Esperaba mucho de Nápoles y no me decepcionó en absoluto. Calles llenas de vida, con abundantes monumentos y edificios barrocos. A ello se sumaban no pocos ejemplos de arquitectura monumental fascista y un cierto toque decadente y de desorden que, lejos de resultarme negativo, hacía que la ciudad ganara interés. Por si estos ingredientes no fueran suficientes, la dilatada historia (presencia española incluida) que se reflejaba en sus calles, la compleja orografía con empinadas colinas, y las sugerentes vistas sobre el Golfo de Nápoles y el Vesubio hacen de Nápoles una ciudad imprescindible para todo turista que se precie.
Plaza del Plebiscito |
Barrio Español |
Para ello fui a la estación central donde tomé el Circumvesubiano, un tren de nombre tan sugerente como los paisajes que atravesaba, paralelos a la costa y dominados por la imponente efigie del Monte Vesubio.
La línea llegaba hasta Sorrento, localidad costera que pensaba explorar convenientemente a la vuelta, ya que nada más bajar de la estación me esperaba un autobús que hacía la ruta amalfitana. Con el billete podía hacer un uso indiscriminado del servicio durante 24 horas.
Tras unos primeros minutos de tanteo, el autobús se fue acercando a la costa para tomar una carretera que nos deparó un espectáculo inigualable formado por escarpados acantilados y calas de una belleza inenarrable (yo hago lo que puedo).
Cómodamente sentado, mientras observaba tan sublimes paisajes, casi deseaba que el autobús redujera su velocidad para deleitarme con la vista. Como si el universo conspirara para cumplir mis designios, pronto el conductor empezó a ralentizar su marcha. La estrecha carretera que serpenteaba paralela a la costa estaba muy transitada. Cada vez que el autobús se acercaba a una curva cerrada o un túnel tenía que esperar a que no viniera ningún vehículo en sentido contrario. Lo mismo sucedía cuando algún "listo" había dejado el coche mal aparcado, invadiendo parte de la calzada.
Mi ambicioso plan de visitar dos localidades distintas se evaporaba mientras nos acercábamos a velocidad de tortuga al pintoresco pueblo de Positano. Sus coloridas casas que se asientan sobre una colina, formando un imponente mirador al golfo de Salerno, me llamaban casi a gritos. Pero también quería vistar Amalfi, así que, improvisando una astuciosa jugada "visité" Positano desde el autobús y seguí hasta el final de la ruta.
Amalfi |
Como era de esperar, estaba repleto de turistas que, a ratos, hacían que fuera algo agobiante pasear por sus calles.
Aunque eso no fue nada con lo que me tocó en el autobús de vuelta. Ante la gran demanda, los asientos del vehículo fueron insuficientes y a muchos nos tocó ir de pie. Cuando ya estaba a punto de ciscarme en la costa Amalfitana y la madre que la parió, se bajó una persona y presto ocupé su sitio.
Aún cabe uno más en la baca |
Había presenciado unos paisajes maravillosos, llenos de dramatismo y encanto. Pueblos preciosos y calas de ensueño.
Pero dejando aparte la estética, se trata de lugares inhabitables tanto por la complicada orografía del terreno como por la saturación turística. Las playas, que quedan muy bien en una postal, son de piedras y muchas de ellas tienen un acceso realmente complicado.
Al fin pude entender por qué las costas españolas se llenan de italianos en verano. Nuestras playas son más mundanas, pero mucho más prácticas y aprovechables.
Llegué ya anocheciendo a Sorrento, por lo que dejé su reconocimiento para mejor ocasión y volví en el Circumvesubiano a Nápoles.
Pizza frita: tan grande que no cabe en la foto |
Me senté en una humilde taberna del Barrio Español y no pude evitar la tentación de probar la pizza frita, especialidad de la que nunca había tenido noticia y que se trata de una especie de "calzone" pasado por la freidora en vez de por el horno.
Como era de esperar con dicha preparación culinaria, el plato era más que contundente, y de un sabor nada refinado.
De su tamaño da testimonio la foto adjunta, el hecho de que no me la pudiera terminar y el que tuviera que dar un paseo de casi dos horas para estar en condiciones de acostarme e intentar dormir.
Hábilmente, le quité una marcha al temido ventilador del albergue, que se quedó en modo ruidoso, en lugar del ensordecedor de la noche anterior. Con tamaña mejora, no tuve mayor problema para caer en brazos de Morfeo.
4 comentarios:
Tengo que admirar tu capacidad para renunciar a un alojamiento mas cómodo en aras de conseguir una mayor integración con la cultura local. Tu estoicismo estoy seguro de que llegaría a asombrar al mismísimo Zenon de Citio. Me imagino que Napoles no defrauda, aunque supongo que es una ciudad en la que conviene informarse un poco antes de viajar por donde se anda, pues es uno de los grandes supermercados de la droga en Europa. Resulta curioso como en la mayoría de los países occidentales, hay una diferencia acentuada norte-sur, sin ninguna razón aparente que lo justifique, pues el año pasado tuve la ocasión de visitar el norte de Italia, y por la sensación de desarrollo y modernidad, daba la impresión de ser una región de Suiza o Austria.
Roma en cambio es un tanto más caótica, y algunas zonas podrían calificarse como decadentes, aunque coincido contigo en que cierto deterioro da encanto a una ciudad, y si se trata de una ciudad con una gran historia y numerosos restos arqueológicos, pues mucho más.
En realidad en los albergues no hay mucha integración con la cultura local (bueno, cultura local de otros países). Básicamente sale más barato, y es más fácil conocer gente. Aunque sí que es necesaria una buena dosis de estoicismo para afrontar algunas situaciones que suceden en ellos.
Nápoles no me pareció una ciudad peligrosa, por lo menos en las zonas por las que me moví.
Las diferencias norte-sur son bastante habituales y obedecen a razones históricas, políticas y sociológicas. Curiosamente, en algunos países como Inglaterra, el sur es más rico que el norte.
como no olvidar esa película francesa donde un agente de correos es trasladado del rico y cosmopolita sur d Francia al paleto y cerrado norte.
Sigue escribiendo gentil blogger, devoro tus publicaciones con gusto!
Al paleto y cerrado norte que parece no ser tan paleto ni tan cerrado, según deja entrever la película "Bienvenidos al Norte" (Bienvenue chez les ch´tis).
Gracias por tus halagos Raul Raúl. A ver si me pongo hoy con la siguiente.
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