sábado, 25 de abril de 2020

¿MUSLO O PECHUGA?

 Hace unos días se empezó a emitir en TVE una serie llamada "Diarios de la Cuarentena". Generó cierta polémica, ya que había gente a la que no le parecía muy apropiado hacer una comedia a cuenta de un hecho que ha producido un gran número de víctimas. 
 Yo esperé a ver el primer capítulo para poder evaluar hasta qué punto era una idea acertada.
 Pronto las consideraciones éticas pasaron a un segundo plano cuando consideré que fallaba lo principal. Una comedia ha de tener gracia, y yo no se la veía por ninguna parte. Por lo menos no hacía gala de mal gusto, pero creo que a una serie de humor se le debe pedir algo más que una serie de lugares comunes poco elaborados.
 En su descargo se podría decir que las circunstancias actuales no son las mejores para hacer una producción de ese tipo. O que la premura por emitirla antes de que deje de estar de actualidad tampoco juega en su favor.
 Lo malo es que las series y películas cómicas españolas actuales, excepto contadas excepciones, tampoco logran llamar mi atención. Me parece que se centran en aspectos técnicos y formales, pero les falta gancho.
 Esta reflexión, aparte de para rellenar un poco la entrada y que no quede tan magra, la hago después de que estos días haya buscado algo de comedia que me hiciera levantar el ánimo ante la tragedia que nos rodea.
 Al no encontrarla en las emisiones televisivas la busqué en una película del actor francés Louis de Funès. Esta vez tuve más fortuna, ya que "Muslo o pechuga", consiguió sacarme más de una sonrisa e incluso alguna ligera carcajada. Lo cual es meritorio para alguien tan hierático como yo. 
Para quien no conozca a Louis de Funès, baste decir que es uno de los actores más taquilleros de la historia del cine francés. Sus éxitos más destacados se rodaron en las décadas de los 60 y 70, siendo quizá el más conocido "El Gendarme de Saint Tropez", con sus posteriores secuelas.
 Lo que caracteriza a Louis de Funès es su histrionismo. Sus bruscos cambios de humor y su exagerada gesticulación han hecho de él un personaje con un potencial cómico extraordinario. Es de esos actores que, apenas aparecen en la pantalla, antes de hacer nada, hacen que me entre la risa.



  La película "Muslo o pechuga" empieza fuerte con la genial banda sonora de Vladimir Cosma. El tema principal es una mezcla tan extraña como pegadiza de orquesta de viento y coros setenteros. Y es que la película, rodada en 1976 se puede decir que es hija de su tiempo, mostrándonos una época no muy lejana desde el punto de vista cronológico, pero muy distinta de la actual.
 Louis de Funès es Mr. Duchemin, un crítico gastronómico, editor de la guía Duchemin (un claro guiño a la guía Michelín) que atemoriza a los restaurantes con sus visitas. Éstas marcarán con su valoración la reputación de su negocio.
 Como suele pasar en estos casos, Duchemin tiene el ego por las nubes y desprecia todo aquello que no sea alta cocina.
 Frente a él, Mr. Tricalet representa el empresario de restauración industrial que supedita el beneficio económico a la calidad de los platos.
 Las peripecias en las que estos dos personajes se enfrentan dan lugar a una comedia que, sin embargo, tiene toques de película de acción y de "road movie".
 No se puede decir ni que la fotografía sea excelsa ni que los efectos especiales deslumbren. Bueno, hay algunos sí, pero por puro cutre. A cambio, tiene un buen ritmo, algunas escenas memorables y un destacado doblaje. Casí me penó verla en versión original y privarme así de la inconfundible y carismática voz de Rafael de Penagos doblando al protagonista.
 Y por encima de todo, Louis de Funès. Un actor que sostiene por sí mismo la película y que le imprime un sello particular. Poco valorado por la crítica, pero capaz de arrastrar a un público que lo que quiere es reírse y no que le cuenten milongas. Que es lo que hacían, muy bien, dos pedazo de actores no siempre reconocidos como Alfredo Landa y José Luis López Vázquez.
  Ya dicen bien que en el cine es más fácil hacer llorar que hacer reír. Lo primero se puede conseguir a poco que se toque un tema sensible y se acompañe de música apropiada. Lo segundo,  se consigue por un don que se tiene o no se tiene. Y Louis de Funès lo tenía. 
 Así que, gracias a él, "Muslo o pechuga" me hizo remontar el vuelo.

sábado, 11 de abril de 2020

HASTA QUE LLEGÓ SU HORA

 A falta de aventuras propias, estos días las estoy viviendo por medio de las películas. 
 A través de los años, siguiendo la estela de Diógenes en versión cinéfila, he acumulado una videoteca (o mejor dicho deuvedeteca) bastante amplia a la que no acababa de dar salida. A falta de otra cosa más productiva a hacer en estos días de confinamiento, estoy encontrándome con auténticas joyas que quisiera compartir con los lectores.
 Nunca me han llamado mucho la atención las películas del Oeste. Es un periodo importante en la historia de los Estados Unidos, y siendo este país la meca del cine, es un género que tiene mucho peso. Pero creo que hay otras épocas y otros lugares que darían mucho más juego.
  La excepción dentro de este tipo de películas son las dirigidas por Sergio Leone, e interpretadas por Clint Eastwood. La trilogía compuesta por "Por un puñado de dólares","La muerte tenía un precio" y "El bueno, el feo y el malo" son, para mí, obras maestras. No tanto por la historia que cuentan, sino por su perfecta dirección, la música de Morricone y la presencia de Clint Eastwood, como arquetipo del rudo e implacable pistolero.
 Fuera de la llamada "Trilogía del Dólar", quedaba otra película también musicada por Morricone y dirigida por Leone, pero sin la presencia de Clint Eastwood. Pensando que el interés de estos filmes descansaba sobre el actor estadounidense, nunca le había prestado mucha atención a "Hasta que llegó su hora". Aun así me la compré hace un tiempo y la dejé en la lista de tareas pendientes. No es fácil encontrar un hueco para una película que dura más de dos horas y media.
 Hace unos días, ya un poco saturado de curvas, mascarillas y buenrollismo balconero, me encerré en mi habitación, me puse cómodo y le di la oportunidad que el DVD llevaba tanto tiempo esperando. Fueron los 160 minutos mejor aprovechados en mucho tiempo.

 Ya desde el comienzo se vislumbran las lineas maestras que marcarán la película. Las persecuciones y galopadas frenéticas habituales del género, son sustituidas por primeros planos que se estiran al infinito y escenas en las que parece que se detiene el tiempo. Sin embargo, es tal la maestría del director que en ningún momento la película se hace pesada. No sobra ni falta nada.
 Para mantener ese complicado equilibrio es importante acompañarlo de una buena banda sonora. Nadie mejor que el inigualable Ennio Morricone para complementar perfectamente lo escueto de los diálogos gracias a sus melodías antológicas. Su música nos dice rotundamente lo que las bocas de los personaje callan.
 Y es que si algo caracteriza a uno de los protagonistas es su parquedad. Charles Bronson hace que no eche de menos a Clint Eastwood. No tiene el carisma de este último, pero no le hace falta. En línea con la filosofía del filme, todos sus movimientos, palabras y gestos están medidos milimétricamente, hasta que ya al final, descubriremos su verdadera motivación.
 Más expresivo se muestra Henry Fonda, que con una sola mirada muestra una maldad sin ningún escrúpulo, que no se detendrá ante nada ni nadie para conseguir sus objetivos.
 Y para completar este póker de ases, se nos presenta a la inocente Claudia Cardinale y al forajido Jason Robards, que conforme avance la historia veremos que ni una es tan inocente, ni el otro tan forajido. 
 Ya dice el dicho. Vale más una imagen que mil palabras. A falta de estas últimas, buena es una fotografía soberbia , que consigue extraer una belleza crepuscular a unos paisajes tan monótonos como los del oeste norteamericano.
 Todos estos elementos se ponen al servicio de una historia de venganza, ambición y honor. 
 Se acerca el final de una época y el nacimiento de otra. El Salvaje Oeste atraviesa sus últimos días mientras el progreso técnico se abre paso irremediablemente. Los pistoleros viven su canto del cisne, pero no se irán sin dejar huella. Como así hizo Leone con éste, el último "western" que dirigió.
 En definitiva, una obra de arte en todos los sentidos. Y así se debe considerar a una película lenta, áspera y larga, que sin embargo mantiene la atención en todo momento y nunca quieres que termine.
 Todo lo contrario que la situación actual. Mientras esperamos que al maldito virus le llegue su hora, bien haríamos en emplear parte de nuestro tiempo viendo maravillas como ésta.

miércoles, 1 de abril de 2020

ELOGIO DE LA CREATIVIDAD

 Hace unos 4 años estaba viendo el Telediario cuando dieron la noticia del fallecimiento de José Luis Armenteros, un prolífico compositor musical. Junto a Pablo Herrero compuso grandes éxitos para Fórmula V, Juan Bau, Rocío Jurado o Nino Bravo. Precisamente eran unas imágenes del cantante valenciano interpretando el tema "Libre" (escrito por Armenteros y Herrero), las que servían de fondo a la noticia.
 ¿Por qué? Porque Nino Bravo es infinítamente más popular que Armenteros. 
 Sin quitar mérito a la gran voz y puesta en escena del solista, aventuro que no hubiera llegado muy lejos si no hubiera tenido a su disposición esas magníficas composiciones, cuya autoría apenas se reconoce.
  Durante estos días de incertidumbre y tensión, son numerosos los mensajes, videos y memes que nos llegan a cuenta del Coronavirus. Remedios, protocolos, chistes, canciones...  
 Dejando aparte que muchos de ellos son de dudoso gusto, otros sencillamente bulos malintencionados y que nos llegan repetidos por muchas vías distintas, el 99 % son reenvíos. La persona que nos lo manda no lo ha ideado, sino que se ha limitado a transmitirlo.

Meme de creación propia

 Pero este hecho no es de ahora. En las redes sociales se puede ver cómo la única aportación de muchos de sus miembros es ser cadena de tranmisión de lo que otros han creado.
 En los más de 11 años que llevo escribiendo este blog, mis entradas han sido 100 % genuinas. Evidentemente he encontrado inspiración en otras fuentes, pero siempre les he dado mi sello.  El copiar y pegar textos es un Rubicón que no pienso cruzar.
 Mis escritos gustarán más o gustarán menos. Que no haya ganado ningún Pulitzer ni saque un duro por mi trabajo, apuntan a lo segundo. Pero por lo menos son originales, y reflejan mi propia cosmovisión. Otros tienen más éxito en su empeño, pero muchas veces a costa de sacrificar su independencia y credibilidad. Cuando no se basan en aprovecharse del trabajo de otros.
 Lo mismo se aplica a las fotografías que acompañan a mis textos. Salvo razones de fuerza mayor, son propias. Alguna vez se me ha criticado su escasa calidad técnica. Podría buscar fotos en internet mucho más lucidas que las mías. Pero no reflejarían mi experiencia, sino la de otros.
 En una época en que la búsqueda del click fácil, la inmediatez y la popularidad son moneda corriente, no se valora lo suficiente la figura del creador. Yo siempre apreciaré más una obra poco inspirada de cosecha propia que otra brillante fruto de una copia.
 Si cada uno de nosotros es una persona única, ¿por qué no dejar nuestra impronta en nuestras obras? 
 ¿Son ustedes creadores o son distribuidores?

P.D: En esto no voy a ser original. ¡Mucho ánimo a todos! Especialmente a aquellos de ustedes más directamente afectados por el Coronavirus y sus consecuencias.