viernes, 19 de enero de 2024

MANIZALES Y ARMENIA: DOS CARAS DE DISTINTA MONEDA

  Unos 300 km separaban la Reserva Natural Zafra de Manizales, que era donde, gracias a la hospitalidad de una de mis compañeras del retiro iba a pasar la noche. No iba a ser esa la única muestra de generosidad, ya que otra persona nos iba a llevar en su coche.

 Ni las carreteras ni la orografía colombianas son como las españolas. Así que el viaje nos iba a consumir casi todo el día. No hay problema. Con tan buena compañía y atravesando tan exuberantes paisajes, el viaje puede durar todo lo que quiera. 

 A medio camino nos paramos en un restaurante de carretera. Aprovechando lo competitivo de sus precios, me pude tirar un farol e invité a mis acompañantes. Es lo menos que podía hacer con quienes tan bien se estaban portando conmigo. 

A nuestro paso por Medellín, despedimos a uno de los participantes del retiro que iba en nuestro coche. Vivía en Barranquilla, y había conocido a su pareja (era quien me invitó a su casa de Manizales) en otro retiro de Tantra Yoga. ¿No les parece maravilloso? A mí sí.

Ya era de noche cuando llegamos a Manizales, ciudad de tamaño mediano, situada en el llamado Eje Cafetero del país. Me llamó la atención la orografía de la ciudad, situada sobre un sistema de colinas y valles, que hacen que incluso tenga un teleférico para el transporte público.

 El viaje había sido largo y el cansancio provocó que no hiciera la clásica inspección que me gusta realizar cuando arribo a una nueva ciudad. Lo dejé para la mañana siguiente, con el cuerpo restablecido y el alma plena tras haber sido agraciado con la mítica hospitalidad paisa. Me despedí de mi amiga Marlene, totalmente agradecido, en busca de mi siguiente destino. Pero antes quise explorar un poco la ciudad. Como las distancias en la ciudad son grandes y estaba a las afueras, tomé un autobús urbano. Para un pateador de enjundia como yo, hacer uso de un autobús es un atentado a mi amor propio. Por eso me cuesta orientarme con ellos. Por suerte, le pregunté a un caballero en la parada, que daba la casualidad que había trabajado de conductor en la compañía, y me orientó con gran amabilidad.

Estampa manizaleña

 Manizales fue fundada a mediados del siglo XIX. Por ello carece de un casco histórico con solera. Tiene algunas iglesias destacadas, y como buena ciudad colombiana, mucha actividad comercial. Lo cual no es suficiente para, según mi humilde opinión, considerarlo como un lugar muy atractivo desde el punto de vista turístico. Así que mi paso por la capital del departamento de Caldas no duró mucho. En cuanto recorrí unas pocas calles del centro, me dirigí a la estación del teleférico donde tomé tan particular medio de transporte para apearme en la estación de autobuses. Allí me esperaba un microbús que me iba a llevar a un lugar bastante más áspero que "la Ciudad de las Puertas Abiertas", que es con justicia el sobrenombre de la acogedora ciudad de Manizales.

Manizales desde el aire

 Mi destino no era otro que Armenia, una ciudad estratégicamente situada como base de operaciones para visitar el Eje Cafetero. Pero me habían avisado de que poblaban la ciudad un gran número de vagabundos. Un breve paseo desde la estación de autobuses hasta mi alojamiento, confirmó esa impresión. Pude observar un buen número de personas de apariencia rufianesca, pero afortunadamente aparentaban estar bastante calmados.

 Aprovechando un precio sin competencia, había reservado una habitación individual con cama doble y televisión. Aunque tuviese baño compartido, superaba con mucho mi habitual habitación de hostel, abundante en literas y motosierras. Pero tampoco era cuestión de quedarme todo el día en mi cuarto. Y dado que mis primeras impresiones de Armenia habían sido manifiestamente mejorables, volví raudo a la estación de autobuses en busca de algún destino más apetecible donde pasar la jornada.