhomía. Tanto que la invitamos a compartir una de nuestras sesiones de yoga, a la que se sumó con agrado.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Una práctica tan profunda como ésta y en un grupo tan pequeño, hizo que se estableciera una relación muy bonita entre los participantes. Me sirvió también para conocer con detalle el carácter colombiano. Y una de las características que lo definen, además de su dulzura, es su hospitalidad. Prueba de ello es, una vez que comenté que pensaba seguir mi viaje visitando el Eje Cafetero, una persona se ofreció a llevarme en su coche y otra a pernoctar en su casa. Menos mal que no había hecho caso a los agonías que mostraban cara de susto cuando les decía que iba a ir de viaje a Colombia...</span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-74483358138328761982023-11-08T12:50:00.008+01:002023-12-28T18:40:11.358+01:00BAJOS FONDOS PERO ESPÍRITUS ELEVADOS EN MEDELLÍN<p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> La ciudad de Medellín se asienta sobre un valle. Los barrios periféricos se desparraman sobre las laderas del mismo y, en líneas generales, cuanto más altos y más alejados del centro están, más humildes son. Una muestra de este urbanismo tan áspero es la Comuna 13, antaño una de las zonas más peligrosas de Medellín. Y eso es mucho decir en la ciudad más violenta de uno de los países más inseguros del mundo en su época. En definitiva, un lugar que un turista debería evitar a toda costa. Pero en muchas ocasiones, yo no soy el turista al uso. Y si en su día <a href="https://blogheterodoso.blogspot.com/2020/03/chernobildel-turismo-nominal-al-turismo.html" target="_blank">visité un lugar como la zona de exclusión de Chernóbil</a>, no iba a desaprovechar la ocasión de poner pie en un entorno con unas circunstancias tan extremas. Pero aunque sea alternativo, no soy un inconsciente. Hoy en día la Comuna 13 ya no es lo que era. Cuentan que ni la policía osaba acercarse a sus calles. Pero una acertada política de renovación ha pacificado la zona y ahora se ha convertido en un lugar muy visitado. De ello dio fe la cantidad de guías turísticos que me asaltaron apenas salí de la boca de metro. Fiel a mis estándares europeos, entre los que aparece una cierta planificación, yo ya tenía reservada la visita.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgBIpkzXzieVC0e716RaHwWprOpv1NIOQhiu36UqjpCspi6aOmZNHMZvCG78xxTrXRNCeZ7yO7mkfs0yAOCDtCFinW26fPByJvTiDVyIDyDiwhbthkfoIvrJyOXHYWqQF6VVw2dgVLBvadswXQLQeXkRbZ_Y9L4uknEE-NroIjEF278FWEyvcsOZQ26uTSL/s4128/20230316_104431.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgBIpkzXzieVC0e716RaHwWprOpv1NIOQhiu36UqjpCspi6aOmZNHMZvCG78xxTrXRNCeZ7yO7mkfs0yAOCDtCFinW26fPByJvTiDVyIDyDiwhbthkfoIvrJyOXHYWqQF6VVw2dgVLBvadswXQLQeXkRbZ_Y9L4uknEE-NroIjEF278FWEyvcsOZQ26uTSL/w400-h300/20230316_104431.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">¡Vamos allá! Pero sin "dar papaya"</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> A pesar de los esfuerzos del guía por tranquilizarnos, mi inquietud iba en aumento mientras trepábamos por la ladera y nos internábamos por las angostas callejuelas. Como en todo viaje mínimamente organizado que se precie, nuestra ruta coincidía con ciertos eventos destinados a aportar más ingresos, entre los que hubo espectáculos callejeros, tiendas de recuerdos o galerías de arte. Mi desacuerdo con esta política encontraba consuelo en el hecho de pensar que, en otras circunstancias, los malotes de aspecto rufianesco que nos cantaban un rap o nos dedicaban un baile de <i>break-dance</i>, no se hubieran conformado con los 4000 pesos de propina con los que les obsequié y tan gustosamente recibieron. </span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhO8zEuoPN4Jlt_pPyYTTiSDW635ytJ3RKg427bGQ6vChnu0FSq7YJA_OPi2fRqaqrRyw8jhoRsikP4Azn8D2-4ucjRNtGcBop-PtanjT3_S-ed5Mx7disJdauN65gouUBh1DFGCsdv6rH9o2SutdTmzOkqlytvjyHCW-rphWhWoYkWsS3uc6qLth8LgZgN/s4128/20230316_103502.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhO8zEuoPN4Jlt_pPyYTTiSDW635ytJ3RKg427bGQ6vChnu0FSq7YJA_OPi2fRqaqrRyw8jhoRsikP4Azn8D2-4ucjRNtGcBop-PtanjT3_S-ed5Mx7disJdauN65gouUBh1DFGCsdv6rH9o2SutdTmzOkqlytvjyHCW-rphWhWoYkWsS3uc6qLth8LgZgN/w400-h300/20230316_103502.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">¡Sisas parce! (jerga local)</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Dejando aparte estos temas, el paseo amenizado por las explicaciones del guía, natural del barrio, me sirvieron para ponerme en situación. La vida en este lugar hace unos años era miserable. La autoconstrucción y la improvisación dotaban a la zona de un urbanismo anárquico y carente de servicios. Si a eso se le sumaba su aislamiento, el resultado es que florecieron los negocios ilegales, especialmente los relacionados con el narcotráfico. Los intentos represivos (contundentes redadas del ejército incluidas) no consiguieron revertir la situación. Mas al contrario, hicieron que el barrio se encerrara en sí mismo y viese con malos ojos a cualquier forastero. Las cosas empezaron a cambiar cuando la política de mano dura cambió por otra más inteligente. Para salvar las empinadas cuestas, se instalaron unas escaleras mecánicas. Se fomentó la creación artística local en forma de murales que dieron otro aire más amable a la zona. Los vecinos empezaron a cuidar más su entorno. Gracias a ello y a la pacificación del lugar, empezó a llegar el turismo, que es actualmente la mayor fuente de ingresos de la comuna.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjH_WGj7GwbPM9efFJuzbLsBJxVyLEGLdowOjXQSg5vaTyao5yi3-3MtcJEfHPTbyNYUG6h13lMkbp14zcnFsv7XAC6pPKyqj_2j_gkzDvSJ__1UeoXICVuuNNyVd66-XfbEW_jcay8wsNWz4RFb7_S1CFFBolGg2YNpEyZaGTjDpCjSmvF2H6gDoJYcOyE/s4128/20230316_115529.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjH_WGj7GwbPM9efFJuzbLsBJxVyLEGLdowOjXQSg5vaTyao5yi3-3MtcJEfHPTbyNYUG6h13lMkbp14zcnFsv7XAC6pPKyqj_2j_gkzDvSJ__1UeoXICVuuNNyVd66-XfbEW_jcay8wsNWz4RFb7_S1CFFBolGg2YNpEyZaGTjDpCjSmvF2H6gDoJYcOyE/w400-h300/20230316_115529.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Urbanismo agreste</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Para esa tarde quería hacerme otro tour por el centro de la ciudad. Tenía tiempo y, después de haber sobrevivido a la Comuna 13, ya no le temía a nada. Por ello decidí hacer los más de 6 kilómetros que me separaban del centro a pie. Para no complicarme mucho la vida tomé una gran avenida (San Juan) y la seguí sin más. No se puede decir que fuese un paseo muy agradable. La avenida, contaba con un tráfico muy denso y carecía de elementos de interés para un turista, aunque sea tan alternativo como yo. El escaso nivel estético que presentaba la travesía, se desplomó cuando atravesé una zona industrial repleta de talleres. Se me estaba haciendo largo el tema. Por suerte, el paso por debajo de un viaducto me metió de nuevo en la "civilización" y pude llegar, por fin, al lugar de encuentro.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mi presunta nostalgia por estar alejado de mi patria, se atenuó grandemente al comprobar que la mayoría de los miembros del tour eran españoles. No fue lo habitual durante mi periplo colombiano, en el que no me encontré con muchos compatriotas. Medellín es una ciudad vibrante, con gran actividad comercial y cultural. Pero no se puede decir que, arquitectónicamente sea muy reseñable. Por ello, lo más interesante del tour fueron las explicaciones del guía. Nos contó cómo era la vida en los años 90 en la ciudad, en la que era un peligro real pasear por sus calles tras el ocaso y cómo había mejorado espectacularmente la seguridad gracias a unas acertadas políticas municipales. Se lamentaba que muchos visitantes tengan como referencia a Pablo Escobar, aunque por fortuna, personajes como el escultor Pablo Botero han ayudado a aportar otros referentes más luminosos. La gran cantidad de gente que paseaba por las arterias comerciales de la ciudad a esas horas de la tarde, eran la viva señal de que los años de plomo de Medellín habían pasado a la historia. Y me alegré sinceramente que una gentes tan vitales y hospitalarias (de lo mejor de Colombia) pudieran mirar al presente y al futuro con esperanza.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh97c0Y3ioxmbDIChLV-_72Ci0r_fDaFTFdaN1SW6aQBSN54EkStVQu3-3mj4TFLf2f5K0TZpS175E5he8rkR6KJ9i_gLVJ-fUGMt7FGsixYVBjzJ-cFRB5rorW6rnEE_Em6e_Uk5PP9JAprEj75k-p7fFiciWTaz7eoWJqFV4YO64odZAfyvlUv2GJODil/s4128/20230316_150205.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh97c0Y3ioxmbDIChLV-_72Ci0r_fDaFTFdaN1SW6aQBSN54EkStVQu3-3mj4TFLf2f5K0TZpS175E5he8rkR6KJ9i_gLVJ-fUGMt7FGsixYVBjzJ-cFRB5rorW6rnEE_Em6e_Uk5PP9JAprEj75k-p7fFiciWTaz7eoWJqFV4YO64odZAfyvlUv2GJODil/w400-h300/20230316_150205.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Explorando Medellín</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Además de eso, me encontré con un viejo amigo: el guarapo o jugo de caña, que nos vendieron en un puesto ambulante. Nunca podré recomendar bastante la cata de esta bebida que, por desgracia, es harto difícil (si no imposible) encontrar en España.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> El día había sido bastante completo. Pero a la hora de conocer un país, no hay nada como intimar con sus habitantes, y más si, como es el caso, no andan precisamente escasos de encanto y belleza. Gracias a mi trabajo en el mundo virtual, había apalabrado una cita para esa misma noche. Para ello me desplacé en metro a la zona de Bello, en las afueras. La estampa urbana compuesta por miles de luces que cubrían las laderas del valle en el que descansa la ciudad, era un espectáculo que aún no he podido olvidar. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Dicen que la ignorancia es atrevida. Nada más encontrarme con </span><span style="font-family: georgia; font-size: large;">mi cita, me dijo que pensaba que no iba a acudir. Me explicó que la zona de Bello no es de las mejores de Medellín, y que eso echaba para atrás a la mayoría de pretendientes mejor informados que yo. Pero la cosa se complicó cuando empezamos a andar y nos internamos por unas barriadas que no tenían mucho que envidiar a la Comuna 13 que había visitado esa misma mañana. Así que, en cuanto quise darme cuenta, acabé en una humildísima casa de una chica que acababa de conocer, en un barrio a las afueras de Medellín. Pero si algo me caracteriza, es mi sangre fría dentro y fuera de las canchas. Por ello, en esos momentos, en los que lo fácil hubiera sido aceptar la cortés invitación de dormir en su casa, decidí que era más prudente volverme a la mía, en previsión de males mayores. Y es que, dejando cuestiones de seguridad personal aparte, tampoco me gusta precipitar los acontecimientos en temas de pototeo, y esto iba demasiado acelerado para mi gusto. Le expliqué la situación a mi cita, añadiendo que, al día siguiente a primera hora, debía abandonar la ciudad. Pese a una cierta decepción, se lo tomó con deportividad. Y menos mal, porque si no me llega a acompañar a la boca del metro, además de haberme perdido, es probable que hubiera tenido algún encuentro indeseado, habida cuenta de lo humilde del lugar y lo tardío de la hora.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mi estancia en Medellín me había causado un gran impacto. A falta de grandes hitos arquitectónicos e históricos, la ciudad ofrece una gran cantidad de contrastes y una energía especial. Y por encima de todo, una genuina representación del pueblo paisa que, en su inmensa bonhomía y hospitalidad, no duda en abrirte las puertas de sus hogares y hacerte sentir como en casa.</span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-61608649862615844192023-11-03T10:43:00.003+01:002023-11-08T12:54:41.943+01:00MEDELLÍN: LO MÁS PELIGROSO FUE LA CARNE DE RES<p> <span style="font-family: georgia; font-size: large;">Para alcanzar mi siguiente destino (Medellín), tenía dos opciones. Tomar un autobús en una estación a las afueras de Cartagena que iba a emplear unas 14 horas, o coger un vuelo que se ventilaba el asunto en poco más de una hora. Por un lado me apetecía ver paisajes y pasar por pueblos y ciudades para conocer más el país. Pero ello implicaba un madrugón muy importante para tomar el transporte, dejando aparte la paliza del propio viaje. Aunque el vuelo salía más caro, la diferencia no fue tanta para que mi niunclavelismo decidiera. Además, el aeropuerto no estaba lejos de mi alojamiento, así que tras una carrera taxi de apenas 15 minutos, puse el pie en el aeropuerto. Estuve más tiempo esperando en la terminal que volando. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> El aeropuerto José María Córdova se sitúa a unos 30 km del centro de Medellín. Por seguridad y comodidad, me habían recomendado tomar un taxi al llegar. Buen chico yo para semejantes derroches. Así que tomé un más incómodo pero mucho más barato autobús que me dejó en un lugar relativamente cercano a mi alojamiento. En este caso, la precaución, a la que acompañaba la poco tranquilizadora fama que arrastra la ciudad, vencieron al espíritu aventurero. Por ello ahora sí me rendí y tomé un taxi que, por un módico precio, me llevó hasta mi destino. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Se trataba de un albergue de mayor calidad al que estoy acostumbrado, con habitaciones individuales y una decoración bastante aparente. Además estaba situado en El Poblado, una de las zonas más prósperas de la ciudad. A pesar de ello, el precio de la habitación era realmente competitivo, en línea con lo que me pude encontrar en la mayor parte de lugares que formaron parte de mi viaje.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Como expliqué al principio de mis crónicas colombianas, la "excusa" para visitar ese bello país era realizar un retiro de yoga tántrico. Esta variante la conocí a través de un <a href="https://www.ivoox.com/podcast-tantra-sexualidad-sagrada-sexo-consciente_sq_f11084314_1.html" target="_blank">podcast.</a> Precisamente uno de los autores pasaba consulta en su casa de Medellín como asesor espiritual y sentimental. No podía perder la oportunidad que se me presentaba, así que agencié una sesión con él.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Su consulta estaba situada en la zona de Laureles, un tanto alejada de donde me alojaba. Pero no tanto como para no hacerlo andando, con lo cual, aparte de ahorrarme unos pesos y hacer algo de ejercicio, me permitía conocer la ciudad. Con cierta precaución (la palabra Medellín aún acojona) pero con el ánimo elevado, empecé a patear por las bulliciosas calles de la capital de Antioquia.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgM8I_merbpwVKpd9GwJ6kFLc4nkFBQ1CivzvHMaqWUq1QEEaM2iqsb0A71lgpTcHcHuyDb1SstwoWCRqlREUgyGfMc8HqBk3fKOuqXFJTGTnHVY_b-YT1ELOxHKp3XMsoOS53Gvh5bjgo_Oqw3_bdldmc3vW__PJeu73dCggmec9o7eiyXbHldTbjP8svP/s4128/20230316_092014.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgM8I_merbpwVKpd9GwJ6kFLc4nkFBQ1CivzvHMaqWUq1QEEaM2iqsb0A71lgpTcHcHuyDb1SstwoWCRqlREUgyGfMc8HqBk3fKOuqXFJTGTnHVY_b-YT1ELOxHKp3XMsoOS53Gvh5bjgo_Oqw3_bdldmc3vW__PJeu73dCggmec9o7eiyXbHldTbjP8svP/w400-h300/20230316_092014.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">En Medellín también se venera al cineasta turolense</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> A medio camino me encontré con una estación de autobuses, que contaba con gran cantidad de establecimientos de comida. Era la primera oportunidad para degustar la gastronomía local, y no se puede decir que fuera muy exitosa. El plato de res era abundante y variado, además de económico. Pero la carne de bóvido no parecía de la mejor calidad y presentaba una textura correosa. No es de extrañar que, habida cuenta del esfuerzo energético que hizo mi organismo para digerir el ágape, otros sentidos redujeran sus prestaciones. Es lo que sucedió con mi orientación. Empecé a dar vueltas por la redolada sin acertar con la ruta a seguir, hasta que me di cuenta de que el tiempo se me iba y no iba a llegar a la cita. Me tuve que rendir y contratar un taxi que, con menor emoción pero mayor seguridad, me dejó en la zona de Laureles. Es esta una zona acomodada, al igual que el Poblado. Ya tendría tiempo de conocer otros barrios más ásperos al día siguiente.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Esteban me recibió en su casa, que sentí como mía en todo momento, tal fue su trato cercano y hospitalario. Además, teniendo en cuenta mi desplazamiento y que solo íbamos a tener una sesión presencial, el terapeuta puso todo de su parte para maximizar el efecto de la consulta. Por si eso fuera poco, cuando acabamos me acompañó a la boca de metro más cercano y me ayudó a comprar el bono de transporte.</span></p><p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> Antes de regresar a mi albergue hice una visita a un hipermercado cercano. Aparte de curiosear por los numerosos productos nuevos ante mis ojos, compré algo de comida para hacerme la cena. En un país donde la restauración es tan barata, no es gran ahorro prepararse la comida. Pero, astuciosamente, confiaba en alternar en el hostel mientras me preparaba la cena. Además pude comprar algunas piezas de fruta tropical, que tanto echo de menos cuando estoy en España.</span></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhInEJE2p-7ec5z6hGWbp2t5SDxPZDZoAw1wEv4x4H2YqfeaPjW5twHaoUAJGBqeIAp1YHjOQM4j-PO2YtFgwuvHRoGTDYLw6D35y-aQKz45LlsVWTNaqITDBkNwAInUFDKVW5CfrOnNJpMia-0CQZzsN0OAF0HBW7N6Uq4GZ1CuaX1bapXHlbRuj5Mf2B1/s979/Poblao.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="979" data-original-width="734" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhInEJE2p-7ec5z6hGWbp2t5SDxPZDZoAw1wEv4x4H2YqfeaPjW5twHaoUAJGBqeIAp1YHjOQM4j-PO2YtFgwuvHRoGTDYLw6D35y-aQKz45LlsVWTNaqITDBkNwAInUFDKVW5CfrOnNJpMia-0CQZzsN0OAF0HBW7N6Uq4GZ1CuaX1bapXHlbRuj5Mf2B1/w300-h400/Poblao.jpg" width="300" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Una habitación para mí solo. Todo un lujo</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mi jugada dio sus frutos, ya que cuando llegué a la cocina del albergue había un joven súbdito francés preparándose la cena. Tras una animada conversación, nos retiramos a nuestros aposentos. Casi no me creía que iba a tener una habitación (pequeña, eso sí) para mí solo. Como nunca la felicidad es completa, el aislamiento acústico brillaba por su ausencia, por lo que se escuchaban nítidos los ruidos del pasillo y de la terraza. Pero nada comparable a las motosierras que me he encontrado en mis viajes. Así que pude descansar en condiciones. Al día siguiente iba a necesitar energía para enfrentarme a todo lo que una gran urbe como Medellín puede ofrecer. </span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-37483378223322395852023-08-10T19:52:00.005+02:002023-11-08T12:55:19.260+01:00CARTAGENA DE INDIAS: QUIEN MUCHO ABARCA, ABARCUDO<p> <span style="font-family: georgia; font-size: large;">Aprovechando que el intenso sol tropical no había desplegado todo su potencial acudí a primera hora al Castillo de San Felipe de Barajas. Gracias a su imponente estructura, la ciudad resistió el asedio inglés en el episodio citado en mi anterior entrada. Antes de visitarla, rendí honores a la estatua de Blas de Lezo, situada junto a la fortaleza.Una vez en la misma, no paré de intentar imaginar a los bravos defensores luchando y derrotando a los ingleses hace casi 3 siglos. Y bien digo imaginar, porque un escenario como ese pedía a gritos una representación o como mínimo unos dioramas y paneles explicativos. Nada de ello había, por lo que los actuales encargados de la explotación de la fortaleza se limitan a sacar rédito de una maravilla de la arquitectura construida en el siglo XVII y la leyenda asociada a su defensa. Afortunadamente, mi pasión por la historia, sumada a mi desbordante imaginación, hicieron que me sintiera por momentos inmerso en la batalla, intentando expulsar a los hijos de la Pérfida Albión de los dominios del Virreinato de Nueva Granada.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1lBp9ZAPkz3oAnDAK0b9xWc8RsOZvOte8R95Azq1pES0OfO82kA0welSlrnQGr257qQmQvj1fkVcxtlREt0fljpQNc7H2UHEH4-MEXP126K8vmShP7cPdyK2jtdsJFJGYOhTlBjHoILPLivt_195L6h6n_6rvBybzoh3k-x0y9h7SNxLYaWX2auB1fhpk/s4128/20230314_070845.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1lBp9ZAPkz3oAnDAK0b9xWc8RsOZvOte8R95Azq1pES0OfO82kA0welSlrnQGr257qQmQvj1fkVcxtlREt0fljpQNc7H2UHEH4-MEXP126K8vmShP7cPdyK2jtdsJFJGYOhTlBjHoILPLivt_195L6h6n_6rvBybzoh3k-x0y9h7SNxLYaWX2auB1fhpk/w400-h300/20230314_070845.jpg" width="400" /></a></span></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Blas de Lezo: Honor y gloria a los héroes<br /></span></td></tr></tbody></table><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mi visita a la fortaleza no había saciado mi sed cultural, por lo que me dirigí al centro para unirme al "Free Tour", que nos iba a narrar la historia de la ciudad paseando por sus hermosas calles. Muchas cosas se nos relataron en esas más de dos horas de caminata. Entre otras, el triste hecho de que Cartagena fuera un puerto de entrada de esclavos a la región o los numerosos ataques que sufrió la ciudad a manos de piratas y otras potencias extranjeras. <table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtsgIfU_NCNn1mHtOCcOvOdE1rEGWaRuPyMtfxx9lUrTyp_EIbFZdUWIegYoQtWAE00iDUL9_a_X4nfDWHSj7Q6IdpaGPzDCkvqryGZdCLmACMrK6UxysdV6ot5iKdDbBAervlflz2XRY2fpdFQSJ7uWOWj1SIrxPHgotHISFCwaO8fQXlMNqyHSJn1aEk/s4128/20230314_112335.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtsgIfU_NCNn1mHtOCcOvOdE1rEGWaRuPyMtfxx9lUrTyp_EIbFZdUWIegYoQtWAE00iDUL9_a_X4nfDWHSj7Q6IdpaGPzDCkvqryGZdCLmACMrK6UxysdV6ot5iKdDbBAervlflz2XRY2fpdFQSJ7uWOWj1SIrxPHgotHISFCwaO8fQXlMNqyHSJn1aEk/w300-h400/20230314_112335.jpg" width="300" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Al vendedor insistente, ni agua</span><br /></td></tr></tbody></table> También me llamó la atención otro hecho más desenfadado y agradable. En la acera de una de las principales plazas del Centro Histórico, hay un mosaico que con en sugerente título de "Portal de las Reinas", muestra fotos de cartageneras que han destacado en concursos de belleza a través de la historia. Viendo la calidad y cantidad que ofrecía el elenco, el siguiente paso en mi visita debía ser, sin duda, conocer a alguna mujer local en persona. Para ello había hecho uso de una conocida aplicación que, en lugares como Huesca da escasos frutos, pero en el lugar donde me encontraba daba réditos más que interesantes. Tantos que para ese día tenía apalabradas dos citas, lo cual suena muy bien, pero no es tan sencillo de gestionar.<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgXpOLw2HVJ83TxYLwKnsypk7W5Xaw9EKQhnXn3KvU35lt50AMKq4PzMdahaKuMXwLngpJkQREJzxZtBkISw-tt17z_yjI0M8TBs2g224BhDNW9gaRsaBYZOprGCWkrKc-vYcJzkfpocKRNlGKKolazYCAd_mzWwyM4VbJXqNPlL9-CJFHrM5ur4WP3I1Q2/s4128/20230313_193914.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgXpOLw2HVJ83TxYLwKnsypk7W5Xaw9EKQhnXn3KvU35lt50AMKq4PzMdahaKuMXwLngpJkQREJzxZtBkISw-tt17z_yjI0M8TBs2g224BhDNW9gaRsaBYZOprGCWkrKc-vYcJzkfpocKRNlGKKolazYCAd_mzWwyM4VbJXqNPlL9-CJFHrM5ur4WP3I1Q2/w400-h300/20230313_193914.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;"> La cartagenera más fea hace relojes</span><br /></td></tr></tbody></table> La primera impresión que me causó mi primera cita no pudo ser mejor. Evidentemente, el físico no ha de ser un factor capital en este tipo de situaciones, y más si hablamos de una persona tan espiritual y reflexiva como yo. Pero reconozco que el hecho de que superara el 1,80 y tuviese un físico más que llamativo hicieron que mi interés por ella se acentuase. No parecía que yo produjera el mismo efecto en ella, ya que, pese a mostrarse cortés, no parecía que en su caso temblara de emoción ante mi presencia. Me enseñó algunos lugares interesantes de la ciudad y presenciamos una bonita puesta de sol sobre la bahía. A pesar de tan idílico escenario, no parecía que las llamas del amor fueran a prender. A su actitud algo distante se unía el que tuviese en mente a mi cita dos, intentando buscar la forma de cuadrar la velada. Por ello, cuando mi amiga manifestó al cabo de un rato que se encontraba cansada y que en breve debería irse a casa, no puse la resistencia que se supone que debía ofrecer. Apenas nos despedimos escribí a mi segunda cita, que accedió a acercarse al lugar donde me encontraba. Parecía que mi plan estaba marchando a la perfección. Esta sensación se confirmó cuando bajó del taxi. No tenía nada que envidiar a mi primera cita, y además parecía más simpática y cercana. Cometí un pequeño, pero craso error al ir a un bar donde nos cobraron el mojito a precios de zona turística europea. Mal empezamos. Además, pronto me di cuenta de que mi cita tenía unos cambios de humor un tanto desconcertantes, pasando del entusiasmo desbordante a la queja más absurda en cuestión de segundos. Al rato me di cuenta de que el final feliz de esta segunda cita era que cada uno se fuera a su casa y tan amigos, como así sucedió. Al llegar al albergue, me encontré con un mensaje sugerente de mi primera cita, en el que me comentó que, en lugar de dar paseos por la ciudad, hubiera preferido algo más relajado, como haber ido a un jacuzzi que conocía. A buenas horas. <table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhekEAytuSVrEY7j9SUfTUEFhKzZmSzhQcSeiQo54fIOsEULY8ygYVVM2YZ7xCm4eOs7ggpSsKY6KfNxV6--i3GJHdzBker7ciwPJS-zJraxeCLqckTRIdxGUd5RH4PqZj9ZHqLYVzd0FWwZC9ZyTDQgbxebuvMLP98yb2w9t7pgpjXP5hHt-CTearbQBVt/s4128/20230314_103845.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhekEAytuSVrEY7j9SUfTUEFhKzZmSzhQcSeiQo54fIOsEULY8ygYVVM2YZ7xCm4eOs7ggpSsKY6KfNxV6--i3GJHdzBker7ciwPJS-zJraxeCLqckTRIdxGUd5RH4PqZj9ZHqLYVzd0FWwZC9ZyTDQgbxebuvMLP98yb2w9t7pgpjXP5hHt-CTearbQBVt/w400-h300/20230314_103845.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">De paseo por Cartagena de Indias</span><br /></td></tr></tbody></table> Mi experiencia con mis dos citas cartageneras me enseño la valiosa lección de que en esta vida hay que centrarse en un objetivo y no dispersarse. Si a este valiosísimo aprendizaje le sumamos que había visitado una de las ciudades más hermosas de América, se puede decir que mi estancia en Cartagena no había caído en saco roto. Tocaba abandonar el cálido Caribe colombiano en busca de otras latitudes más frías desde el punto de vista climatológico, pero no menos cálidas desde el humano.</span><br /><p></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-60632286287953584982023-06-29T12:16:00.009+02:002024-03-14T13:38:17.673+01:00DE LA CIÉNAGA AL PARAÍSO<p> <span style="font-family: georgia; font-size: large;">Marzo de 1741. En un episodio más de la "Guerra de la Oreja de Jenkins" entre Gran Bretaña y España, la mayor flota jamás vista, al mando del almirante Vernon se interna en la bahía de Cartagena de Indias. Se trata de una ciudad situada a orillas del Caribe que era en ese momento una de las más importantes de la América Española. Confiado en su abrumadora superioridad, el oficial británico manda un correo a Inglaterra para informar de su victoria. Apenas 600 hombres defienden la plaza atrincherados en el imponente Castillo de San Felipe. Con lo que no contaban los ingleses fue con la bravura de estos defensores encabezados por el almirante Blas de Lezo que, gracias a su brillante estrategia consiguió provocar enormes pérdidas a los atacantes. Estos, tras un asedio de más de un mes tuvieron que abandonar la ciudad. De haber caído Cartagena, la situación de España en América se hubiera visto comprometida, y seguramente lo que me hubiera encontrado al visitar la ciudad (caso de haberlo hecho), hubiera sido muy distinto.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mientras pensaba en la hazaña de Blas de Lezo y sus soldados, mi autobús se alejaba de Santa Marta y se acercaba a la localidad de Ciénaga. Este hito vino a engrosar mi querida lista de turismo nominal. No quiero hacer analogías muy evidentes, pero mi paso en el vehículo por la ciudad no me permitió observar nada destacable desde el punto de vista turístico. Poco después la carretera se situó en un brazo de tierra dejando el mar a mano derecha y una gigantesca albufera a la izquierda. El paisaje, de gran potencial biológico, estaba un poco descuidado. Pasamos por algunas poblaciones de arquitectura muy discutible. Enseguida me di cuenta que ello no se debía a la falta de sentido estético de sus habitantes, sino a la escasez de recursos. La visión de un niño desnudo paseando solo junto a charcos llenos de suciedad no es de las que se olvidan fácilmente.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Pronto vendría la ciudad de Barranquilla para distraer de nuevo mi atención. Nos metimos por dentro del casco urbano, por calles más bien anodinas, para acabar parando en una avenida. Allí debíamos recoger más viajeros. Pero el chófer se lo tomó con calma. Tanto que nos dio tiempo a estirar las piernas, comprar deliciosos jugos tropicales en un bar y hasta presenciar un incidente de tráfico entre un joven motorista y un conductor de coche con algo más de edad, pero no de madurez. Casi llegan a las manos, pero gracias a algunas personas que mediaron en la trifulca, no llegó la sangre al río. Como he comentado en alguna otra entrada, la conducción en Colombia es bastante temeraria, por lo que deduzco que estos incidentes deben de ser moneda corriente en el país.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Afortunadamente a nuestra furgoneta no le pasó nada y pudimos arribar a la legendaria ciudad de Cartagena de Indias a una hora prudencial de la tarde. Si Santa Marta me había parecido movida, Cartagena se me antojaba frenética, habida cuenta del abundante y caótico tráfico que soporta. También tenía cierta precaución por mi seguridad personal. Me habían contado alguna historia de la ciudad que hizo que no bajase la guardia en mi trayecto al albergue. Pasé junto a las murallas de la zona histórica, que me llamaban a gritos. Pero preferí seguir mi camino y poder degustar posteriormente esa parte con calma, libre de mochilas.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> La zona donde tenía mi alojamiento estaba a una distancia razonable del centro y parecía bastante tranquila y segura. No me causó tan buena impresión el albergue, un tanto cutre hasta para mis humildes estándares. Para completar mi, no del todo positiva experiencia, mi cuarto daba a un patio que contaba con un mini bar, en el que no dejaba de sonar machaconamente música local. Evidentemente, una ciudad como Cartagena ofrecía atractivos mucho más poderosos que estar tumbado en una maltrecha litera escuchando rumbas y merengues a todo trapo, así que paré poco tiempo en el lugar.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> La ciudad amurallada de Cartagena cuenta con dos zonas. La primera (Getsemaní), antaño una zona un tanto depauperada, es ahora una zona de moda con gran actividad artística. Muy bonito el arte y todo eso, pero yo lo que quería era palpar la historia. Para ello se prestaba más el Centro. Nada más poner pie en él, me encontré con dos circunstancias desagradables. La primera era la gran cantidad de "acosaturistas" a los que había que sortear continuamente para poder continuar la ruta. El segundo, mucho más doloroso, era la gran cantidad de adolescentes vestidas con ropas ligeras ofreciendo sus servicios carnales. Una vez que conseguí abstraerme de esto, pude empezar a asombrarme ante la maravilla arquitectónica y cultural que supone el Centro Histórico de Cartagena. Calles empedradas, mansiones de vivos colores, iglesias imponentes, plazas singulares... Por momentos me trasladaba en el espacio, a alguna de las maravillas que tenemos en España, o en el tiempo, a los siglos XVII o XVIII. Todo ello bañado por el mítico mar Caribe, que encierra miles de historias de piratas, corsarios y batallas. </span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9CyZ_qkohuAKSOX7nMStUpWxfE2uDD4p0zw57EHHd_OjmiG6balfYW1srBs4uwlvE14ISjgCp2mCaugSfNxW5Zvs0hwbZIKtSvAoBGTFVvNKghr4APjueh65nFEE-l1t8Ef1lObTieGQYr6SyL6NHuj1RaYg94nPblWNVImf0ZT5FmVyBmixl_BpbpWyd/s625/Cartagena.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="625" data-original-width="469" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9CyZ_qkohuAKSOX7nMStUpWxfE2uDD4p0zw57EHHd_OjmiG6balfYW1srBs4uwlvE14ISjgCp2mCaugSfNxW5Zvs0hwbZIKtSvAoBGTFVvNKghr4APjueh65nFEE-l1t8Ef1lObTieGQYr6SyL6NHuj1RaYg94nPblWNVImf0ZT5FmVyBmixl_BpbpWyd/w300-h400/Cartagena.jpg" width="300" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Calles desbordantes de encanto, al que le sumé el mío</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Evidentemente, tamaño despliegue de belleza y buen gusto no estaba exento de unos precios al mismo nivel. Por ello, una vez acabada mi inspección de reconocimiento volví a la zona más humilde de la que procedía para cenar una arepa, una especie de torta hecha a base de maíz. Se trata de un clásico en Colombia, al que me iba a hacer muy aficionado. <br /></span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> En un mismo día me había encontrado con dos entornos arquitectónicos absolutamente dispares: el urbanismo improvisado y paupérrimo del entorno de Ciénaga de Santa Marta y el cuento de hadas hecho ciudad que es el Centro Histórico de Cartagena de Indias. Ambos son caras de una misma moneda: Colombia. Un lugar de contrastes con sus maravillas y sus miserias. Como cualquier lugar del mundo, pero en este caso a lo grande.</span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-64655868470142968222023-06-02T13:33:00.001+02:002023-06-04T19:43:28.524+02:00MINCA<p> <span style="font-family: georgia; font-size: large;">Con solo dos días en la ajetreada Santa Marta, me había ganado el derecho a un descanso. Nada mejor para ello que Minca, una pequeña población no muy lejana en la distancia, pero con un ambiente muy distinto, en las estribaciones de la Sierra Nevada. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Pero antes de la calma, hubo que pasar por la tempestad. La furgoneta que debía tomar partía del mercado de Santa Marta, un bullicioso conglomerado de puestos en los que se mezclaban todo tipo de productos, gente, imágenes y olores. Algunos de estos dos últimos no son a los que un habitante del aséptico occidente esté muy acostumbrado. Afortunadamente no tuve que esperar mucho tiempo en un entorno tan abrumador, ya que la furgoneta no tardó en llenarse y partir. En ella me encontré a una joven pareja de franceses no del todo bien avenida. El chico (Félix) me explicó que vivía en Lima y que llevaba un tiempo viajando por Sudamérica. A mitad de camino se unió a su periplo su amiga Astrid, con lo que su libertad de movimientos quedó limitada. Además no eran pareja, por lo que tampoco pototeaban. Me sorprendió la confianza con la que me contaba eso, sobre todo teniendo en cuenta que si me hubiera ido de la lengua con su compañera, le habría metido en un lío. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Tras poco más de media hora llegamos a Minca. Llamar a eso pueblo sería pecar de generoso. 4 ó 5 calles, una plaza y algunas casas dispersas. Eso sí, los decibelios per cápita mantenían la media colombiana. Buscando más tranquilidad dentro de la tranquilidad, había reservado un albergue situado a unos 3 kilómetros del pueblo. Así que me despedí de mis compañeros galos y seguí en la misma furgoneta que me dejó en un desvío. Tras un paseo de unos 15 minutos llegué a un idílico enclave junto a un río en el que se ubicaba mi albergue. No perdí mucho tiempo allí, así que me registré, dejé la mochila y acudí a una cascada cercana. La gran cantidad de motos que me adelantaban y los grupos de caminantes que me encontré me hicieron pensar que mi destino no iba a ser un paraje solitario. Así fue. Apenas cabía un alma más en el paraje, del que no puede apreciar su encanto natural.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJe9qZVeRmzWy6xf2yYz5---akeFryZ5VY5TVq68wm52327FMIKPamoNmcCEYatYysjc11MKgNe5k7LrqnuC7Olvfkvk7yYVG779oimTGSHaab3eCKqnYFHNsU6vpzlBTA1lfYhOigA5W-ciuvTIRC8SDdRvMvKnnu6Qkw0hvwCaaNe2HPylMcBWNhlQ/s833/1.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="625" data-original-width="833" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJe9qZVeRmzWy6xf2yYz5---akeFryZ5VY5TVq68wm52327FMIKPamoNmcCEYatYysjc11MKgNe5k7LrqnuC7Olvfkvk7yYVG779oimTGSHaab3eCKqnYFHNsU6vpzlBTA1lfYhOigA5W-ciuvTIRC8SDdRvMvKnnu6Qkw0hvwCaaNe2HPylMcBWNhlQ/w400-h300/1.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Al fondo hay sitio</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> Me habían recomendado un par de lugares en Minca para ver el atardecer. Así que, tras el fiasco de la cascada, dirigí mis pasos hacia el pueblo. A pesar de su diminuto tamaño, contaba con mucha animación, que alcanzaba su culmen en un recodo junto al río donde se agolpaban decenas, sino cientos de personas solazándose. No duré mucho en tan masificado entorno, y me interné por un camino para buscar una buena puesta de sol. Como en Minca nos conocemos todos, me acabé encontrando con la pareja francesa con la que había compartido transporte. Formando un terceto hispano galo, caminamos un buen rato entre bosques semitropicales y paisajes inigualables. Nuestros pasos nos llevaron a un albergue aún más recóndito que el mío. Con la excusa de probar el chocolate que vendían, lo visitamos y descubrimos un mirador perfecto para nuestros intereses. La vista sobre la sierra, con Santa Marta y el mar de fondo nos dejaron sin palabras. El chocolate, en cambio, de textura bastante líquida, no me pareció gran cosa. Aunque tomado en un lugar tan privilegiado y en tan buena compañía, me supo a gloria.</span></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="font-size: x-large; margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLas9lwmXX6dFoCI7hkWDyRDfuH7N8NT_fvlEUq2G62Eeg186nkPuijYn38b09TVb8zXgw4Qb3F9T2W3R9yHnmJm-PZuT6iNqn4M6khMCyOz-OdtUJv1FW9nEeEBoudBvW7Aklu2h29tZcWWQ2Up18xCjV84QZWL3PRw1bUF2SKnMQ7hfXHyPlfxHGAg/s757/3.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="568" data-original-width="757" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLas9lwmXX6dFoCI7hkWDyRDfuH7N8NT_fvlEUq2G62Eeg186nkPuijYn38b09TVb8zXgw4Qb3F9T2W3R9yHnmJm-PZuT6iNqn4M6khMCyOz-OdtUJv1FW9nEeEBoudBvW7Aklu2h29tZcWWQ2Up18xCjV84QZWL3PRw1bUF2SKnMQ7hfXHyPlfxHGAg/w400-h300/3.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Sobran las palabras</span></td></tr></tbody></table><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Si el momento del ocaso fue memorable, no le fue a la zaga el descenso por un camino oscuro bajo las estrellas, arrullados por los cantos de los innumerables pájaros e insectos que pueblan el lugar.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> En Minca les dije "bon nuit" a mis compañeros y proseguí en solitario por la carretera que subía a mi albergue. Afortunadamente a esas horas no había mucho tráfico, pero tenía que tener cuidado para apartarme cada vez que venía un vehículo.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAqYK_fus8nccdCsEkDDexC7rbr05uC-NEq2305A7CbeVbWehaHqFad1BDNrd4V-QZg_RywMMSAXr17QNBLCYYqV6L492oevd2g0TYZ955g-ir_gZWhCwKF9A6rDwr4ltcgcZa8pz5sHHdROoZXdRS2M8Q8OLeFFoQHVy9p9HRdlPpr7qiLT2Rzzw-Ug/s757/5.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="568" data-original-width="757" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAqYK_fus8nccdCsEkDDexC7rbr05uC-NEq2305A7CbeVbWehaHqFad1BDNrd4V-QZg_RywMMSAXr17QNBLCYYqV6L492oevd2g0TYZ955g-ir_gZWhCwKF9A6rDwr4ltcgcZa8pz5sHHdROoZXdRS2M8Q8OLeFFoQHVy9p9HRdlPpr7qiLT2Rzzw-Ug/w400-h300/5.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Hogar, dulce hogar</span></td></tr></tbody></table><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Pude llegar a tiempo a mi alojamiento para cenar y me retiré pronto a descansar. Ello me permitió levantarme al alba y visitar la cascada que el día anterior por la tarde no cabía un alfiler. El madrugón valió la pena, ya que me encontré el paraje sin un alma, aparte de la mía , claro. La experiencia agobiante de mi primera visita se convirtió en todo un canto a la paz y el sosiego. <table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjytev49XD1itB1_W6dXbwLriKIPDM2OrKiwQ-DBvz6VBFJonLHCVBg6V0sR0wtfeCZzINNOGOiffR6J6sKi8kQeSg4FZ4oFbiMa2hMn7cvSeAwr3WbR8Bz2WqsOHL_v5GNc0c246yGN7hEKLC7G1cAICjdmCD8a9JS3xvcMXIufPMyNBJpjLxrMb-8zw/s757/4.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="568" data-original-width="757" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjytev49XD1itB1_W6dXbwLriKIPDM2OrKiwQ-DBvz6VBFJonLHCVBg6V0sR0wtfeCZzINNOGOiffR6J6sKi8kQeSg4FZ4oFbiMa2hMn7cvSeAwr3WbR8Bz2WqsOHL_v5GNc0c246yGN7hEKLC7G1cAICjdmCD8a9JS3xvcMXIufPMyNBJpjLxrMb-8zw/w400-h300/4.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Esto es otra cosa</span></td></tr></tbody></table></span><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Aún me dio tiempo esa mañana para juntarme en el poblado con la pareja francesa. Dimos un paseo por un camino a las afueras hasta que se me hizo la hora. Me despedí definitivamente de la pareja y volví al apeadero de Minca para salir de tan privilegiado paraje. Como suele pasar en entornos informales, las furgonetas no tienen hora fija de salida, sino que parten en cuanto están llenas. Tuve suerte esta vez, porque fui el último que pudo entrar en el atestado vehículo. Tenía un enlace después y quién sabe cuándo hubiera salido el siguiente transporte.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjhGJmHsy6UQj3qxN2TK8_Oh0XMDLMycALOlf6wfVRIhT9XQkuZ30VgrEmJENvwMergaB3ui4FT-W-tGqaYlVm6Wu2SQT6kuWZNRAj8XI20MjKGIdEh5dbr_487ixjAlRsvQs1P223hDXPxqFfFT2BRAz2TalB41kjCAem9NKLeG2rnWmRTgIl4gXCmoQ/s2048/Foto%20de%20Alfonso.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1536" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjhGJmHsy6UQj3qxN2TK8_Oh0XMDLMycALOlf6wfVRIhT9XQkuZ30VgrEmJENvwMergaB3ui4FT-W-tGqaYlVm6Wu2SQT6kuWZNRAj8XI20MjKGIdEh5dbr_487ixjAlRsvQs1P223hDXPxqFfFT2BRAz2TalB41kjCAem9NKLeG2rnWmRTgIl4gXCmoQ/w300-h400/Foto%20de%20Alfonso.jpg" width="300" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Amistad franco-española</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> La furgoneta me dejó en Santa Marta. Recorrí por última vez sus calurosas calles hasta una mini estación de transporte donde tomé un autobús. Mi estancia en Minca me había cargado las pilas. En buena hora, ya que mi siguiente destino me iba a exigir emplear muchas de mis energías.</span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-70095364819898525232023-04-29T11:12:00.005+02:002023-05-28T22:47:27.153+02:00TAYRONA Y SANTA MARTA: ENTORNOS PRIVILEGIADOS Y CANTANTES DESAFINADOS<p> <span style="font-family: georgia; font-size: large;">Intuyendo que mi primer destino no me iba a dar mucho juego, había reservado una excursión al Parque Nacional Tayrona, cercano a Santa Marta. Lo más destacable de este entorno natural es que aúna los entornos de vegetación tropical de montaña con las míticas playas caribeñas. Existía la posibilidad de llegar al lugar en transporte público, pero viendo que la agencia no cobraba un precio disparatado, y no controlando todavía los transportes locales, contraté el servicio. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Aunque el precio en pesos no era muy elevado, si tuve que pagar otro peaje en forma de madrugón. Estaba citado a las 6.20 de la mañana para que me pasaran a recoger. Debido a su latitud, en Colombia las horas del amanecer y el ocaso se mantienen constantes durante todo el año, y ambos fenómenos acontecen alrededor de las 6. Así que, por lo menos y para mi consuelo, ya era de día cuando salí del albergue.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> La furgoneta callejeó un rato por Santa Marta recogiendo a los miembros de la expedición hasta que salimos de la ciudad. Varias cosas me llamaron la atención en los primeros momentos: la gran actividad que presentaban las calles a pesar de lo temprano de la hora, que ya hubiera gente bañándose en la playa y la sensación de inseguridad que tenía al ver el comportamiento caótico y frenético del tráfico. Las motos se nos colaban por todos los lados y los peatones cruzaban la calzada apurando al máximo, ante la imperturbabilidad de nuestro chófer. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Tras algo más de media hora de trayecto llegamos a una de las entradas del parque (cuenta con tres) donde tuvimos que esperar un rato para que se nos permitiera el acceso. Se me había olvidado en el albergue mi gorra, así que, haciendo de la necesidad virtud, adquirí un sombrero panamá bastante más elegante y adaptado al medio. </span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlCuNlfjJj7jfWdzFlAw0T93StY7U0gSUMo9YDqkeoVbNZNbid4DI4tAhrKTOTbALs-yPbnArWUkJewL8QbTuPnvctIlAu5Pa5utovSuoO-3YcD4eAG0dKR4QXOdVCWVH7p61915sKPK2MTcsXKmn86h1VLp9UzbXGqcYIY99Jr8Nb_BsvNqpa49HKlA/s2608/20230311_101033.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1956" data-original-width="2608" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlCuNlfjJj7jfWdzFlAw0T93StY7U0gSUMo9YDqkeoVbNZNbid4DI4tAhrKTOTbALs-yPbnArWUkJewL8QbTuPnvctIlAu5Pa5utovSuoO-3YcD4eAG0dKR4QXOdVCWVH7p61915sKPK2MTcsXKmn86h1VLp9UzbXGqcYIY99Jr8Nb_BsvNqpa49HKlA/w400-h300/20230311_101033.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Elegancia tropical</span><br /></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Una vez que accedimos al parque, contábamos con un par de guías que nos indicaban el camino a seguir. En realidad no hacían mucha falta, ya que apenas había bifurcaciones y la ruta estaba señalizada. Enseguida nos vimos rodeados de una tupida vegetación tropical. La sensación de estar perdidos en una selva remota se desvanecía cuando aparecían comerciantes de casi cualquier cosa apostados junto al camino. En Colombia no hay lugar, por recóndito que sea, en el que uno se pueda librar de vendedores incansables.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4fBxSKQUUr-ZtjfJ1LG-7IEe-eb2r4S1olmEVz7nL102TFCigWGol8ySlvOUDo3GA1ZWfWitEK_iRvTN8I7AouRfABA2NlmeRiIB3BDHREkX8aNrdsMLOZWXlsLfmpipFAMsf7krYky3GQSMsJPd63SW8EUqVVxg8CahFshQmQudtlFJhCmPZQLyE_A/s4128/20230311_153350.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4fBxSKQUUr-ZtjfJ1LG-7IEe-eb2r4S1olmEVz7nL102TFCigWGol8ySlvOUDo3GA1ZWfWitEK_iRvTN8I7AouRfABA2NlmeRiIB3BDHREkX8aNrdsMLOZWXlsLfmpipFAMsf7krYky3GQSMsJPd63SW8EUqVVxg8CahFshQmQudtlFJhCmPZQLyE_A/w400-h300/20230311_153350.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">La selva encierra grandes peligros</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> El paseo fue amenizado por una pareja venezolana con la que hice buenas migas. Evidentemente, aproveché la ocasión para interpelarles con todo tipo de cuestiones acerca de la situación en su país. No era tan apocalíptica como me imaginaba, aunque un dato me hizo reflexionar. Vivían cerca de la frontera con Colombia, y en su ciudad utilizaban el peso colombiano como moneda corriente. Que una divisa tan devaluada como la colombiana sirviera de valor refugio en parte de Venezuela, habla a las claras de la complicada situación económica en el país bolivariano.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> De vez en cuando nos encontrábamos con playas muy sugerentes, pero no aptas para el baño, debido a las fuertes corrientes. No fue así con la última, que coincidía con el final de nuestro camino. Se trataba de la clásica playa caribeña con cocoteros que se supone creada para mandar fotos y dar envidia. No la tengan ustedes, queridos lectores. El agua estaba fría y en cuanto algún bañista se alejaba un poco de la orilla nadando, un socorrista le apercibía airadamente a golpes de ruidoso silbato. Eso sí, el entorno era privilegiado, como pueden comprobar en la instantánea que acompaña al relato. </span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_cEBcM5URNNyWh22glxJWPdfkfmiHiApaocW_-AeKLnlmPS7BrfJWWwFLmX2oDROc_CSCAxCICTGqE4PAODrU2nA03MmnkjF_Ufapi6Pz7nqE6SDqziB0eoukwCS2zZLDj89oYGJVb5FvfnvjYq6TxADGipZZWlN4MPXCefnXI-kyv4e5pO6lTTLKmw/s4128/20230311_112419.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_cEBcM5URNNyWh22glxJWPdfkfmiHiApaocW_-AeKLnlmPS7BrfJWWwFLmX2oDROc_CSCAxCICTGqE4PAODrU2nA03MmnkjF_Ufapi6Pz7nqE6SDqziB0eoukwCS2zZLDj89oYGJVb5FvfnvjYq6TxADGipZZWlN4MPXCefnXI-kyv4e5pO6lTTLKmw/w400-h300/20230311_112419.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">La caminata mereció la pena</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> La vuelta la hicimos por el mismo camino, por lo que la poca sensación de aventura que tuvimos en la ida, se esfumó por completo. Ya de vuelta a Santa Marta, me ocupé de un asunto no menor. Se trataba de conseguir una tarjeta SIM que evitara los altos costes que incurría el uso de mi teléfono móvil en itinerancia. La tarjeta en sí no fue difícil de encontrar. Me costó más encontrar un lugar donde conseguir una tarifa de datos. Pero la búsqueda mereció la pena, ya que por un coste muy pequeño obtuve llamadas y datos de sobra para moverme durante 15 días por el país.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Un día tan movido requería unos momentos de relax. Esa era mi intención cuando me junté de nuevo con la pareja venezolana para tomar algo en una terraza. A pesar de que el lugar tenía cierta enjundia, los precios eran razonables, por lo que además de pedirme un trago, seguí con mis probatinas culinarias. No pude degustar el plato con la tranquilidad que precisaba, ya que pronto fuimos objeto de artistas callejeros en busca de propina. El primero se instaló casi delante de nosotros y con toda solemnidad, empezó a cantar arias de ópera. Cuando se cansó, presto ocuparon su plaza unos jóvenes rapeadores que nos rodearon y compusieron un rap en nuestro honor. Para ello se sirvieron de su intuición y de la información que nos sonsacaron. Viendo la jugada de lejos, yo me hice el sueco y seguí comiendo sin prestarles atención. Ser importunados por una serenata mientras cenamos por algo tan poco armónico como el rap no merece ser recompensado, más al contrario, censurado. No pensaron así mis compañeros, quienes aflojaron algunos pesos, quiero pensar que más por cortesía que por valorar el lado artístico. Aún tendría que soportar otra ruidosa sesión de rumba colombiana desde la cama de mi albergue antes de poder descansar en condiciones. Como se puede comprobar, Santa Marta no es el lugar más indicado para un retiro de silencio e introspección.<br /></span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> La mañana siguiente decidí hacer el clásico "free tour" esperando que me desvelara encantos de Santa Marta que se me hubieran pasado inadvertidos. La caminata de más de dos horas bajo el fuerte sol tropical vino a darme la razón en mi apreciación sobre la ciudad. Se nos contó que, a pesar de haber sido la primera ciudad que los españoles fundaron en la actual Colombia, no contaba con un patrimonio artístico y monumental destacado. La razón para ello se encuentra en la gran cantidad de ataques piratas que sufrió. Esa infeliz circunstancia hizo que no se invirtiera mucho en la ciudad, prefiriéndolo hacer en lugares del interior u otros más protegidos como Cartagena de Indias. También se nos explicó que Santa Marta fue el lugar donde falleció Simón Bolívar, el prócer más destacado de la América Hispana. <br /></span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Un día tan caluroso invitaba a darse un bañito en la playa. Pero teniendo en cuenta que la más cercana al centro no es muy lucida y que se encuentra junto al puerto, decidí que mi último recuerdo playero fuera el del día anterior en Tayrona. Era hora de abandonar Santa Marta. Una ciudad con mucha historia, la cual, desgraciadamente, apenas se refleja en sus calles. No era el caso de otros destinos que esperaban mi visita y de los que daré cuenta en posteriores entradas.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjubb1PcNqAwbJsvu6ou4bZpns86S6Fmj5HsP1I-_LRI8H25_OdvAG2B6p50diAMb1NAtlp3F7-yHkX_eV-aBZljaNZ9OfKmQ93SOl-EOU6oDUin3j7AZEdZ7IqKPjDj1lPFp0uIze1-9QFnI1P6EAoeW3kgUHTkFWF8a7bsZj5dZ65F2fxxSAHj8K38A/s4128/20230312_093942.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjubb1PcNqAwbJsvu6ou4bZpns86S6Fmj5HsP1I-_LRI8H25_OdvAG2B6p50diAMb1NAtlp3F7-yHkX_eV-aBZljaNZ9OfKmQ93SOl-EOU6oDUin3j7AZEdZ7IqKPjDj1lPFp0uIze1-9QFnI1P6EAoeW3kgUHTkFWF8a7bsZj5dZ65F2fxxSAHj8K38A/w400-h300/20230312_093942.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">He visto playas más apetecibles</span></td></tr></tbody></table><p></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-73817174715189983072023-04-21T15:49:00.003+02:002024-03-08T14:39:03.012+01:00ATERRIZAJE EN COLOMBIA: PRIMEROS CONTACTOS CON LA FAUNA LOCAL<span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Después de las más de 10 horas que había durado el vuelo de Madrid a Bogotá, la
hora y media del que me dejó en Santa Marta, se me pasó volando (juas,juas). </span><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Ya era de
noche cuando arribé a la ciudad costera. En esas circunstancias, y teniendo en
cuenta que el taxi al centro no era muy caro (unos 6 o 7 euros), la opción
lógica hubiera sido hacer uso de uno de ellos. Pero mis viajes no suelen estar
determinados por la lógica. Fueron el niunclavelismo y mi afán de aventura los
que me llevaron a tomar el autobús, que me sirvió para tener mi primera toma de
contacto con la población local, que era la que dominaba en el vehículo. Tenía
que estar atento para bajarme, ya que la ruta del autobús no acababa en el
centro sino que seguía hasta las afueras. La esperada amabilidad colombiana se
puso de manifiesto cuando mi compañera de asiento me indicó el lugar exacto para
descender, junto con una sugerencia que no me tranquilizó mucho. Me dijo por qué
calle debería meterme para evitar problemas. A fe que le hice caso para recorrer con cautela mis primeros pasos por la ciudad, atravesando una zona repleta de bares y
restaurantes. Las calles del centro contaban con la animación propia de un viernes por la noche, incrementada por el ambiente tropical.</span><span style="font-family: georgia; font-size: x-large;"> </span><span style="font-family: georgia; font-size: large;">Sin ningún
incidente reseñable conseguí llegar a mi albergue. La estructura de calles en
cuadrícula no es la más bonita, pero es bastante práctica para orientarse. </span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> El
establecimiento escogido no estaba exento de encanto, dentro de su humildad.
Se hallaba situado en un edificio de aire colonial y presentaba un buen aspecto.
Además, mi cuarto estaba bastante despoblado, por lo que presentía una noche
tranquila. </span><span style="font-family: georgia; font-size: x-large;"> </span></div><div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> El cansancio del viaje al que se sumaba la diferencia horaria, se
empezaba a acusar. Pero estaba inquieto por empezar a degustar los encantos
culinarios del lugar, así que hice una inspección que concluyó en un humilde
restaurante. Estando a unos pasos de la playa, no pude evitar decantarme por el
pescado. Así que me pedí un plato de mojarra (pez local muy sabroso) acompañado
de arroz, ensalada y patacones (plátano frito). Delicioso y a precio muy
competitivo. <table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjCK14gHYAu4vrWWOqnOWM9w0gEuFGb4LX8FI-nOLJsd8FNr7Oaqct157Ql7I8fRzrCKpYOe5j0XYEnXIssf4ZJmBvryUxbh1k0w5siYlMZ2a4bRUJ1aAltOCvyc5iESI7DthcDLQiwO7u7IcWLV4nBdbbIFj_VIm1byM8VU-uABUklyTFYB5pvrO_VQw/s4128/20230310_222239.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjCK14gHYAu4vrWWOqnOWM9w0gEuFGb4LX8FI-nOLJsd8FNr7Oaqct157Ql7I8fRzrCKpYOe5j0XYEnXIssf4ZJmBvryUxbh1k0w5siYlMZ2a4bRUJ1aAltOCvyc5iESI7DthcDLQiwO7u7IcWLV4nBdbbIFj_VIm1byM8VU-uABUklyTFYB5pvrO_VQw/w400-h300/20230310_222239.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Aún dicen que el pescado es caro...</td></tr></tbody></table><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> El buen sabor que me había dejado el pescado, se tornó en amargo
cuando descubrí a otro animal, en este caso vivo y del género blatodeo
correteando por el lavabo del albergue. Creo que la repulsión fue mutua, ya que
la cucaracha enseguida encontró un agujero por donde meterse y librarse de mi
incómoda presencia. No fue este el preludio deseado para un descanso reparador,
pero pronto me encontraría con otro impedimento mayor para desplomarme en brazos de
Morfeo. Los altavoces de un bar cercano al albergue derrochaban vatios como si
no hubiera un mañana, lo que hizo imposible mi descanso hasta que se calmaron. Al día siguiente me esperaba un destino menos ruidoso y más bucólico que la bulliciosa Santa Marta.</span></div></div>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-54059698891512471272023-04-14T10:36:00.000+02:002023-04-14T10:39:28.139+02:00RUMBO A COLOMBIA<p> <span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Como parece haber quedado claro viendo la temática de la mayoría de las entradas de mi blog, no hace falta pincharme mucho para tomar mi petate y moverme "mundo alante". En este caso, un retiro yóguico de tres días que tenía lugar en una reserva natural colombiana, fue el resorte que me impulsó para organizar un viaje al entrañable país sudamericano. Evidentemente, ya que cruzaba el charco, reservé más días para conocer Colombia, hasta hacer un total de 16.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Una vez encontrado un vuelo asequible de ida y vuelta a Bogotá, faltaba construir el esqueleto del viaje, lo cual no me resultó nada sencillo. Es difícil elegir entre la gran cantidad de lugares interesantes y con encanto con los que cuenta una tierra tan bendecida por la madre naturaleza. Teniendo en cuenta que podía visitar Bogotá a la vuelta, decidí astuciosamente reservar un vuelo que me condujera al norte del país sin salir del aeropuerto de la capital, para posteriormente ir bajando al sur. Este planteamiento acotaba la ruta a seguir, pero aún seguía habiendo muchas variables a considerar. Dada mi tendencia a darle más vueltas a la cabeza de las necesarias, decidí que sería buena idea informarme bien para ir decantando mi ruta. Para ello me hice con una exhaustiva guía de viajes, que fue mi libro de cabecera durante varios días y consulté con todos mis amigos que tuvieran relación con el país. Esto resultó de gran ayuda. No lo fue tanto comentar mi futuro viaje con otras personas que, con menos conocimientos y más prejuicios, me metieron el miedo en el cuerpo avisándome de los incalculables peligros que me esperaban en el país andino en relación con mi seguridad personal. Afortunadamente, las personas que sí habían estado en Colombia me tranquilizaron, explicándome que, tomando las lógicas precauciones, mi visita iba a ser razonablemente segura y que esos miedos eran infundados. Y sobre todo, el mejor consejo que me dieron fue el de no llevar todo el viaje organizado, (lo cual me estaba dando muchos quebraderos de cabeza), sino ir resolviendo sobre la marcha el tema de desplazamientos y alojamiento. Así que me limité a reservar mis primeros movimientos y dejar que el propio viaje me fuera conduciendo.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Tras haber padecido en anteriores vuelos el minimalismo aplicado a los bultos permitidos en la cabina del avión, me las prometía muy felices cuando vi que podía llevar una maleta en el vuelo transoceánico. Pero cuando empecé a ver la necesidad de tomar vuelos internos y viendo que las compañías colombianas habían tomado buena nota de las europeas, me di cuenta de que tendría que apañarme con una humilde mochila, o pagar un sobrecoste bastante oneroso. Ni que decir tiene que escogí la primera opción, aunque lo hice demasiado tarde. Mi matrioska hecha mochila estaba en Huesca, y mi vuelo salía en 3 días. Así que no me quedó otra opción que comprarme otra similar, que aun así me salía más económico que pagar las penalizaciones. Además, sin pretenderlo, las codiciosas aerolíneas me hicieron un favor. Llevar una mochila a la espalda es infinítamente más cómodo que arrastrar una maleta, por pequeña que sea. Y desde el punto de vista filosófico-espiritual, que era el que me había motivado a realizar el viaje, me sirvió para sentirme más libre y desapegado de objetos materiales, que muchas veces portamos sin necesidad.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Todavía debía sortear otro escollo antes de tomar el vuelo. Aunque parezca estar casi olvidado, aún no nos hemos librado del Covid y sus servidumbres. En este caso, para entrar en Colombia exigen una pauta de vacunación completa o una prueba, ya sea de antígenos o PCR negativa. No teniendo la primera, tuve que pasar por una clínica para conseguir el certificado de marras. No le veo ninguna lógica. Como si el virus no estuviera ya campando a sus anchas por todo el mundo. Y aparte de eso, ya ha quedado demostrado que estar vacunado no libra de contraer la enfermedad ni contagiar. Pues eso, otro trámite más para añadir a la burocracia que implica viajar. Y menos mal que di negativo, si no...</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Acostumbrado a realizar largos viajes en el pasado para acceder a aeropuertos con mayor enjundia que el oscense, el trayecto en cercanías desde Atocha a Barajas me pareció un paseo. Vivir en Madrid tiene sus inconvenientes, pero también sus ventajas.</span><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhVRRgWqT3qyJdrRrY_QaPuL6ha0ciAGVH8FfC4Uz5LI-aKyfXs-HyNxUGbsrOcU9JvNMQL9NiNV5JfjZMzmtP4DBh9kTUy8AlyST2QbGgwkK3lr9Yw1wx2vkorQ10qfqZBJoZ9EuDhyyuWh-SUM8cloroAGBMrpumy3I4KeaOu-l3Bk6Rela676FBT5Q/s2048/IMG-20230310-WA0003.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1536" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhVRRgWqT3qyJdrRrY_QaPuL6ha0ciAGVH8FfC4Uz5LI-aKyfXs-HyNxUGbsrOcU9JvNMQL9NiNV5JfjZMzmtP4DBh9kTUy8AlyST2QbGgwkK3lr9Yw1wx2vkorQ10qfqZBJoZ9EuDhyyuWh-SUM8cloroAGBMrpumy3I4KeaOu-l3Bk6Rela676FBT5Q/w300-h400/IMG-20230310-WA0003.jpg" width="300" /></span></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;">Como en familia</span></td></tr></tbody></table><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><br /></span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Más pesadas se me hicieron las más de 10 horas de vuelo, pero gracias a la magia de viajar al oeste, apenas pasaba el mediodía cuando puse pie en el aeropuerto El Dorado de Bogotá. Allí me esperaba un cálido recibimiento. No, todavía no se había corrido la voz de mi llegada entre la población local. Casualmente, un primo mío había estado de viaje de negocios por Colombia y volvía a España ese mismo día. Nuestros caminos se cruzaron en el aeropuerto. Aparte del impulso moral que me dio ese encuentro, me sirvió para recopilar los últimos capítulos de mi particular libro para sobrevivir en un viaje a Colombia. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Sin salir de la terminal, tomé un vuelo a Santa Marta, localidad del Caribe Colombiano donde iban a empezar mis aventuras (las más) y desventuras (las menos).</span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-50953709267389698962022-12-22T12:39:00.002+01:002023-05-09T14:39:02.116+02:00EPÍLOGO BÚLGARO <span style="font-family: georgia; font-size: large;">A unos 10 kilómetros al sur de Sofía, se encuentra el imponente monte Vitosha, un macizo montañoso que domina el horizonte y en el que se pueden hacer numerosas actividades recreativas, incluida el esquí. En las faldas de esos montes se encuentra Boyana, una iglesia medieval del siglo X que contiene unos frescos muy destacables, lo que le ha valido para ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La tarde anterior, la espigada inglesa que conocí en el tour comunista, me comentó que había ido andando a visitarla. Mi orgullo pateador se puso en guardia, pensando que no podía ser menos que la británica. Así que decidí emplear la mañana en peregrinar al sacro edificio. Hice un poco de trampa tomando el metro hasta la estación más cercana a Vitosha. Aun así aún quedaba bastante camino por recorrer. "Ayudado" por mi calculador de rutas del móvil, me interné por urbanizaciones, caminos rurales y hasta solares. En esos momentos me sentí como cuando Emilio Aragón tenía que seguir una línea blanca en una de sus más recordadas escenas del programa "Ni en vivo ni en directo". </span><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Sin grandes incidentes, conseguí arribar al entorno de la iglesia, que contaba con una muralla de protección. La puerta que daba acceso al recinto estaba cerrada, pero vi gente merodeando por la zona, por lo que deduje que debería estar a punto de abrir. Me di un paseo por los alrededores y a la vuelta me encontré con un autobús de turistas prestos a empaparse de arte ortodoxo. Ahora sí que se confirmaba que habría visita. De hecho, enseguida se abrió la reja y se nos permitió el acceso. La visita a la iglesia se hacía en grupos pequeños, ya que el edificio era bastante pequeño. De hecho, me resultó un poco decepcionante el interior. Los frescos lucían mucho más en las fotos y en ellas la iglesia daba la impresión de ser más grande de lo que me encontré en la realidad. Quiso la casualidad (en este viaje hubo bastantes) que entre mi pequeño grupo hubiera dos integrantes del tour comunista de la noche anterior. Una de ellas era experta en historia del arte, lo que confirma que entre las personas que acudieron al evento, la más tonta hace relojes. Gracias a ella y sus explicaciones, conseguí entender la importancia y el valor que tenían los frescos de la iglesia, por lo que di por bien empleada la visita. A estas explicaciones artísticas se sumó atento un simpático indio que me dejó de piedra cuando me dijo que se llamaba Don Bosco. Para aquellos lectores a los que este nombre no les diga nada, les explicaré que se trata del fundador de la congregación salesiana, que fue la que en su día me instruyó e hizo posible que hoy en día escriba estas líneas.<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzPf8dJ--Kge01SP39AkhqQ1adThOf5IqSiUYzI9sDTBitYa_dhXgeOTour5qNc-fEXTVL168Ek65p-ZKMq9TAsytT_kwgOQZy0jUt5Rbc_8w5cKB1YYwXnv-4i_iIBmG3-OSkainFqed5oFLs6H8OtnbInXJP8sJMwJMcO16Ec7oFz7sdJLCbkyPhog/s876/Don%20Bosco.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="657" data-original-width="876" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzPf8dJ--Kge01SP39AkhqQ1adThOf5IqSiUYzI9sDTBitYa_dhXgeOTour5qNc-fEXTVL168Ek65p-ZKMq9TAsytT_kwgOQZy0jUt5Rbc_8w5cKB1YYwXnv-4i_iIBmG3-OSkainFqed5oFLs6H8OtnbInXJP8sJMwJMcO16Ec7oFz7sdJLCbkyPhog/w400-h300/Don%20Bosco.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">¡Viva Don Bosco!</span></td></tr></tbody></table></span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Las dos chicas me propusieron acompañarlas para realizar una excursión por el monte Vitosha, pero lamentablemente no me daba tiempo y volví al centro. Esta vez me dejé de tutelajes electrónicos y tomé una avenida principal que, aunque no fuera el camino más corto, sí fue el más sencillo de seguir. </span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Ese día me llegó un mensaje de mi aerolínea de escaso coste avisándome que por no sé que historias del Covid, me debía presentar en el aeropuerto 3 horas antes del vuelo. Así que, tras mi último ágape búlgaro en un humilde puesto de kebabs, recogí mi mochila del albergue y acudí en metro al aeropuerto. Por supuesto eso de las 3 horas era una milonga, pero tampoco tenía mucho que hacer por Sofía, así que no lamenté demasiado la espera en el aeropuerto.<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEidWUSsFdmwQkBVuhtuD3bDJ9ZnQMdIOobwHrifwAM2SYuZ8dlJLOgR9_9RT4AnflvIa024xs76r3A1R8bn5W141Jt7C3LA_tHK8FUmVvZBen6s_kkVrT_hwyjL3Ack5gtomPkigwqZc8JUx4gDECUMu9zGSDPNWTFGkRUAoD_T516GjzLVt_w4DmXCOw/s4000/Sofi.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="2673" data-original-width="4000" height="268" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEidWUSsFdmwQkBVuhtuD3bDJ9ZnQMdIOobwHrifwAM2SYuZ8dlJLOgR9_9RT4AnflvIa024xs76r3A1R8bn5W141Jt7C3LA_tHK8FUmVvZBen6s_kkVrT_hwyjL3Ack5gtomPkigwqZc8JUx4gDECUMu9zGSDPNWTFGkRUAoD_T516GjzLVt_w4DmXCOw/w400-h268/Sofi.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Últimas impresiones de Sofía</span></td></tr></tbody></table></span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Ya en Barcelona, no quise salir tan bruscamente del modo turista, así que, en lugar de bajarme en la parada más cercana a la estación del autobús que me iba a llevar a Huesca, lo hice en otra más lejana. Esto, además de hacer la espera más entretenida, hizo que prolongara mi registro de pasos hasta alcanzar mi cifra récord de 47.438 y 37,45 kilómetros recorridos. Con estos números, no es de extrañar que el hambre hiciera acto de presencia. Pero con mi proverbial sangre fría, que no le va a la zaga a mi niunclavelismo, esperé a encontrar un lugar con precios búlgaros. Tras un viaje hay que aclimatarse paulatinamente al destino. Mis pesquisas dieron con una irresistible oferta de una patatas bravas y una lata de cerveza por 5 levas, quiero decir, 2,5 euros. ¡Así sí!</span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Con el estómago lleno y el bolsillo no vaciado del todo, monté en el autobús a Huesca y di por finiquitado mi periplo búlgaro. Una experiencia con altibajos, muy propia de mi estilo de viaje, en el que el talento natural y la improvisación hacen que la vivencia sea irregular, pero nunca aburrida y previsible. </span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Aparte de su pasado comunista, pocas ideas preconcebidas tenía sobre Bulgaria. Su dilatada historia y la cantidad de culturas que han convivido en su suelo, hacen que sea un país difícil de etiquetar. A medio camino entre la antigua Yugoslavia, Grecia, Rumanía y Turquía, mantiene elementos de todos ellos sin que me diera la impresión de tener rasgos auténticamente genuinos que lo caracterizaran.</span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Con excepciones, la gente en general me pareció muy seria (y eso que yo no soy precisamente el rey de la juerga), y en algún caso extremo, hasta desagradable. Hasta mi visita, mi principal referencia sobre las mujeres búlgaras eran sus formidables atletas que deslumbraron por su capacidad atlética en los años 80. No lo hacían en ese caso por su atractivo físico. Este viaje me permitió cambiar esa visión tan parcial. No vi a grandes atletas, pero sí a muy hermosas mujeres. Aunque apenas tuve ocasión de interaccionar con ellas. </span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> A pesar de que aún quedan vestigios de la época comunista en forma de edificios o avenidas monumentales, no me dio la impresión de que ese periodo marque la esencia del país. Hoy en día, Bulgaria es un país totalmente occidental, con la atmósfera que se respira en cualquier estado capitalista. Parece que el comunismo solo ha sido una etapa más dentro de las tantas que ha vivido este territorio balcánico.</span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Como conclusión, solo queda decir que la visita a Bulgaria es más que recomendable, aunque teniendo en cuenta algunas premisas. Entre ellas la dificultad de comunicación en algunos momentos, el enfrentarse al abecedario cirílico o la no siempre cálida atención al turista. Pero si tenemos en cuenta la variedad de paisajes, los complejos avatares históricos que se reflejan en sus monumentos y ciudades, unos precios muy ajustados y la ausencia de masificación, nos encontramos con un lugar que no decepcionará al viajero inquieto. </span></div>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-7533920678742582922022-12-08T22:10:00.002+01:002022-12-28T15:37:43.601+01:00VUELTA A SOFÍA<p> <span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;">Cuando fui a reservar mi billete de autobús para ir de Veliko Tarnovo a Sofía, me llamó la atención que una expedición partiera a las 9.30 y la otra a las 9.31. Por aquello de apurar un minuto más de sueño, reservé la segunda. En mi paseo hacia la estación tenía una cierta preocupación pensando que quizá iba a ser un poco complicado distinguir cuál de los dos autobuses era el mío. Por suerte, un cartel escrito a mano en el parabrisas del vehículo mostraba claramente la hora de salida. Curiosamente, mi autobús partió antes que el de las 9.30, por lo que puede decirse que mi elección fue de lo más afortunada. Más dudas vinieron a mi mente sobre la idea de abandonar la ciudad ese día. Ese era mi plan previsto inicialmente. Pero debido a que mi vuelo de vuelta a España salía por la tarde, podría haber apurado una noche más en Veliko Tarnovo, en lugar de pasarla en Sofía. Esa idea me planeaba el día anterior, debido a lo a gusto que había estado en el albergue. Mi reserva en Sofía no se podía anular, pero solo había pagado 7 euros por el alojamiento, pérdida más que asumible hasta para mis estándares. Pero estaba vivamente interesado en asistir a un tour comunista en la capital, y todavía guardaba un gran recuerdo de mi paso por el albergue de Sofía. </span></span></p><p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> Apenas arrancó el autobús y empezó a abandonar la ciudad, me empezó a invadir la sensación de que había cometido un pequeño pero craso error. Cada kilómetro en dirección a Sofía me hacía ver con mejores ojos el lugar que abandonaba, y con peores, mi lugar de destino. </span></span></p><p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> Al volver a poner pie en Sofía, con casi todo el día por delante, otra vez solo, en una ciudad que ya me había ofrecido lo que me tenía que ofrecer, me di cuenta de que no estaba en el lugar correcto. Como si el destino se empeñara en recordármelo, en lugar de encontrarme con un cálido recibimiento en el albergue por parte de mi ya conocido recepcionista, asisití a una agria discusión que estaba teniendo con un cliente díscolo. En ese momento, asumiendo que no había tomado la mejor de las decisiones, se me planteaban dos opciones: irme a mi cuarto, tumbarme en la cama, dejar que pasaran las horas y rumiar mi frustación, o intentar sacar algo en claro de lo que la situación podía ofrecerme. Sacando fuerzas de la flaqueza que me invadía, elegí la segunda opción. Fui al salón a ver si había alguien con quien hablar y me encontré a un simpático egipcio que estaba haciendo tiempo hasta que saliera su vuelo. Me llamó la atención que perteneciera a la minoría cristiana del país, los llamados coptos. Y como nota curiosa y jocosa, me comentó que un hermano suyo había aparecido en el programa de Cuatro "Gipsy Kings" como guía en un capítulo de la serie rodado en Egipto.</span></span></p><p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> Mi posterior paseo por las calles de Sofía estuvo presidido por la nostalgia. No era lo mismo recorrerlas ahora que con la ilusión de la novedad y acompañado de gente que ahora ya no estaba. Por suerte, en cuando quise darme cuenta, se acercaba la hora del tour comunista que estaba bastante concurrido. Como suele ser habitual en estos eventos, el guía era muy competente, aunando simpatía y capacidad didáctica. Además nos contaba historias de su familia en la que habían convivido facciones pro-comunistas y anticomunistas. </span></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjY_O1isfcPm6bvXCwFP_x3iKo8S-V9DgiRkRMFulVIK_izax3B1U6RrU8a3jVxkbtprdyoZjXxwGhOkczopoaUY8kcEo8L8vBSSaJK0w_yDrTE2BFfG5r4CAS6f1h19jdHxUDrQsafeUMB473SltEDAODslex4pFh2adOZ8mMN8BYP1kDKPOuqmF33Ew/s4128/20220723_195046.heif" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjY_O1isfcPm6bvXCwFP_x3iKo8S-V9DgiRkRMFulVIK_izax3B1U6RrU8a3jVxkbtprdyoZjXxwGhOkczopoaUY8kcEo8L8vBSSaJK0w_yDrTE2BFfG5r4CAS6f1h19jdHxUDrQsafeUMB473SltEDAODslex4pFh2adOZ8mMN8BYP1kDKPOuqmF33Ew/w300-h400/20220723_195046.heif" title="Fervor comunista" width="300" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Fervor comunista</span><br /></td></tr></tbody></table><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> Tanto o más interés, si cabe, despertó en mí una de las participantes del tour. Se trataba de una inglesa de 1,80, bien parecida, agradable y doctora en historia, habiendo hecho su tesis sobre la época comunista en Rumanía. Si existe la mujer perfecta, no debe andar muy lejos de ella. Con la atención dividida por momentos, disfruté del tour. Mis cavilaciones pesimistas parecían lejanas. Una vez finalizada la ruta, intenté prorrogar el tour comunista cambiando de guía, pero la inglesa tenía otros planes. La perspectiva de pasar mi última noche de mi viaje, que para más inri era sábado, en solitario, hizo que mi ánimo volviera a desplomarse. En ese estado, no es de extrañar que no participase, sino que me limité a observar, en una competición de pulsos que se había montado en plena calle.<br /></span></span><p></p><p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"></span></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfj11n_tQ2S34sljFLvtvkK_V1vF14qE4LEGPbUpArTjxQpZbe-VbBwZiKwtpx1pcd3EnE5WmkYOiOKustO7Q5mDE6R1wPrXjT2b1qpg_jbYM7Clq1PDNfg6Exrkt3IiR7YixQuW4wPfvH1eBFK20aA6Fh9ZzumVOEBmBtfoSqEobuDGIYkzuZgjwzhg/s4128/20220723_195811.heif" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfj11n_tQ2S34sljFLvtvkK_V1vF14qE4LEGPbUpArTjxQpZbe-VbBwZiKwtpx1pcd3EnE5WmkYOiOKustO7Q5mDE6R1wPrXjT2b1qpg_jbYM7Clq1PDNfg6Exrkt3IiR7YixQuW4wPfvH1eBFK20aA6Fh9ZzumVOEBmBtfoSqEobuDGIYkzuZgjwzhg/w300-h400/20220723_195811.heif" width="300" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Tomándole el pulso a la ciudad</span><br /></td></tr></tbody></table><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> Por el albergue las cosas no iban mucho mejor. En un claro ejemplo de "overbooking", empezaron a llegar huéspedes con reserva pero sin cama disponible. El pobre propietario hacía lo que podía, improvisando soluciones, como poner tiendas de campaña en la terraza. Esa idea no pareció del agrado de un terceto de españoles que, viendo el panorama, decidieron probar más suerte en otro lugar, a pesar de que no les iban a cobrar la estancia en tan singular habitáculo. No se mostró tan reticente otro compatriota, en este caso vasco, que se conformaba con pasar la noche en una hamaca. Me estaba empezando a agobiar un ecosistema tan superpoblado, por lo que fui a dar un voltio nocturno. Mis intentos de reclutamiento en el albergue habían sido infructuosos. Volvía a estar solo en la gran ciudad. En mi estado anímico preveía que me iba a costar conciliar el sueño, por lo que intenté dar una pateada considerable para, por lo menos, cansar el cuerpo. </span></span><p></p><p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> Se veía bastante ambientillo por las calles de Sofía. Hasta que llegué a una plaza donde había muchos grupos reunidos. El contraste con mi soledad era demasiado hiriente, por lo que decidí regresar al albergue. Como si el destino quisiera redimirse ante el castigo que me estaba imponiendo, y contra todo pronóstico, me topé con el grupo de tinajeros belgas con los que había coincidido en el albergue de Veliko Tarnovo. Estaban jugando en el suelo a un juego parecido al duro y me invitaron a sumarme al mismo. No soy yo mucho de esas timbas, pero en ese momento agradecí sobremanera estar con gente mínimamente conocida en un ambiente lúdico. Después de un rato, se dio por finalizado el festejo, y los simpáticos adolescentes se fueron a otro lugar para seguir la fiesta, mientras que yo di por finalizada la noche y me volví a mi atestado albergue. No había sido un día fácil para mí. Pero por lo menos mi actitud sirvió para que la jornada no hubiera ido mal del todo. Al día siguiente concluía mi periplo búlgaro. En la línea que había seguido durante ese día, intentaría aprovechar al máximo cada minuto.</span></span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-63183950874483698492022-12-06T01:26:00.000+01:002023-04-14T10:39:58.646+02:00VELIKO TARNOVO (y II)<p> <span style="font-family: georgia; font-size: large;">Con la conciencia tranquila tras mi buena acción de la noche anterior, amanecí en mi segundo día en Veliko Tarnovo con la idea de seguir una de mis tradiciones viajeras: el tour gratuito. De nuevo volví a coincidir con mi amigo cordobés, al que se sumó una pareja centroeuropea. Sería muy ambicioso por mi parte glosar la gran cantidad de historias y explicaciones que el muy bien preparado y simpático guía nos expuso. Aparte de que, habiendo pasado ya un tiempo desde su disertación, no me acuerdo de gran cosa. Por lo menos me quedó grabada la idea de la importancia histórica de la ciudad, siendo en su época capital del Imperio Búlgaro. Y como en el resto del país, dejaron su impronta pueblos como el romano, tracio o el otomano. Se nos explicó también que de la mayor atracción de Veliko Tarnovo, una imponente fortaleza situada a las afueras, apenas quedaban restos originales, estando casi totalmente restaurada. Además nos explicó que la iglesia situada en la cima del complejo fortificado, estaba decorada con imágenes de un curioso estilo comunista. <table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEieCwkk4f6oZuU7wo_DoSKiWEg1Dmu_2RuWvLWruoJFFC0o_8Zpmb92WhPx1GXPLREV3Syoq2ihMZxnEwmaWyTJAY2YqdOFC6rbe6YlT7yb4-AfVnpyxa3C68nI3HE7a3uhayv001eaBJEXTa_AMCHbrf7NiusaupwBR0PP86IKZMVBgzXmeCCUzlxmCw/s4128/Mostrando%20mi%20fortaleza.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEieCwkk4f6oZuU7wo_DoSKiWEg1Dmu_2RuWvLWruoJFFC0o_8Zpmb92WhPx1GXPLREV3Syoq2ihMZxnEwmaWyTJAY2YqdOFC6rbe6YlT7yb4-AfVnpyxa3C68nI3HE7a3uhayv001eaBJEXTa_AMCHbrf7NiusaupwBR0PP86IKZMVBgzXmeCCUzlxmCw/w400-h300/Mostrando%20mi%20fortaleza.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Mostrando mi fortaleza</span></td></tr></tbody></table></span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Una vez acabado el tour me pasé un rato por el albergue donde recluté a una huésped israelí para salir a comer algo, con la ya habitual a la par que grata compañía de Javier el cordobés. Tras tantear unos pocos garitos con precios occidentales, sugerí uno de comida rápida que satisfizo nuestros humildes estándares niunclavelistas. Mi opción elegida (una simple pizza margarita de 5 levas) fue seguida por nuestra compañera sionista, que no dudó en alabar con entusiasmo tanto la textura como el sabor del plato que se nos había servido. No quiero pensar lo que pasaría si llevara a la israelí a un restaurante de enjundia. <table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjifJDYt1by2C5198DCGLLz_l-Ry4ErFarUEUS2WcTHPO2OGz-ZhWTvBtmhDL7Gg5INOCkGZfGLTOeBpHYoASoq_ktP8y4RjrGU2aiwQMBnVM_1hrVi3n4OmZ-iqNif2sS7TAe-h4eL2vY5U7TtDkhYkkdS6-RsbHuZHJKKUk9WInRQ-MAgxwixkDt6bg/s4128/pizza%20b%C3%BAlgara.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjifJDYt1by2C5198DCGLLz_l-Ry4ErFarUEUS2WcTHPO2OGz-ZhWTvBtmhDL7Gg5INOCkGZfGLTOeBpHYoASoq_ktP8y4RjrGU2aiwQMBnVM_1hrVi3n4OmZ-iqNif2sS7TAe-h4eL2vY5U7TtDkhYkkdS6-RsbHuZHJKKUk9WInRQ-MAgxwixkDt6bg/w400-h300/pizza%20b%C3%BAlgara.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Cocina de fusión italo-búlgara</span></td></tr></tbody></table></span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mi compañero Javier se volvía a su voluntariado en la Bulgaria profunda, así que nos despedimos. Esta vez definitivamente. O no, ¿quién sabe si nos volveremos a encontrar mundo alante? En todo caso fue un placer compartir parte de mi viaje con él.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Ya de vuelta al albergue, mientras decidía si gastarme 15 levas en visitar la fortaleza, apareció una nueva huésped con la que iba a compartir habitación. En cuanto me dijo que era local, me faltó tiempo para pototear con ella. Hasta ese momento, mis interacciones con las misteriosas mujeres búlgaras habían sido muy limitadas. Pareció estar más o menos receptiva hasta que me comentó que había nacido en el Danubio (quiso decir en una ciudad a orillas del mismo) y le pregunté si era una sirena. No pareció hacerle mucha gracia el chistecito, y se volvió a comportar como una búlgara estándar. Es decir, pasó de mí.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Con poco que rascar en el albergue, me decidí a visitar la fortaleza. La verdad es que, tanto la estructura como las vistas desde arriba eran imponentes. Pero el comprobar como las murallas estaban como nuevas (en realidad lo eran) le quitaba mucho encanto al asunto. Tenía mucha curiosidad por ver las imágenes religioso-comunista de la iglesia. La verdad es que eran muy curiosas y no desmerecieron la expectación que me habían creado.<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0LmdRms5X4YOG0_CxsnZ0d4DxHvxZhtBuB0mA8-t67rIDFGQpXWiwvz5dNyXpKjSkb4ANz7thCOWwngUwlVovZxeo-O-Dffg9wK8kSR1_g-q8w5ugONUJYmWHtbN8WHKp5ZrwE7GxMHf0pV5paUwU0E77AL-bBrkiG0DXNWluBAWbncU1GKlfgtVRow/s4128/murales.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0LmdRms5X4YOG0_CxsnZ0d4DxHvxZhtBuB0mA8-t67rIDFGQpXWiwvz5dNyXpKjSkb4ANz7thCOWwngUwlVovZxeo-O-Dffg9wK8kSR1_g-q8w5ugONUJYmWHtbN8WHKp5ZrwE7GxMHf0pV5paUwU0E77AL-bBrkiG0DXNWluBAWbncU1GKlfgtVRow/w300-h400/murales.jpg" width="300" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Si mezclas comunismo y cristianismo sale esto</span></td></tr></tbody></table></span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Ya empezaba a oscurecer cuando volví al albergue. Las reservas con las que había entrado en él el primer día desaparecieron del todo cuando me di cuenta de su punto fuerte. Estaba situado en un barrio de las afueras, con vistas a un bosque. Además contaba con un jardín, que cuando llegaba la noche se convertía en un remanso de paz. Era como estar en el campo. Y en ese entorno tan relajante y maravilloso, con las estrellas como testigos, un grupo de huéspedes, entre los que Carlo brillaba con luz propia, tuvimos una conversación de lo más profundo. No cambio esos momentos de albergue ni por el hotel más lujoso y exclusivo del mundo (aparte de que no querría pagarlo).<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeTX1Q9amUDIMvjcUv0tdwQ6Snzcjcm04TANcZMArkjs3B9eawjFlKJj67H3M8Q5zt7BR4EUWM6VqUC74x9BAL2mMbtU55DWeRJsX1mQcgRYkNFibcg_IOhoM5NzSa_LiEvFD5G3ElfViDFnN9YzFqb-mVTl2aTxWn3CEnJEWdTkqjSbpqOrHOkJYJlg/s4128/boske.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeTX1Q9amUDIMvjcUv0tdwQ6Snzcjcm04TANcZMArkjs3B9eawjFlKJj67H3M8Q5zt7BR4EUWM6VqUC74x9BAL2mMbtU55DWeRJsX1mQcgRYkNFibcg_IOhoM5NzSa_LiEvFD5G3ElfViDFnN9YzFqb-mVTl2aTxWn3CEnJEWdTkqjSbpqOrHOkJYJlg/w400-h300/boske.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Entorno idílico</span></td></tr></tbody></table></span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Cuando se disolvió la tertulia, todavía era pronto. Estábamos a viernes y me apetecía tantear el ambiente nocturno de la ciudad. Hice una leva por el albergue y pude reclutar a un francés. La cabra siempre tira al monte, así que acabamos otra vez en el Hipster Bar, que estaba bastante animado. No tardamos en interaccionar con algunos clientes, todos ellos foráneos aunque residentes en Veliko Tarnovo. Parecía que se había reunido la diáspora en ese local, con lo que mi contacto con la población búlgara siguió bajo mínimos. A mi compañero galo, muy comedido al principio, se le apoderó el ambiente y ni siquiera contempló la posibilidad de inspeccionar otros garitos como yo le propuse. Volvió a aparecer el indio con el que había coincidido el día anterior, esta vez taladrando a una neerlandesa de bastante buen ver. Genio y figura.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Con este buen sabor de boca, di por finalizada mi estancia en Veliko Tarnovo, ya que la mañana siguiente iba a volver a Sofía. Mi viaje por Bulgaria estaba cerca de su final. Pero antes de ello aún habría tiempo para vivir buenos y malos momentos.</span></p><p><br /></p><p><br /></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-29933872473743920672022-11-14T17:40:00.002+01:002024-03-12T14:47:03.982+01:00VELIKO TARNOVO (I)<p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Tras un trayecto de poco más de tres horas en autobús (de los trenes ya no me fiaba mucho) apareció ante mí la impresionante estampa de la ciudad de Veliko Tarnovo, cuyas casas se desparraman por un conjunto de colinas y abruptos valles. Esta peculiar disposición hace que las comunicaciones dentro de la ciudad no sean muy cómodas. Como consecuencia de ello, me tocó una buena pateada de más de media hora de sube y baja hasta que llegué a mi albergue.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh0sPNBkW9WEckxHwI4JRX_shPAXEGxlx4ypa8BzaQ3uvRCoXjSdOb2v9fgSCUeyEH4ytwR6-30jzf1vxwQOvM5Rg3cDp1oJ-rMott4m7QqTVsMzh-hQH1AAWVkrS-bpBoVtWGF0Kp8BglYqr5fqB4oPHg6hleTq92A1oXaMcLuEJYo0snYpWaL9iCszw/s4128/20220721_162436.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh0sPNBkW9WEckxHwI4JRX_shPAXEGxlx4ypa8BzaQ3uvRCoXjSdOb2v9fgSCUeyEH4ytwR6-30jzf1vxwQOvM5Rg3cDp1oJ-rMott4m7QqTVsMzh-hQH1AAWVkrS-bpBoVtWGF0Kp8BglYqr5fqB4oPHg6hleTq92A1oXaMcLuEJYo0snYpWaL9iCszw/w400-h300/20220721_162436.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Estampa de Veliko Tarnovo</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Cuando llego a un lugar nuevo, una de las cosas que más agradezco, es una cálida bienvenida. No iba a ser el caso esta vez, ya que "por motivo del Covid" (cajón de sastre que sirve para justificar muchas cosas), el personal del establecimiento solo estaba presente unas pocas horas por la mañana. Para llegadas fuera de ese intervalo, se mandaban unas claves para abrir la puerta, te decían tu número de cama y allá te las apañes. Para colmo, la puerta de la calle no se abría bien y tuve que esperar a que saliera alguien para poder entrar. No es de extrañar que mi opinión sobre el albergue tras este poco prometedor comienzo fuera manifiestamente mejorable.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> A falta de un recibimiento por parte del personal, mi primer contacto fue con un huésped español que, al ver mi gorra de Bulgaria con los colores rojo y verde, me tomó por portugués. Aclarado el malentendido me comentó que su novia y él se iban a ir ya a Varna, que era de donde había venido yo. Me llamó la atención su nombre (Safu), que nunca había escuchado en el pasado, y me temo que tampoco en el futuro.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTS5mTnKjAJrf2CnlSr4_igZVS3sKDN-PnLrP4kBskl7oS2ekzMH2W-uEeJTmxHYSPyuVAGJNcTcEdt3ptWTbJiZinirgpQWUEqbFh6ZWousiIAoGeSHSKeqrbKTzN0FdP_-I4qFF5PKz4-5yMWt1LScWYQR4uiF5FqQJ18oG60UVZxjSOMGKGItqhLA/s4128/20220722_171001.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTS5mTnKjAJrf2CnlSr4_igZVS3sKDN-PnLrP4kBskl7oS2ekzMH2W-uEeJTmxHYSPyuVAGJNcTcEdt3ptWTbJiZinirgpQWUEqbFh6ZWousiIAoGeSHSKeqrbKTzN0FdP_-I4qFF5PKz4-5yMWt1LScWYQR4uiF5FqQJ18oG60UVZxjSOMGKGItqhLA/w400-h300/20220722_171001.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">El albergue de marras</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Una vez instalado, antes de salir a explorar la ciudad, decidí intentar socializar un poco. Me tumbé en unos cojines que poblaban el salón del albergue y me presenté a un hombre ya talludito que reposaba plácidamente. Esperando que se sumara a mi crítica, le expuse mis quejas sobre el albergue. Nada más lejos de ello, me desarmó con una sonrisa y me dijo que todo le parecía bien. Así, poco a poco me di cuenta que estaba frente a un ser humano excepcional. Una persona que había hecho trabajo interno y, a diferencia de otras muchas, no se había quedado en el plano teórico, sino que se dejaba notar en sus actos, su mirada limpia y su visión ante la vida. Carlo era inglés, tenía sobre 60 años y estaba jubilado. Apenas tenía posesiones. Iba a estar un mes en Veliko Tarnovo y después, ya se vería. Un hombre libre.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Con el alma en paz tras mi conversación con Carlo, salí a inspeccionar la ciudad. Sin tener un casco histórico tan destacado como Plovdiv, su peculiar orografía junto a algunos elementos históricos destacables, dan a Veliko Tarnovo un sello especial, que hace que sea un lugar muy particular y con bastante personalidad. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Javier, el compañero cordobés con el que ya había coincidido en Plovdiv y Varna, también estaba en la ciudad (prometo que no nos habíamos puesto de acuerdo). Así que, en un intento de vencer la nostalgia patria, nos volvimos a juntar y fuimos a echarnos un cervezón. Elegimos el "Hipster Bar", un local que me había recomendado la encantadora recepcionista del albergue de Varna, diciéndome que nos atenderían muy bien si les decíamos que íbamos de su parte. Si el diccionario de la RAE estuviera ilustrado, para la definición de la palabra "indiferencia", encajaría como un guante la cara que puso el camarero del bar cuando le menté a la recepcionista de Varna. Esa pequeña decepción fue enjuagada gracias a las cervezas que nos bebimos mientras recordábamos viejos episodios de nuestro viaje por el país balcánico.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfV64PjQJp2_d_xjkIk5OvCRU4ycq4fnAsoLzV6O6eMLoL7C87ePMnRJ2xjIpm2VrpUHs05gKRSUsjWd8mRjlSKmRdv1EAtSexq5vR9BFSlN-VClaEbp89sT3d_7n4cNcctv3KfU4P7zZkgbl-yp6VC_Z70fKPMRYsMKIiZsntZ_MZox68jeWUAXDCnQ/s4128/20220721_203142.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfV64PjQJp2_d_xjkIk5OvCRU4ycq4fnAsoLzV6O6eMLoL7C87ePMnRJ2xjIpm2VrpUHs05gKRSUsjWd8mRjlSKmRdv1EAtSexq5vR9BFSlN-VClaEbp89sT3d_7n4cNcctv3KfU4P7zZkgbl-yp6VC_Z70fKPMRYsMKIiZsntZ_MZox68jeWUAXDCnQ/w300-h400/20220721_203142.jpg" width="300" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Hipster Bar: trato gélido</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Para esa noche volví a quedar con mi amigo cordobés, que trajo dos refuerzos de su albergue. Entre ellos destacaba un indio al que, como es habitual entre sus compatriotas, se le apoderaba el pototeo. Eso sí, tampoco estaba la noche para muchos alardes. Nuestro escaneo nocturno solo alcanzó a ver un garito abierto. Se trataba de una discoteca de pago. Viendo la poca animación en los alrededores, supusimos que dentro no habría gran cosa y descartamos entrar. Fuimos a un mirador a sentarnos, dando la noche por finiquitada, cuando se nos acercó un grupillo de jóvenes que rondaban por allí. Casualmente estaban alojados en mi albergue. En realidad se trataba de una confluencia de un grupo de escultistas belgas con otro grupo de holandeses, que fueron los que se nos acercaron y acabaron adoptándonos. </span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiP6I_kvzSPVCW-tNSLDqpk7c5vrJpYDCIy-ohbn_f_3Nj6dpKO1T8kQHatLs0_d-RpX7qWa_zFPTyrinYXgvexL5SabZ3hfnqfvzA6lHTQJkoUK_e2JpfSWsN6P5t16Rgdrhfqde5OjkwEGiGQ1fD5S28NN--OavffldUlnjep1mHLK75J0qnDnDHeWA/s4128/20220721_212136.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiP6I_kvzSPVCW-tNSLDqpk7c5vrJpYDCIy-ohbn_f_3Nj6dpKO1T8kQHatLs0_d-RpX7qWa_zFPTyrinYXgvexL5SabZ3hfnqfvzA6lHTQJkoUK_e2JpfSWsN6P5t16Rgdrhfqde5OjkwEGiGQ1fD5S28NN--OavffldUlnjep1mHLK75J0qnDnDHeWA/w400-h300/20220721_212136.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Vistas desde el mirador</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Integrados en el numeroso y ruidoso grupo acabamos en el ya visitado Hipster Bar. La euforia y el empuje de los flamencohablantes dio vida al poco antes relajado local. En cuanto me quise dar cuenta, ya me habían invitado a algún trago que otro. Un poco avergonzado porque unos imberbes jovenzuelos invitaran a todo un cuarentón, y viendo difícil igualar su empuje, aproveché el momento en que uno de ellos tuvo problemas al pagar una ronda de chupitos con su tarjeta, para meter la mía. Fue un detalle que apreciaron con el entusiasmo que desbordaban en todos sus actos. Puse el remate cuando uno de ellos, precisamente el que nos había abordado en el mirador, empezó a acusar el alcohol ingerido. Apenas se podía tener en pie, por lo que uno de sus amigos intentó ayudarle para volver al albergue. Ardua empresa, habida cuenta del tamaño que se gastaba el angelito. Así que no dudé en agarrarme a él antes de que cayera al suelo y junto con su amigo, y no sin dificultad, conseguimos llevarlo salvo y más o menos sano, de vuelta "a casa".</span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-77003000653825660132022-09-25T09:45:00.003+02:002023-04-14T10:40:06.933+02:00VARNA<p> <span style="font-family: georgia; font-size: large;">Tras la productiva noche anterior, y habiendo conocido un grupo tan majo en el albergue, lo lógico hubiera sido prorrogar mi estancia en Sozopol. Pero la lógica no es una característica que reine en mis viajes. Prueba de ello es que el único motivo para visitar mi siguiente destino (Varna), era que aparece mencionado en la novela Drácula, como el puerto desde que el siniestro personaje parte para abandonar la Europa continental, en su viaje a Londres. Nada más sabía sobre esa ciudad, lo cual dice tanto de la deficiente preparación de mis viajes como de mi gusto por la sorpresa y el talento natural. </span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXaPpYt9hVwRWrOHDHAX_sKXs-U5y_RQ9CLlBs14LpyG3elplV51scAUwPzsMfkaSZVIP0uIZBze_mIJr5C6Uzv_goatURxa8Qz0b6x_Obpjq7Z0OWlHP85D4qG9sUZ4DYqEgR7qAyDikqOHNd6lJ_hM55EgezY9ntIQH4m-6o8ekULCFW_v62-kGhEg/s4128/20220720_092852.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXaPpYt9hVwRWrOHDHAX_sKXs-U5y_RQ9CLlBs14LpyG3elplV51scAUwPzsMfkaSZVIP0uIZBze_mIJr5C6Uzv_goatURxa8Qz0b6x_Obpjq7Z0OWlHP85D4qG9sUZ4DYqEgR7qAyDikqOHNd6lJ_hM55EgezY9ntIQH4m-6o8ekULCFW_v62-kGhEg/w400-h300/20220720_092852.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Desayuno contundente</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-size: large;"><span style="font-family: georgia;"> El desayuno del albergue fue aún mejor que el del día anterior, pero no tuve mucho tiempo de recrearme en él. Mi autobús salía en breve, en dirección a</span><span style="font-family: georgia;"> Burgas. Se trataba de un lugar de infausto recuerdo para mí, ya que fue allí donde perdí el enlace a Sozopol y tuve que contratar un taxi. Esta vez fui con mucho más margen, que me dio incluso para hacer una visita a la ciudad. Destaca en ella un gigantesco, por lo largo y lo ancho, paseo peatonal, además de una playa extensísima y con bastante buena pinta. </span></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHZzoWBEYw_ZbKSkwYZmhNs1TRziDYTSo-G3RidI0QrKSJkJx__YkE2qXyHLLMV-sgBaGmMo_xdV9UW9glJcdD49qEN8-np0BIhzVSWAd8xRDrtyIT3OCrjI8aHuWlkp8V6yrgbET5Ov2tRKPsviHfCXydkjbym-3OZKw1H6-UTFWSn5RSjJsYgpaL_w/s4128/20220720_105607.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHZzoWBEYw_ZbKSkwYZmhNs1TRziDYTSo-G3RidI0QrKSJkJx__YkE2qXyHLLMV-sgBaGmMo_xdV9UW9glJcdD49qEN8-np0BIhzVSWAd8xRDrtyIT3OCrjI8aHuWlkp8V6yrgbET5Ov2tRKPsviHfCXydkjbym-3OZKw1H6-UTFWSn5RSjJsYgpaL_w/w400-h300/20220720_105607.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Burgas</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-size: large;"><span style="font-family: georgia;"> Una vez inspeccionada Burgas, el siguiente paso fue tomar otro autobús rumbo a Varna. A la hora de planear el trayecto, vi que existía una posibilidad de transporte bastante más atractiva. Se trataba de tomar un ferry desde Sozopol a Nessebar, visitar la ciudad, que por lo visto es una maravilla y de allí tomar un autobús a Varna. El problema es que, según mi investigación, este autobús se tomaba delante de un hotel bastante alejado del centro histórico. Después de mi amarga experiencia en la estación de tren de Plodvid, no me fiaba mucho del sistema de transportes búlgaro. Me veía esperando delante del hotel sin que apareciera ningún vehículo, y sin un lugar donde reclamar.</span></span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Cuando mi autobús se internó en las calles de Varna, la tercera ciudad más poblada del país, empecé a echar de menos el recogimiento de Sozopol. Esta sensación se agravó cuando tras apearme en la estación, tuve que atravesar una autovía atestada de tráfico en mi trayecto al albergue. La sensación de soledad se agravaba en la gran ciudad. Al llegar al albergue, mucho menos familiar que el de Sozopol, y ver nuevas caras para las que yo era un perfecto desconocido, me lamenté de que todo el trabajo de socialización que había hecho la noche anterior, se hubiera evaporado. Tocaba empezar de cero en un ambiente menos propicio. Cuando mi moral empezaba a resquebrajarse, acudió en su auxilio la recepcionista. A ella acudí para que me orientara sobre los lugares más visitables de la ciudad. Si el mapa y los consejos que me proporcionó fueron muy útiles, no lo fue menos su amabilidad y buena disposición, que hicieron que saliera a inspeccionar Varna con energías renovadas. </span></p><p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> Lo primero que hice fue acudir a la cercana oficina de turismo para preguntar por el tradicional "Free Tour", que no solo me permitiría conocer la ciudad, sino también socializar un poco. Mi gozo en un pozo, ya que la actividad se hacía por la mañana y cada dos días, por lo que en mi breve estancia en la localidad no me iba a ser posible. Las penas con pan son menos, así que mi primera visita como turista fue a un restaurante de comida al peso que me había recomendado la recepcionista. Recetas locales, de buena calidad y a precios competitivos. </span></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="font-size: x-large; margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJ3HZJZmTprc7qRCA2REJUqSCaTo0YiYce1HKC9Nz7ir4wHERuKUWBoAB-0Y5AVEpiAvyQ_VMtQovjAU4gGxl8Sm_f1Og9JqX58e0-mM0_KHzASbt-wiMyw0heIIAu72jeqZVdEuHROnVWPzRYOHkCslMZKyesr7pwIa7T2gegF6f2lpT5K-azXIcF0g/s4128/20220720_173108.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJ3HZJZmTprc7qRCA2REJUqSCaTo0YiYce1HKC9Nz7ir4wHERuKUWBoAB-0Y5AVEpiAvyQ_VMtQovjAU4gGxl8Sm_f1Og9JqX58e0-mM0_KHzASbt-wiMyw0heIIAu72jeqZVdEuHROnVWPzRYOHkCslMZKyesr7pwIa7T2gegF6f2lpT5K-azXIcF0g/w400-h300/20220720_173108.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Varna (con "v", cuidado)</span></td></tr></tbody></table><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> Posteriormente recorrí la avenida principal de la ciudad, muy ancha y llena de vida, para acabar llegando a un gigantesco parque de varios kilómetros de largo, que discurre paralelo a la playa de Varna. Ésta es muy larga, bien acondicionada y cuenta con numerosos garitos y restaurantes. Me metí en uno de los primeros a curiosear y me fijé en cómo disfrutaban los grupos de gente de un entorno tan agradable y de su mutua compañía. Ello hizo que mi mente traicionera volviera por unos instantes a Sozopol, deseando estar allí con mis entrañables pero fugaces amigos. Combatí la nostalgia encontrándome a la vuelta de la playa con elementos históricos destacables, como unas termas romanas. </span></span><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMVuXb8_X8wiQGnvgna29yZH2fQJ0tGEkSqfDWhIp54cqCr5ZScyfZMsMdwTlRPUpc6avhlESapDv-AQmyroQYDdH9xTzEVrkEKFcXgLbuIRYsCjqlLkQq637zoo4VsXTyD53YsfKJTLPQ4MNy_VEDspmb0b3BDZhe6m96gMxJd6cbIS7i0MuTn7BdQQ/s4128/20220721_085807.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMVuXb8_X8wiQGnvgna29yZH2fQJ0tGEkSqfDWhIp54cqCr5ZScyfZMsMdwTlRPUpc6avhlESapDv-AQmyroQYDdH9xTzEVrkEKFcXgLbuIRYsCjqlLkQq637zoo4VsXTyD53YsfKJTLPQ4MNy_VEDspmb0b3BDZhe6m96gMxJd6cbIS7i0MuTn7BdQQ/w400-h300/20220721_085807.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Esto es una ruina</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Estaba empezando a atardecer y no quería despedirme del mar Negro sin darme un chapuzón. Así que me cambié en el albergue y volví sobre mis pasos para tomar un baño de unos 5 minutos en la playa. No hace falta más. Aproveché para visitar el puerto, que contaba con atracciones de feria y unas bonitas vistas sobre la bahía. Desde luego se trataba de un lugar mucho más relajado que el centro de Varna, e infinítamente más plácido que la autovía que me había recibido esa mañana. </span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiovwZpX444k3delc5kB0HnoqmVBuGusBmD1qyHlEq_4Ry3qp86HBTnjwT8Xep5VjbT37MPzi-cEZBYdLbjrPCTVieuLK6NRplGEKDPDQvGivdIHoSHSbY8rT1akagP_ecBZm3vOAltNydOB-604CywGdDeLe9RrmAd2nVguPSXtwYcYSh1jKAjp-Fqxw/s4128/20220721_093215.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiovwZpX444k3delc5kB0HnoqmVBuGusBmD1qyHlEq_4Ry3qp86HBTnjwT8Xep5VjbT37MPzi-cEZBYdLbjrPCTVieuLK6NRplGEKDPDQvGivdIHoSHSbY8rT1akagP_ecBZm3vOAltNydOB-604CywGdDeLe9RrmAd2nVguPSXtwYcYSh1jKAjp-Fqxw/w400-h300/20220721_093215.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Playa de Varna</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Con los ánimos calmados tras el baño y el paseo por el puerto, volví de nuevo "a casa" planeando mi estrategia para esa noche. El albergue no me había parecido un lugar muy apropiado para conocer gente, por lo que temía que iba a afrontar la noche varnesa en solitario. Evidentemente, no descarté la idea de intentar pototear con la recepcionista, quizá confundiendo su excelente trato con un interés hacia mi persona más allá del profesional. Mis castillos en el aire se desvanecieron de golpe cuando me crucé en las escaleras del albergue con un viejo conocido. Se trataba de Javier, un joven cordobés con el que había coincidido en el tour de Plodviv. Si entonces el mundo me pareció un lugar muy pequeño, se antojó minúsculo cuando vi que Javier entraba en mi cuarto al rato como Pedro por su casa. ¿Qué posibilidades había de que en un cuarto con dos camas, la otra la ocupara alguien conocido? Muy pocas, pero las suficientes para que ocurriera. Mi compañero no solo me invitó a cenar con la comida que le sobraba, sino que me permitió unirme a la inspección nocturna que iba a realizar con una compatriota que había conocido en su periplo búlgaro. Se trataba de una asturiana de mediana edad con la que, a petición mía, acudimos al garito playero que había visitado por la tarde en solitario. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Cuando el ejército alemán tomó Francia en la Segunda Guerra Mundial, Adolf Hitler, a modo de resarcimiento, ordenó que el armisticio se firmara en el mismo vagón de tren en el que se había firmado el Tratado de Versalles. Este acuerdo había supuesto el fin de la Primera Guerra Mundial, con gravosas condiciones para Alemania como potencia perdedora. En esos momentos me sentí como el Führer (sólo en esos momentos, no me empiecen a mirar mal) cuando volví acompañado y victorioso al mismo lugar que me había visto llegar solitario y derrotado esa misma tarde. Festejamos mi triunfo con una ronda de cervezas búlgaras, antes de que nuestra compañera asturiana se retirase a su albergue y nosotros hiciéramos lo propio.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3uV67XP9RG8GaFWY77-26iNUdLsRejnlH9-4u4KtadyH9H-INK32PpDMH1MYr1IwbJBfkUYXR2PimePYY-dKWRkyO719g0oYvFLBmrDh5V-kCc7c55-5rAW8vBQ4V5SrlTUY06m5hyTJcodrfiBflnQWdomm-JHp17gViVhRylCNFjwuUdMBeb3wIug/s4128/20220721_101444%20(1).jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3uV67XP9RG8GaFWY77-26iNUdLsRejnlH9-4u4KtadyH9H-INK32PpDMH1MYr1IwbJBfkUYXR2PimePYY-dKWRkyO719g0oYvFLBmrDh5V-kCc7c55-5rAW8vBQ4V5SrlTUY06m5hyTJcodrfiBflnQWdomm-JHp17gViVhRylCNFjwuUdMBeb3wIug/w400-h300/20220721_101444%20(1).jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Catedral de la Dormición</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> La mañana siguiente aproveché para echarle un último vistazo a Varna, que incluyó una visita a un humilde acuario y a una exuberante catedral ortodoxa, que despertó gran interés en mí, a pesar de su nombre (Dormición). Con ello di por concluida mi visita. A pesar de que no está exento de encantos, no me pareció un lugar muy destacado desde el punto de vista turístico. Sin embargo, me pareció una ciudad bastante agradable. Con ella me despedí de la costa búlgara y volví a adentrarme en el corazón del país.</span></p><p><br /></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-30517456812571486542022-09-17T02:51:00.006+02:002023-04-14T10:40:16.442+02:00SOZOPOL: QUE ME QUITEN LO BAILAO<p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Las cosas se ven de otra manera cuando se ha podido dormir en una cama doble sin ruidos molestos. La distribución de la habitación del albergue hizo que pudiera descansar en condiciones, ya que apenas escuché a los otros dos huéspedes. Ambos eran búlgaros. Con uno apenas hablé, pero hice muy buenas migas con Giorgi. Se trataba de un personaje curioso, muy animado, locuaz y con un gran concepto de España y los españoles. Aunque debería decir las españolas, ya que mi entusiasta compañero hablaba maravillas de mis compatriotas. Indagando en el asunto, me contó que en una visita a España, conoció en un albergue a una valenciana a la que al parecer el pototeo se le apoderaba. Intentando no hacerle perder su querencia por nuestro país, quise hacerle entender que en España, no solo no todo el monte es orégano, sino que el orégano es más bien escaso. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Como si no hubiera tenido bastante con la cama doble, el albergue me volvió a sorprender positivamente con el desayuno, que además de las esperadas leche, tostadas y mermelada, sumaba ensalada, fruta y queso. Con energías renovadas me dispuse a explorar la ciudad. No lucía tanto como durante la noche, pero resultaba un lugar muy agradable. La parte antigua de Sozopol se encuentra en una pequeña península. Se trata de calles estrechas en las que se pueden encontrar casas de madera de estilo tradicional búlgaro. No es tan destacada la parte moderna, que apenas recorrí, por lo que en menos de una hora había concluido mi exploración.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-Yfj67Zm7lQScM1BaEQ9La1oHAuF79KMF-zz4BwAfyTn6SK0kgmcz5vWrGh8JHsCi_Eo1YEJPPCANRu110E_NrQKY_hetpAXegR3yq6kmSD8f9u8EbUVclJFuvZtIPQNZnT70hBH2_HdXpPd657raqWIvxLSNLXqaHjYbr7BcfO-5ARdGJkE1JyODpA/s4128/20220719_085212.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-Yfj67Zm7lQScM1BaEQ9La1oHAuF79KMF-zz4BwAfyTn6SK0kgmcz5vWrGh8JHsCi_Eo1YEJPPCANRu110E_NrQKY_hetpAXegR3yq6kmSD8f9u8EbUVclJFuvZtIPQNZnT70hBH2_HdXpPd657raqWIvxLSNLXqaHjYbr7BcfO-5ARdGJkE1JyODpA/w400-h300/20220719_085212.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Playa de Sozopol</span></td></tr></tbody></table><p></p><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> La playa parecía bastante decente, aunque una gran parte de la misma estaba copada por sombrillas y tumbonas de pago. Ocupé mi lugar en la zona de los pobretones y, sin mucha dilación, me introduje en el mar Negro. Como nota positiva de la experiencia, destacaría la agradable temperatura del agua y las buenas vistas sobre la ciudad antigua. En el debe, la gran cantidad de algas y el escaso calado de la playa, que me obligó a caminar un largo trecho hasta que pude desplegar <a href="https://blogheterodoso.blogspot.com/2015/07/xl-travesia-al-pantano-de-arguis.html" target="_blank">mis discutidas cualidades natatorias.</a></span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> No encuentro mucho aliciente al hecho de estar en la playa. Así que tras dos baños y un rato tumbado, que apenas sumaron la media hora, me volví al albergue, situado a muy corta distancia. Tenía casi todo el día por delante, así que improvisé una excursión a la cercana localidad costera de Primorsko, situada a poco más de 20 kilómetros al sur. Había una buena frecuencia de autobuses, pero por supuesto me aseguré de que tendría margen de sobra para volver en uno de ellos y evitar el temido taxi. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mis esperanzas, totalmente infundadas porque elegí ese destino sin referencias, de encontrarme con una villa marinera con encanto, desaparecieron cuando apenas entré en Primorsko y me encontré con enormes bloques de apartamentos y hoteles. Quise darle una oportunidad buscando algo que tuviese un mínimo de historia, pero no encontré nada que me sugiriese una época anterior a los años 60. Era una especie de Benidorm o Salou a los que se les hubiera extirpado su núcleo antiguo. Por lo menos contaba con un par de playas enormes y bastante competentes, aunque como ha quedado claro a lo largo de la entrada, no sea lo que más me motiva. </span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1ii0HpjGPaIjefHSXoo_kBL7TsIx7_qFN4iK-wZyC0Gj5Flf8HsjpPue_QXvFk97wmXl5C_L8rflL8Dnen-SBxp3CCvKXX10iV0ZJA_Z79DmUAJeaJWEbkmcU1HezbaTcyZhvMx2ioe_ZkPE9rI9JkYUIlEir17ENUPivVTgxT7Mrt8FqjNUep6vPlg/s4128/20220719_135207.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1ii0HpjGPaIjefHSXoo_kBL7TsIx7_qFN4iK-wZyC0Gj5Flf8HsjpPue_QXvFk97wmXl5C_L8rflL8Dnen-SBxp3CCvKXX10iV0ZJA_Z79DmUAJeaJWEbkmcU1HezbaTcyZhvMx2ioe_ZkPE9rI9JkYUIlEir17ENUPivVTgxT7Mrt8FqjNUep6vPlg/w400-h300/20220719_135207.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Les gusta, les gusta la playa</span></td></tr></tbody></table><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><br />Por lo que he leído a posteriori, Primorsko era un gran centro turístico y de recreo en la época comunista, lo cual se reflejaba en el aire decadente que impregnaba algunas zonas de la ciudad y cuyo mayor exponente era una especie de Sirenita realmente cutre.</span><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlQWazs_4GWnY03tUqtAmRzTRdwWYn6Xb7E56QsVE9OCSUtRopdXLrTmAEiImYzeaSKvVtvDWg2TTZ_0QvdRJZleyFZdrZbjsUHpziwRo0IveSBsQ7VL3wg7Rmb_3IRQdtaLRd-ULoyo_iscsfNqZI7p6KAfy60AvhINeNpw9E3psRRQuI9cSZomTcTA/s4128/20220719_140139.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlQWazs_4GWnY03tUqtAmRzTRdwWYn6Xb7E56QsVE9OCSUtRopdXLrTmAEiImYzeaSKvVtvDWg2TTZ_0QvdRJZleyFZdrZbjsUHpziwRo0IveSBsQ7VL3wg7Rmb_3IRQdtaLRd-ULoyo_iscsfNqZI7p6KAfy60AvhINeNpw9E3psRRQuI9cSZomTcTA/w400-h300/20220719_140139.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Me gusta más la de Copenhague</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia;"><span><span style="font-size: x-large;"> </span><span style="font-size: large;">A falta de otros atractivos, pasé la última hora de mi visita en el museo de historia de Primorsko, que se centraba más en algunos yacimientos de los alrededores, que en un lugar que apenas tiene solera. A pesar de su humildad, di por bien empleadas las 5 levas que me costó la visita al museo y me volví a casa.</span></span><span style="font-size: x-large;"> </span></span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVlKv0ntphNQJVrxfPBmG65pDjW4CUJHzeAciJpJZI274zu5sL1GwIpoDmxEOpSG_vLAC4Usma9BnTpBc1mqhX-B6DFHJzq54oKvmvir6tkS13DdGoKiALdMrszpuC6wAJgPwvTX4lXhDr1pu2wPli4aFcQk2iSVVnG5hmBGFMYNZcQkLINapKAPzpYA/s4128/20220719_161401.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVlKv0ntphNQJVrxfPBmG65pDjW4CUJHzeAciJpJZI274zu5sL1GwIpoDmxEOpSG_vLAC4Usma9BnTpBc1mqhX-B6DFHJzq54oKvmvir6tkS13DdGoKiALdMrszpuC6wAJgPwvTX4lXhDr1pu2wPli4aFcQk2iSVVnG5hmBGFMYNZcQkLINapKAPzpYA/w400-h300/20220719_161401.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Ánforas que no falten</span></td></tr></tbody></table><span style="font-family: georgia; font-size: x-large;"> </span><span style="font-family: georgia; font-size: large;">No estaba siendo un día muy brillante. Sin llegar a los niveles del día anterior, por supuesto. Pero la experiencia costera me estaba dejando un poco frío. Hasta que ocurrió uno de esos momentos memorables que sólo pueden ocurrir en los albergues. Estaba bajando por las escaleras del hostel con la idea de ir a dar un voltio vespertino por Sozopol, cuando mi compañero búlgaro, que estaba en el salón-cocina, me llamó para comunicarme que había una hispanoparlante en la estancia. Efectivamente, se trataba de una mujer argentina de mediana edad con la que enseguida hice buenas migas. También estaba en la reunión un joven estadounidense que hablaba español, y al rato se unió un inglés que había estado varias veces de visita en Zaragoza. Así que se acabó formando un grupo en el que, quien no era hispanohablante, era por lo menos hispanófilo. Para redondear el momento, el anfitrión nos preparó a iniciativa suya y sin coste, una ensalada y unos panecillos de pipas en el horno, que estaban deliciosos. Pasamos un buen rato de animada y estimulante charla hasta que llegó la noche.</span><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6zmu5RTVcGH0YQHeQ6y8fWuP7pKfSrPWfdDWKXh2L_KlYbLtJYAJNfz6mjiIg-Udeck-KkbtCHrz0qs62azCkV_FAR-cxR1u4dfxQzXv3Ny4EmBd4E6p60WToAFQ_-ys4VixGZ2udizdb9SWs-laDKyaEsLjVgecDlk-E00rRSxabZFRq94uhDqhf-w/s1600/IMG-20220720-WA0000.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="1600" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6zmu5RTVcGH0YQHeQ6y8fWuP7pKfSrPWfdDWKXh2L_KlYbLtJYAJNfz6mjiIg-Udeck-KkbtCHrz0qs62azCkV_FAR-cxR1u4dfxQzXv3Ny4EmBd4E6p60WToAFQ_-ys4VixGZ2udizdb9SWs-laDKyaEsLjVgecDlk-E00rRSxabZFRq94uhDqhf-w/w400-h300/IMG-20220720-WA0000.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">No íbamos a dejar títere con cabeza</span></td></tr></tbody></table><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Y la noche en Sozopol en esa época del año, estaba tan animada como nuestro grupo. Guiados por el animoso Kirio, acabamos en un garito bastante molón, cerca de la playa. Se trataba de un local al aire libre con un gran ambiente, que aún mejoró cuando llegamos nosotros. En un par de horas había pasado de estar más solo que la una a salir de fiesta con un grupo magnífico. Esa es la magia del viaje, que en cualquier momento pueden suceder cosas como esas. Mientras bailaba (o algo parecido) bajo la luz de la luna junto a la playa, me parecían muy lejanos estos dos últimos años tan oscuros, que empezamos encerrados en casa y cuando salimos de ella, fue con una mascarilla y sin acercarnos mucho a la gente. Nada de eso sucedía en ese momento mágico, que estuvo a punto de romperse cuando un camarero del local vino a echarnos el alto. Aprovechando la permeabilidad del lugar alguno de nuestros compañeros había ido a una tienda cercana para surtirnos de cerveza. Y no una, sino varias veces, por lo que acabamos cantando demasiado, y nos echaron del local. Bueno, es un decir, ya que simplemente nos separamos un poco de las mesas del bar y nos quedamos por esa zona. Nadie podía echarnos de la calle. Aun así, al rato, decidimos lavar nuestra honorabilidad pidiendo un trago en la barra, aunque solo fuera para compensar el rato que habíamos estado sin hacer gasto. Así a lo tonto, se nos hicieron casi las 4 de la mañana. Hora de volver al albergue. Nuestro compañero británico no lo hizo sin antes tomarse un baño vestido en las aguas del mar Negro para refrescarse. La suma de ingleses, fiesta y alcohol suele provocar extraños sucesos, aunque normalmente son más cruentos que éste.</span><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Esa noche apenas pude aprovechar cuatro horas mi estupenda cama doble. Pero no me importó demasiado. De vez en cuando hay que meterle un poco de marcha al cuerpo para quitarle la carbonilla. Y como bien dice el adagio, y en este caso con propiedad, que me quiten lo "bailao".</span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-2841894961213275732022-09-07T00:12:00.007+02:002024-03-08T14:33:43.129+01:00UN DÍA DE MIERDA<p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Se dice que hay días que uno no debería levantarse de la cama. Eso podía aplicarse perfectamente a mi jornada, si no fuera porque estaba encajonado entre dos literas y esa noche tenía reserva en un albergue de la localidad costera de Sozopol. Aunque la razón suprema para no hacerlo es que estaba de viaje. Y en ese estado, que en mi caso se puede equiparar a la iluminación espiritual, resulta del todo inviable perder el tiempo sin hacer nada productivo. Por eso fue un día tan frustrante.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Una vez tanteado el interior de Bulgaria, tenía interés en conocer la costa del mar Negro. Para ello tenía que recorrer unos 300 kilómetros. No parece mucho, teniendo en cuenta que tenía todo el día para hacerlo, y a las 8 de la mañana ya estaba en pie. Di una vuelta por Plodviv a modo de despedida. En </span><span style="font-size: large;"><span style="font-family: georgia;">una callejuela del casco viejo</span><span style="font-family: georgia;"> me topé de nuevo con mis amigos barceloneses. Aproveché esta feliz coincidencia para marchar con ellos a la estación. También daban por finiquitada su estancia en Plodviv y seguían su ruta por el interior del país.</span></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-lITyO3RgylGDO-5K1fPjv9UdQ3slanyD_rVi-kWISmgrdkyI5fi12naXLNrpfB-OpSt19sa8nG8yBoRborWTIl7QD5lbjOMV2NimW7o4oVtCvx5NR2jEIKkXum61jK1AzbNWf89CO2mZIf2HNnRtRlkdMMcDbLJhrRBKGesmlquzB1UvRnb1pzN2rA/s4128/20220718_101554.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-lITyO3RgylGDO-5K1fPjv9UdQ3slanyD_rVi-kWISmgrdkyI5fi12naXLNrpfB-OpSt19sa8nG8yBoRborWTIl7QD5lbjOMV2NimW7o4oVtCvx5NR2jEIKkXum61jK1AzbNWf89CO2mZIf2HNnRtRlkdMMcDbLJhrRBKGesmlquzB1UvRnb1pzN2rA/w300-h400/20220718_101554.jpg" width="300" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Último voltio por Plodviv: calma antes de la tormenta</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Confiado tras el éxito de mi primera experiencia ferroviaria, me presenté en la estación de tren esperando salir de allí lo antes posible rumbo a mi destino costero. Mi moral se empezó a tambalear cuando en la ventanilla de información me dijeron que el siguiente tren a Sozopol salía a las 4 de la tarde. Teniendo en cuenta que a la sazón eran las 9 y media de la mañana, vi que el asunto no cubicaba en absoluto. Así que fui a probar suerte en la estación de autobuses, situada junto a la de tren. Cuando le pregunté a la empleada sobre la siguiente expedición a Sozopol, su lacónica respuesta me dejó inmerso en un mar de dudas. Se limitó a decir un breve, pero firme "¡No!". ¿Están todos los autobuses llenos? ¿No se compra allí el billete? ¿No me da la gana vendértelo? Da igual, el caso es que en ese lugar no iba a encontrar la solución a mis problemas.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Si la empleada de la estación de autobuses no se había caracterizado por su expresividad, la de la compañía ferroviaria lo hizo por su hostilidad. Viendo que no hablaba inglés, le señalé en mi destino en un mapa. Pero lo que no pude hacerle entender es que quería el billete para el próximo viaje. La mujer, con menos paciencia que malas maneras, me mandó a cascala por la vía (nunca mejor dicho) rápida. Algunas veces durante mis viajes me he encontrado con pasotismo o indiferencia, pero nunca tal grado de rechazo. Por suerte, su compañera de la taquilla contigua, además de un mayor dominio del inglés, mostró muchas mejores maneras y pude conseguir el billete.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Me despedí de mis amigos de Cornellá, viendo con envidia cómo partían en un tren a los pocos minutos, mientras a mí me esperaba una larga espera, en una ciudad que había dado de sí todo lo que tenía que darme. La estación ya me había generado malos recuerdos, por lo que no pensaba quedarme allí esperando ni un minuto. Volví al casco urbano sin una idea clara sobre qué hacer durante las más de 6 horas siguientes. En este caso, las draconianas condiciones de las aerolíneas de bajo coste, que obligan a reducir el tamaño de las maletas a su mínima expresión, jugaron a mi favor. No es lo mismo arrastrar un maletón que llevar una liviana mochila a la espalda.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHg-soIVYbswXfzdypPSRrErmkTM_sjD_ittkSqfocbL813birTmn7_m_7UeypzmtP6u0kmIKbZWo2vaB1BNz_-lzgLWGP3rg0BbjQl8Ooqeqsl2funysydYoPByzqIvZu0RbUNirQQWk2FgD1tZQw1fVGT6CBEZLq0exhmII9BXqXQRT554xxx4dv1Q/s4128/20220718_121007.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHg-soIVYbswXfzdypPSRrErmkTM_sjD_ittkSqfocbL813birTmn7_m_7UeypzmtP6u0kmIKbZWo2vaB1BNz_-lzgLWGP3rg0BbjQl8Ooqeqsl2funysydYoPByzqIvZu0RbUNirQQWk2FgD1tZQw1fVGT6CBEZLq0exhmII9BXqXQRT554xxx4dv1Q/w400-h300/20220718_121007.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Garbanzos no veganos</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mis pasos me llevaron a un centro comercial. No parecía mal plan pasar un rato dentro resguardado del sol de justicia y el calor que reinaban ese día. Pero no soy muy amigo de esos templos del consumismo, que poco interés despiertan en mí. No es el caso del hipermercado que había en la planta baja, donde invertí una buena cantidad de mi poco valioso tiempo curioseando entre los productos alimentarios nacionales. Entre ellos acabé eligiendo para mi consumo un botellín de ayrán. Se trata de un yogur líquido de oveja al que se le añade sal. Al principio sabe un poco raro, pero acabé siendo un gran fan de este producto que nunca he visto en España. Aunque lo que más gracia me hizo fue ver garbanzos de marca "Pescado"(sic).</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mi siguiente hito fue ascender una de las 7 colinas de la ciudad, atraído por un imponente monumento de más de 11 metros, dedicado a un soldado soviético que participó en la liberación de la ciudad en la Segunda Guerra Mundial. </span></p><p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> </span><span style="font-size: large;">El esfuerzo y el calor que pasé en el ascenso a la colina, amenizados por el canto de las cigarras, se vieron compensados por la imponente efigie de la gigantesca estatua y las no menos destacadas vistas sobre la ciudad. </span></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgU7IMps8fQvVzvwFvObSeq2M1sPha_9F2gSDIjLnP013_mWBoNPFXLKpiBn9zboTS5qFuAXnhcgv4t2ELXlbrBoWqXw_QALiFfuQKWHtXef-37DPWA4vkE_sqYBD9zo5LM5Gvj-aLVjW3PbkM23yNEUfuqjDnN0DgZTbHAZTP2fmi5BDOcKKrEPhIThQ/s4128/20220718_125230.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgU7IMps8fQvVzvwFvObSeq2M1sPha_9F2gSDIjLnP013_mWBoNPFXLKpiBn9zboTS5qFuAXnhcgv4t2ELXlbrBoWqXw_QALiFfuQKWHtXef-37DPWA4vkE_sqYBD9zo5LM5Gvj-aLVjW3PbkM23yNEUfuqjDnN0DgZTbHAZTP2fmi5BDOcKKrEPhIThQ/w300-h400/20220718_125230.jpg" width="300" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Cualquiera le tose</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><span> Con muchas horas por delante, se me ocurrió que quizá hubiera alguna alternativa viable para mi traslado que no implicara esperar tropecientas horas. Pero para ello necesitaba conectarme a internet y yo, como buen niunclavelista, no dispongo de tarifa de datos. Se me ocurrió una idea de lo más cutre. Me acerqué a las inmediaciones del albergue donde había pernoctado para aprovecharme de su señal wifi. Me senté en una acera y pude empezar a navegar. En ese momento se asomó un huésped francés que me invitó a hacer lo mismo, pero en el patio del hostel. Como al niño que le pillan haciendo alguna travesura, entré con la cabeza baja al establecimiento, custodiado en ese momento por una curiosa pareja. Se trataban de un sueco barbudo con una gorra que le hacía parecer un granjero del Estados Unidos profundo y un irlandés pelado de mediana edad. Una auténtica esponja cuyo acento cerrado apenas podía entender. Para mi vergüenza, que se sumaba a mi alivio, no me pusieron ninguna pega para esperar allí el tiempo que necesitase. </span><span> </span></span></p><p style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Indagando en la página web de la compañía ferroviaria, pude comprobar que, además de mi tren directo a Burgas, había otras opciones que implicaban transbordos perfectamente realizables y sin necesidad de esperar tanto tiempo. De hecho, en 15 minutos partía un tren que me podría haber dejado en mi destino un par de horas antes. Y no era cosa menor, ya que pude comprobar como la hora de llegada prevista para mi tren a Burgas eran las 20:26, partiendo el último autobús a las 20:30. Si hubiera estado en Suiza, no me hubiera preocupado. Pero no era el caso, y pretender que en un trayecto de más de 4 horas no haya ningún retraso era una quimera. No me daba tiempo a tomar el siguiente tren con transbordo, así que sólo me quedaba la opción del milagro. En ese momento no sabía si ciscarme más en la empleada de información que se quedó tan ancha no revelándome las alternativas, o en mí por no haberlo consultado antes en el más impersonal pero eficaz internet.</span></p><p style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Me despedí agradecido de los empleados del albergue y como aún me sobraba algo de tiempo, comí en un humilde garito cercano a la estación. El lugar era 100 % no turístico, y se cobraba al peso. Su bajo precio estaba en consonancia con su calidad, pero no estaba yo ese día para paladear la comida, y el local cumplió con mi premisa de llenar el estómago a bajo precio.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihV-dGq7F7iqpfTPpM6VXymJqlpWpd9Gw8E8g9mHyq1P-aB-LApzkXdPFLhu3QyDyk6XHKWs1SfNLFsb_QxqE4ptooTKeK65pK9ZYC3c7l_q-Usaa95Au02BtHRhhN9hdmUSyoi2VG9OFbbFhEWCp8XoJ8kOwMKEPj-bPJSfpJadomoZ2ZkNU0rSjnTg/s4128/20220718_151148.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihV-dGq7F7iqpfTPpM6VXymJqlpWpd9Gw8E8g9mHyq1P-aB-LApzkXdPFLhu3QyDyk6XHKWs1SfNLFsb_QxqE4ptooTKeK65pK9ZYC3c7l_q-Usaa95Au02BtHRhhN9hdmUSyoi2VG9OFbbFhEWCp8XoJ8kOwMKEPj-bPJSfpJadomoZ2ZkNU0rSjnTg/w400-h300/20220718_151148.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Comida de peso</span></td></tr></tbody></table><p></p><p style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mi tren partió con 5 ó 6 minutos de retraso, que ya de entrada, se comieron el magro margen que tenía. Decidí dejar de darle vueltas al coco y tomar acción. Llamé al albergue, les expliqué mi situación y les pregunté que opciones tenía. El empleado me intentó tranquilizar, diciéndome que la estación de tren estaba junto a la de autobús y que me podía dar tiempo a llegar, si el tren no se retrasaba, claro. Si eso sucedía, la única opción era tomar un taxi, con la clavada correspondiente. </span></p><p style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Cuando ya estaba resignado a esta última opción, me di cuenta de que estábamos empezando a tomar una velocidad de crucero interesante, y empecé a creer en el milagro. Según mis cálculos, si se mantenía ese ritmo podría incluso llegar antes de tiempo. Pero empecé a ver cosas raras. Tras una parada comprobé que el tren estaba volviendo hacia el oeste para hacer un requiebro, y no contento con ello, en otra estación, el tren se quedó parado un rato. Tanto que incluso hubo gente que salió a estirar las piernas y a fumar. Mi gozo en un pozo.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhzdeFY5Nne9idLYqm_BWTI34GL1FdqZMeuiWLph3-5XvEBQQ-07YXwfZxo6dhk7VarKroZnGEw2a3hBM-ImGAZt8SI66TkAIeCZy4dv_6xX8JsiB5fn6kc4D_M7wOZ-_8TtmN5z4yh94oHgH9TOvEALR-fALF3QUzuzmkwo8tH2HyuykvTER3vsq_49A/s4128/20220718_195216.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhzdeFY5Nne9idLYqm_BWTI34GL1FdqZMeuiWLph3-5XvEBQQ-07YXwfZxo6dhk7VarKroZnGEw2a3hBM-ImGAZt8SI66TkAIeCZy4dv_6xX8JsiB5fn6kc4D_M7wOZ-_8TtmN5z4yh94oHgH9TOvEALR-fALF3QUzuzmkwo8tH2HyuykvTER3vsq_49A/w400-h300/20220718_195216.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">No hay prisa</span></td></tr></tbody></table><p></p><p style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> En mis siguientes horas pasé por varios estados, a cual peor, desde el cabreo a la angustia, entre los que a veces aparecía la esperanza. Hasta que llegué a un momento de lucidez. Me cansé de que la vida se riera de mí y decidí yo reírme con ella. Acepté que no iba a llegar a tiempo. Pensé que las levas que iba a pagar por un taxi no me iban a sacar de rico y que ni mucho menos valían el sofoco que estaba pasando. Así que salí al pasillo y empecé a disfrutar de los variados paisajes de la Bulgaria profunda que estaba recorriendo. Ante mis ojos desfilaron interminables campos de girasol y maíz, pequeños pueblos en medio de la nada, que contaban con mezquitas como herencia del pasado otomano e incluso carruajes de caballos circulando por carreteras.</span></p><p style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Como era de esperar, el tren llegó con un retraso de 15 minutos. Escaso pero suficiente para desbaratar mi plan de transporte. Probé suerte en la estación de autobuses, pero no había duda, la última expedición a Sozopol había partido hacía escasos 10 minutos. </span></p><p style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Parecía que estaba condenado al taxi, aunque otra idea pasó por mi cabeza. Por el precio del mismo, podría haber reservado habitación individual de hotel en Burgas. Pero en esos momentos lo único que me apetecía era descansar y no me veía con ánimos de dar vueltas por una nueva ciudad para buscar alojamiento.</span></p><p style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Cuántas veces he salido de una estación y he visto en la puerta un montón de taxis, y me he tenido que quitar de encima a conductores que me ofrecían una carrera. Pues el día que voluntariamente quería tomar uno, no había ni rastro en los alrededores de la estación. Tras una búsqueda por la redolada, vi a lo lejos una fila de vehículos amarillos. A ella me dirigí planeando un amago de estrategia. Preguntarle el precio a un taxista y con ese precio como referencia acudir a otro apretándole un poco. Mis castillos en el aire se volatilizaron cuando vi que los dos primeros taxistas estaban en animada conversación. Como odio el regateo, y no tenía fuerzas para discutir, acepté, aunque de mal grado, las 60 levas (30 €) que me solicitó el primero de ellos. Hay que aclarar que se trataba de una carrera de más de 30 kilómetros, pero sin olvidar que el autobús apenas costaba la sexta parte.</span></p><p style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> De lo perdido, saca lo que puedas. Así que, ya que me estaba metiendo una clavada importante, intenté sacarle partido al taxista, obteniendo un valioso testimonio sobre la vida en la Bulgaria comunista. La nada velada defensa que hizo del anterior sistema me hizo reflexionar. Mi opinión sobre el comunismo es que es una basura totalitaria, además de muy ineficiente desde el punto de vista económico. Pero en algunos casos hizo mejor la vida de algunas personas (y no solo de los dirigentes) que, pudiendo comparar con el capitalismo que viven ahora, elegirían sin dudar el comunismo. Mis respetos a todos ellos, aunque mi opinión siga siendo la misma o parecida.</span></p><p style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Ya oscurecía cuando arribamos a las inmediaciones de Sozopol y las primeras estampas de la costa del mar Negro animaron ligeramente mi afligido espíritu. El taxista me dejó a principio de una calle peatonal repleta de tiendas, adornada con bonitas luces y atestada de turistas. Un ambiente animado y optimista, que me hizo olvidar por momentos las miserias del día. </span></p><p style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Tras un breve paseo y alguna vuelta que otra, conseguí encontrar la puerta de mi albergue, oculta entre un par de comercios. Se trataba de un establecimiento pequeño, con cierto encanto y bastante más lustroso de los que me había encontrado hasta el momento. Como si de un ritual energético se tratase, aproveché para poner a lavar la ropa en un intento de limpiar las malas vibras que me estaban acompañando. Parece que no funcionó mal del todo, ya que en una habitación que contaba con dos pares de literas y una cama doble, me tocó en suerte esta última.</span></p><p style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> En mi paseo de inspección por la ciudad pude comprobar que estábamos en temporada alta. Cientos de personas atestaban las estrechas calles de la localidad, en las que no faltaban tiendas, restaurantes y hasta atracciones de feria. Se trataba de un turismo principalmente familiar y local. Un lugar ideal para ir con la familia o la novia (suponiendo que se deje convencer para ir allí en vez de a Peñíscola o Salou), pero no el más apropiado para un viajero solitario como yo.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEirhzuSqy35DeqSrZX1sFwKdT8_Ou0ZIDXCg3ff8Wz2BBt7ReMOwbkTQlq30SQd_COWBPjWHLJmvj9s9DmmXn84Pl203hbrwdgn3VdNvI21qwyjfg-rN--SguKV3Au8bsSH5IM2TubADb5wRNz0Xa-FnrV5cQDDpASXgHlezlUfLdAfE44-Z6WHgnoxMQ/s4128/20220719_213402.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEirhzuSqy35DeqSrZX1sFwKdT8_Ou0ZIDXCg3ff8Wz2BBt7ReMOwbkTQlq30SQd_COWBPjWHLJmvj9s9DmmXn84Pl203hbrwdgn3VdNvI21qwyjfg-rN--SguKV3Au8bsSH5IM2TubADb5wRNz0Xa-FnrV5cQDDpASXgHlezlUfLdAfE44-Z6WHgnoxMQ/w400-h300/20220719_213402.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Sozopol la nuit</span></td></tr></tbody></table><p></p><p style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Aún le di una segunda oportunidad cuando en el albergue se formó un grupillo y el recepcionista, que integraba la expedición, me invitó a sumarme a ellos. Los miembros del grupo parecían conocerse de toda la vida. Si a eso le sumamos que eran angloparlantes y yo no estaba para muchos trotes, el resultado es que pronto volví al albergue a descansar. </span></p><p style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Acostarse a dormir en una cama doble en un bonito pueblo costero no es tan mal final para un día de mierda. ¿No les parece?</span></p><p style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><br /></span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-5237583345002806632022-09-01T19:48:00.014+02:002024-03-19T13:19:04.800+01:00MÁS PLOVDIV Y SU REDOLADA<p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Al igual que en las comidas de negocios se cierran grandes tratos, en mi cena con la familia barcelonesa del día anterior habíamos planeado hacer una visita por las inmediaciones de Plovdiv. Aunque en realidad yo me limité a unirme al plan que había urdido Diego, un auténtico "culo inquieto" que sabe exprimir sus viajes al máximo, dejándome a su lado como un simple turista acomodado. Siguiendo con el símil de la cena, esta vez me apetecía ir "a mesa puesta" y seguir los planes de otros. Se trataba de visitar un monasterio ortodoxo (Bachkovo) que, si bien no contaba con tanta notoriedad como el de Rila (ya visitado), parecía bastante competente. Pero llegar allí tenía su complicación. Había que tomar un tren hasta la cercana localidad de Asenovgrad, y desde allí buscarnos la vida para llegar al monasterio. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> A la mañana siguiente, me llegó un mensaje de Diego hijo avisándome de que estaban camino de la estación para tomar un tren 20 minutos después. Teniendo en cuenta que el día anterior me había costado mi buena media hora llegar a mi albergue desde la estación, me di cuenta de que no había tiempo que perder, ni siquiera para lamentar la poca antelación con la que había sido enviado el mensaje. Lo que la tarde previa había sido un plácido paseo, se convirtió en un carrera de 3000 metros sin obstáculos, pero a ritmos africanos, con la incertidumbre de no saber si iba a llegar a tiempo. Buen chico yo para dejarme vencer por las manecillas del reloj. No solo llegué a tiempo, sino que cuando arribé a la estación todavía no lo habían hecho mis compañeros. Pero el tren ya estaba presto a su partida. A lo lejos apareció la familia y el padre se adelantó para decirme que montara y me fuera solo, que ellos no llegaban. Este era su plan y no me apetecía hacerlo en solitario, así que les esperé y por primera vez en mucho tiempo, agradecí que un tren saliera con retraso. El suficiente para que pudiéramos subir instantes antes de que emprendiera su marcha. Entre la carrerita que me había pegado y la incertidumbre de saber si llegaríamos a tiempo, estaba un poco alterado. Así que me relajé lo justo para afrontar el siguiente reto. No nos había dado tiempo a comprar billetes y no sabíamos si se podrían comprar a bordo. Cuando vino la revisora (una señora de mediana edad, que por supuesto no hablaba inglés), le ofrecí un billete de 20 levas con la mejor de mis sonrisas. Lo cogió y se fue. Para rebajar la tensión del momento, bromeé con mis compañeros, diciéndoles que si no volvía la mujer, significaba que en la compañía ferroviaria </span><span style="font-size: large;"><span style="font-family: georgia;">aceptaban sobornos</span><span style="font-family: georgia;">. Pero volvió. Y no solo me dio las vueltas, sino que me ofreció un papel en el que venían escritos de su puño y letra los horarios de vuelta. Excelente detalle que, por desgracia, no iba a ser la tónica de lo que me iba a encontrar en mi viaje por Bulgaria.</span></span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Sin más novedad (que ya son bastantes) arribamos a Asenovgrad. Había que encontrar el modo de llegar al monasterio. Probamos en la estación de autobuses, pero el que hacía la ruta que pasaba por nuestro objetivo ya había partido. Preguntamos a un hombre y nos dijo que la única opción era un taxi. Precisamente había uno cerca y nos condujo a él. En ese momento pasaron por mi mente recuerdos de otros países más informales en los que, si de sacar dinero al turista de trata, todos se conocen y se complementan a la perfección. Mis temores quedaron disipados cuando el hombre hizo un cálculo de lo que nos hubiera costado tomar el autobús a los cuatro y le exigió al taxista ese precio por llevarnos al monasterio. Estaba empezando a creer que los búlgaros eran gente amable. Ciertamente ese día no se podía decir otra cosa de ellos.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Referencias bíblicas venían a mi cabeza cuando el taxi que nos llevaba enfiló una recta en subida que daba acceso al monasterio. A ambos lados se apostaban decenas de puestos de comerciantes que, por lo menos, no contrariando a Nuestro Señor, no llegaban a situarse dentro del templo. </span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzuZ3R192kSnXv5wcHOGkMqai0uERKjDZx4foZJzAlEvi52GhgAknYepmw_Tw-H0AUMwejtmxntlIg302DJV8PK8g2AFaGTk5cnIyajNY1IyY-SDu1K_IIXKP-ZmPhvXhoUEcciDW-lBCJN0n1KGYpXi_2RccVZEumyDFBafQYFuxvbK_XYlx-VQ3uzg/s4128/20220717_102449.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzuZ3R192kSnXv5wcHOGkMqai0uERKjDZx4foZJzAlEvi52GhgAknYepmw_Tw-H0AUMwejtmxntlIg302DJV8PK8g2AFaGTk5cnIyajNY1IyY-SDu1K_IIXKP-ZmPhvXhoUEcciDW-lBCJN0n1KGYpXi_2RccVZEumyDFBafQYFuxvbK_XYlx-VQ3uzg/w400-h300/20220717_102449.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Devoto oportunista</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Las comparaciones de </span><span style="font-size: large;"><span style="font-family: georgia;">Bachkovo </span><span style="font-family: georgia;">con Rila eran inevitables. Estilo parecido y entorno montañoso similar. Aunque el estilo era menos espectacular, y el entorno, un poco menos montañoso. Eso sí, al igual que en Rila, con media horica de visita estuvimos más que servidos, que poco se podía hacer allí si no eras ortodoxo (yo soy heterodoso). La bajada nos sirvió para curiosear un poco los puestos, que vendían todo tipo de cosas fueran religiosas o profanas y llegamos a la carretera. Las opciones de volver a Asenovgrad no se veían muy claras. Tanto que Diego padre propuso que lo hiciéramos andando. Hasta a un pateador insaciable como yo le pareció descabellado. No solo porque había unos 10 kilómetros, sino también porque había tramos de carretera sin arcén. Así que anduvimos un pequeño trecho hasta que llegamos a un pueblecillo. En él había un apeadero de autobuses al que nos agarramos como un clavo. Y más después de que un individuo local nos confirmara que allí paraba un autobús cada hora que nos dejaría en nuestro destino. Tras una espera de unos 20 minutos, apareció el deseado vehículo. Lo malo es que no solo fuimos nosotros los que lo deseaban. Estaba lleno. Así que pasó de nosotros y nos dejó en una situación un tanto comprometida. Ciertamente me gusta improvisar en mis viajes, pero esto ya superaba mis estándares. No me gusta tanto complicarme la vida. Se nos ocurrió la alternativa de hacer auto-stop, pero con 4 personas se antojaba complicado. Así que la única opción viable era rezar para que apareciera un taxi. Parece ser que nuestra expiación en el monasterio dio sus frutos, porque al rato vimos llegar uno que se detuvo no lejos de nosotros y el conductor se apeó para sentarse en la terraza de un bar. Nos dirigimos a él y no solo se ofreció a llevarnos, sino que además nos cobró una tarifa razonable. Se agradece, porque allí perdidos en medio de la nada, no teníamos muchas opciones y nos podría haber apretado. Por si fuera poca nuestra suerte, el taxista, un muchacho joven, hablaba un inglés muy competente. </span></span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Un poco antes de llegar a Asenovgrad había una fortaleza que Diego padre quería visitar. Al escuchar el taxista nuestra conversación, se ofreció a dejarnos allí sin cobrarnos más, a pesar de que para acceder a la misma, había que subir un par de kilómetros por una carretera de montaña. </span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjNwyFbJJ_OtnY9x9VT4kY5k_OvK7nAvsnrB-vcWhirny78YQZ4ieOXKvxYUdc5s1hNFi-cPjS9y66LcdSMi1yqVcZKgpBayJcqdFuwUcXeV2jibQwgYrpY5TGhQTbOUCcJhU0DN7zsvEtd-cLAA5H0rdJcBrcjKh43HF3OYPVMJuwStsTNPH_9m3BkRw/s4128/20220717_130123.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjNwyFbJJ_OtnY9x9VT4kY5k_OvK7nAvsnrB-vcWhirny78YQZ4ieOXKvxYUdc5s1hNFi-cPjS9y66LcdSMi1yqVcZKgpBayJcqdFuwUcXeV2jibQwgYrpY5TGhQTbOUCcJhU0DN7zsvEtd-cLAA5H0rdJcBrcjKh43HF3OYPVMJuwStsTNPH_9m3BkRw/w400-h300/20220717_130123.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Vistas de enjundia...y una ermita de fondo</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> La fortaleza de Asen en sí era poco más que una iglesia y una torre de defensa sin mucho encanto. Otra cosa eran las vistas que se podían disfrutar desde allí. Una auténtica delicia.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> La vuelta, a pesar de ser cuesta abajo, se nos hizo un poco cuesta arriba debido al intenso calor que asolaba Europa por aquel entonces. Pero gracias a nuestra resistencia intrínseca conseguimos llegar de una pieza a los arrabales de Asenovgrad. Ya más resguardados del astro Rey, callejeamos hasta la estación y tomamos el siguiente tren. Como llegar directamente a Plovdiv hubiera sido demasiado sencillo, esta vez el tren nos dejó en un pueblo donde tuvimos que coger un autobús que, esta vez sí, nos dejó "en casa". Y como siempre ha habido clases, la que mis compañeros eligieron para pernoctar esa noche, poco tenía que ver con la mía. Se trataba de una mansión histórica reconvertida en albergue. El más bonito y genuino que he visto nunca (y he visto muchos). Pensar en que podía haber estado en esa auténtica maravilla hacía que se me bajara el alma a los pies cuando ponía el pie en mi más que humilde establecimiento hostelero. Hay vida más allá del albergue más barato de la búsqueda.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhD0RHA-fzSELLbrEJQu_eK3eaZ0IYSX30SHeSJk_XZ5DYYPlbYg_0Sae0fQjt8Sau4faGRvg7dKsS-IF9BP9tBZYD_sZU_3T4mgd6SVcjGi661-R9n1j7L5nqaggnymMeFsqD05IDG7zrRUUJoQfklYcoaisevt1T4pnrZVCXVlUaf1u5Ck1tEjmyH2w/s4128/20220717_184707.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhD0RHA-fzSELLbrEJQu_eK3eaZ0IYSX30SHeSJk_XZ5DYYPlbYg_0Sae0fQjt8Sau4faGRvg7dKsS-IF9BP9tBZYD_sZU_3T4mgd6SVcjGi661-R9n1j7L5nqaggnymMeFsqD05IDG7zrRUUJoQfklYcoaisevt1T4pnrZVCXVlUaf1u5Ck1tEjmyH2w/w400-h300/20220717_184707.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Free Plovdid Tour</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Esa tarde tocaba "free tour", al que se sumaron mis amigos catalanes. No serían los únicos compatriotas, ya que en el grupo brillaban con luz propia un joven cordobés y un donostiarra acompañado de su pareja taiwanesa, que sorprendía por su 1.80 de estatura. En tan grata compañía, disfruté aun más si cabe de las exhaustivas explicaciones de la guía. Una ciudad con un pasado tan denso, que ha dejado tantas huellas palpables, es una delicia para cualquier persona mínimamente interesada en la historia y la arquitectura. Como curiosidad, entre los muchos datos que se nos aportaron, destaca el hecho de que, según la guía (y no tengo por qué desconfiar de ella), Plovdiv es la ciudad europea que durante más tiempo ha estado habitada ininterrumpidamente. También me llamó la atención que, cual si una Roma búlgara se tratase, la ciudad cuenta con siete colinas. Nuestro tour acababa en la cima de una de ellas, lugar privilegiado para presenciar una espectacular vista sobre Plovdiv.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMoEl03tN2BRvkU4YUp6EMKGQD-iLT9zU0PNK5eq-zYbh5Y881KgOhbpHYLIDuHKz0aQO7QOJDJZ44ltp5aySEfRU3kAwLWCWJiQ9PWbvcAbCdGaIMrSk54pQZKgoSACGopVPuVENfwMclVek25tH-iiXtiRmcnk5s5-ApxmZzynRgw6yqq5wFoAGnhA/s4128/20220716_195005.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMoEl03tN2BRvkU4YUp6EMKGQD-iLT9zU0PNK5eq-zYbh5Y881KgOhbpHYLIDuHKz0aQO7QOJDJZ44ltp5aySEfRU3kAwLWCWJiQ9PWbvcAbCdGaIMrSk54pQZKgoSACGopVPuVENfwMclVek25tH-iiXtiRmcnk5s5-ApxmZzynRgw6yqq5wFoAGnhA/w400-h300/20220716_195005.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Plovdiv a nuestros pies</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> La cultura alimenta el alma, pero no el estómago. Para ello contábamos con "Happy Grill", una franquicia de restauración autóctona, que cuenta con unos locales de vistosa decoración. Parece ser que son muy exitosos, ya que incluso tuvimos que hacer cola para que nos atendieran. La espera mereció la pena, no sólo por la espléndida atmósfera del garito, sino por la buena comida que se nos sirvió. Sin olvidar a las camareras que...esto...nos sirvieron con una gran eficacia. Sí, eso es...muy eficaces...</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhGc0RdKTSSHaW5Xz19RI-xmX2REYmsb-ABPeHMea5ceYldNIWZ-iY9oTbtvyrOOhxU1-LGJrhgeDa9uuBTwI9iefK_qiNtDygNL8rNDfOidfOZACYPS31q5tG0Pxl3pzclQESq44_BpKlf8I1N6S06lYRr4R-yxvKN9sYBpDjz3JPh_0OWONEgZb8EpQ/s4128/20220717_211701.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhGc0RdKTSSHaW5Xz19RI-xmX2REYmsb-ABPeHMea5ceYldNIWZ-iY9oTbtvyrOOhxU1-LGJrhgeDa9uuBTwI9iefK_qiNtDygNL8rNDfOidfOZACYPS31q5tG0Pxl3pzclQESq44_BpKlf8I1N6S06lYRr4R-yxvKN9sYBpDjz3JPh_0OWONEgZb8EpQ/w400-h300/20220717_211701.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">Delicias búlgaras</span></td></tr></tbody></table><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Por si no le faltaran encantos a la ciudad, también cuenta con una zona de bares de aire algo bohemio, engalanadas con unas bonitas luces tipo navideño. Nos dimos un voltio por allí, pero no vimos muy apropiado unirnos a la fiesta acompañados de dos adolescentes (seguramente ellos pensarían lo mismo de dos carrozas como nosotros), por lo que nos retiramos a descansar. Ellos, al varias veces elegido mejor albergue de Bulgaria y yo, a mis literas de triple piso. Pero tampoco me voy a quejar tanto, que por lo menos se dormía bien. Además, el talento natural y la improvisación que habíamos desplegado durante el día no había salido nada mal. Todo lo contrario a lo que me iba a suceder en la jornada venidera.</span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-14363605100891483692022-08-25T01:20:00.009+02:002022-08-25T11:52:56.313+02:00PLOVDIV: ORGULLO PROLETARIO <span style="font-family: georgia; font-size: large;">Durante el tercer día de mi estancia en el albergue de Sofía se habían incorporado dos huéspedes a mi habitación. Cada uno de ellos hizo su particular aportación. El primero era un simpático maño, que me descubrió la aplicación <a href="http://Maps.me">Maps.me</a>. Gracias a ella no me volví a perder en mi viaje. El segundo de ellos se trataba de un surcoreano de avanzada edad, que nos regaló esa noche un intenso concierto de ronquidos en Sol Mayor. Cuando mi compañero zaragozano y yo estábamos al borde de la desesperación, se produjo un giro de guión (y de posición). El huésped asiático limitó sus decibelios y pudimos descansar un poco.</span><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Ya tocaba abandonar Sofía, pero no quise hacerlo sin visitar el Museo de Arte Socialista. Siempre me han atraído los grandes murales que mostraban lo felices que eran las personas y lo bien que funcionaban las cosas en los países que estaban al otro lado del telón de acero. No quiere decir que me los crea, pero estéticamente me parecen muy bonitos. </span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mis esperanzas revolucionarias quedaron un tanto frustradas cuando comprobé que la pequeña sala del museo solo contenía cuadros pequeños y algunos bustos. ¿Dónde estaba el típico agricultor o trabajador industrial en una escena de grandes dimensiones? Allí desde luego que no. Por suerte, en un jardín exterior, a falta de murales había un gran número de efigies de personajes como Marx o Lenin. Con buen criterio, en lugar de destruir o almacenar las estatuas de la época comunista, se han llevado todas allí para que las vea quien quiera contemplarlas. <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEipip-YBjQuge8PdgUMkxbHsY5-fYWM2ZrmlTDQEFrINPklachSb6G0Nh3ZqKUr5FC8DfUkIPPWLcUP7ZHxnBPqbV9uke82VzdRy4Hn7eEVDf8dCczCheVDbH6iVohXpCpUV0X_LAe5VEXEzZwSK3ouLFX__E2fF3iH2ce7vxR6Iklf6dn_q9017fN2ow/s4128/20220716_110046.heic" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEipip-YBjQuge8PdgUMkxbHsY5-fYWM2ZrmlTDQEFrINPklachSb6G0Nh3ZqKUr5FC8DfUkIPPWLcUP7ZHxnBPqbV9uke82VzdRy4Hn7eEVDf8dCczCheVDbH6iVohXpCpUV0X_LAe5VEXEzZwSK3ouLFX__E2fF3iH2ce7vxR6Iklf6dn_q9017fN2ow/w300-h400/20220716_110046.heic" width="300" /></a></div> </span><span style="font-family: georgia;">Marx frente al capitalismo</span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Del museo me dirigí a la estación de autobuses con el objetivo de conseguir billete para la ciudad de Plovdiv. Muy confiado iba yo hasta que me topé con la burocracia búlgara. La empleada que me atendió me dijo que en esa taquilla solo se podían comprar los billetes de los viajes que partían hasta las 2 de la tarde, y que estaban todos agotados. Para las expediciones que tenían lugar más tarde, había que ir a otra taquilla, que en ese momento se encontraba cerrada. Me había confiado demasiado y por momentos se me complicaba mi plan de viaje.</span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Probé suerte con en la estación de tren, con muy distinto signo. Conseguí sin problemas un billete de tren que partía en media hora, y además a mejor precio que el autobús. Como contrapartida, el tiempo de trayecto era mayor, y el tren estaba bastante obsoleto. Miel sobre hojuelas para mí, que no tenía ninguna prisa y sé valorar el sabor añejo que impregnaba los vagones. Estos estaban compuestos por compartimentos de tres asientos enfrentados y un pasillo lateral. Hacía muchísimos años que no montaba en un tren así, y fue una experiencia que valoré en gran medida.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJI8NwLl7Vb-3-cR7gDF9UI2Im5oPz7lLHhchSzCcvnVw6QlPutF-7Dhr0Q-pU6dgKTIMqbvy2o02tWNNAOKh358FJDYbUBTtmkh8Aj3542r0BdXzpBHm7OTPZQv5GpSw4AcS77ASwfechJkVEOpC2GHS6YbL1CW6nfiFlAjoCUUKeDG04rtNd6wO7Ag/s4128/20220716_125419.heic" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJI8NwLl7Vb-3-cR7gDF9UI2Im5oPz7lLHhchSzCcvnVw6QlPutF-7Dhr0Q-pU6dgKTIMqbvy2o02tWNNAOKh358FJDYbUBTtmkh8Aj3542r0BdXzpBHm7OTPZQv5GpSw4AcS77ASwfechJkVEOpC2GHS6YbL1CW6nfiFlAjoCUUKeDG04rtNd6wO7Ag/w300-h400/20220716_125419.heic" width="300" /></a></div> </span><span style="font-family: georgia;"> Viaje en el tiempo </span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Y esa experiencia todavía mejoró cuando en una estación se subieron un hombre con sus dos hijos (una pareja de adolescentes) al tren y ocuparon mi compartimento. Se trataba de una familia de Cornellá (Barcelona), con la que pronto empecé a hacer buenas migas. Al llegar a nuestro destino, el padre me propuso que les acompañara en su cena de esa noche. Pocas cosas hay más tristes que comer en solitario en un restaurante, por lo que acepté de buen grado su ofrecimiento.</span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> De camino al albergue ya me pude hacer una idea de los encantos de la ciudad. En primer lugar, recorriendo una amplia y animada avenida peatonal plagada de comercios. Tras ella me interné en el casco histórico de la ciudad, que es su auténtico plato fuerte. Calles empedradas, mansiones de época, ruinas romanas... Numerosos vestigios que dan fe de la dilatada historia de Plovdiv y de su importancia. No en vano fue en su día la capital del país y en 2019 fue elegida como Capital Europea de la Cultura.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjEIM_fpyRbOyiQwCpVkGeWEdFbLTfN2D1ch_YIDOGQGfeHBDVCbhGkxQ7PNh0Wad6xdDhvOi0l_JV_kUG6V7M8dz-xuwgYIIQT50lFeKGqDuvx8kO660EVgtPs0TNmFcYh4pTm9pH6fVGdytS_tHYGjizfmxJVWxjvPO3CdgwgApJW5BwwDn_rBTo9Bg/s4128/20220716_175326.heic" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjEIM_fpyRbOyiQwCpVkGeWEdFbLTfN2D1ch_YIDOGQGfeHBDVCbhGkxQ7PNh0Wad6xdDhvOi0l_JV_kUG6V7M8dz-xuwgYIIQT50lFeKGqDuvx8kO660EVgtPs0TNmFcYh4pTm9pH6fVGdytS_tHYGjizfmxJVWxjvPO3CdgwgApJW5BwwDn_rBTo9Bg/w400-h300/20220716_175326.heic" width="400" /></a></div> </span><span style="font-family: georgia;">Anfiteatro Romano de Plovdiv</span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mi albergue no tenía tanta historia ni cultura, aunque estaba situado en medio del cogollo histórico. Un agradable patio ajardinado era el preludio de una habitación un tanto agobiante. Nada menos que 15 literas se agrupaban en pisos de 3, aprovechando al máximo el espacio con el que contaba el cuarto. El piso inferior estaba a ras de suelo, y el superior, a una altura considerable. Por suerte quedaba libre una cama en el piso central que ocupé antes de que volara.</span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> En tan opresiva atmósfera no podía estar por mucho tiempo, por lo que enseguida salí a explorar la ciudad. A semejanza de lo que me había ocurrido en Sofía, me faltaba algo de contexto para valorar los elementos que me iba encontrando. Eso pedía a gritos un tour gratuito, pero ese día ya era tarde. También se me hacía un poco cuesta arriba estar solo de nuevo, tras los dos días con mis amigos de Sofía. Por ello, agradecí que llegaran las 8 y media de la tarde para acudir al lugar que mis improvisados compañeros había escogido para cenar. La verdad es que la elección no había podido ser más afortunada. Se trataba de un restaurante de bastante enjundia, pero frecuentado por locales, por lo que los precios eran razonables y la comida, de calidad. No le fue a la zaga la compañía. Ambos Diegos (padre e hijo) y Sofía (la hija) me hicieron sentir como en familia a la par que devoraba exquisitos manjares búlgaros como el <i>Tarator</i> (sopa a base de yogur y pepino) o los <i>Kiufte</i> (una especie de hamburguesas).<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFx2i439rP_4EywwGNAQK3TdwOzLKmRBdI3XKL4Ptim8Wr4GDAacP6e4QUnPijPtv9-bGx0HQ01kpxytm-QLKv_ALu8Njiyy8XQDND5R9E1kYE2AiEIGKOxa5cjVVLSLD7ED_fobyyKs-Tv2ox1tFjBOXWTIbomQeG-2swCZdiqMgVWUFU0DknSNLPLw/s4128/20220717_172941.heic" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFx2i439rP_4EywwGNAQK3TdwOzLKmRBdI3XKL4Ptim8Wr4GDAacP6e4QUnPijPtv9-bGx0HQ01kpxytm-QLKv_ALu8Njiyy8XQDND5R9E1kYE2AiEIGKOxa5cjVVLSLD7ED_fobyyKs-Tv2ox1tFjBOXWTIbomQeG-2swCZdiqMgVWUFU0DknSNLPLw/w300-h400/20220717_172941.heic" width="300" /></a></div> </span><span style="font-family: georgia;">Espacio bien aprovechado</span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Contrariamente a lo esperado, el habitáculo de mi albergue, aparentemente opresivo, se reveló como idóneo para el descanso. Al disponer de cortina permitía bastante intimidad, y el contar con paredes de separación entre grupos de camas, hacía que los ruidos llegaran muy mitigados.</span></div><div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> No iban a tener una noche tan plácida un grupo de huéspedes que, ante la gran demanda que presentaba el albergue y la falta de camas para acogerlos, tuvieron que dormir en el suelo del salón. Y es que siempre ha habido clases. En este caso, como complemento a mi visita comunista de esa misma mañana, me sentí repentinamente imbuido de espíritu proletario. Desde mi humilde cama, pero cama al fin y al cabo, pude mirar por encima del hombro al lumpen que yacía en el piso del albergue.</span></div><div><br /></div><div><br /></div>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-42500629946589258182022-08-08T19:56:00.004+02:002024-03-15T13:38:29.200+01:00SIETE LAGOS Y MONASTERIO DE RILA<p> <span style="font-family: georgia; font-size: large;">Una vez vistos los más destacados puntos de interés de Sofía, tocaba hacer lo propio con dos de las principales atracciones turísticas del país: los Siete Lagos y el Monasterio de Rila. Existía una opción niunclavelista para visitar ambos enclaves utilizando transporte público. Pero era tan ardua y requería tanto tiempo, que decidí que sería mejor idea contratar una agencia para visitar ambos lugares el mismo día. O mejor dicho, decidimos, porque a la iniciativa se sumaron mis ya amigos Germán y Miranda, con los que había pasado gran parte de la jornada anterior.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> La jornada comenzó pronto, ya que se nos citó a las 7 de la mañana para empezar la excursión. Un fornido guía local subió a la furgoneta y nos explicó la ruta que debíamos seguir en la visita a los lagos, además de entregarnos un mapa esquemático del recorrido. A todo esto, nuestro compañero venezolano, que no había dado señales de vida, apareció justo a tiempo para no quedarse en tierra. No fue el caso del guía, que tras su disertación se despidió y ya no lo volvimos a ver. Nuestra excursión se denominaba "autoguiada". Nos tendríamos que fiar del plano que nos dieron y de nuestro talento natural. Pero no asustó a espíritus tan intrépidos como los nuestros.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Las llanuras que rodeaban la ciudad de Sofía, donde destacaban los campos del ahora cotizado girasol, acabaron dando paso a un paisaje de montaña que prometía. La furgoneta nos dejó en un aparcamiento y de allí tuvimos que andar unos cientos de metros para tomar un telesilla. El hecho de que estos aparatos no se paren para que te sientes en ellos, hace que el montarte y sobre todo el apearte de ellos sea un momento un poco tenso. En este caso no hubo ninguna incidencia y pudimos disfrutar de una agradable paseo por los aires mientras espectaculares paisajes de montaña se sucedían ante nuestros ojos.<br /></span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> El telesilla nos dejó a más de 2000 metros, en un entorno privilegiado, ya carente de arbolado, por el que teníamos que seguir subiendo a pie. La caminata nos iba a llevar a encontrarnos con siete lagos glaciares situados a diferentes alturas. Se podía tomar una ruta distinta a la ida y a la vuelta para pasar junto a todos ellos. Mis compañeros no se las prometían muy felices al ver lo que nos esperaba, y apostaban a que no iban a pasar del primer lago. A él llegamos tras un agradable paseo de una hora. A partir de allí, el camino se empinaba y presentaba una mayor dificultad. Ello no minó la moral de la expedición. Los paisajes sublimes que nos ofrecía el paraje y la curiosidad por ver los siguientes lagos fueron más que suficientes para vencer el desánimo inicial. Además el día acompañaba. El sol lucía en todo su esplendor, pero la elevada altitud a la que nos encontrábamos hacía que la temperatura fuera realmente agradable. </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi68PD5K7xZtUyqds-i4z6QUqJv5A09wTm7ygcbPI3VoUw2q05eFKVhfdUstJf6crDjF4yxjkY6pIUKN8DDOxKPrUTiPQy4GKewyxmh42uwNjl14KnrX1BvYMnj25OqHsgkTu4uZMPrKEuan-4m_RQ7wwvjEBzZ79f-tA1PCY5RqiWP_jBsWCsky-tCtQ/s4128/c0e9df2c-12fa-4565-8fd3-3075d5a1cb31-0.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi68PD5K7xZtUyqds-i4z6QUqJv5A09wTm7ygcbPI3VoUw2q05eFKVhfdUstJf6crDjF4yxjkY6pIUKN8DDOxKPrUTiPQy4GKewyxmh42uwNjl14KnrX1BvYMnj25OqHsgkTu4uZMPrKEuan-4m_RQ7wwvjEBzZ79f-tA1PCY5RqiWP_jBsWCsky-tCtQ/w400-h300/c0e9df2c-12fa-4565-8fd3-3075d5a1cb31-0.jpg" width="400" /></a></span></div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> </span><span style="font-family: georgia;">Paisajes de auténtica enjundia</span><p></p><p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> Así, casi sin darnos cuenta, nos encontramos con el último tramo que nos conducía a un mirador. La subida tenía ya una pendiente considerable. Pero la tentación del abandono cedía ante la proximidad de la cima y sobre todo al cruzarnos entrañables ancianitas que volvían tras haber conseguido el objetivo. No podíamos ser menos que ellas. Y no lo fuimos. Tras casi tres horas de pateada, arribamos a un mirador desde el que se podían contemplar seis de los lagos, en una estampa absolutamente espectacular.</span></span></p><div class="separator" style="clear: both; font-size: x-large; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjRVtTSbre42w9k7Z9DdhFwr0x79syt8pTBZcOamftZADMr7O-fwDXLJPmYU8A1bQN_Om_G-Sbz6ewDtrmZ7NQ2ag0SSO1pYYRcmWHsse4XUTDJ6Iiy3J3dmtsGb3DhDfhiiLX72ZdNHMeYgyXwp2tYTHO2Td1otxXL22-I9Usk4yLbGJNCPkdXLCWi0Q/s1600/WhatsApp%20Image%202022-07-26%20at%2011.17.44%20PM%20(1).jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="1600" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjRVtTSbre42w9k7Z9DdhFwr0x79syt8pTBZcOamftZADMr7O-fwDXLJPmYU8A1bQN_Om_G-Sbz6ewDtrmZ7NQ2ag0SSO1pYYRcmWHsse4XUTDJ6Iiy3J3dmtsGb3DhDfhiiLX72ZdNHMeYgyXwp2tYTHO2Td1otxXL22-I9Usk4yLbGJNCPkdXLCWi0Q/w400-h300/WhatsApp%20Image%202022-07-26%20at%2011.17.44%20PM%20(1).jpeg" width="400" /></a></span></div><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: x-large;"> </span><span style="font-size: x-large;"> </span><span style="font-size: x-large;"> </span><span style="font-size: x-large;"> </span><span style="font-size: x-large;"> </span><span style="font-size: x-large;"> </span><span style="font-size: x-large;"> </span><span style="font-size: x-large;"> </span>Podio de honor<br /></span><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Evidentemente la bajada se hizo más llevadera que la subida, pero no nos pudimos descuidar. Necesitábamos estar a la hora en el aparcamiento y no nos sobraba mucho tiempo. Aunque la caminata que nos pegamos tenía su enjundia, a mí se me pasó volando. Y no solo por mi preparación pateadora y mediomaratoniana. La irresistible personalidad de Germán y el encanto personal de Miranda se conjugaron con lo extraordinario de los paisajes para hacer de la excursión una experiencia inolvidable. Parecía que nos conocíamos de toda la vida. Los temas de conversación, interesantes todos ellos, se sucedían sin solución de continuidad. Cuando veía algunos excursionistas hacer la ruta en solitario, me daba cuenta de la suerte que había tenido de haber encontrado tan selecta compañía.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Pudimos llegar a tiempo a la furgoneta en busca del segundo hito del día. Los Siete Lagos habían puesto el listón muy alto, por lo que el Monasterio de Rila tenía muy difícil superarlo. Cuando nuestro vehículo nos dejó en un entorno idílico rodeado de montañas y tuvimos acceso al monasterio, pensé que por momentos lo iba a conseguir. Se trata de un recinto amurallado donde se alzan en sus lados interiores varias plantas de arcadas. En ellas se emplazan las celdas de los monjes. En el centro se alza una torre y una iglesia ortodoxa cuyas paredes están decoradas con llamativas pinturas murales . Es posible incluso alojarse en el monasterio. Esa idea pasó por mi cabeza a la hora de planear mi viaje, pero la descarté por la dificultad que entrañaba cuadrar el transporte. En esos momentos, mientras respiraba la espiritualidad que reinaba en el lugar y observaba el privilegiado entorno en el que se situaba, pensé que había cometido un pequeño pero craso error. Pero cuando tras media hora de dar vueltas por el monasterio y ver que no había mucho que hacer por allí, llegué a la conclusión de que se me hubiera hecho un poco larga la estancia, aunque solo hubiera sido de un día. Y es que, sin negar la espectacularidad y la importancia del lugar, la visita no da para estar mucho tiempo. A no ser que seas un beato ortodoxo, que no es el caso.</span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh3sMDzDQMgg2DMNev6o2E0JhZGakBcUxVdQm0iXpwg3GXmiDw2YNaFRpXCLrAcssadGr3XZdi_cs6HVR7EvJKGnAouRnYY9aRDpXHG5USfdAFwuokeiK2Vebs_Gp2ywlr8Db4kMGkao5a20chYC63xEI1PKvvUwoqSl6jJku8dzhFxhtzX1u4NeiGb-g/s4128/e75b61ee-ba2d-46ef-9f11-fdf9bc59b647-0.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh3sMDzDQMgg2DMNev6o2E0JhZGakBcUxVdQm0iXpwg3GXmiDw2YNaFRpXCLrAcssadGr3XZdi_cs6HVR7EvJKGnAouRnYY9aRDpXHG5USfdAFwuokeiK2Vebs_Gp2ywlr8Db4kMGkao5a20chYC63xEI1PKvvUwoqSl6jJku8dzhFxhtzX1u4NeiGb-g/w400-h300/e75b61ee-ba2d-46ef-9f11-fdf9bc59b647-0.jpg" width="400" /></a></span></div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> </span><span style="font-family: georgia;">Monasterio de Rila</span><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> El cansancio acumulado se mostró en el viaje de vuelta, donde ya no nos mostramos tan locuaces. Nada mejor para recuperar energías que una buena merienda-cena, que tuvo lugar en el mismo restaurante "auténtico" al que habíamos ido el día anterior. La buena impresión que me había causado la primera vez, se evaporó cuando me trajeron mi comanda. Atraído por la foto del menú y su generosa ración, todo parecido con la birria (por la cantidad) que me sirvieron, era pura coincidencia. Menos mal que no fue el caso de mi compañera chilena que, no sé si por lástima o por tener menos saque que yo, compartió parte de su abundante ágape conmigo. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Apenas llevaba dos días de viaje, y ya comenzaban las despedidas. Miranda y Germán tomaban un autobús rumbo a Estambul esa misma noche. Esa es la esencia del viaje. Es fácil encontrarte con gente, pero también perderla.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> En el caso de la chilena, el viaje a Estambul era una mudanza en toda regla, ya que había abandonado Malta para recalar en tierras otomanas, y la visita a Sofía solo era una escala en el trayecto. Por eso portaba 3 maletones considerables. Como el niunclavelismo es una filosofía que procuro expandir, me ofrecí a ayudarla en su periplo hasta la estación, y así se podía ahorrar el temido y presumiblemente oneroso taxi. Al fin y al cabo, la estación de autobuses estaba a solo dos paradas de metro. Eso sí, no disponíamos de mucho tiempo, ya que la dama austral y un servidor salimos del albergue media hora antes de la partida, que se esperaba a medianoche. Así, en una especie de cuento de Cenicienta en versión búlgara, tuvimos que arrastrar las pesadas valijas a través de las calles de Sofía y el metro, en una carrera contrarreloj, para llegar a la estación a tiempo. Al bajar del vagón de metro nos encontramos con tres salidas distintas, muy separadas entre sí y no teníamos idea de cuál era la correcta. Así que me adelanté en solitario y gracias al infalible, pero no siempre más rápido método del ensayo-error, conseguí encontrar al segundo intento la salida que nos dejaba junto a la estación de autobuses. Ésta contaba con varios andenes y en esos momentos no disponíamos de mucho margen para investigar. Les pregunté a un par de guardias, pero no hablaban inglés (ni yo búlgaro). Afortunadamente, uno de ellos se defendía en francés, y me indicó que el andén de autobuses internacionales se situaba en una explanada junto a la estación. Allí acudimos prestos para encontrarnos a Germán un poco inquieto y al autobús ultimando los preparativos. Hubo tiempo suficiente para despedirme en condiciones de mis dos amigos. En mi condición de viajero solitario, mi objetivo es siempre encontrar compañía para mis andanzas. Algunas veces esa compañía apenas alcanza para mitigar la sensación de soledad. En este caso fue mucho más lejos. Realmente estaba a gusto con esta gente y se me hacía un poco cuesta arriba afrontar los siguiente pasos de mi viaje en solitario.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mientras volvía andando a mi albergue, y en mi interior pugnaban la tristeza por la despedida con el agradecimiento por los momentos vividos, se me acercaron dos "profesionales del amor" para ofrecerme sus servicios. No se puede decir que la proposición tuviera el don de la oportunidad. ¿Quién metería la mano en el fango cuando aún tiene entre sus dedos la fragancia de la rosa?</span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-60074351737770961142022-08-02T20:56:00.009+02:002023-04-14T10:44:54.224+02:00SOFÍA<p> <span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Mis primeros pasos por Sofía me sirvieron para comprobar que la capital búlgara es una ciudad relativamente apacible, con muchas zonas verdes y menos agobiante que la mayoría de grandes urbes. Sensaciones menos placenteras me invadieron a llegar a mi albergue, que como dijo algún huésped, "parecía una casa de okupas". Aunque esa apreciación era algo exagerada, sí es cierto que el establecimiento estaba un poco patas arriba. Resultaba especialmente inquietante un grafiti muy chapucero en el entresuelo indicando que la recepción estaba en la cuarta planta. Los temores iniciales se disiparon al llegar a esa cuarta planta y ser atendido en un más que correcto español por un curioso y carismático anfitrión, que destacaba por su bigote estilo decimonónico y por su peculiar carácter. </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHwsdxOdD6ZgjLxDTIMhoGhl9adre-CnK2ATs4WLenLuE316nVa3YhJdHFI_58ydu6LHNG_E1uO3dreYY-J742mQtX3EBfA7Jj93HAe-tJEg8EG5wtcbiwmuKERm4P-cmPtFbdfk-M9eTfIgk18vRKIVqZUJImXwng8Cd0jfQtBzq7efxXmNUvJMQQJg/s4128/20220714_101349.heic" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHwsdxOdD6ZgjLxDTIMhoGhl9adre-CnK2ATs4WLenLuE316nVa3YhJdHFI_58ydu6LHNG_E1uO3dreYY-J742mQtX3EBfA7Jj93HAe-tJEg8EG5wtcbiwmuKERm4P-cmPtFbdfk-M9eTfIgk18vRKIVqZUJImXwng8Cd0jfQtBzq7efxXmNUvJMQQJg/w400-h300/20220714_101349.heic" width="400" /></a></span></div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> </span><span style="font-family: georgia;">Bulevar Vitosha: ejemplo del carácter tranquilo de Sofía</span><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Empecé a socializar integrándome en un grupo de jóvenes que estaban charlando en el salón utilizando una astuta estrategia. Un compañero alemán y yo compramos dos botellas grandes de cerveza, y con ellas acudimos a la tertulia, donde fuimos muy bien acogidos. El grupo estaba formado por genuinos miembros de la especie "Homo Hostelis" <a href="https://blogheterodoso.blogspot.com/2017/10/tirana.html" target="_blank">ya descritos en mi blog</a>, y que básicamente son personas típicas de los albergues, jóvenes, simpáticos y con gran nivel de inglés. Yo ya peino canas, soy más bien taciturno y con mi inglés me defiendo, pero se me escapan muchas cosas. Por todo ello, porque los temas que se estaban tratando eran bastante intrascendentes y porque el cansancio del viaje se me empezaba a apoderar, me retiré a mi cuarto. Mi sorpresa fue mayúscula cuando comprobé que la puerta estaba bloqueada y no podía acceder. Me identifiqué como un morador de la pieza y me dejaron entrar tras mover la litera que estaba obstaculizando el acceso. Mis nuevos y asustados compañeros eran una pareja rumana que, al comprobar que nuestro cuarto no contaba con consignas ni candado en la puerta, se habían atrincherado por temor a posibles robos. Era la primera vez que dormían en un albergue y dada su aprensión, no creo que le sigan muchas más.</span></p><p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> A la mañana siguiente salí a patear Sofía. Entre que apenas me había documentado sobre el país antes de viajar y que los letreros de los edificios estaban en cirílico, no me estaba enterando de mucho. Menos mal que contaba con uno de mis mejores aliados: el "Free Tour", que además en este caso contaba con versión en español. Las explicaciones de Georgi, en un excelente castellano me sirvieron para conocer la historia del país, de la ciudad y para identificar los edificios que poco me habían dicho en mi inspección previa. Para hacer más interactiva la actividad, el guía hacía preguntas y premiaba a los acertantes con caramelos. Pero no unos cualquiera. Se trataba de caramelos comunistas, de una marca popular en aquella época. Evidentemente hice todo lo posible por ganarme uno. Acerté con el pueblo que precedió a los romanos en Bulgaria(los tracios) y me hice con el ansiado premio. Una mujer y su hijo me mostraron su reconocimiento por haber acertado una cuestión tan poco evidente y se me pasó por la cabeza darle el caramelo al niño. Pero él no lo habría podido disfrutar a tantos niveles como yo, así que disolví el comunismo con sabor a menta en mi boca. Eso sí, les prometí que si conseguía otro, sería para él. Quisieron la suerte y mi sabiduría que acertase otra pregunta posterior. Esta vez el trofeo fue a parar a manos del niño, ante su mirada de alegría y la de agradecimiento de sus padres.</span></span></p><div class="separator" style="clear: both; font-size: x-large; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhf5NOY4y1E1HtVqlKO0D2vgzYGg_PlMcfdM94fr40syz6MjZNB5LzxVPXjC5qSMOe-yCcsiKkUK1zrfB9vido68A7hsEhsNQ2t258tkl1MzJkufQBacJtdJzMgOtjRi_0GAbNfOJ4CfK5ZbYCedQiz2s6y9PvoJC6UbI-t8f7KwB-4gwGfAy6sh0oihg/s4128/20220714_115549.heic" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhf5NOY4y1E1HtVqlKO0D2vgzYGg_PlMcfdM94fr40syz6MjZNB5LzxVPXjC5qSMOe-yCcsiKkUK1zrfB9vido68A7hsEhsNQ2t258tkl1MzJkufQBacJtdJzMgOtjRi_0GAbNfOJ4CfK5ZbYCedQiz2s6y9PvoJC6UbI-t8f7KwB-4gwGfAy6sh0oihg/w400-h300/20220714_115549.heic" width="400" /></a></span></div><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: x-large;"> </span><span style="font-size: x-large;"> </span><span style="font-size: x-large;"> </span><span style="font-size: x-large;"> </span><span style="font-size: x-large;"> </span><span style="font-size: x-large;"> </span>A la caza del ansiado caramelo<br /></span><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Dos cosas me llamaron la atención del paseo guiado: nos paramos en una plaza desde la que se podían divisar una iglesia ortodoxa, una mezquita, una sinagoga y una catedral, lo cual da una idea de los avatares históricos sufridos y la diversidad religiosa que impera en el país. Otro hecho destacable fue descubrir unas fuentes de las que manaban aguas termales, en pleno centro de la ciudad. Había mucha gente que acudía con garrafas para hacer acopio del líquido (y cálido) elemento. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> En el transcurso del tour hice buenas migas con un grupo formado por una cubana, un venezolano y una chilena. Así, cual chiste de Eugenio, un español (servidor) se unió a ellos una vez acabado el paseo guiado. La idea era asistir a otro tour, pero en este caso gastronómico. Como quiera que la única que había reservado plaza era la cubana y se había cubierto el cupo, los demás tuvimos que improvisar. Fuimos a un restaurante que nos había recomendado el guía para probar la "auténtica" cocina búlgara, en lo que era el típico local para turistas. Ello no quita para que la comida fuera muy buena y el precio, razonable. Y si buena fue la comida, mucho más lo fue la compañía. Tanto que cambié mis planes de hacer el tour comunista esa tarde por seguir explorando la ciudad con Miranda y Germán.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Ni para entrar en la cámara acorazada de un banco toman tantas precauciones como hicieron con nosotros para acceder a la sinagoga. Tuvimos que llamar dos veces a una puerta exterior hasta que nos abrieron, presentar el pasaporte, pasar a una sala donde tuvimos que pasar un arco de seguridad y aún se nos advirtió de que no podíamos fotografiar a un grupo de niños que pululaban por las afueras del recinto. Y eso que venía de Sefarad... </span><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;">Por lo menos el edificio tenía cierta prestancia y se puede decir que la visita valió las molestias sufridas para acceder y las 5 levas (2,5 €) que nos cobraron.</span></span></p><div class="separator" style="clear: both; font-size: x-large; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghPUA--27qKMBjJ1wKFhh0rPwRB6EnoGVVvhcV_aMgKhFD2Hi7jBZiuknDVstnVdvxpgm2_fPfntZjUd-VK34GBwOfcesFUyCFemSLwNbIYJ53WxQIviGmKJ4JZfYZfoGnol8huObocrOPzgOVdpgVnH4Ep2At8ygoMVLF-5kZcT-qYYo37rGG75IjgA/s4128/20220714_165153.heic" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghPUA--27qKMBjJ1wKFhh0rPwRB6EnoGVVvhcV_aMgKhFD2Hi7jBZiuknDVstnVdvxpgm2_fPfntZjUd-VK34GBwOfcesFUyCFemSLwNbIYJ53WxQIviGmKJ4JZfYZfoGnol8huObocrOPzgOVdpgVnH4Ep2At8ygoMVLF-5kZcT-qYYo37rGG75IjgA/w300-h400/20220714_165153.heic" width="300" /></a></div><span style="font-size: large;"> </span><span style="font-family: georgia;"> Interior de la sinagoga</span><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Que el mundo es un lugar muy pequeño es algo que ya tenía claro. Se confirmó esta vez cuando descubrí que mi compañera chilena estaba alojada en el mismo albergue que yo, aunque no habíamos coincidido el día anterior. Nos retiramos al hostel a descansar un poco, ante lo que prometía ser una loca noche de fiesta.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Esa noche nos volvimos a encontrar con los camaradas venezolano y cubana para volver a ser un cuarteto, en un bareto bastante competente, aunque con una selección musical cuando menos discutible. Con la facilidad que tienen los viajeros para juntarse, nos unimos a otro grupillo de turistas en el que destacaba un curioso personaje. Se trataba de un joven individuo checo con vestimenta y peinados pasados de moda, que lo daba todo en la pista, bailando con coreografías estrafalarias. Sin mayor argumento que observar el espectáculo que nos ofrecía el chico checo, y ante el madrugón que nos esperaba al día siguiente para hacer una excursión, volvimos pronto a dormir (con el permiso de alguna motosierra presente en mi cuarto) al albergue. Había sido una jornada intensa y muy bien aprovechada. Todo apuntaba a que la siguiente no le iba a ir a la zaga.</span></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8769667710307854036.post-92200410447997380842022-07-28T23:16:00.004+02:002022-07-29T12:57:15.569+02:00PERIPLO BÚLGARO<p> <span style="font-family: georgia; font-size: large;">Hace 5 años, realicé un viaje que me llevó a Grecia, pasando por Nápoles y Albania. Mientras circulaba en coche con dos amigos locales, junto a la ciudad de Kavala, divisamos unas montañas. Me dijeron que al otro lado estaba la misteriosa Bulgaria. No me faltaron ganas de haber continuado mi recorrido por allí, pero me desvié hacia Atenas y acabé en los Países Bajos.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Un tiempo después, y tras más de dos años sin hacer un viaje en condiciones, el cuerpo me pedía movimiento con urgencia. Las primeras opciones eran Colombia y Tailandia, pero el astronómico precio de los vuelos, me echó para atrás. Parecía que el destino elegido iba a acabar siendo la vieja Europa, y fue entonces cuando vi la posibilidad de retomar la ruta que en su momento descarté. Iba a visitar Bulgaria. </span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Aprovechando el tirón, busqué la posibilidad de incluir en el itinerario otro país cercano. Un vuelo de vuelta a precio competente desde Belgrado pintaba muy bien. Lo que no pintaba tan bien era el hecho de que, por estar Serbia fuera de la UE, se exigiera a los pasajeros del vuelo hacia España que presentaran una PCR negativa al llegar o que tuviesen la pauta completa de 3 vacunas. No voy a entrar en debates sobre el tema que tanta polémica ha levantado. Simplemente diré que no estaba dispuesto a ponerme otra dosis de la vacuna solo para viajar, ni me apetecía tener que buscarme la vida por Belgrado para que me hiciesen una prueba médica. Así que iba a ser un viaje 100 % búlgaro. Eso sí, no pude evitar preguntarme qué hubiera pasado si no hubiera cumplido ninguno de los requisitos y me hubiera presentado en la policía de fronteras del Aeropuerto de El Prat. ¿Me hubieran prohibido la entrada a mi propio país? ¿Y dónde me tenía que quedar? ¿En tierra de nadie? De locos.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Decidido el país a visitar, tocaba establecer un plan de ruta. Ciertamente no conocía gran cosa de Bulgaria, y sólo tenía claro que iba a pasar por la capital Sofía y quería visitar Varna, además de alguna otra ciudad costera. Así que en un par de días, que era el tiempo que tenía hasta tomar el vuelo, iba a tomar un curso acelerado de "Bulgaridad" para decidir qué ruta seguir. Además de informarme sobre los posibles destinos turísticos, intenté estudiar un poco el alfabeto cirílico para familiarizarme con los letreros que me iba a encontrar, dando ya por imposible aprender algo de búlgaro.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> Una sorpresa inesperada apareció cuando fui a comprar los billetes de avión. Las compañías de bajo coste han reducido las dimensiones de la maleta de cabina a poco más de una mochila. Mi entrañable maleta pequeña, que tantos kilómetros me ha acompañado, iba a tener que quedarse al margen so pena de pagar un sobrecoste considerable en cada trayecto. No tenía mucho tiempo, y sobre todo no me apetecía nada recorrerme las tiendas de Huesca con un metro en la mano esperando encontrar el bolso de viaje reglamentario. Así que consulté en una tienda on-line y me aseguré de dos cosas: de que la maleta tuviera las dimensiones reglamentariamente niunclavelistas, y de que el envío llegara a tiempo. Por suerte, el martes por la tarde recibí una mochila de dudoso gusto estético (dadas las circunstancias eso me importaba más bien poco) en la que así a primera vista calculaba que me entrarían tres calzoncillos, un par de camisetas, y con suerte, un jersey. Pero la condenada valija parecía que tuviera un doble fondo, ya que iba engullendo prenda tras prenda hasta completar un ajuar competente para, por lo menos, sobrevivir con un poco de decencia durante unos días.</span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjuwDfJkRJneIm4RrZAhLjXW-aKke0eM6CxnsbQ-BQsKq0wEc452AoRZXbmcimpD8rH3JOd2lybcCAl75nWCS3FqXO3D7nCS_lxkg5VFTmH5kqWt7nQYs5sihgKIZPc7eEVYwdYN-dO7T-ZXdQXy7JtBJxPQeOy1N6zOGA5IChW_zXaU6fx7Dvh1nYn3w/s4128/mochila.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3096" data-original-width="4128" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjuwDfJkRJneIm4RrZAhLjXW-aKke0eM6CxnsbQ-BQsKq0wEc452AoRZXbmcimpD8rH3JOd2lybcCAl75nWCS3FqXO3D7nCS_lxkg5VFTmH5kqWt7nQYs5sihgKIZPc7eEVYwdYN-dO7T-ZXdQXy7JtBJxPQeOy1N6zOGA5IChW_zXaU6fx7Dvh1nYn3w/w400-h300/mochila.jpg" width="400" /></a></span></div><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> </span><span style="font-family: georgia;">La pobre no sabía el tute que le esperaba</span><p></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> El martes a última hora tenía la maleta hecha, comprados los billetes de avión y reservado el alojamiento para las 3 primeras noches. Como estaba saturado, decidí que el resto del itinerario lo iría reservando sobre la marcha, lo cual no es mala idea, si se hace bien, porque permite adaptarlo a las circunstancias.</span></p><p><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> El horario de los vuelos me permitió hacer el trayecto en el mismo día desde Huesca, aunque para ello tuviera que tomar un autobús a las 6 de la mañana, que me dejó en Barcelona. De allí salió mi primer vuelo a Nápoles. No me faltaron ganas de quedarme en la capital de la Campania, que tan grato recuerdo me había dejado <a href="https://blogheterodoso.blogspot.com/2017/09/estampas-napolitanas-y-amalfitanas.html" target="_blank">en un viaje anterior</a>. Pero Bulgaria también prometía mucho. Así que tras una espera de unas dos horas en el caótico y bullicioso aeropuerto napolitano, tomé mi segundo vuelo hacia Sofía, a donde arribé ya avanzada la tarde. En el metro que me iba a llevar hacia el centro pagué mi primera novatada. No sabía muy bien cómo usar el billete. Lo pasé por un lector y se abrió súbitamente una compuerta. Cuando quise darme cuenta, ésta se cerró. Pasé de nuevo el billete por el lector, pero me aparecía el mensaje: "billete ya utilizado". Pensé en saltar el torno, pero no quería empezar a tener problemas tan pronto en un país desconocido, así que compré otro billete pagando religiosamente las 1,60 levas (80 céntimos, que no me iban a sacar de rico) y accedí al andén. Media hora después, me apeé en la estación de Serdika y subí las escaleras para poner pie en las calles de Sofía, a la que volvería 11 días después tras un intenso y bien aprovechado periplo.</span></p><p><br /></p><p><br /></p>Rufushttp://www.blogger.com/profile/05671007527282349873noreply@blogger.com2