Hace un tiempo,
descubrí que en Puerto Rico hay un grupo partidario de la reunificación con
España (MRE). Acostumbrado a los movimientos secesionistas, me llamó la
atención uno de signo inverso, y me interesé por sus principios y actividades.
Poco antes de
emprender mi viaje a Puerto Rico, vi en su página de Facebook que iban a
realizar una asamblea en San Juan coincidiendo
con mi último día en el país.
Teniendo esa posibilidad en el horizonte, disfruté de mi
estancia en las cálidas tierras boricuas hasta que llegó el último día. Me
había quedado con ganas de alquilar un coche y visitar algunos lugares como
Ponce y la parte oeste de la isla. Teniendo que coger un vuelo esa misma tarde,
lo vi un poco precipitado. Sobre todo
considerando que una avería hubiera significado perder un vuelo transoceánico, así
que lo dejé correr.
La asamblea estaba
situada en un barrio de las afueras. Y San Juan no es Huesca, así que no era
sencillo llegar.
¡Qué ilusión me hizo volver a usar la peseta! |
El primer paso fue
coger un autobús urbano que, en una media hora, me dejó en una estación de
metro. De allí el tren urbano me dejó en
Río Piedras, desde donde tenía una buena caminata hasta el lugar del encuentro.
Para orientarme contaba con un boceto de una ruta que sobre el papel parecía
chupada, pero puestos en harina, me costó bastante seguir.
Parecía que iba más o menos encaminado cuando
una persona en silla de ruedas me pidió que le ayudara a llegar a una iglesia
que estaba “allí al lado”. Aún no había hecho mi buena obra del día, así que me
puse a empujar con ganas. La iglesia no
estaba tan cerca como me había hecho creer, y lo peor es que tuve que hacer
varios giros que me despistaron por completo.
Así que en cuanto lo dejé, estaba totalmente desorientado.
Pregunté a un amable
viandante que me enfocó el sentido a seguir en una inmensa avenida, que parecía
que no se acababa nunca. Tras un buen rato pregunté a un policía que me
confirmó que iba bien encaminado hasta que me encontré con una farola que
sujetaba un humilde cartel señalando el evento.
Costó llegar, pero mereció la pena |
Aún tuve que
preguntar una vez más por el vecindario hasta que, por fin, llegué a mi
destino. De todas formas los boricuas
son gente, en general, muy amable y abierta. Así que preguntarles era todo un
placer. No iban a ser menos los asistentes a la asamblea. Antes de empezar el
evento pude hablar con algunos de ellos y me sentí muy bien recibido.
Comienzo del acto |
En la asamblea se expusieron las ventajas que tendría para
Puerto Rico la reincorporación a España. Hay que recordar que la isla fue parte
de España hasta que ésta fue vencida en la guerra de 1898 por Estados Unidos y
fue cedida en el Tratado de París. El movimiento alega que esta cesión se hizo
ilegalmente sin el consentimiento de los puertorriqueños, que fueron tratados
como botín de guerra. También se comentó
que gracias al artificio de considerar Puerto Rico como estado libre asociado,
se pudieron burlar los mandatos de descolonización de la ONU. Curiosamente, en
el momento de la guerra, Puerto Rico contaba con una constitución que le
otorgaba más autonomía y una mayor representación en las Cortes Españolas de
las que cuenta con Estados Unidos en el estatus actual.
El fundador de este
movimiento, José Nieves, hizo una encendida defensa de la reincorporación a
España, haciendo hincapié en las ventajas económicas y sociales que tendría
para los boricuas, y resaltando los lazos culturales y afectivos entre ambos
países.
¿Mi opinión al
respecto? (A quien no le interese, se
puede saltar algunos párrafos y seguir con el relato propiamente dicho). Por lo que
he podido comprobar en mis breves visitas tanto a Puerto Rico como a los
Estados Unidos, éstos han conseguido cambiar la fachada del país caribeño,
dándole su toque característico. Pero el alma sigue siendo hispana, tanto en el
idioma como en la forma de ser.
No obstante, la
iniciativa de la reunificación cuenta con no pocos obstáculos entre los que se
cuentan la educación que la nueva metrópoli ha instaurado (intentó acabar con
el idioma español, pero no pudo), la existencia de una importante cantidad de
ciudadanos subsidiados por el gobierno usense, el escaso peso diplomático de
España, la emigración de millones de boricuas a los Estados Unidos con los
lazos que ello genera, y por supuesto la lejanía de ambos territorios.
En cualquier caso, el propio pueblo
puertorriqueño está bastante dividido. Algunos abogan por ser el estado nº 51,
otros por obtener la independencia y no faltan quienes desean mantener el
estatus actual. La opción de la reincorporación es bastante minoritaria, aunque
está ganando presencia y visibilidad gracias al buen trabajo del MRE.
Asistentes a la asamblea |
Sin ningún ánimo de injerencia ni atisbo de neocolonianismo,
este movimiento cuenta con mi apoyo , aunque de momento sólo sea por estrechar
lazos con nuestros hermanos de la bella Borinquen.
¿Y por qué no decirlo? Porque me gustaría que
en mi próxima visita no me pida el pasaporte un empleado del U.S Customs & Border, que cuando en
el telediario den la hora digan una hora menos en Canarias y 6 menos en
Puerto Rico y que pudiéramos contar con diputados en el Congreso que hablasen con el cálido acento boricua,
siguiendo la estela que dejó Ramón Power y Giralt (llegó a ser vicepresidente
de las Cortes).
Al final del acto,
seguí conversando con unos cuantos asistentes, entre los que vi un nivel
cultural y de conocimiento histórico impresionante. Incluso uno de ellos me
preguntó si conocía la fabla al explicarle que venía de Aragón.
Los lazos culturales son evidentes |
Afortunadamente, no
tuve que repetir la misma epopeya para volver al centro de San Juan. Un par de
asistentes se ofrecieron, no sólo a acercarme al albergue a recoger la mochila,
sino que además me llevaron al aeropuerto.
Como para no querer tenerlos como compatriotas…
Con este broche de oro, di por finalizadas mis vacaciones en
Puerto Rico. No estuve mucho tiempo, pero fue suficiente para comprobar que el
apelativo de la “Isla del Encanto” es
completamente atinado, y no sólo por sus bellos paisajes.