viernes, 7 de junio de 2013

Wadada Leo Smith: No está hecha la miel para la boca del asno o,¿está el emperador desnudo?

Este miércoles después de comer, me encontré de casualidad el anuncio de una actuación esa misma noche de un artista de "jazz vanguardista". Ambas palabras, por separado, quedan muy bien para vacilar de "cultureta", así que las dos juntas son la bomba. En este caso, se trataba de Wadada Leo Smith, artista estadounidense del que nunca había oído hablar, pero que presenta un currículo artístico considerable. Para acabar de convercerme la actuación se anunciaba como su única en España. No me lo pensé mucho para sacarme la entrada.
Me tocó ir solo como es habitual en mis incursiones culturales, así que los 20 minutos de espera en los pasillos del centro cultural se me hizo un poco incómoda. Cuando se abrieron las puertas, nos esperaba un austero escenario que contaba sólamente con una trompeta y una mesa con un ordenador y una tableta. Ya empecé a intuir que un concierto sólo a base de trompeta iba a ser un poco duro.
Wadada Leo Smith salió al escenario y, sin decir una palabra cogió la trompeta y empezó el recital. Los primeros minutos fueron un tanto desconcertantes para mí. Las improvisaciones que Smith hacía con la trompeta no me acababan de sonar armónicas. Es más, a ratos me recordaba al típico nota que agarra un instrumento que no ha tocado en su vida y empieza a soplar a ver qué sale. A eso le acompañaba que estaba en segunda fila, y que habían puesto el volumen muy alto. Así que no se puede decir que estuviera disfrutando del concierto. Tras un rato de "trompetazos", el artista se acercó a la mesa y apoyó su mano sobre una tableta electrónica que registraba los movimientos de la misma y emitía un sonido cibernético. Una vez más, nada parecía estar preparado. El arte en estado puro fuía por las manos de Wadada Smith. Lo malo es que yo tengo un sentido clásico del arte. Y estaba teniendo la misma sensación (no muy buena, por cierto) que me embargó cuando visité el Museo de Arte Moderno de Londres. Smith volvió a la trompeta, aunque esta vez le puso una sordina. Las notas agudas, algo más melódicas, sumadas a unas imágenes vectoriales que se proyectaban sobre una pantalla hicieron que, por primera vez, empezara a sentirme a gusto desde que había empezado el concierto. Quizá estuviera empezando a entender lo que el artista quería decir.

Cada vez que acababa una canción, Smith mostraba su dedo índice al público como preguntando:¿Una más?. Ya al rato se decidió a dirigirse al público. Pidió disculpas por no saber español y pidió a un espectador que parece que ya conocía que hiciera de intérprete. Contó cómo había llegado a Huesca tras levantarse a las 3.45 de la mañana y hacer varios trasbordos avión y autobuses incluidos. Pero lo que más me gustó fue lo último que dijo: "He sentido algo muy bonito que venía de vosotros y me ha llegado. Espero que a vosotros os haya llegado lo que ha salido de mí esta noche. Y eso se llama amor." Sólo con esta frase se ganó mi afecto. No así a una parte del público que, mientras los incondicionales (pocos pero efusivos) pedían un bis, estaba ya poniéndose de pie dispuesta a marcharse. Quizá viendo el público al que se enfrentaba, sus dos bises fueron más asequibles y melódicos.
Así pues, sensaciones encontradas en este concierto. En la primera parte me pareció que Wadada Leo Smith se estaba riendo de todos nosotros. En la segunda creí estar ante un auténtico genio (no sólo musicalmente), al que quizá no esté del todo preparado para entender en su plenitud. Pero, por encima de todo, una experiencia más para recordar.

domingo, 2 de junio de 2013

24ª Media Maratón de Oloron

La oportunidad de correr en tierras extranjeras se me presentaba de nuevo con la media maratón de Olorón, pequeña ciudad francesa de la región de Aquitania, muy cerca de la frontera con España, y a una distancia asequible de Huesca. Tenía tantas ganas de correrla, que me apunté sin saber si iba a tener compañía. Por suerte, mi hermano y un amigo, se sumaron a la expedición.
Esta mañana tocaba madrugón. A las 5.20 estábamos en ruta rumbo a la República Francesa. La mañana se presentaba soleada y agradable. Pero el panorama cambió radicalmente al atravesar el túnel de Somport. El país vecino nos recibió con un cielo encapotado acompañado de una persistente llovizna. Pero estos pequeños contratiempos no echan para atrás a unos mediomaratonianos como nosotros, así que proseguimos el trayecto por los privilegiados paisajes del Pirineo francés con los ánimos incólumes.
Al llegar al pabellón de la recogida de dorsales, comprobamos cómo la organización había tenido un detalle "sympa". A mano izquierda las mesas estaban destinadas a los corredores españoles y a mano derecha, a los franceses. Y es que la presencia hispana era abundante, especialmente de corredores aragoneses y vascos. Dado que seguía lloviendo, opté por correr con camiseta de manga larga, algo inaudito en pleno mes de junio. En la zona de salida se agolpaba mucha gente, ya que, aparte de la media maratón, se disputaba una carrera de 10 kilómetros y una marcha de 15. Afortunadamente a la hora de la salida, la lluvia había cesado. Tomé la salida siguiendo a la liebre de 1h 45'. En principio, mi objetivo se cifraba en bajar de 5' el km, por lo que siguiendo a esa liebre lo tenía hecho. Pero a los dos kilómetros me di cuenta de que marchaba bien, así que la dejé atrás. En este caso, los kilómetros estaban marcados de 5 en 5, lo cual dificultaba tomar referencias. Me junté con un grupo que llevaba buen ritmo, entre los que figuraban tres atletas de Jaca y fui con ellos casi toda la prueba. El recorrido pasaba por el centro de Oloron, pero enseguida abandonó los límites de la ciudad para internarse en las pedanías cercanas recorriendo paisajes muy bellos. Nada que ver con los polígonos industriales que hay que sufrir en alguna prueba. Además, el trazado era prácticamente llano, expecto una repecho de importancia a mitad de la prueba, en cuya cima se agolpaban decenas de aficionados que lo hacían más llevadero.
Un poco más adelante me encontré con un corredor que llevaba la misma camiseta que yo (se trata de una que me dieron en la Behobia-San Sebastián). Era un francés veterano y simpático, que me comentó que corrió su primera Behobia en el 84, siendo sólo 2.500 atletas. Mucho han cambiado las cosas y actualmente son más de 20.000.
Hasta el kilómetro 15 fue bien la cosa, pero la carretera dio un giro y empezó a darnos un ligero viento en contra en una recta de unos 5 kilómetros. El viento contrario, la larga recta y los kilómetros recorridos empezaron a pesar en mis piernas y en mi ánimo. Superé como pude el trance hasta que el mojón del kilómetro 20 me indicó que el final estaba próximo. La llegada estaba situada en un estadio de rugby. El recordar mis pinitos en este deporte (versión Touch) me dio las fuerzas necesarias para acabar esprintando y parar el crono en un más que buen tiempo de 1h 40' 24''. La siempre esperada bolsa del corredor superó las expectativas incluyendo una camiseta técnica, una toalla y una caja de bombones. Si nos siguen tratando así de bien, no tendremos más remedio que volver...