martes, 3 de noviembre de 2015

Córdoba

 Gracias al AVE, el trayecto de Jerez a Córdoba se hizo muy liviano. No estoy muy de acuerdo con que se hayan hecho tantos kilómetros de ferrocarril de alta velocidad en España. El otro día Rajoy sacaba pecho diciendo que somos el segundo país del mundo en kilómetros de vía rápida. Tendría que haber dicho la verdad: que somos el país del mundo con más gasto per cápita en este tipo de trenes, que si son caros para viajar en ellos, son carísimos para construirlos y mantenerlos.
 Pero ya que me lo han hecho pagar con mis impuestos, no iba a dejar de utilizarlo, sobre todo aprovechando alguna promoción.
 La estación de tren de Córdoba está en la zona norte, a las afueras. Como suele pasar, tocaba pateada de las buenas hasta el albergue, situado en el corazón de la ciudad. El primer tramo, por amplias avenidas, se llevó bien. Más complicado fue el trayecto conforme me acercaba al centro, por calles estrechas y llenas de turistas.
Típica calle cordobesa
El albergue estaba ubicado en un edificio típico con su patio cordobés y a una distancia ínfima de la Mezquita-catedral. Bueno, bonito y barato. Además junto al mismo, está un bar donde hacen unas tortillas de patata gigantescas. No me iba a ir sin probarlas, así que me tomé una ración acompañada de unas patatas bravas. Dejando aparte la redundancia de solanáceas, la tortilla estaba muy buena (parece que cantidad y calidad no son incompatibles) y de las patatas bravas recalentadas al microondas, seré diplomático y diré que me quitaron el hambre y no eran caras.
Cuña de tortilla  (del corte se deduce el mamotreto original)
 Cargado de hidratos de carbono, me dediqué a callejear por la ciudad. ¿Qué decir de Córdoba que no se haya dicho ya? Cada pueblo que la ha habitado ha dejado su huella, para conformar un conjunto histórico-arquitectónico excepcional.
  Bajando a temas más mundanos, salí del centro en busca de viandas para poder cocinar en el albergue. Fui nada menos que al supermercado del Corte Inglés. Aunque sea caro, siempre iba a salir más barato que comer fuera, así que no me privé de productos exóticos y deliciosos.
 Ya en el albergue conocí a mis compañeros de cuarto que eran dos marroquís y una británica, un tanto españolizada. También andaba por el edificio un romano, al que se me olvidó echarle en cara  lo brutos que fueron sus antepasados cuando anduvieron por Hispania. ¿Qué es una tontería? Digánselo a los indigenistas americanos que nos reclaman algo parecido. Ya me ha tocado aguantar la chapa de alguno.
 Me tomé la noche con tranquilidad, aprovechando para reposar en las hamacas de la terraza al aire libre del alberge, charlando con mis compañeros. Por un momento, este viaje parecían unas vacaciones.
 A la mañana siguiente hice una jugada tan astuciosa como niunclavelista. Visité el Alcázar de los Reyes Cristianos y la Mezquita-Catedral en el intervalo de una hora, para aprovechar que durante ese lapso, la entrada es gratuita. No es que me diera tiempo a explorar todos los recovecos, pero por lo menos puedo decir que he estado en ambos.
Alcázar de los Reyes Cristianos (hasta me dio tiempo a hacer fotos)
 Empalmé esta doble visita con el ya tradicional "tour gratuito" por la ciudad.  Ruinas romanas, edificios de Al-Ándalus, del Siglo de Oro Español, una sinagoga, patios andaluces.., Todo esto y más ofrece Córdoba. Sobró, eso sí, la "parada para descansar" en un bar y las gracias un tanto preparadas de la guía, que, a diferencia de la que nos había conducido en Granada, no se cortó un pelo en reclamar la propina al final del trayecto.
 Ya estaba visto lo más renombrado de Córdoba. Pero habiendo fuerzas y tiempo, no pude evitar seguir pateando durante todo el día, sin dejar de encontrar puntos de interés.
 Esa noche brindé con sidra en el albergue para celebrar mi despedida de Andalucía. No lo hice como Boabdil, con lágrimas, más que nada porque pienso volver en el futuro.
 Pero aún quedaba algún cartucho para la mañana siguiente. Le comenté la jugada de visitar la Mezquita sin coste a una finlandesa del albergue y, a pesar de que allí atan los perros con longanizas y la enseñanza es infinitamente mejor que la nuestra, se apuntó al plan. Esta vez pude fijarme un poca más en la grandiosidad del monumento, y del pegote que supone haber clavado una catedral en medio que, en otra ubicación, hubiera lucido bastante.
Hay mezclas que no me acaban de convencer
 Con esta visita de postín, concluyó mi periplo cordobés y andaluz. Tocaba volver a casa, aunque en estos 8 días por el sur, me había sentido como en ella. No tardaría en tener la misma sensación, pero en un destino mucho más lejano.




2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Lo del AVE a mi tampoco me convence, parece como tantas cosas en este país que se hacen en beneficio de unos pocos y en perjuicio de unos muchos.

Ruinas romanas, musulmanas, siglo de oro español.. se me hace la boca agua culturalmente hablando.
Me has dejado intrigado con lo de tu lejano destino en el que te sentiste como en casa.. espero con impaciencia la resolución del enigma.

Rufus dijo...

Lo bueno de Andalucía es que se hace la boca agua cultural y gastronómicamente hablando.
A ver si me pongo con la siguiente entrada y desvelo el enigma.