jueves, 6 de septiembre de 2018

FRÁNCFORT DEL MENO

  Habida cuenta de que apenas me quedaba una semana de vacaciones, no podía irme muy lejos en mi siguiente destino. Tras una exhaustiva criba, en el último cedazo aparecían dos posibles destinos: Holanda y Marruecos. Éste último lo acabé descartando por motivos energéticos. A esas alturas del mes, llevaba bastante tute viajero. 
 Un país como Marruecos, donde manda el regateo y numerosos personajes locales están dispuestos a "ayudarte" aunque no quieras, exige unas fuerzas de las que yo carecía en esos momentos.
 Por ello me decanté por la más previsible y ordenada Holanda, dejando al misterioso reino alauita para mejor ocasión.
 Una vez tomada tan trascendental decisión, me centré en reservar el viaje, y vi cómo los vuelos a Ámsterdam costaban un ojo de la cara, no mejorando mucho si buscaba otros destinos en los Países Bajos.  Pero no me iba a rendir fácilmente.
  ¿Volar a Holanda es caro? Pues probemos con Bélgica, que está al lado. El clavelismo seguía presente. 
 Sólo hizo falta alejarse un poco más para encontrar un vuelo a la ciudad alemana de Fráncfort (Frankfurt) a precio de amigo. Y para redondear la jugada, me saqué la vuelta desde Eindhoven casi regalada. Esto empezaba a tomar color, y no precisamente el del dinero.
 La sensación de orfandad que me invade al llegar a un aeropuerto de noche se acrecentó al poner pie en el de Fráncfort, que es inmenso. Pero lo que tiene de grande lo tiene de ordenado y eficaz, así que no me fue muy difícil encontrar el tren que me llevaría hacia el centro. 
 Esta vez me había buscado un albergue muy céntrico y a buen precio. ¿Tendría truco?
 Apenas salí de la estación y me acerqué a mi destino, mi ego empezó a dispararse por momentos. Las que yo tenía por inalcanzables alemanas me miraban con gran interés y alguna de ellas incluso se dirigió a mí en lo que yo interpreté como un requiebro. Por fin, tras muchos años escondido, mi irresistible  magnetismo era apreciado en toda su extensión. 
 Pero al fijarme en los letreros luminosos de los locales que atravesaba y en una no pequeña cantidad de "maromos" que pululaban por la zona con igual o mayor éxito que yo, me di cuenta que las simpáticas damiselas que me cortejaban no lo hacían movidas por motivos platónicos. No en vano, mi albergue estaba situado en el corazón del Barrio Rojo de Fráncfort. En ese momento, recordé que me había llegado un correo electrónico del establecimiento advirtiéndomelo, pero estaba escrito en un tono tan informal que no lo me lo acabé de creer. O quizá preferí pensar que esos rubiones habían sucumbido a mis encantos.
 Una vez que llegué al hostel me centré en otros temas más inmediatos, como orientarme en una habitación a oscuras y ocupar mi litera. En tan complejo trance, mis torpes movimientos despertaron a una compañera kazaja, que fue todo amabilidad, ayudándome incluso a hacerme la cama. En línea con el resto de entrada, y pidiendo disculpas más por lo malo del chiste que por ofender al feminismo, hubiera preferido que me la hubiera ayudado a deshacer. Y es que, aparte de su simpatía, en la ex-soviética, se conjugaban con maestría el exotismo oriental con la estadísticamente superior antropometría occidental (que era alta, vaya).
  Miedo me daba volver a la calle. Y lo debía hacer, si quería cenar algo tras muchas horas de ayuno. Pude burlar el bloqueo que las colipoterras sometían a las calles cercanas, para visitar un local turco donde pude agenciarme una pizza. Por lo menos la maridé con una cerveza para que la cena tuviera siquiera un toque alemán.
  Mi paseo nocturno, que me llevó hasta el río Meno, no me hizo pensar que Fráncfort fuera a dar mucho juego desde el punto de vista monumental.
Ya se vé quién manda por aquí

 Mis sospechas se confirmaron al día siguiente. Como a la mayoría de las ciudades alemanas, los bombardeos aliados de la II Guerra Mundial, dejaron al casco histórico de la ciudad reducido a la mínima expresión, restauración incluida.  Así, en una ciudad de tanta importancia apenas un par de plazas y algunas calles adyacentes tienen un sabor añejo y característico. El resto es bastante más aséptico y funcional.
Algo se pudo salvar

 A falta de referencias históricas, el centro de Fráncfort cuenta con una línea de rascacielos o "skyline" muy carácterística con modernos edificios comerciales. La guinda del pastel es la sede del Banco Central Europeo, que cuenta en sus inmediaciones con un monumento homenaje al Euro.
 No me falló mi previsión, que sólo había concedido una mañana para recorrer la ciudad. Creo que es tiempo suficiente para visitarla y hacerse una idea de ella, a menos que se tengan negocios pendientes (económicos o carnales).
También hay sitio para la cultura:Ópera Antigua de Fráncfort

 Si la llegada a una ciudad que yo suponía seria y ordenada me descolocó al toparme de bruces con el Barrio Rojo, no fue menor mi sorpresa al comprobar cómo la "estación de autobuses" donde debía tomar mi transporte para seguir ruta, era una explanada situada en un solar donde reinaba el caos.
 En ningún sitio se podía consultar el destino de los autobuses situados en las dársenas y a falta de empleados que informaran, la gente preguntaba a los desbordados conductores. El nuestro llegó con un considerable retraso. 
 A pesar de ello, y  por razones que se me escapaban, aparcó el vehículo y permaneció  sentado con la puerta cerrada, mientras los sufridos clientes soportaban estoicamente el sol estival.
  Por fin, tras un buen rato de espera, el conductor decidió abrirnos la puerta del autobús y pudimos partir en busca de nuevas aventuras por tierras centroeuropeas.

2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Si me permites una recomendación, creo que harías bien en darle una oportunidad a Marruecos. Yo tuve el placer una vez y me pareció un viaje lleno de encanto y exotismo, sin duda alguna repetiría e incluso me arrepentí de no haber programado un viaje más largo. Eso si, reconozco que probablemente no es el mejor destino para ir por libre, y por supuesto, abundan los individuos que viven o al menos lo pretenden a costa del turista. Creo que su nombre eran tinajeros?. Pero bueno, en resumen es un viaje diferente y a veces apetece conocer una cultura nueva alejada de las a veces previsibles y monotonas ciudades del norte de Europa.

Rufus dijo...

Sí, Marruecos queda pendiente y espero poder ir pronto. Eso sí, intentanto evitar a los que en Cuba llaman "jineteros".