jueves, 10 de agosto de 2023

CARTAGENA DE INDIAS: QUIEN MUCHO ABARCA, ABARCUDO

 Aprovechando que el intenso sol tropical no había desplegado todo su potencial acudí a primera hora al Castillo de San Felipe de Barajas. Gracias a su imponente estructura, la ciudad resistió el asedio inglés en el episodio citado en mi anterior entrada. Antes de visitarla, rendí honores a la estatua de Blas de Lezo, situada junto a la fortaleza.Una vez en la misma, no paré de intentar imaginar a los bravos defensores luchando y derrotando a los ingleses hace casi 3 siglos. Y bien digo imaginar, porque un escenario como ese pedía a gritos una representación o como mínimo unos dioramas y paneles explicativos. Nada de ello había, por lo que los actuales encargados de la explotación de la fortaleza se limitan a sacar rédito de una maravilla de la arquitectura construida en el siglo XVII y la leyenda asociada a su defensa.  Afortunadamente, mi pasión por la historia, sumada a mi desbordante imaginación, hicieron que me sintiera por momentos inmerso en la batalla, intentando expulsar a los hijos de la Pérfida Albión de los dominios del Virreinato de Nueva Granada.

Blas de Lezo: Honor y gloria a los héroes
 Mi visita a la fortaleza no había saciado mi sed cultural, por lo que me dirigí al centro para unirme al "Free Tour", que nos iba a narrar la historia de la ciudad paseando por sus hermosas calles. Muchas cosas se nos relataron en esas más de dos horas de caminata. Entre otras, el triste hecho de que Cartagena fuera un puerto de entrada de esclavos a la región o los numerosos ataques que sufrió la ciudad a manos de piratas y otras potencias extranjeras. 
Al vendedor insistente, ni agua
 También me llamó la atención otro hecho más desenfadado y agradable. En la acera de una de las principales plazas del Centro Histórico, hay un mosaico que con en sugerente título de "Portal de las Reinas", muestra fotos de cartageneras que han destacado en concursos de belleza a través de la historia. Viendo la calidad y cantidad que ofrecía el elenco, el siguiente paso en mi visita debía ser, sin duda, conocer a alguna mujer local en persona. Para ello había hecho uso de una conocida aplicación que, en lugares como Huesca da escasos frutos, pero en el lugar donde me encontraba daba réditos más que interesantes. Tantos que para ese día tenía apalabradas dos citas, lo cual suena muy bien, pero no es tan sencillo de gestionar.
 La cartagenera más fea hace relojes
  La primera impresión que me causó mi primera cita no pudo ser mejor. Evidentemente, el físico no ha de ser un factor capital en este tipo de situaciones, y más si hablamos de una persona tan espiritual y reflexiva como yo. Pero reconozco que el hecho de que superara el 1,80 y tuviese un físico más que llamativo hicieron que mi interés por ella se acentuase. No parecía que yo produjera el mismo efecto en ella, ya que, pese a mostrarse cortés, no parecía que en su caso temblara de emoción ante mi presencia. Me enseñó algunos lugares interesantes de la ciudad y presenciamos una bonita puesta de sol sobre la bahía. A pesar de tan idílico escenario, no parecía que las llamas del amor fueran a prender. A su actitud algo distante se unía el que tuviese en mente a mi cita dos, intentando buscar la forma de cuadrar la velada. Por ello, cuando mi amiga manifestó al cabo de un rato que se encontraba cansada y que en breve debería irse a casa, no puse la resistencia que se supone que debía ofrecer. Apenas nos despedimos escribí a mi segunda cita, que accedió a acercarse al lugar donde me encontraba. Parecía que mi plan estaba marchando a la perfección. Esta sensación se confirmó cuando bajó del taxi. No tenía nada que envidiar a mi primera cita, y además parecía más simpática y cercana. Cometí un pequeño, pero craso error al ir a un bar donde nos cobraron el mojito a precios de zona turística europea. Mal empezamos. Además, pronto me di cuenta de que mi cita tenía unos cambios de humor un tanto desconcertantes, pasando del entusiasmo desbordante a la queja más absurda en cuestión de segundos. Al rato me di cuenta de que el final feliz de esta segunda cita era que cada uno se fuera a su casa y tan amigos, como así sucedió. Al llegar al albergue, me encontré con un mensaje sugerente de mi primera cita, en el que me comentó que, en lugar de dar paseos por la ciudad, hubiera preferido algo más relajado, como haber ido a un jacuzzi que conocía. A buenas horas. 
De paseo por Cartagena de Indias
 Mi experiencia con mis dos citas cartageneras me enseño la valiosa lección de que en esta vida hay que centrarse en un objetivo y no dispersarse. Si a este valiosísimo aprendizaje le sumamos que había visitado una de las ciudades más hermosas de América, se puede decir que mi estancia en Cartagena no había caído en saco roto. Tocaba abandonar el cálido Caribe colombiano en busca de otras latitudes más frías desde el punto de vista climatológico, pero no menos cálidas desde el humano.