martes, 9 de noviembre de 2010

Curiosa entrevista

Un día que me levanté con ganas de caminata, se me ocurrió ir a Maidenhead. Se trata de una ciudad cercana a Slough. De hecho, en el mapa aparecen casi pegadas. Lo malo es que el municipio de Slough es inmenso. Así que me costó más de dos horas llegar a mi destino, dejando varios polígonos industriales a los lados. Vamos, que no fue un paseo bucólico para llevar a la novia y declararse. La ciudad de Maidenhead no es gran cosa. Unas cuantas calles comerciales, y el resto, zona residencial. Además, en el Reino Unido, todas las calles comerciales cuentan con los mismos establecimientos: Mark´s & Spencer, Subway, McDonald´s, FMV, Primark… amén de las tiendas “todo a una libra”. En este caso, lo que me llamó la atención fue una oferta de trabajo colocada en el escaparate de una oficina de Adecco. Buscaban hablantes de diversas lenguas (entre ellas el español) para probar y traducir juegos de consola. Sonaba bien. Entré a preguntar y me dieron una dirección de correo para mandarles el CV. Así lo hice, y en unos días me llamaron para hacerme una entrevista. Volví a Maidenhead, esta vez en tren, y me presenté en la oficina. Allí me atendió un hombre joven muy simpático que, por lo que me contó, había vivido un año entre España y México. Me comentó que había olvidado bastante nuestra lengua, limitándose a repetirme varias veces “muy bueno, mi amigo”. Tras tomarme los datos me pasó a un cuarto interior donde me esperaba una consola Xbox360. La “entrevista” consistía en jugar a 3 juegos de la consola y anotar los tiempos y las puntuaciones. A mí me encantan los videojuegos. Pero suelo jugar en PC, usando teclado. No estoy muy habituado al mando de la consola, aunque algunas “matacías”, partidos de fútbol y competiciones atléticas jalonan mi currículum consolero. El empleado me dejó solo con la consola, los juegos y un cronómetro. El primer juego era de guerra en primera persona. Se trataba de hacer una misión en la II Guerra Mundial, enfrentándose a soldados alemanes. Los primeros 5 minutos fueron de cogerle el truco al mando. Eso sí, no conseguí averiguar cómo se podía agachar. El resultado es que mi táctica de ataque a pecho descubierto fue un auténtico fracaso. La Wertmach me aniquilaba una vez tras otra. Tras más de media hora, pude llegar a un “checkpoint”, que me servía para que cada vezs que me mataban (es decir, cada 30 segundos), no empezara de cero. Tras más de 40 minutos de agonía, volvió en simpático empleado y me dijo que el límite eran 20 minutos. La verdad es que había pasado un mal rato. No porque me mataran los alemanes, que ya sé que al final perdieron la guerra. Sino porque me daba la impresión de que no valía ni para jugar a videojuegos. Viendo mi abatimiento, el hombre me dijo que no me preocupara. Que no iba a probar los juegos sino a traducirlos. Probarlos se paga a 6 libras/hora, y traducirlos, a 8. Me comentó que para traducir no hacía falta tener tanto dominio de la consola. En todo caso, tenía que rellenar su formulario de inscripción vía internet. Fui a hacerlo a la biblioteca de Maidenhead, donde me encontré a una españolita sentada a mi lado. Me pintó el tema laboral muy negro. Yo creo que no es para tanto. Será porque estoy acostumbrado a los parámetros españoles. Volví a la oficina donde me esperaba un curioso contrato. Nosotros no tenemos obligación de darte trabajo, ni tú de trabajar con nosotros. Más liberal imposible.
Así que si algún día estáis jugando a la Xbox360 y veis un mojón en la traducción, quizá haya sido cortesía de un servidor

viernes, 5 de noviembre de 2010

Presunción de culpabilidad

Hasta ahora me he podido conectar a internet yendo a la biblioteca, en ciber cafés, o gracias al wifi de Ronnie McDonald´s. No son opciones muy cómodas, amén de que la privacidad está muy al descubierto. Animado por un repunte de mis ingresos, me decidí a adquirir un servicio de internet “pay as you go”. Se trata de un lápiz USB que permite obtener 3 GB de información, tras lo cual se puede recargar. La ventaja de este sistema es que no está sujeto a ningún tipo de contrato. Fui a una tienda de telefonía y el vendedor me recomendó la opción de Vodafone. Todas ofrecían básicamente lo mismo, pero ésta era más económica. Ya dicen bien que lo barato sale caro. El vendedor me comentó que había que llamar a un número para acceder a contenidos reservados a mayores de 18 años. Me pareció algo tan descabellado que no me preocupé y fui a casa para probar el invento. Tras unos minutos, el milagro se produjo: podía navegar en mi propia casa, sin necesidad de interminables caminatas o atentados a mi estómago tales como el Happy Meal de Mc Donald´s. Todo se torció cuando, iluso de mí, pretendí entrar en una web y me apareció un mensaje en el que me decía que el controlador de contenidos no me dejaba acceder y que si quería deshabilitarlo me tenía que poner en contacto con el servicio al cliente. Eso sí, no ponía ningún número de teléfono ni dirección web. Para los bienpensantes, advierto de que no se trataba de ninguna página pornográfica. Y aunque lo hubiera sido, me parece lamentable que los señores de Vodafone UK decidan dónde puedo entrar y dónde no. Si en algunas cosas tiro más bien para la izquierda (reparto del trabajo), en otras soy más de derechas que nadie, y para mí la libertad indivual es cuasi-sagrada. Me puse manos a la obra, y comencé a buscar la manera de revertir tan deplorable situación. Tras unos minutos de exhaustiva búsqueda, logré localizar en las bodegas de la página de Vodafone UK, un número de atención al cliente. Llamé y me sentí tan desolado como el protagonista de “El Proceso”. Una maraña de menús y submenús eran cantados por una voz grabada. Tras navegar unos minutos por tan tortuosas aguas y no llegar a buen puerto, descarté la vía telefónica. ¿Es tan difícil que una persona te coja el teléfono, le expliques lo que te pasa y te lo solucione? Parece que sí. Seguí mirando la web y encontré otra vía. Se trataba de registrase como usuario de Vodafone y cancelar el control de contenidos on-line. Me puse a ello y lo primero que me pedía era mi número de teléfono Vodafone UK. Quiero registrarme como usuario del servicio de internet Vodafone y me piden mi número de teléfono Vodafone. ¿Estos tíos son idiotas? Probé a poner mi número Lebara, mi número Vodafone español, y casi lo intento con el fijo de mi casa a ver si colaba. Seguí navegando y en las profundidades de la página comentaba que el lápiz USB contaba con un número Vodafone propio. No aparecía en la caja ni en el lápiz, sino que había que mirarlo buscando entre los menús y submenús de un programa que se instalaba al conectar el lápiz. Vamos, algo que se cae de maduro.
Una vez conseguido el número, me registré como usuario. Ya se olía la victoria. Una vez en mi cuenta de usuario había una opción para desactivar el insidioso control de contenidos. Allí me fui de cabeza para recibir el escueto mensaje de que esa opción no funcionaba en ese momento, sin más explicación. Otro en mi lugar habría desistido, no sin antes hacer trizas el maldito aparato. Seguí navegando por las profundidades de la web, accediendo a contenidos que supongo vírgenes para el género humano. Allí había un email de atención al cliente. Les expuse mi caso, y unos minutos después (lo único eficaz en toda la noche), un atento empleado me pedía disculpas (evidentemente, no les echaba muchas flores en mi correo) y me daba la solución a mis problemas. A saber: mandarle mi dirección, mi fecha de nacimiento, la fecha de mi última recarga ¿? , y una copia escaneada de una prueba de mi mayoría de edad (Pasaporte, carnet de conducir…) Evidentemente no tengo escáner aquí, pero recordaba haber mandado mi DNI escaneado por correo electrónico a algún sitio. Rebusqué entre mis correos enviados y lo hallé. Les mandé todo y confié en que su respuesta fuera tan rápida como la que me dieron a mi primer correo. No se tomaron tanta prisa, y unas 14 horas después de enviarles los documentos (en realidad me apetecía más bien mandarles a la m…) he tenido el privilegio de poder acceder a páginas para mayores de 18 años.
No sé quién habrá sido el lumbreras de idear ese control de contenidos. Quizá sea una norma que las compañías tienen que cumplir. Si así fuera, lo menos que podía hacer el operador es dar facilidades para solucionarlo. Por aquí he visto en algunas marquesinas algún anuncio muy original de una compañía telefónica. Se trata de un bólido de Fórmula 1 esponsorizado por la marca TescoMobile. Encima del coche dice: Como no hacemos esto (patrocinar la escudería), tenemos dinero para esto (ofrece ciertas ventajas a los clientes de sus compañía). Y no les falta razón. Porque para que el Señor Hamilton lleve su coche con los colores de Vodafone, me cuesta 10 veces más llamar desde España a un teléfono español que llamar con la compañía Lebara desde el Reino Unido al mismo teléfono español. Eso, a parte de cercenar mi libertad y darme un servicio lamentable.