martes, 16 de febrero de 2010

Sonata para un coche bueno



Hace unos días, circulaba por una carretera nacional cuando noté un golpe muy fuerte en la parte delantera de mi coche. Como era de noche, no pude ver qué había pasado, así que me detuve unos metros más adelante. Un amable conductor paró detrás de mí y me dijo que había atropellado un jabalí. Al mirar a la carretera pude comprobar que mi "jabalicidio" había sido doble. Luego miré a mi coche y me quedé "acojonao". El parachoques había volado, los faros estaba descuajeringados y del radiador manaba una auténtica catarata de agua. Obviamente tuve que llamar a la grúa que me planteó la disyuntiva de llevar mi automóvil a un taller o al desguace. Dado que tenía sus casi 17 años y la avería era de enjundia, decidí, con gran pesar, mandarlo a mejor vida.
Corria el año 2004, con el cruel atentado del 11-M y la victoria socialista en las elecciones generales aún frescos, cuando un comercial de mi trabajo en Zaragoza me comentó que un conocido suyo vendía un coche. Por aquella época, me movía con un Seat Ibiza "Del Sol", que me daba más disgustos que alegrías. La persona que me ofrecía el coche era un comerciante, que además de pescado, vendía humo a raudales. Se trataba de un Citroën Ax diesel de sólo 1360cc. Para una persona humilde y poco amante de las carreras al volante como yo, era más que suficiente. El precio me pareció asumible, aunque mi jefe, de forma un tanto paternalista, me intentó hacer ver que no era tan buen negocio. Posiblemente podría haber rastreado el mercado y haber encontrado alguna oferta mejor. Pero necesitaba un coche con urgencia y valoré el hecho de que se me pusiera "a la puerta", con papeles incluidos. Aparte de que era el tipo de coche que necesitaba. Ahora que ha pasado el tiempo y puedo hacer balance, no me cabe duda de que mi negocio fue redondo. Durante casi 6 años mi espartano Ax me ha llevado por caminos, carreteras y autovías sin dejarme tirado en ninguna de ellas hasta que un par de jabalís se cruzaron en su camino. Claro que ha tenido averías. Pero siempre ha tenido el detalle de estropearse una vez aparcado o a punto de llegar a mi destino. Su limitado motor no me ha permitido coger grandes velocidades, pero ha resultado ser un auténtico mechero, con unos consumos ridículos.
Entre los recuerdos que me deja, destacaría:
-Los viajes a Monzón por rutas alternativas (Pertusa,Peralta de Alcofea, Salillas...)
-Los trayectos diarios a Grañén y Almudévar, donde además me servía para echar la siesta y escuchar al mítico Ramón Trecet.
-No sé cómo pero conseguimos entrar 5 personas con sus maletas para ir a Gerona a coger el avión, destino Bruselas.
-El accidentado viaje a Soria por Castejón de Valdejasa con la novia de mi hermano. La temperatura del coche empezó a subir. Tuve que parar en Ágreda con el radiador a 120ºC, donde me arreglaron la avería. ¿Motivo? En mi anterior visita a quién sabe qué taller, me habían montado el ventilador al revés...
-Y sobre todo la épica aventura que supuso ir a la Bretaña Francesa con mi amigo Luis, haciendo escalas en Burdeos, Nantes, Quimper, Guingamp(donde dormimos al raso), Rennes y Cognac.
Unos me preguntaban que cómo podía caber dentro. Otros dudaban de él cuando me planteaba hacer trayectos largos. Pero mi fiel Ax ha demostrado ser inasequible al desaliento, robusto, fiable y espartano, todo ello dentro de su humildad. No tenía elevalunas eléctricos, ni cierre centralizado, ni ordenador de a bordo, ni aceleraba de 0 a 100 en 8 segundos. Ni falta que le ha hecho. Fue el primer coche que tuve en exclusiva. Me ha llevado al trabajo, de vacaciones, a las medias maratones, a ver a gente querida... Por ello, al igual que el dramaturgo Georg Dreyman le dedicó el libro "Sonata para un hombre bueno" al capitán de la Stasi, Gerd Weisler, en la formidable película "La Vida de los Otros", yo le dedico a mi querido Ax esta "Sonata para un coche bueno", escrita con el mayor de mis agradecimientos.

domingo, 14 de febrero de 2010

Crónica íntima de las reinas de España

En los cuentos que nos contaban de niños, las príncipes eran apuestos, las princesas bellísimas, y al final de la historia se casaban enamorados y vivían muy felices. En el caso de la historia de España cuesta encontrar algo parecido.
El libro "Crónica íntima de las reinas de España", de José Antonio Vidal Sales, hace una biografía de las monarcas españolas desde la primera mujer de Felipe V hasta la de Alfonso XIII, centrándose en sus intimidades y secretos de alcoba, más que en su figura histórica. Un tema que podría haberse enfocado desde la óptica del morbo y el amarillismo, es tratado con buen gusto y respeto, buscando desvelar el lado humano de las personas implicadas. Así, podemos ver cómo la "razón de estado" ha sido normalmente el principal motivo de las bodas. Se buscaba una princesa que convenía a los intereses nacionales y se le encasquetaba al príncipe o rey, quisiera o no. Para ello era común "comerle el tarro" al monarca exagerando las virtudes de su futura prometida y escondiendo sus defectos. Algunas princesas, siendo aún casi niñas, eran obligadas a venir a España desde otros países para casarse con reyes mucho mayores que ellas. En el libro se cuenta cómo esas adolescentes, lejos de sentirse felices y orgullosas como las princesas de los cuentos, estaban muertas de miedo, sobre todo a la hora de consumar el matrimonio. En muchos casos se casaban familiares (primos, sobrinos...) entre ellos, lo que producía graves defectos en la descendencia.
El poder siempre ha fascinado y atraido. Si a eso le sumamos que en los matrimonios reales el amor brillaba por su ausencia, la consecuencia es que la mayoría de reyes españoles de la época tuviera innumerables aventuras extraconyugales. Mientras a los reyes les iba más el "salir de caza", las reinas gustaban más de los amantes fijos. Es curioso cómo el pueblo llano conocía estos escarceos e incluso hacían chascarrillos y canciones sobre ellos.
Algunos reyes acabaron queriéndose, aunque no fue lo habitual. Quizá la única historia con verdadero amor fue la que unió a Alfonso XII con María de las Mercedes. Lástima que durara tan poco por la prematura muerte de la reina.
En definitiva, ni los reyes han sido siempre apuestos y bravos galanes, ni las reinas "mean colonia". Son personas que, como todas, tienen sus miedos y conflictos. Y les cuesta tanto alcanzar la felicidad como al resto de los mortales, a pesar de su poder.
Libro recomendado para todos aquellos a los que les guste la historia más allá de fechas,y acontecimientos.

sábado, 6 de febrero de 2010

Hacerse el antiguo

Mucha gente, sobre todo cuando llega a una cierta edad, intenta "hacerse el moderno". Al principio, tenía cierta originalidad, pero ahora es de lo más vulgar, y alguna vez, hasta ridículo. Para todos aquellos a los que les guste diferenciarse un poco del borreguismo y la masa, les propongo que hagan justo lo contrario. Es decir, "hacerse el antiguo", utilizando expresiones y usos pasados de moda. El efecto conseguido será tanto mayor cuanto más joven sea la persona. Se me ocurren varios ejemplos:
-Hablar en pesetas, sobre todo para referirse a cantidades pequeñas. Para rizar el rizo se pueden utilizar los céntimos de peseta.
-Llamar a los comerciales, "viajantes", y a los ingenieros técnicos, "peritos".
-Hablar de "regiones" en vez de "comunidades autónomas". Y usar nombres como "Castilla la Vieja, Vascongadas, País Valenciano o Reino de León"
-Referirse a estados que ya no existen, o han cambiado de nombre utilizando el antiguo: Yugoeslavia, Checoeslovaquia, Birmania, Zaire, la URSS, Alemania del Oeste, Alemania Democrática, Formosa, Alto Volta, Prusia...
-Pedir en el quiosco "La Nueva España", en lugar del "Diario del Altoaragón".
-Si se trabaja de locutor deportivo en televisión, decir la frase: "Para los televisores en blanco y negro, el equipo local es el oscuro, y el visitante, el claro". Y lamar a la Primera y a la Segunda, V.H.F. y U.H.F, respectivamente.
-Llamar a los refrescos "Mirindas".
-Dejarse bigote sólo, sobre todo si se tienen menos de 30 años.
-Llevar camisetas de tirantes de ropa interior.
-Usar reloj digital elegante, con correa metálica, o reloj de bolsillo.
-En el coche, usar casettes, llevar un coral en el pomo del cambio de marchas y prescindir de elevalunas eléctricos, cierre centralizado, aire acondicionado...
-Tener un móvil sin cámara, bluetooth, sonidos polifónicos... o mejor aún, no tener móvil. Y si te piden el número, dar el fijo y sin prefijo.
-Ponerse coderas en la chaqueta o rodilleras en los pantalones.
-Usar gafas de corrección visual con cristales enormes.
-Utilizar palabras como "dabuten","bofia","peluco","tronco"...
-Intentar hacerse el gracioso con chascarrillos del tipo:"Piticlin, piticlin", "ventidó,ventidó", "cuñaooo", "fistro", "no hija,no", "Ah, se siente"...

Os invito a que aportéis más ideas.

jueves, 4 de febrero de 2010

Limpio como una patena


Hace unos años me llamaban mucho la atención los medicamentos y las pastillas. Me parecía cuasi-mágico que me doliera algo, me tomaras un potingue y estuviera como nuevo. O que no pudiera dormir, y con una píldora de nada, cayera como un tronco.
Pero me fui dando cuenta de que algunas de esas cosas te producen hábito. O que te arreglan una cosa y te estropean otras cuatro. Así que, en los últimos años me he inclinado más por remedios menos agresivos y más holísticos, es decir, más enfocados al tratamiento integral de la persona. El médico alópata o convencional no es alguien al que hay que obedecer ciegamente. Es una persona que se puede equivocar, tiene su orgullo, defiende su gremio y en algunos casos es poco proclive a admitir que otros caminos pueden ser igual o más válidos que el suyo para mejorar la salud del paciente. Del tema de los intereses de las industrias farmacéuticas, mejor no hablar. Con este panorama, no es de extrañar que cada vez más gente abogue por recurrir a las denominadas terapias alternativas. Cajón de sastre en el que puede haber remedios muy eficaces y auténticos descalabros para la salud. De entre todo este mundillo, hace poco llegó a mis manos un libro llamado "Limpieza hepática y de la vesícula". En él se explican las consecuencias que tiene un incorrecto funcionamiento del hígado para nuestra salud. Unos de los motivos para que el hígado funcione mal es la formación de cálculos de bilis y colesterol que se generan por diversos motivos y que bloquean los conductos biliares. Tras recopilar algunos testimonios favorables, y me decidí a hacer la limpieza.
El método es bastante sencillo. Básicamente consiste en comer ligero durante 6 días en los que hay que beberse 1 litro de zumo de manzana diario. El sexto día hay que beberse unas sales de magnesio que saben a rayos y a última hora mezclar aceite de oliva con zumo de pomelo y trapiñárselo (aunque parezca increíble no está mal del todo). Luego te vas a la cama a dormir y al día siguiente empiezas a eliminar piedras por salva sea la parte. Yo me quedé alucinado de lo que conseguí eliminar. Cientos de pedrolos, la mayoría muy pequeños, pero algunos casi del tamaño de una moneda de 50 céntimos (como se puede ver en la foto adjunta). El proceso es totalmete indoloro. Por lo visto, el ácido málico del zumo de manzana consigue ablandar las piedras. Tampoco es un juego. Se pasan ratos un poco malos y si no se hacen las cosas bien, puede haber problemas. Pero vale la pena. Saber que todo eso lo tenía dentro y lo había conseguido eliminar me produjo una gran sensación de alivio. Y también he notado mucha más vitalidad. En definitiva, y como dice el libro, he tomado de alguna forma las riendas de mi salud. Y una vez que las he cogido, no me parece buena idea soltarlas.