sábado, 22 de diciembre de 2012

Reflexiones sobre la lotería.

Esta mañana se ha celebrado el tradicional sorteo de la Lotería de Navidad. Como no estaba muy pendiente de los números y premios, mi mente se ha dedicado a elucubrar y se me han ocurrido las siguientes reflexiones:
-El año pasado, la provincia de Huesca fue agraciada con el "Gordo". Este año no ha tocado, pero seguimos en racha. Según me han comentado fuentes muy bien informadas, han llovido los premios en formas de pedreas y reintegros.

-Era intención del Gobierno de España privatizar las loterías. Por lo visto, en ese momento no acababa de salir rentable. Pero cualquier día dejarán de ser públicas. En ese caso me pregunto si habría que cambiar los niños del Colegio Público San Ildefonso por los niños de un colegio privado.

-Alguna vez se han vendido participaciones de lotería en los aviones de Ryanair. Por cierto, con un recargo brutal. Hubiera sido curioso que hubiera tocado un premio de los importantes. Me hubiera gustado escuchar al locutor de turno algo así como: "El segundo premio fue vendido íntegramente en el vuelo Reus-Luton".Y las imágenes de un azafato noruego entrevistado por la televisión tras haber repartido el "Gordo" sin enterarse de qué va la cosa,también hubieran tenido su punto.

-Siguiendo con el afán recaudatorio del Gobierno, los premios de más de 2.500 euros, deberán tributar un impuesto del 20%. Me pregunto si, a partir de ahora, dicha circunstancia deberá ser tenida en cuenta al cantar los premios: "Veinticinco mil cuatrocientos setenta y oooooocho.....Cuatrocientos miiiil eeeeuuuros menos el 20 por cientooooo".

-Hablando de cantar. Hacerlo en euros, no me suena muy bien. Aunque los premios se den en la moneda única europea, deberían cantarse en pesetas. "Miiil eeeuuuros" suena mucho peor que "Ciento sesenta y seis miiil peseeetas".

Espero que los lectores de mi blog hayan sido agraciados por la Diosa Fortuna. A mí, como cada año, me ha tocado lo que juego. Es decir, nada.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Última noche en Windsor

En mi último día en Inglaterra aún me quedaba la penosa tarea de desalojar mi cuarto. Como quiera que no podía llevarme todo y mis abundantes descartes no fueron suficientes, tuve que dejar una bolsa de ropa en casa de mi amigo chileno. Al volver a casa vi que mis compañeros polacos estaban preparando una fiesta. Sorprendentemente no me la hacían a mí por mi despedida, sino que celebraban el cumpleaños de uno de ellos. No tuve mucho tiempo de asistir a los preparativos, ya que había quedado con un ex-compañero de trabajo e iba justo de tiempo. Me ofrecieron una cerveza que, nobleza obliga, no pude rechazar. Pero me la tuve que ir bebiendo mientras caminaba al centro de Slough. No da muy buena impresión eso de ver gente bebiendo por la calle, y más si es a las 2 de la tarde. Mi destino era la casa de Boniface, un nigeriano ex-jugador de balonmano en Israel con el que había compartido peripecias laborales en una panificadora.
Nada más llegar a su casa me ofreció una lata de cerveza para que hiciera tiempo mientras se duchaba. Me dejó en compañía de su hijo de unos dos años que no paraba de bailar con la música que emitía un canal afrolondinense de televisión. El show no duró mucho ya que enseguida salimos de la casa. El plan, del que yo no sabía nada hasta ese momento, era ir a casa de un sobrino de mi compañero para una fiesta de cumpleaños. En un momento me vi rodeado de una veintena de nigerianos, la mayoría desconocidos para mí.Tuve el feo detalle de rechazar un plato tradicional de su país llamado "pepper soup"(sopa de pimienta). Y es que por mucha pimienta que llevase, el plato se componía básicamente de tripas de vaca. Y los callos son superiores a mis fuerzas. No rechazé, eso sí, un par de cervezas Guinness nigerianas, bastante diferentes a sus homólogas irlandesas, con mayor grado alcohólico y un sabor más fuerte. Menos mal que también pude comer un par de platos de arroz, porque así a lo tonto ya me había echado unas cuantas cervezas al cuerpo.
No pude estar mucho tiempo en la fiesta, así que me despedí de Boniface y del resto, y volví a ver si acababa de una vez de dejar mi cuarto listo. Proseguí con la ardua y pesada tarea durante un par de horas, hasta que tuve que bajar a la cocina a tomarme un respiro. Mis todavía compañeros estaban apurando los restos de su comilona y me invitaron a la mesa. Cayó otra cerveza más en lo que fue mi última velada con mis "housemates".
Tuve que volver al tajo y al rato, vino mi amigo chileno. No quería quedarme con la amargura que me dejó la noche anterior, así que habíamos planeado un última noche en condiciones. La idea era quedar mucho antes (vino a las 9), salir por Windsor, y a eso de la 1 y media, me llevaría en su coche al aeropuerto de Heathrow. Allí debía coger un autobús a las 2:09 que me dejaba en el centro de Londres. De allí ya sólo me restaba ir a la estación de Victoria y montarme en otro autobús que hacía el servicio al aeropuerto de Stansted. Estaba todo previsto al milímetro y nada podía fallar. Mi amigo Ramón tuvo que esperar pacientemente un buen rato a que acabara de hacer la selección final. Abusando un poco de él, aún le dejé un par de bolsas más de trastos tan valiosos como para no deshacerme de ellos, pero no tan importantes como para jugarme la multa por sobrepeso que pendía sobre mí cual espada de Damocles. Pero mi amigo también sacó tajada, ya que aprovechó muchas de las cosas que iba descartando.
Mientras tanto, me llegó un mensaje de una amiga española que vive en Windsor. Esa misma mañana, le había mandado un correo de despedida a un grupo de compatriotas que conozco por allí, esperando ver alguno esa noche a partir de las 9. Esa era la idea, pero el desalojo se prolongó más de lo esperado. Así que a última hora contaba con la presión de Ramón esperando en la casa para salir, y mis colegas españoles que estaban un poco derrengados y no iban a aguantar mucho despiertos. Conseguí entrener al primero a base de regalos entre mis descartes y mensajes de móvil a los segundos, a la vez que daba los últimos toques a mi pieza. Por fin, pasadas las 11 de la noche pude abandonar la casa. Fuimos pitando a Windsor y me junté con un grupillo de españoles que ya había perdido dos unidades a manos de Morfeo. Mi amiga Aby, que, entre otras muchas virtudes, es muy detallista, me ofreció una tarjeta de despedida firmada por unos cuántos y una caja de bombones. No me lo esperaba (de hecho a media tarde no esperaba ni despedirme de ellos), así que me hizo mucha ilusión. Estuvimos un rato charlando hasta que vino otra pareja más. Se les veía con ganas de quedarse allí sentados, lo cual no es un mal plan, a menos que sea tu última noche en el lugar. Ya habíamos pasado la medianoche y yo quería echar unos bailes. Así que me despedí de ellos y nos fuimos Ramón y yo a apurar el último aliento de la marcha windsoriana.
En más de dos años en Inglaterra, he podido salir muy pocas veces. Aparte de que mi casa estaba muy a desmano, me ha tocado trabajar la mayoría de domingos por la mañana. Además, tampoco he tenido un grupo de amigos fijo para salir. Y es una pena, porque el ambiente es totalmente distinto al español. Más de una vez he comentado aquí la buena impresión que me causan los modelitos que se gastan las féminas por estos lares, mención especial a los taconazos que elevan (aunque sea artificialmente) unas pulgadas la talla media. También se ve la gente más animada, hay un ambiente más festivo. Aunque la otra cara de la moneda es la mayor cantidad de peleas. Todo ello (menos las peleas, afortunadamente) nos esperaba en el garito que visitamos. Me eché mi última pinta de sidra, presencié el espectáculo que ofrecía la pista de baile y me acabé uniendo a él. Desde luego, la sensación era muy distinta a la que sentí el sábado anterior saliendo por Huesca.
Sólo pudimos estar apenas una hora en el pub, no sin antes socializar con una portuguesa y sus amigas, ya totalmente asimiladas a los usos y costumbres británicos. Al volver al coche, mi plan milimétricamente calculado sufrió un golpe demoledor. Ramón se había dejado las luces del coche encendidas y se le había descargado la batería. La engorrosa idea de coger el maletón, disputarme un taxi con los borrachos en retirada y rezar para llegar a tiempo a Heathrow pasó por mi cabeza mientras mi ánimo se venía abajo. Afortunadamente, mi amigo se ofreció a llevarme directamente a Stansted, una vez su percance se hubiera solventado. Llamamos a la grúa y nos dijeron que tardarían una hora. Por suerte había margen más que suficiente, así que nos fuimos a dar un voltio y ver la "salida de los toros", que es como se conoce en el argot al ambientillo que se forma en el exterior de los bares tras su cierre.
Quiso la casualidad que, entre los personajes que nos fuimos encontrando, apareciera un compatriota de Ramón. Cosa extraña, ya que los chilenos son una "rara avis" por estos lares. Le comentamos nuestra situación y se prestó a ayudarnos. Así que enganchó unos cables de su coche a la exhausta batería, que volvió a la vida...en el mismo momento en el que llegaba la furgoneta del seguro a la que había llamado mi amigo una hora antes.
Íbamos bien de tiempo, así que fuimos con tranquilidad camino de Stansted (un camino muy largo, por cierto). Poco antes de llegar nos paramos a desayunar en un área de servicio. No soy mucho de café, así que le pedí a Ramón un filete de caballa ahumada de la comida que le había regalado y así pude despedirme con un clásico de la gastronomía británica.
La despedida en el aeropuerto fue todo lo emotiva que unos miembros del sexo masculino nos podemos permitir, es decir, bastante poco. Pero echaré de menos a Ramón. Normalmente nos tendemos a juntar con gente afín a nosotros. Cuando uno está en el extranjero esa afinidad la suele dar el compartir una misma nacionalidad o cultura. Pero con mi amigo chileno no sólo hemos compartido el idioma y parte de una historia común, sino que he encontrado a alguien con el que debatir sobre los grandes temas y un apoyo en momentos difíciles.
Mi última obstáculo era la báscula de facturación. El rubicón eran los 20 kilogramos. Toda mi hercúlea tarea de triaje se vio recompensada cuando la pantalla ofreció un valor de 19,9 kg. Las colas, los controles policiales, el vuelo y llegar a casa sin dormir fue coser y cantar después del día tan ajetreado que había tenido. Pero era el último y había que sacarle todo el jugo posible.

martes, 18 de diciembre de 2012

Última semana en Slough

En mi última visita de vacaciones a España, unos conocidos me ofrecieron un trabajo en Huesca. La verdad es que regresar es algo que ni me había planteado, habida cuenta del comatoso estado de nuestra economía, amén del temor a volver a encontrarme jefes "fiericas", que hicieran que trabajar para ellos fuera una tortura. Pero mi situación laboral en Inglaterra no era para echar cohetes y los que me ofrecieron el trabajo distaban mucho de ser los clásicos y genuinamente hispánicos "fiericas". Así que acepté la propuesta. Había dejado algunos flecos pendientes, como un examen, una despedida en condiciones y, sobre todo, y lo más temido, desalojar el piso en el que había acumulado enseres durante más de dos años. Me pude coger una semana libre en el trabajo en la que iba a intentar dejarlo todo cerrado. Pasar una semana en un lugar como Colnbrook, en mitad de un nudo de carreteras en el extrarradio de Slough, sin tener que trabajar puede parecer que va a ser un muermazo total. Pero la verdad es que tuve una agenda bastante apretada. El lunes por la tarde me tocaba mi última cabalgada con mis compañeros de "Sweatshop", ya mencionados en mi anterior entrada. Tras los 6 kilómetros de calentamiento obligado, vi con tristeza que no me iba a poder despedir de mi rival y sin embargo amigo Johan el sueco patinador sobre hielo, con el que había tenido unos duelos épicos. Por suerte, un par de habituales locales hicieron que me tuviera que exprimir hasta el final dando mis últimos trotes a la sombra del castillo. Cual fue mi sorpresa cuando apenas un par de minutos tras mi llegada apareció el bueno de Johan desencajado tras haber llegado tarde a la salida y haberlo dado todo para alcanzarnos.Todo un homenaje involuntario al "show" que dio Pedro delgado en en prólogo del Tour '89 en Luxemburgo. Tuve que corresponder tamaño esfuerzo invitándole a un trago después, y así despedirnos en condiciones.
El martes tocaba clase de inglés. Es ya el último nivel (Proficiency) y me gustaría haberlo terminado. Pero las clases son sólo una vez por semana, así que tampoco me merecía la pena quedarme sólo por eso. Y si me da lástima haberlo dejado no es sólo por el título. La ratio alumnas/alumnos era muy grande, siendo destacable tanto en cantidad como en calidad. Y este año parece que la gente era más proclive a socializar fuera del aula. A diferencia de otros años, cuando la gente solía estar muy ocupada atendiendo a sus familias como para pensar en quedadas y fiestas. Las mañanas del lunes, martes y miércoles las pasé en la biblioteca de Langley estudiando para el examen de un cursillo de contabilidad que había dejado a medias tras mi "espantada". Me pude poner al día gracias a unos apuntes que nos dio la profesora, un libro que saqué de la biblioteca y muchas horas de estudio. Todo ello dio sus frutos a la hora del examen que me salió bordado. A la salida esperaba que hubiera un cónclave para organizar un fin de curso a lo grande. Pero mi decepción fue grande cuando vi que la gente se piraba a casa apenas entregaba el examen completado. Me pude despedir de algunos rezagados mientras esperaba a mi amigo chileno Ramón con el que fuimos a degustar una hamburguesa a un Wetherspoon cercano. Se trata de una cadena de pubs con precios relamente competitivos. Eso los hace un lugar ideal, según me comentó un ex-compañero de trabajo inglés y pude comprobar, para que los que viven de los "benefits" se gasten sus pagas a la salud de los contribuyentes que los mantienen sin pegar chapa. El jueves me tocaba un día más relajado, tras haber superado el examen. Por la mañana quedé con Wanderley, un ex-compañero con el que había ido a clase de inglés un par de años atrás. Una pieza cara de ver, ya que a sus dos trabajos con horarios antisociales le sumaba el tener que cuidar de su hijo junto a su mujer que trabajaba tanto o más que él. Esta vez ultilicé en mi provecho la baza de "me voy a ir de aquí y ya no nos podremos ver más", que hacía que mucha gente me hiciese un hueco en su agenda. La vida del emigrante no es siempre vino y rosas. Wanderley está actualmente trabajando de limpiador, a pesar de tener dos carreras y un inglés más que decente. Pero como él me decía, tenía que echar muchas horas de trabajo y ya no le quedaban energías ni tiempo para buscar otra cosa. Pero ese día había quedado antes de estar conmigo con una tutora para que le dio las claves para empezar a salir de ese círculo vicioso.
Un día hablé en este blog de una página web que me había permitido conocer almas tan solitarias como la mía. Había que hacer una despedida acorde con mi trayectoria. Para ello tenía planeada una cita con una griega que había conocido virtualmente hace tiempo, pero que, por diversos motivos, aún no había visto en persona. Un accidentado viaje, con varios cambios de autobús incluidos, simbolizó la tónica de mis desplazamientos por el área. Siempre buscando la opción más económica, por complicada que fuera. Eso hizo que llegara un poco tarde a Uxbridge, un agradable barrio al noroeste de Londres donde, casualmente,ya había tenido dos citas anteriormente. Mi nueva amiga helena, resultó ser una compañía de lo más agradable, con lo que pude cerrar mi ciclo de citas en tierras británicas con un buen sabor de boca. El viernes seguí con una de las tareas que había ido ejecutando durante toda la semana: limpiar mi cuarto. Parece mentira que en un cuchitril de 2 x 3 x 2'5 metros quepan tal cantidad de trastos. No hacía más que tirar cosas, pero no había manera de reducir mi equipaje por debajo del límite crítico (para mi bolsillo) de los 20 kg. Tamaño esfuerzo precisaba de unos momentos de asueto. Así que invité a mi casa a un amigo húngaro ex-compañero de un curso de inglés y a Ramón el chileno. Nos echamos un par de cervezas y les propuse hacer mi última incursión por la marcha británica. El domingo tenía que coger mi avión a primera hora de la mañana y no iba a ser posible (o eso creía) salir el sábado. Para mí era un lujo eso de contar con coche para salir de marcha. Teníamos a tiro Windsor o Uxbridge. Ya había probado la primera, así que propuse que fuéramos a la segunda. Craso error, ya que sólo había un garito digno de tal nombre y además no parecía muy animado. Ya era tarde, pero aún nos daba tiempo a probar en Windsor. Lo que en condiciones normales hubieran sido unos 15 ó 20 minutos, se hizo una interminable odisea de más de una hora merced a un par de despistes de mi amigo Ramón al volante y unas cuantas carreteras cortadas por obras. Me sentí como Truman intentando huir de su ciudad cada vez que veía un nuevo acceso a Windsor cortado. Por fin llegamos a nuestro destino pasada la una de la noche para comprobar con desilusión cómo se nos negaba el acceso a los bares. Sólo quedaba una solución para superar mi infinita desilusión. Salir al día siguiente como fuera. Pero eso es otra historia que dejo para mi siguiente entrada.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Nunca correrás solo

Si la soledad del corredor de fondo es más que un tópico, en mi estancia en tierras británicas ha sido la tónica. Aparte de las carreras, rara vez he conseguido que alguien me acompañe en mis trotes. Eso hasta que un amigo me comentó que "Sweatshop", una tienda deportiva de Windsor organizaba unas quedadas para correr unos 5 kilómetros en grupo todos los lunes por la tarde. Por si correr con más gente no fuera suficiente premio, te daban una camiseta técnica si acudías cinco veces. Y todo ello sin pagar un penique. El primer día no me lo tomé a título de inventario y ya desde el principio me sumé a los puestos de cabeza. Para mí era un auténtico lujo correr con un grupo, y la emoción me empujaba hacia adelante. Aunque no tanto para que pudiese seguir a un par de gacelas que se disputaron la victoria (no es un evento competitivo, pero cada uno va a su ritmo). Los perdí de vista en un cruce casi al final y no sabía por dónde tirar. Pregunté una chica que estaba esperando el autobús si los había visto, ante su respuesta negativa, "hice un Bahamontes" y esperé un par de minutos a que viniera algún lazarillo en mi rescate. Como no aparecía nadie y me estaba poniendo nervioso tomé una dirección que acabó siendo la correcta. Una vez reagrupados los participantes (entre los que se incluía alguna participante femenina de enjundia)en la tienda, nos ofrecían un vaso de agua o refresco. Evidentemente, a partir de ese día fui un incondicional del evento. Y eso a pesar de que muchos días me tocaba ir después de haber trabajado 8 horas de pie sin darme un respiro o debía ir desde mi casa situada a 6 km (y volver después) y no siempre con un clima agradable. Los duelos con un par de corredores locales y un sueco jugador de hockey sobre hielo eran épicos, pero siempre dentro de la más absoluta deportividad y compañerismo. Un día incluso salimos a echarnos unos tragos para celebrar la despedida de dos dependientes que se iban a estudiar a otra ciudad. Y recientemente han incluido una ruta alternativa de unos 10 km para los más intrépidos (entre los que me incluí, obviamente). Si correr es un placer (alguna veces sufrido, pero un placer al fin y al cabo), hacerlo con esta gente, y en un entorno tan privilegiado como Windsor es una auténtica maravilla.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Dios Salve a la Reina, ¡che!

Lo más cerca que estuve en mi vida de acudir a un conciento de Queen fue en agosto de 1986. La última gira que hizo el grupo británico, lo trajo a Marbella. Yo estaba veraneando en Torremolinos y en una visita a la capital del lujo hortera, pude leer en un periódico local la crónica del concierto del día anterior. Pero en esa época mis gustos musicales se limitaban al mítico "Azul y Negro", además de no disponer de la autonomía suficiente para presentarme por mi cuenta en un evento de tal magnitud.
  Dado que el único milagro que Queen ha podido hacer ha sido en forma de una canción y su correspondiente disco, aquella fue mi última oportunidad de presenciar tamaño espectáculo.
  Por eso la visita a Huesca del grupo "Dios Salve a la Reina" (unos sosias argentinos de Queen), iba a servir para, aunque fuera, matar el gusanillo. Tenía pensado asistir con un amigo, pero las entradas se agotaron y tuve que ir sólo. Tras haber acudido a cientos de eventos por mi cuenta y riesgo, esto tampoco suponía un grave problema para mí.
 Al acudir a la plaza de toros vi un detalle que me extrañó. A pesar de que se había vendido todo el papel, no habría más de 100 personas esperando a que se abrieran las puertas. Según mis eficientes cálculos, para llenar una plaza de toros hace falta algo más que eso. La respuesta al enigma la tuve ante mis narices unos minutos después cuando me encontré con una carpa que ocupada algo menos de la mitad del albero. Mi idea de un multitudinario concierto en un abarrotado coso taurino se había desvanecido.
 La velada contaba con un par de grupos oscenses especialistas en versiones de pop y rock llamados "The Skulls" y "You Rock". No soy muy partidario de que haya teloneros en los conciertos a los que asisto. Se supone que una de sus misiones es "calentar al público" y prepararlo para el grupo principal. Pero yo soy frío y calculador, y lo único que consiguen es que cuando empiece el plato fuerte, ya esté cansado. Aunque también es una forma de dar a conocer grupos no consagrados. Y estos dos no estuvieron nada mal. Aparte que consiguieron que mi inversión de 15 euros en la entrada apareciera como más rentable.
 Ligeramente pasadas las 12 de la noche,"Dios Salve a la Reina" apareció en el escenario. Entonces me di cuenta de que había cometido un craso error. Los componentes de la banda tenían un aire a los originales. Sobre todo el cantante, que se parecía mucho al propio Mercury. El "falso Brian May" tenía el pelo largo y rizado, pero al fijarse un poco estaba claro que no era él. El batería lucía un rubio teñido para aproximarse al auténtico Roger Taylor. Respecto al bajo...la verdad es que se parecía nada a John Deacon, auque eso sí, tocaba muy bien el bajo. Yo creo que si me hubiera ubicado más lejos del escenario, me hubiera sido más difícil detectar las diferencias, y quizá a ratos, me hubiera dado la impresión de estar ante los auténticos Queen. Pero para eso sólo hacía falta cerrar los ojos, ya que hay que reconocer que la imitación está muy bien hecha. Los 4 miembros son muy buenos intérpretes y la voz de Pablo Padín es sorprendentemente parecida a la del genio de Zanzíbar.
 La secuencia de canciones coincidía básicamente con el concierto que Queen dio en Wembley en la gira de 1986. La imitación es casi perfecta, incluyendo los movimientos, vestuario y todo tipo de detalles. Incluso el cantante se dirigía a la audiencia en inglés. Ciertamente me hubiera chocado bastante que el solista nos hubiera soltado algo como "¡No me sean boludos!".
  Es lo que se puede pedir a unos imitadores; que sean lo más fieles posible al original. Pero en este caso se las apañaron para aportar algo extra. Cantaron "I want it all", que nunca fue interpretada en directo por Queen y tras el clásico final con el "God save the Queen", nos obsequiaron con un bis en forma de la vibrante "Don´t stop me now". Y como curiosidad, al interpretar el clásico "We will rock you", Padín estaba envuelto en la bandera argentina, en lugar de la "Union Jack". En resumen, aunque se le acerca bastante, asistir a un concierto de "Dios Salve a la Reina", no es lo mismo que ir a uno de Queen. Pero no será porque la banda argentina no haga todo lo posible para acercarse al máximo a los británicos. Y al fin y al cabo, me hicieron pasar un rato muy bueno, que es lo que busco cuando voy a presenciar un espectáculo.

domingo, 28 de octubre de 2012

10 Km Memorial Emer Casey

Este sábado por la noche pude celebrar Halloween acudiendo a una fiesta que una amiga española organizaba en su casa de Eton. Aún me acuerdo del juego que me dio la careta de Frankestein que me agencié el año pasado en Nueva York. Así que este año había que hacer lo propio, como siempre dentro de mi humildad. Así, aproveché algunas prendas que guardo de mi época de camarero, a las que añadí una máscara cutre donde las haya y una capa negra tamaño infantil (las de mayores se habían agotado). Con esos aditamentos conseguí parecerme remotamente al Conde Drácula. Al llegar a la fiesta vi con sorpresa que era el único disfrazado (aunque luego se añadieron más), pero los disfraces siempre dan juego, así que no penó mi inversión de una libra y media. La fiesta estuvo muy bien:comida, bebida y mucha gente, alguna conocida y otra que tuve el placer de conocer. Esa noche tocaba retrasar la hora para adaptarse al horario invernal. Por tanto tenía una hora más de sueño, lo cual me vino muy bien para poder correr el domingo por la mañana. En el Gran Londres hay muchísimas carreras. Normalmente hay varias para elegir cada fin de semana. El problema es en que muchas de ellas, sobre todo si se celebran en el centro, las plazas se cubren con mucha antelación. Como yo soy más de talento natural e improviso, tengo que buscar las menos masificadas. Esta vez se trataba de un 10.000 en la zona de Herne Hill, al sur de Londres, junto al barrio de Brixton, que, desgraciadamente suele ser noticia por hechos poco agradables. No voy a decir que sea una zona en la que dejaría que mis niños (de 5 y 8 años respectivamente) fueran solos por la calle de noche (suponiendo que los tuviera). Pero es justo reconocer que arquitectónicamente tiene su encanto, cuenta con una destacable actividad cultural y algunos mercadillos callejeros interesantes. Se puede decir que tiene "alma". Y además tiene muy cerca el parque Brockwell, donde había que dar 3 vueltas y media para completar los 10 km de la carrera de hoy.
Normalmente me suelo llevar sorpresas de última hora en el momento de pagar la inscripción en el día. Los organizadores acostumbran a cobrar unas cuantas libras de más para los que lo dejamos para el último momento. En este caso ocurrió lo contrario, ya que en la página web decía que se cobraban 14 libras a los no federados, pero una vez allí sólo me cobraron 12, que es precio de amigo para lo que se estila por estos lares. Ya empieza a hacer frío por aquí, así que tocaba correr de largo. En la salida no debía de haber muchas más de 100 personas. Se puede decir que esta es una prueba familiar. Ciertamente las prefiero a aquellas con miles de participantes en las que eres poco más que un número para la organización. Poco antes del pistoletazo, una participante se me quedó mirando mi camiseta de la Media Maratón de Barbastro y me sonrió. Muy extraño me resultó, pero no tuve tiempo de pensar mucho, ya que en ese momento empezaba la prueba. Comencé a un ritmo vivo, ayudado por una bajada sin miedo a la posible pájara final. Quería hacer un tiempo decente y había que arriesgar un poco. Al segundo kilómetro, o iba demasiado rápido, o la organización se había columpiado, ya que estaba rodando a 3.30 el km. Me fui calmando conforme pasaban los kilómetros y mi ritmo (o los intervalos entre kilómetros) se fueron normalizando poco a poco. El circuito no estaba cerrado al público, pero afortunadamente el parque no estaba demasiado concurrido y no hubo ningún percance. A mitad de la prueba, un auténtico angelito en forma de corredora (rubita y con gafas) se unió a mi mini grupo y pasó a ser mi referencia hasta el final. En las bajadas me iba de ella imponiendo mi poderosa zancada, pero en las subidas demostraba su buen hacer alcanzándome de nuevo. En cada una de las 3 vueltas había que subir una ligera colina que en la última se dejó notar sobremanera. Allí mi "rival" tomó una distancia que ya no pude recuperar, por mucho que mi orgullo masculino me impulsara a darlo todo en el último kilómetro. Pero por lo menos el esfuerzo no fue en vano, ya que conseguí un apreciable crono de 41'22''(a un ritmo de 4 minutos y 8 segundos cada km). No está nada mal para haber tenido una fiesta el día anterior y estar ligeramente resfriado. En la llegada no podía faltar la esperada medalla. Michael Pelphs va a parecer un aprendiz a mi lado a poco que siga haciendo carreras por aquí. En la zona de meta volvía a ver a la mujer que me se había fijado en mi camiseta en la salida y me preguntó "¿Somontano?". Ante mi asombro me explicó que había tenido un novio de Barbastro y había estado un tiempo viviendo por la provincia de Huesca. Definitivamente el Mundo se ha convertido en un lugar muy pequeño. Mientras conversábamos se acercó una participante de origen oriental y nos preguntó qué tal nos había ido. Cuando le dije mi marca mi miró admirada y me dio unos toques en las piernas para a continuación tocar las suyas explicando que lo hacía "para ver si se le pegaba algo". Muy graciosa.
Al final, aparte de la entrega de trofeos, se hizo un sorteo de regalos sacando los dorsales de una caja.A pesar de que no quedábamos muchos participantes esperando y había unos cuantos premios, no me tocó nada. Lástima, porque había un libro sobre Bradley Wiggings (último ganador del Tour de Francia y primer británico en lograrlo) que tenía muy buena pinta. Aproveché el resto de la mañana para visitar la zona de Herne Hill, en la que destacaba un mercadillo de comida muy pintoresco y alguna que otra galería de arte, que contrastaban con unos colmenones (aquí llamados "states") para devolvernos a la realidad y recordarnos que esto no es ni Kensigton ni Richmond (barrios acomodados de Londres). En resumen, ha sido una carrera muy agradable de correr, no sólo por la belleza del parque, sino, y sobre todo por el magnífico y familiar ambiente que se respiraba. Y si a eso le añado una buena marca y un poco de turismo, el resultado es magnífico.

viernes, 19 de octubre de 2012

No es lo mismo...

Allá por los años 80, circulaban por España unos chistes, no precisamente blancos, que empezaban con la coletilla:"No es lo mismo...". La gracia consistía en comparar una frase con otra que contenía las mismas palabras, pero con un sentido totalmente distinto. Así, se podía decir (con perdón):"No es lo mismo dos pelotas negras, que dos negras en pelotas".
  En una visita que hice hace poco a Bristol, me llamó la atención una heladería que contaba con un amplio surtido. Y entre las distintas variedades de helados y sorbetes, no pude evitar decidirme por uno de mango, de la variedad "Alfonso", que estaba tan bueno como era de esperar con ese nombre. Pero no sólo me conformé con saborearlo, sino que me sirvió de inspiración para agregar otro chiste a la lista que he mencionado al principio de la entrada. "No es lo mismo el Alfonso mango, que..."

domingo, 14 de octubre de 2012

¡Viva la marcha!

Hace unos años, en una de mis salidas nocturnas por Huesca, recuerdo que una adolescente, bajo un cierto estado de embriaguez, gritó convencida: "¡Viva Ramón y Cajal!". Mis dudas sobre si se refería al conocido neurólogo español se disiparon cuando posteriormente exclamó:"¡Viva la marcha!". Por tanto sus vítores no se referían a Don Santiago, sino al instituto donde estudiaba.
 Al igual que la referida tinajera, al final de mi último evento olímpico bien podría haber lanzado vivas a la marcha, pero no a la que se acostumbra a hacer regada con alcohol, sino a la atlética.
 Esta vez no me iba a tocar rascarme el bolsillo, ya que las pruebas de marcha se celebraban en un circuito urbano de libre acceso (excepto una zona de tribuna en la zona de meta).
  Por la mañana se disputaba la prueba masculina de 50 km. , y por la tarde la femenina de 20 km.
Por si no fuera suficiente exigencia física pegarse semejantes palizas, la organización había preparado un circuito de sólo 2 km, lo cual es una tortura psicológica al tener que recorrer los mismos lugares una y otra vez. Pero lo que no es bueno para los atletas, lo es para los espectadores, que pueden ver a sus ídolos muchas veces, y en un enclave tan emblemático como las proximidades del Palacio de Buckingham.
La primera vez que en una prueba de marcha vi a un atleta tambaleándose, pensé que no era para tanto. Al fin y al cabo, andar no es tan cansado como correr. Pero cuando pude comprobar que los atletas hacen mejor marca andando 50 km que yo corriendo 42, empecé a darme cuenta de lo durísima que es esta disciplina. Cuando llegué ya habían empezado los 50 km masculinos. El circuito ya estaba repleto de aficionados , pero me pude ubicar en una segunda fila con bastante visibilidad. Se había ya roto la prueba, y los marchadores estaban repartidos en numerosos grupos, por lo que me costó un tiempo averiguar dónde estaba la cabeza de carrera. En ella sólo pude identificar al francés Diniz, uno de los grandes dominadores de la marcha tras la retirada del mítico Korzenowsky. Los españoles ya iban un poco rezagados, aunque esperaba una reacción en la última parte de carrera del veterano y curtido en mil batallas García Bragado. Más de 3 horas y media dan para mucho, así que no paré de dar vueltas por el circuito intentando sacar fotos antológicas con el palacio de Buckingham al fondo. Lástima que mi cámara compacta rosa y mis habilidades como fotógrafo no den para mucho. Al final se impuso el ruso Kirdyapkin con récord olímpico. García Bragado consiguió entrar en el top 20 a pesar de pasar ya la cuarentena, y al también español Benjamín Sánchez le vino "el tío del mazo" a visitar y las pasó canutas para acabar, teniendo incluso que detenerse en varias ocasiones. Entre las dos pruebas había unas cuantas horas que aproveché para comer y recuperar fuerzas (ver una carrera también cansa). También me dio tiempo a visitar una exposición artística que había por el centro destinada a mostrar la represión a la que un movimiento espiritual-religioso estaba sometido en China. No creo que me hubiera sentado bien otra ración de 50 km.Por suerte la sesión vespertina contaba sólo (es un decir) con 20 km. No me quise mover mucho, así que me tocó escuchar los gritos que una aficionada eslovaca profería cada vez que una compatriota suya se acercaba, aunque ésta no fuera precisamente en cabeza.
No era lo mismo con las marchadoras chinas, que marcaron un ritmo infernal desde el inicio. La exposición que había vistado un rato hizo que no las viera con muy buenos ojos. Por eso no pude evitar alegrarme como las rusas (aunque habría mucho que hablar sobre el respeto a los derechos humanos, concretamente los periodísticos en ese país) acabaran como auténticos "Sputniks", copando las dos primeras plazas con récord del Mundo incluido. El trío español tuvo una meritoria actuación. María Vasco estuvo en todo momento entre las 10 primeras, pero fue superada por Beatriz Pascual que hizo una gran carrera de menos a más, acabando octava. Tras dos años de caminatas interminables, llegó mi momento de ver como otros pateaban. Los Juegos Olímpicos llegaban a su fin, y llegaba el momento de volver a la cruda realidad. Es decir, comprar un periódico y ver que el 95% de la sección de deportes se dedica al fútbol. Pero ya queda menos para Río 2016.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Peripecias olímpicas (II)

Una vez conseguido mi objetivo de presenciar un evento olímpico, ahora se trataba de hilar un poco más fino y ver algún representante español en acción. Tras unos infructuosos intentos con el kárate (la web oficial me empezaba a dar problemas), le eché el lazo a una jugosa entrada para unas finales de de piragüismo en las que podía estar el laureado David Cal. Si hay alguien que donde pone el remo pone la medalla es el gallego. Esta vez tampoco me falló y se clasificó para la final, cosa que también hizo otro español (Paco Cubelos).
Ahora sólo faltaba pedir que me dieran libre ese día en el trabajo. Se lo comenté al encargado antes de que hiciera los turnos y no me puso ningún problema, aunque tampoco puso mucha atención, ya que se lo tuve que repetir 3 ó 4 veces tras ver que en el calendario me había tocado en gracia trabajar ese miércoles. Unos días después, saboreando una pinta de sidra con un amigo húngaro, nos dimos cuenta de que ambos habíamos comprado entrada para el mismo evento. Parecía que no iba a ir solo esta vez. Aunque cuando me dijo que iba a ir en taxi me negué a secundarle. Cada día al ir a trabajar, veía unos flamantes autobuses de la organización que llevaban a los aficionados desde Windsor al campo de regatas de Eton Dorney. Ese ambientillo no me lo quería perder, y mucho más teniendo en cuenta su reducido coste (eran gratuitos). Ese día me desperté en plan forofo y a falta de una bandera de España, me enfundé una camiseta de la selección española de atletismo. Tras la tradicional pateada hasta Windsor, aunque esta vez no para trabajar, llegué a la estación de tren desde donde partían las lanzaderas. En el autobús me senté junto a una simpática húngara a la que me faltó tiempo para pototear. Por lo que me contaba (y pude comprobar después, el piragüismo es un deporte muy popular en su país). Tenía pensado encontrarme con mi colega magiar en la entrada, pero había miles de personas, así que decidimos vernos a la salida. Y entre tanto muchedumbre quiso la casualidad que en la taquilla me encontrara con mi mánager, al que no esperaba, ni mucho menos, ver por allí. Tras pasar el ferreo control militar me dirigí a mi grada. Mi asiento estaba situado a unos 250 metros de la meta, con una visión bastante buena. Para entretener al personal antes de la prueba, la organización tuvo la curiosa idea de exhibir a una esquiadora acuática arrastrada por piragüistas.
La primera final fue el K-1 masculino(hablando en plata, un piragüista que va sentado). Tras la final B, que me parece una pérdida de tiempo para los competidores, que no se juegan nada, llegó el turno del español Cubelo. Salió flojo, y aunque remontó ligeramente al final, sólo pudo ser séptimo, siendo el vencedor un noruego. Llegó el turno de David Cal en la categoría de C-1 (de rodillas, con una pierna adelantada, para los amigos). También empezó flojo, quedándose muy rezagado de los primeros puestos en la primera mitad. Pero el gallego es una auténtico maquinón e hizo una parte final demoledora, que le valió para ser segundo. La siguiente prueba era el K2 masculino (igual que el K1 pero con 2 piragüistas por embarcación),sin presencia española. En este caso el honor ibérico fue defendido brillantemente con la pareja portuguesa que se quedó a sólo 5 centésimas del oro que fue a parar a la pareja húngara. Sus compatriotas que eran mayoría en la grada ya empezaban a armar jaleo. Pero se acabaron de volver locos cuando el cuarteto femenino de K-4 se impuso brillantemente en la última final del día. Curiosamente la hinchada magiar mostró mucha mayor alegría con esta victoria que con la anterior, y eso que ésta había sido mucho más holgada.
Tras haber presenciado unos juegos olímpicos, había conseguido ver una medalla española. Lo próximo es ver un oro y escuchar la Marcha Real con la mano en el pecho. Pero eso habrá que dejarlo para el 2016(por lo menos).

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Peripecias olímpicas

Debido a cuestiones técnico-burocráticas-económicas he estado más de un mes sin internet en casa. Eso ha hecho que haya descuidado mi blog más de lo deseable. Me he ido apañando con visitas a la biblioteca o usando un ordenador en la cantina de mi trabajo con acceso a internet. Pero un purista de la ortografía como yo se niega a publicar una entrada sin tildes ni eñes. Debido a esta ausencia, las próximas entradas van a estar algo desfasadas en el tiempo. Si eso no nos importa al leer clásicos inmortales como "Los Tres Mosqueteros" o "Las Aventuras de Huckleberry Finn", espero que sea lo mismo con mis últimas aportaciones. Cuando este año se acercaba el verano me di cuenta de que iba a estar muy cerca de uno de los acontecimientos más legendarios para un amante del deporte como yo:Los Juegos Olímpicos. Mi gozo se fue al pozo cuando los periódicos comentaban que las entradas habian volado en cuestión de horas. Ya me hice idea de ver alguna prueba abierta al público como la maratón o el ciclismo en ruta. Un día, a dos semanas de la inaguración, se me ocurrió visitar la página oficial. Vi que aún quedaban entradas a la venta, y algunas a precios razonables. No sé si los periódicos habían exagerado o se trataba de gente que había devuelto sus localidades. El atletismo y el baloncesto estaban por las nubes, y otros deportes coincidían con mi horario laboral. Así que acabé comprando un boleto para una sesión de voleibol femenino que incluía dos partidos. No es que sea un deporte que siga mucho, pero es ciertamente muy plástico y espectacular.
Los partidos se celebraban en Earl´s Court, un pabellón situado en el Oeste de Londres, fuera del anillo olímpico. Mejor para mí, ya que en un viaje en metro de unos 40 minutos ya estaba allí. Nada más salir de la estación pude respirar el ambiente olímpico. Numerosos carteles y voluntarios indicaban el camino al pabellón. Se formó una marea humana que sólo había visto en partidos de fútbol. La entrada al pabellón estaba custodiada por soldados que hacían exhaustivos controles de seguridad. No creo que las aficiones del balonvolea sean célebres por sus hinchas violentos, pero en estos acontecimientos es mejor prevenir que curar. Una vez dentro, pude comprobar que las instalaciones eran propias para albergar grandes acontecimientos, como los Juegos de 1948, pero no los del 2012. No en vano, el Earl´s Court Exbition Centre fue inagurado en los años 30, y aunque se le ha hecho algún parcheado, la instalación es bastante vetusta. Pero no había ido allí a apreciar la arquitectura del lugar, sino a ver super remates y bloqueos de hembrones de 1'90. Como era de esperar, mi localidad no estaba precisamente a pie de pista, sino en una esquina bastante alejada de la acción. El primer partido enfrentaba a Estados Unidos frente a Turquía. Las yanquis partían como favoritas, cosa que demostraron con un claro 3-0, aunque las otomanas les hicieron sudar el primer set, teniendo incluso algún punto para hacerse con el mismo. Dado que no soy muy entendido el la materia no puedo hacer un análisis técnico muy detallado (aparte de que no creo que interese a la mayoría de mis lectores). Sólo puedo decir que la superiridad en el bloqueo de las americanas no pudo ser contrarrestada con el buen hacer en la creacción turca.
La sesión contaba con otro partido entre Serbia y Brasil. Entre ambos partidos tuve una media hora que dediqué a recorrer las históricas aunque avejentadas instalaciones. Aparte de numerosos chiringuitos de comida y venta de recuerdos (esto es más negocio que otra cosa), había una televisión donde se retransmitía el atletismo. En ese momento se iba a celebrar la final de los 100 m lisos, la prueba más mediática. La gente se volvió loca al presenciar la remontada de Usain Bolt, y mostró bastante más entusiasmo del que había dedicado a las jugadoras de voleibol. Si el primer partido no tuvo mucha historia, el segundo fue un auténtico paseo militar de las brasileñas ante el endeble equipo serbio.
A pesar de que eso suponía quitarle valor a mi inversión, agradecí que en ambos partidos sólo se sdisputasen 3 sets. Había trabajado ese día desde una hora muy temprana y empezaba a acusar el cansancio. Aparte de que me daba igual quién ganara. Sólo quería presenciar el espectáculo.Curiosamente, la final del torneo enfrentó a Estados Unidos y Brasil, con triunfo carioca, así que se puede decir que mi elección fue acertada. Al final del partido volví a casa con la satisfacción de deber cumplido. Ya había presenciado en vivo unos juegos olímpicos.

martes, 7 de agosto de 2012

El huesquetismo no se cura viajando

Hay una frase que dice que el nacionalismo se cura viajando. Quizá sea cierta. Pero en mi caso, viendo como se va acercando el Chupinazo que da comienzo a las fiestas de Huesca, cada día estoy más triste. Así, puedo afirmar que mi huesquetismo aumenta conforme me alejo de mi ciudad y se acerca el día 9 de agosto.

miércoles, 18 de julio de 2012

Swansea

Este sábado me dijeron que empezaría a trabajar el miércoles. Se acabó la incertidumbre y me encontré con unos cuantos días que tenía que aprovechar para hacer un viajecito. Luego uno entra en la rueda del trabajo y no sabe cuándo podrá encontrar un hueco. El sábado por la tarde estuve mirando cosas y decidí que ya iba siendo hora de visitar Gales. La idea era hacer un viaje de dos días y dormir una noche fuera. El domingo por la mañana cerré todos los detalles. La destino elegido era la ciudad costera de Swansea. Reservé habitación en un hotel a través de una página web y me saqué el billete de tren. Al no cogerlo con mucha antelación no salía precisamente barato. En autobús me hubiera ahorrado algunas libras, pero tenía que ir a Londres a cogerlo, y le costaba unas 5 horas. No me molesté en mirar el parte meteorológico hasta después de haber reservado todo. Como me temía, iba a hacer mal tiempo. Pero si espero a que vaya a hacer dos días soleados seguidos por aquí, igual no me voy de vacaciones nunca. Como era de esperar, el lunes por la mañana apareció nublado. En el tren ya empezó a llover con contundencia, y el sol, ni estaba ni se le esperaba. Un poco antes del mediodía llegué a Swansea, donde llovía a conciencia. Mientras buscaba el hotel, me preguntaba qué clase de vacaciones eran esas, calado hasta los huesos, y en una ciudad que(el tiempo ayudaba bastante) aparentaba ser bastante gris. Para acabarla de fastidiar, en el hotel, mi nombre no aparecía en las reservas y estaba completo.
El dueño me ofreció una habitación en el hotel de al lado, que no solo me salía un poco más barata, sino que además tenía baño propio. Evidentemente acepté. Aunque me pregunté qué hubiera pasado si hubieran estado todos los hoteles completos. Ambos hoteles estaban en segunda linea de playa (la primera la ocupaba una carretera). Me dije."A ver si tengo suerte y me toca una habitación con vistas al mar". Lo que me encontré fue un minúsculo patio al que apenas hubiera llegado la luz del sol si hubiera tenido a bien aparecer.No tuve tiempo de lamentarme. Había que empezar a ver cosas lo antes posible. Había planeado una excursión a Rhosilli, localidad costera en el extremo de la península de Gower. Tras aprovisionarme de folletos y horarios en la oficina de turismo, compré un billete-día, que por 4 libras y media permitía hacer viajes ilimitados por el area durante ese día. Para mí estos billetes son como el buffet-libre. No basta con amortizarlos, hay que exprimirlos. El trayecto hasta Rhossili duraba una hora. Los primeros 20 minutos por los suburbios de Swansea eran bastante monótonos, pero cuando se internó en el campo, cambió la cosa. Pude apreciar el encanto rural que echo de menos en mi habitual entorno periurbano. Y al llegar a Rhossili me esperaban unos paisajes únicos.
Grandes playas de arena, agrestes acantilados y verdes colinas. Por unos momentos me vi transportado a mi amada Isla de Skye. Me di un paseo por la zona y una vez vistos los rincones más sugestivos planeé mi próximo movimiento. Que no era otro que ir en autobús a un lugar llamado Port Eynon, donde podría estar una hora antes de coger el autobús de vuelta a Swansea. El pueblecillo no tenía gran cosa, aparte de una playa bastante decente (aunque con bastantes piedras) y grandes zonas de acampada y caravanas. De vuelta a Swansea, aún quedaba luz para ver más cosas. Así que tomé otro bus urbano que me dejó al final de la bahía de Swansea. Desde allí hice una buena pateada hasta llegar a una bonita playa. Quise apurar un poco más hasta la siguiente, pero sólo conseguí llegar a un campo de golf donde ya no vi salida hacia el mar. Ya era tarde así que decidí volver recorriendo toda la bahía. Es un paseo muy agradable, con un carril bici paralelo al mar. Era tarde y la pateada había sido de enjundia, así que me retiré a descansar, previa cena estilo hippy en la playa de delante del hotel.
Al día siguiente tenía que coger el tren de vuelta a las 13.30. Quería hacer otra excursión para aprovechar la mañana. Tras un contundente desayuno en el hotel, acudí a la oficina de turismo en busca de inspiración. Las dos primeras recomendaciones de la amable empleada me remitían a los lugares que había visitado el día anterior. La tercera opción se trataba de un bosque con unas cataratas. Tenía exactamente una hora para verlo y volver. Eso suponiendo que el autobús hubiera aparecido. Como no lo hizo, tuve que improvisar. Ya no me daba tiempo a ir a ningún sitio fuera de Swansea y volver. Así que decidí visitar el estadio de fútbol y rugby. En mala hora, ya que estaba situado en una zona a las afueras muy poco atractiva y bastante lejana. Además el estadio estaba totalmente remodelado (aparte de cerrado al público) y no tenía ningún encanto para mí. Vuelta al centro con el tiempo justo para echar un bocado y coger el tren. Si el día anterior el "timing" había sido casi perfecto, el lunes dejó bastante que desear. Aunque el balance general es positivo, ya que pude ver muchas cosas en bastante poco tiempo. Tenía curiosidad por ver si existían muchas diferencias entre Gales e Inglaterra. Aparte de los letreros bilingües, y los paisajes un tanto más agrestes, no percibí ninguna diferencia significativa. Habrá que volver por aquí para investigarlo más a fondo.Pero la próxima vez a ver si es posible hacerlo en compañía. Viajar sólo tiene sus ventajas. La libertad es total. Pero echo de menos poder compartir mis descubrimientos e impresiones con alguien. ¿Os animáis para el próximo viaje?

domingo, 15 de julio de 2012

The Windsor Great Park Dash 10k

El viernes pasado por la tarde me enteré leyendo un periódico de que ese día  y el sábado se celebraba un mitin atlético de gran prestigio en Londres. Habiendo perdido la jornada del viernes, intenté hacerme con entradas para la del sábado, pero estaban agotadas.Semejante despiste sólo se podía corregir apuntándome a una carrera para levantar mi moral atlética. Tuve suerte porque el sábado por la mañana se disputaba una en un parque cerca de Windsor. Ya estaba cerrada la inscripción "on-line", pero guardaban algunas plazas para inscribirse en el día.
El sábado amaneció soleado. Como ya estoy curado de espanto, me llevé una gabardina por si acaso, la cual no tardé mucho en ponerme mientras andaba camino de Windsor. Lo que empezó como un ligero chispeo se tornó enseguida en una torrencial lluvia. La gabardina no estaba preparada para precipitaciones de tal calibre, por lo que a los 10 minutos ya estaba empapado. La cosa se complicó cuando atravesé el parque y mis pies se calaron completamente. Cada litro de agua que caía sobre mi cuerpo me iba quitando ganas de correr. Pero ya que había llegado hasta allí, no iba a dar marcha atrás. Eso a pesar de las 20 libras que me cobraron. En ese momento me pregunté si tengo algo de masoquista o más bien mucho.
 No me molesté en calentar, ya que preferí estar a resguardo (bajo un árbol) antes de empezar para evitar mojarme aún más. Como Dios aprieta pero no ahoga, 5 minutos antes de empezar, cesó la lluvia, aunque ya se había ocupado de dejar el terreno poco menos que impracticable. Lo que podía haber sido un bucólico trote por un idílico parque se convirtió en un auténtico cross de esos que hacen que los atletas acaben llenos de barro.. Por unos momentos me pude sentir como un Martín Fiz premaratoniano o un Bezabhe cualquiera.
Nada más empezar ya me di cuenta que mis referencias de otras carreras iban a valer de poco.No en vano, hice el primer kilómetro en 5'10''. Aparte de las numerosas cuestas, el terreno embarrado suponía un auténtico freno, a lo que había que sumar que a ratos iba más pendiente de evitar los charcos que de otra cosa. Por lo menos quería bajar de los 5 minutos el kilómetro, así que elevé un poco el ritmo. Empecé poco a poco a adelantar corredores, pero las sensaciones no eran muy buenas. Daba la impresión de que el terreno me iba quitando energía a cada zancada. Por suerte, el recorrido dentro del parque era muy variado y agradable. A unos 2 kilómetros y medio del final, tras coronar una colina, apareció el castillo de Windsor en lontananza. Esa visión me dio ánimos para lanzarme a tumba abierta en una bajada de enjundia. Casi al final de la cuesta abajo, una curva embarrada me hizo resbalar y no me fui al suelo de milagro. Un tramo de asfalto (el único en todo el recorrido), me permitió librarme de sobresaltos por un tiempo hasta que entramos en el último kilómetro. Allí nos esperaba un recién creado canal de unos 4 metros de ancho que acabó con mis esperanzas de llegar con los pies medianamente secos. En la recta de meta intenté esprintar pero el barro y los charcos no facilitaban la tarea. Mi tiempo fue de 47' 55''. En condiciones normales, una marca muy discreta, pero las condiciones del sábado no fueron ni mucho menos normales. Como no podía ser de otra forma, nada más llegar, unos simpáticos voluntarios nos colgaron al cuello la inevitable medalla. Aunque no sea partidario de ellas, reconozco que la de esta carrera tiene un diseño muy logrado. La bolsa del corredor tampoco estaba mal: una taza, una bebida isotónica, un botellín de agua, dos barras energéticas, un gel de carbohidratos y hasta una linterna, amén de panfletos y golosinas. Tras cambiarme de ropa, estuve un rato en la meta viendo llegar a los sufridos corredores, que eran animados por un simpático locutor, al que ya fuera una tinajera o una señora de sesenta y tantos la que llegaba, se refería a ellas como una "young lady"(joven señorita).
Quería quedarme a la entrega de trofeos (no es que esperara llevarme uno; me gusta el ambiente), pero los últimos se lo tomaron con calma, me esperaba una buena pateada a la vuelta y podía volver a llover en cualquier momento. Una experiencia interesante la de correr un cross embarrado. Pero si la siguiente prueba se corre sobre un terreno totalmente seco, no seré yo quien proteste.

martes, 10 de julio de 2012

¡Ya "semos" olímpicos!

Allá por el año 92, pude presenciar al mítico entrenador de balonmano Fernando Cantín, mientras entraba en Huesca portando la antorcha olímpica. 20 años después vuelvo a estar en el lugar correcto en el momento adecuado. La llama olímpica pasaba hoy por Slough y Windsor. Con un "timing" casi perfecto llegué a Chalvey (un barrio de Slough) alrededor de la 1 de la tarde, donde centenares de personas jaleaban una especie de caravana publicitaria. A los 5 minutos apareció el relevista entre los vítores del público. Una vez que pasó, aproveché que aún soy un hombre libre para ir a Windsor, donde sabía que continuaba el recorrido de la comitiva. Todavía había más gente en Windsor. Allí además abundaban los mercachifles haciendo su agosto vendiendo "Union Jacks" y medallas conmemorativas.
Me puse en una calle poco transitada que además contaba con la ventaja de que se podía ver la antorcha unos minutos después en una calle paralela. Ya hubiera querido yo estos chollos cuando iba a ver el Tour de Francia a los Pirineos. Al rato, un autobús con relevistas se paró justo donde estaba yo (¿sería casualidad?)De él bajó una relevista con la antorcha y se puso a esperar allí para deleite de los espectadores cercanos. En unos minutos tras el paso de unos ruidosos patrocinadores, apareció un relevista que me resultó familiar.Mis sospechas se confirmaron cuando un grupo de espectadores le animó mientras ondeaba la bandera de su país de origen. Adjunto video para que los avispados lectores del blog adivinen de quién se trata. Como pista diré que se hizo famoso en España porque un rival le tocó las pelotas. Recuperado de la sorpresa, me dirigí a la calle paralela donde pasó la relevista que había visto bajar del autobús. Era la calle principal de Windsor y las muchedumbres apenas dejaban espacio. Ciertamente era todo un espectáculo. Debería haber tenido bastante, pero pensé que una antorcha olímpica no se ve todos los días (como poco cada 4 años), así que seguí a unos cuantos entusiastas y acudí a una alameda que baja directamente del Castillo de Windsor. Allí, aparte de todavía más gente, había una banda militar de música que le daba un aire solemne al acontecimiento. Las vistas con el castillo al fondo eran espectaculares. Esta vez los relevistas eran más bien anónimos. Les seguí un rato, y cuando les perdí de vista di por concluida mi experiencia olímpica. Espero poder escribir algún capítulo más de aquí a unas semanas.

viernes, 6 de julio de 2012

Efectos de la crisis

La misma cadena británica de distribución que hacía descuentos del 0'386% en el precio de las pizzas hace casi dos meses, parece acusar los efectos de la crisis y se está viendo obligada a plantearse su política de ofertas. En este caso, al no poder reducir el precio, se han limitado a cargarse los decimales del mismo.

jueves, 5 de julio de 2012

Igualico que en España

Ayer,volviendo a casa tras una exitosa entrevista de trabajo para una multinacional en Windsor, me llamó un empresario con el que había tenido otra entrevista para comunicarme que había sido elegido para colaborar en el lanzamiento de una franquicia que va a dar sus primeros pasos. Ahora se me presenta un problema que en España sería poco menos que inimaginable: Elegir entre dos trabajos.

martes, 3 de julio de 2012

Iver and Wexham 5k Fun Run

Tras casi un año y medio trabajando todos los domingos, era cuestión de aprovechar mi recién conseguida libertad para apuntarme a un carrera, que, como la mayoría, suelen disputarse ese día. Había una muy tentadora al oeste de Londres que se corría a orillas del Támesis. Pero competía con otra organizada en un parque de Langley, cerca de mi casa. Es rara la ocasión en la que se puede ir andando a la salida de una carrera. Además era gratis. ¿Qué más puede pedir un pateador ni un clavel como yo para ser feliz? Era una carrera de 5 km cuyo recorrido transcurría integramente por el Langley Park, sobre caminos de tierra y césped. En la salida se habían montado unos chiringuitos donde vendían pasteles, había rifas benéficas y hasta juegos para niños. Todo ello amenizado por una banda
de música. Incluso había un cátering móvil y urinarios. Ciertamente he corrido medias maratones mucho más multitudinarias con mucha peor organización que esta humilde prueba. Como homenaje a la selección española de fútbol, que ese día jugaba la final de la Eurocopa, y a los atletas españoles que estaban disputando los europeos en Helsinki, pensaba correr con una camiseta de la selección española de atletismo con manga larga que me había regalado mi hermano. Pero poco antes de empezar, me di cuenta que hacía demasiado calor para correr de largo. No había llevado ninguna camiseta técnica de manga corta, sino una de algodón que fue con la que corrí.El pragmatismo se impuso a la emotividad. Así que en unos momentos pasé de ser un atleta internacional claro aspirante al oro, a ser un humilde dominguero. Esto no me hizo venirme abajo, ya que en ese momento aparecieron 3 amigos de Windsor que habían venido a ver la carrera y me dieron la motivación que necesitaba.
A veces sucede, sobre todo en medias maratones o maratones, que las condiciones climáticas cambien. En este caso, la prueba empezó con sol, pero al poco tiempo se puso a llover. Paró la lluvia y empezó el viento. Cuando Eolo se cansó, se nubló el cielo un rato más, pero pudimos llegar bajo un radiante sol.Todo eso en poco más de 20 minutos. Desde luego que aquí el hombre del tiempo lo tiene chupado. "Para mañana se esperan cielos despejados, nublados, lluvia y viento". El 90 % de las veces acertaría. Llevaba unos meses en los que había entrenado muy poco. Pero las últimas semanas he tenido más tiempo libre y he apretado el pistón. No estoy a tope, pero me puedo defender. Una carrera de 5 km no tiene mucha historia. Es ir casi a tope desde el principio. Me coloqué bastante adelante en la salida y procuré ir cerca del grupo cabecero en los primeros compases. No se puede decir que estuviera la flor y nata de los fondistas británicos. Se trataba de una prueba popular y si se me apura, hasta familiar. Aún así, había unos pocos de un nivel bastante decente. Procuré que el grupo de cabeza no se me fuera mucho y poco a poco fui adelantando a los que se rezagaban del mismo. En el segundo kilómetro adelanté a la primera mujer y vi que mi objetivo (machista donde los haya) de no ser superado por ninguna fémina iba a cumplirse. En el último kilómetro me costó un poco mantener el ritmo, lo que fue aprovechado por otro "camiseta de algodón" para alcanzarme y superarme. Me sirvió como referencia hasta el final de la prueba, e incluso intenté batirle con mi poderoso final, pero él también esprintó y llegué por detrás de él. Mi tiempo fue de 20'48´´, es decir, a poco menos de 4'10'' el kilómetro. Una marca bastante buena para mí, aunque creo que podría bajar de los 4 minutos el kilómetro en un 5.000 si estuviera a tope. Gracias a esos 20`48'' puede acabar octavo, que no está nada mal. La bolsa del corredor fue bastante modesta (botellín de agua,gominolas, una chocolatina y la inevitable medalla) pero no hay nada que reprochar teniendo en cuenta que la inscripción era gratuita. Una vez recuperado del sofocón visité el parque con mis amigos (a ver si se animan para la próxima) y nos fuimos a descansar a casa y coger fuerzas para vibrar viendo la final de la Eurocopa esa tarde.

miércoles, 23 de mayo de 2012

La gota china

La gota china (a veces mal llamada "gota malaya", incluso por mí)  es una tortura que consiste en inmovilizar a un sujeto y dejar caer gotas de agua continuamente sobre su cabeza. Si se les da el tiempo necesario, las gotas  pueden perforar el  craneo y llegan al cerebro.
 Una gota de agua no parece un arma muy poderosa. No se espera que cause un gran dolor ni que sea dañina. Pero la sucesión de muchas de ellas puede causar un auténtico estropicio, tanto físico como psicológico.
  Últimamente mi trabajo se asemejaba a una refinada tortura aunque no lo aparente. No tengo que hacer un gran esfuerzo físico. Las jornadas laborales no son extenuantes (8 horas con un descanso de media hora). No es un trabajo de mucha responsabilidad. Hay que pensar un poco, aunque no demasiado y cuando hay un problema siempre contamos con el "comodín de la llamada" a nuestra supervisora.Por si fuera poco, una de nuestras tareas denominada "taste panel" consiste en hornear unos cuantos productos y catarlos para ver si cumplen los requisitos. Y lo mejor de todo, sin duda, es el nombre de mi puesto "Quality Controller", que suena a algo importante. Mucha gente firmaría tener un trabajo así, y más en los tiempos que corren(frase odiosa que hace que últimamente se justifique lo injustificable). Pero el trabajo de "Quality Controller" en mi empresa tiene también sus puntos negros. Empezando porque para el propietario no somos más que unas "moscas cojoneras" que frenamos al departamento de producción. Si un trabajo no se ve necesario, no será valorado. Por ello nuestro salario es más bien escuálido. La jornada continua es algo positivo, aunque no tanto cuando me toca el turno de mañanas (de 6 a 14), y si tenemos en cuenta que tengo que trabajar 6 días a la semana. Una fábrica no es el lugar más hermoso y motivador para estar encerrado gran parte del día, por mucho que el tiempo en el exterior no sea siempre apacible. Como en todas partes, hay gente buena, mala y regular. Pero ver los mismos caretos día tras día, sin ningún contacto con el exterior, tampoco ayuda a mantener el ánimo elevado. A todo ello le podemos sumar un trato al trabajador absolutamente mezquino.Como muestra dos botones: En Navidad no recibimos ni un triste "happy Christmas"(y ni mucho menos algún detalle material) por parte de la compañía. El Jubileo de la Reina, que se celebra cada 10 años será día festivo en todo el Reino Unido...menos en "Montana Bakery". Mis tareas son relativamente variadas, pero se repiten día tras día. Y eso 6 días a la semana, durante más de un año acaba siendo un auténtico castigo. Para echar un poco de sal en la herida me enteré de que mi departamento les había subido el sueldo a mis compañeros cuando un operario de limpieza me preguntó por qué yo cobraba menos que ellos. Quizá mi supervisora sepa por qué, ya que ha luchado en más de una ocasión porque así fuera. Los últimos meses han sido una batalla en la que no he luchado por media libra más a la hora, sino porque se me tratara con justicia. Ha sido al darme cuenta de que mi batalla era inútil cuando he decidido que debía evaporarme mientras me quedara un rescoldo de dignidad. Sin darme cuenta, esta gota malaya había convertido mi vida en algo muy estrecho. Mi semana consistía en trabajar, llegar a casa y no hacer nada, quedándome el sábado para aprovecharlo haciendo algo que me evadiera (viajes o fiestas). Lo mismo tocaba en vacaciones. Así, no me quedaba margen para pararme a observar qué pasaba conmigo y qué quería hacer con mi vida. Lo peor de una tortura es que no sabes cuando va a acabar. En mi caso sé que habrá terminado en 15 días. Y eso es ya una auténtica liberación.

domingo, 20 de mayo de 2012

Ostalgie

El término alemán "Ostalgie" se refiere a la nostalgia que sufren algunos habitantes de la extinta República Democrática Alemana de la vida en su país antes de la reunificación. Podría decirse que no sólo de los que vivieron en ese país, ya que, en cierto modo, se puede decir que soy un "ostálgico". Me apasiona toda la información sobre cómo era la vida en la Alemania del Este, entre de mis películas favoritas se encuentran "Good bye Lenin" o "La vida de los Otros" y cuando visité Berlín, no sólo pasé más tiempo en la zona oriental, sino que me alojé en un albergue retro en cuya habitación colgaba un retrato de Erick Honecker.
Para explicar semejante pasión se me ocurren dos explicaciones. La primera es que en mi vida anterior haya sido un alemán ferviente defensor de las ideas socialistas. Pero otra explicación más científica nos lleva al verano de 1990 en Split. Allí se celebró el XV Campeonato de Europa de atletismo. La atletas de la RDA barrieron en las pruebas de velocidad femenina. Recuerdo que me llamaron bastante la atención (no sólo por sus méritos atléticos) Grit Breuer y Katrin Krabbe. El escuchar el bonito himno de la Alemania del Este tantas veces cada vez que estas dos atletas subían al podio debió grabarse a fuego en mi subconsciente. Tanto como para que, una persona como yo, tan amante de la libertad como detractor del comunismo, no pueda evitar una inevitable atracción por un país que empecé a conocer precisamente en su canto del cisne. Pero no es la clase dirigente que tan hipócrita y cruelmente dirigió el país lo que más me interesa. El hecho de dividir un país culturamente homogéneo en dos estados distintos con dos sistemas económicos antagónicos se puede catalogar de un experimento sociológico a gran escala. Allí se pudo demostrar qué sistema acaba funcionando por sí solo, y cual necesita del miedo y la opresión para mantenerse. Y la peor parte se la llevaron los sufridos "ossies" que veían como sus vecinos del oeste mejoraban su poder adquisitivo, disfrutaban de la libertad y montaban flamantes Mercedes o BMW mientras ellos se conformaban con los humildes Trabant. Pero todas las personas buscan de algún modo su felicidad cotidiana. El berlinés "DDR Museum", es el museo en el que más he disfrutado en toda mi vida. Eso pese a que seguramente, cualquier cuadro que está en los sótanos del Museo del Prado esperando su oportunidad para salir a la luz, cuente con mayor valor en el mercado que todo el contenido de este museo junto. Se trata de objetos de la vida cotidiana de la antigua república como tebeos, envases de alimentos,dibujos animados, discos,testimonios, monedas e incluso una reproducción de un salón de una casa cualquiera. Todos estos pequeños detalles, junto con la seguridad y estabilidad en el trabajo y una sociedad más cooperativa hacían en cierto modo soportable la vida en un estado gris y axfisiante. Sin olvidar tampoco los innumerables éxitos deportivos que asombraban al Mundo (y a un servidor), hasta que luego se supo que fueron conseguidos de forma poco lícita y en algunos casos con graves consecuencias para los deportistas.
En definitiva, por mucho que me haya informado de las brutalidades de la Stasi, o de las consecuencias que tiene levantar un muro para dividir una ciudad en dos de la noche a la mañana, el himno de la República Democrática Alemana es mi favorito. Por eso si algún día soy campeón de algo y subo a un podio, solo le pido a la organización del evento que se equivoque con el himno español. Pero no quiero escuchar el himno danés como le sucedió a Alberto Contador en el Giro de Italia. Ni el Himno de Riego como tuvo que escuchar el equipo español de Copa Davis en Australia. Me gustaría que en mi honor sonara el "Auferstanden aus Ruinen". Seguro que me emocionaré aún más que si me tocara escuchar la Marcha Real.

lunes, 14 de mayo de 2012

Nos las quitan de las manos...

Ante la crisis que también ha llegado con fuerza al Reino Unido, las grandes cadenas comerciales se han lanzado a una agresiva política de reducción de precios. Como muestra, esta oferta que rebaja el precio de una pizza nada menos que en un 0'386%. Si hay alguien interesado que no se duerma y corra al Sainbury's de Slough antes de que vuelen.

sábado, 12 de mayo de 2012

¿Pero por qué no te callas?

Esta mañana a las 7.30 me ha despertado un pájaro que no paraba de trinar con un estilo monocorde y desagradable. Pasando tan molesto trance lamentaba que Su Majestad Don Juan Carlos no se hubiera dedicado a la caza de aves en las Islas Británicas en vez de a la de proboscideos en el sur de África.

viernes, 11 de mayo de 2012

La vida del emigrante

Revisando mi blog, me he dado cuenta de que llevo casi un mes sin publicar. Hay gente que me dice que tengo que escribir más, que lo de vivir fuera tiene que dar mucho juego. Es cierto que al principio pasan muchas cosas y todo es nuevo. Pero con el tiempo, mi vida ha pasado a ser tan rutinaria como lo pudiera ser en España. O más, si tengo en cuenta la naturaleza de mi trabajo (6 días a la semana en una fábrica). También me podría obligar a escribir algo cada día como hizo un andaluz que se lanzó la aventura en Dublín que, a falta de acontecimientos más destacados, ilustraba su blog con fotos y explicaciones de los manjares que se cocinaba a diario. Entre la visión de los Celtas Cortos: "Un Dios maldijo la vida del emigrante" y la idea que tienen algunos de que irse a vivir a otro país es un no parar de irse de fiesta y pototear, hay un término medio en el que me estoy moviendo. Mi situación es relativamente cómoda. El trabajo lo tengo más o menos controlado, voy ahorrando y poco a poco mi inglés va mejorando. Pero el fantasma de la apatía planea en el horizonte. Mi objetivo vital no es formar una familia, comprarme una casa y salir adelante (aunque no sean cosas que descarte), sino el crecimiento interior. Y para ello hay que enfrentarse a los miedos que no aparecen cuando la vida se convierte en monótona. Llega la hora de mover ficha. Sólo me queda decidir a qué casilla.

lunes, 16 de abril de 2012

Rigidez comercial

El sábado pasado, en uno de mis maratonianos paseos por el Gran Londres, acabé en el barrio de Crystal Palace. La zona está situada en una colina y cuenta con un parque muy agradable con unas vistas magníficas. En la calle principal me llamó la atención un cartel en un establecimiento de comida rápida ofertando hamburguesas de cordero a una libra. Tenía curiosidad por probarla y más a tan razonable precio. Al pedirla, el propietario me dijo que el cartel del exterior no estaba vigente y no podía pedirme la hamburguesa sola. Me indicó un cartel en el interior que ofrecía dicha hamburguesa con patatas y bebida por dos libras. Oferta más que tentadora. Le pregunté qué bebida incluía el "pack" y me enumeró 4 ó 5 variantes de Coca-Cola. Le comenté que no quería Coca-Cola y le pregunté si podía pedir otra bebida (unas latas de "Mirinda" en el frigorífico estaban diciendo "bébeme"). Su respuesta fue tajante: "Try next door" o lo que es lo mismo, "prueba en otro sitio".Entre el clásico comercial agresivo que le vende un peine a un calvo y éste le acaba comprando media docena, sólo para que le deje respirar, y el dueño de esta hamburguesería, tiene que haber un término medio...

lunes, 26 de marzo de 2012

Media Maratón Selsdon



Los últimos meses he descuidado un tanto mi faceta atlética. No pudiendo aguantar por más tiempo dicha carencia, la semana pasada salí a trotar por las proximidades de mi casa. A pesar de la falta de rodaje, las sensaciones no fueron malas. Así que nada más llegar a casa busqué alguna carrera para el fin de semana. Lo único que había el sábado con posibilidades de llegar en transporte público era una media maratón en Croydon, barrio situado al sur de Londres.
 La prueba estaba organizada por la Iglesia de Jesucristo de los Últimos Días (los mormones para los amigos). En la página web de la prueba se explicaba que, dado que el domingo es un día sagrado para ellos, organizan sus pruebas en sábado. Por una vez una de las reglas religiosas, que normalmente me parecen absurdas, me favorecía.
  Croydon no está precisamente cerca, así que el sábado tocó madrugar de lo lindo. El día empezó con la caminata de rigor hasta Heathrow donde cogí el metro hasta Wimbledon. Allí cogí un tranvía que me iba a dejar cerca del lugar de comienzo de la prueba. Pero no iba a ser tan fácil como parece. En el tranvía pasó el revisor y al comprobar mi tarjeta "Oyster" me hizo bajar en la siguiente estación. Antes de coger el tranvía hay que pasar la tarjeta por una máquina verde. Yo había pasado mi tarjeta en la estación por una máquina, pero no recordaba el color. Dado que en Wimbledon convergen lineas de metro, tren y tranvía, es fácil que me hubiera columpiado. Ante mis explicaciones y mi cara de buena persona, que lo que me quita de morbo respecto al sexo contrario me lo da en confianza de la gente hacia mí, accedió a que pasara la tarjeta por la máquina de esa estación, librándome así de la multa.
  Tras este pequeño sobresalto, cogí el siguiente tranvía que me dejó en mi destino.
  De allí ya solo tuve que caminar unos 20 minutos para llegar a la parroquia desde donde partía la prueba. Me había inscrito "on-line", pero no había pagado las 15 libras de inscripción, ya que había que enviar un cheque o hacer un ingreso bancario. Se podía pagar el mismo día con un recargo de 5 libras que iban a ir destinadas a caridad. La amable señora de la organización sólo me cobró las 15, por lo que en este caso apliqué el conocido refrán "la caridad bien entendida empieza por uno mismo". Y yo la entiendo muy bien.
  Me cambié en una habitación donde ponía "changing room". Estaba tan centrado en la traducción del mensaje, que no me di cuenta del monigote con formas femeninas plantado en el centro de la puerta. Eso explica que mientras me estaba cambiando abriesen la puerta dos féminas, que, haciendo gala de la tradicional cortesía británica, no me dijeron nada. Tras todas estas peripecias, venía la parte fácil:correr la media maratón. Después de muchos meses sin apenas entrenar, no esperaba gran cosa de mi rendimiento. Me puse el objetivo psicológico de la hora 45 minutos y empezé tranquilo.
 Nada más empezar, un voluntario nos animó diciendo:"enjoy every minute"(Disfrutad cada minuto). Bonita filosofía que intenté llevar a la práctica. Sin ninguna presión ni nada que demostrar, me limité a disfrutar del inmenso placer que es correr. Y lo es más si se hace por territorios inexplorados como era el caso.
 Nada más pasar la primera milla, una subida de enjundia confirmó que la página web de la prueba no mentía cuando prometía un recorrido "con colinas y ondulado". El recorrido era de lo más variado. Tan pronto nos internábamos en un bosque como recorríamos insulsas zonas residenciales.
 La organización no contaba con muchos medios, aparte de la ilusión de los voluntarios. Por ello había momentos en los que había que buscarse la vida para cruzar la calzada cuando la ruta hacía un giro. Si a eso le sumamos que la participación no era mayoritaria (menos de 200 atletas) y había momentos en los que me encontraba sólo, el resultado es que a ratos parecía un dominguero corriendo por la calle más que un participante de una media maratón.
 Mi objetivo de frisar los 5 minutos por kilómetro se iba cumpliendo. Pero a partir de la mitad de la prueba, mi falta de fondo me empezó a pasar factura y las piernas no rodaban con la misma alegría. A pesar de todo, pude con la "trampa" que nos puso la organización casi al final en forma de una subida de medio kilómetro que no se acababa nunca.Superado este último escollo pude llegar a la meta coreado por la pequeña pero animosa parroquia allí congregada.
  Mi tiempo de 1h 48' no es una marca para tirar cohetes, pero es aceptable si tenemos en cuenta mi falta de rodaje, las dos o tres horas que había dormido y lo duro del recorrido. Eso sí, había contado con la ayuda divina (en este caso mormona).
 La bolsa del corredor fue bastante correcta, con un plátano, una chocolatina, una camiseta de algodón y, ¡como no! la inevitable medalla. Me quedé un rato en la zona de meta, esperando algún tipo de ceremonia. Pero dado que no paraban de llegar corredores que se lo tomaban con calma (el último hizo más de 3 horas) me fui a recorrer Croydon.
  Hacía un día espléndido y había que aprovecharlo al máximo. A pesar de mi humilde marca, estaba contento. El palizón antes y durante la carrera había valido la pena. La primavera me ha devuelto la motivación que necesitaba para volver a correr. Ya no hay quien me pare.

domingo, 11 de marzo de 2012

Vota a Gundisalvo


En mi última vista a España pude agenciarme una auténtica joya en forma de película que aúna dos de mis grandes pasiones:la política y el cine español de los 70.
Nuestra incipiente democracia celebra elecciones generales. Dentro del partido "Concordia Democrática del Estado Español" , un contructor llamado Gundisalvo se presenta como candidato a senador. La película narra la peculiar campaña que el aspirante al Senado, interpretado por Antonio Ferrandis,realizará ayudado por un peculiar "staff" dirigido por un agresivo publicista experto en anuncios de detergentes. Con estos mimbres, y si además tenemos en cuenta que el humorista Antonio Mingote (que hace un cameo en la película y fue el creador del personaje Gundisalvo) participa en el guión, no es de extrañar que la película sea tremendamente divertida. Pero más allá de las situaciones cómicas, es una sátira mordaz sobre los políticos que buscan el voto a toda costa. El partido "Concordia Democrática del Estado Español" se denomina como "de amplio espectro". Lo que le llevará a defender una cosa o su contraria según el público al que vaya dirigido el discurso.Así, de una forma sutil se critica la demagogia de la izquierda y la doble moral de la derecha (aunque un primo mío me dijo una vez:"De doble moral nada, el que puede meter, mete").
La película está dirigida por el prolífico y denostado Pedro Lazaga, cuyo mérito artístico es inversamente proporcional a su prestigio como cineasta. Y es que muchas veces a los críticos se les olvida que las películas no están hechas para ellos, sino para los espectadores.
Gundisalvo está magistralmente interpretado por el genial Antonio Ferrandis, al que tanto le da hacer de emigrante a Alemania, cura de pueblo, marinero retirado, cacique o aspirante a senador. Lo borda siempre. De hecho, si ahora fueran las elecciones, buscaría la papeleta de "Concordia Democrática" para votarles. Al final harían lo mismo que todos, pero como decía Gila..¿y lo que nos hemos reído?...