viernes, 19 de junio de 2020

OPOSITANDO, QUE ES GERUNDIO

  Siempre había pensado que los opositores eran seres con capacidades extraordinarias que, tras unos cuantos años de no ver la luz del sol, conseguían sacarse (o no) una plaza de funcionario. No me creía ni con la constancia ni con la capacidad para tener éxito en tan áspero empeño.
 Hace un par de años me quedé en paro y por primera vez en mi vida pensé que opositar podría ser una solución a mi irregular periplo laboral.
 En ese momento comenzaba un curso preparatorio para una oposición de Auxiliar Administrativo del Salud y me apunté.  El primer contacto con las leyes es muy delicado. Puede marcar, para bien o para mal el futuro del opositor. En este caso, se sumó una excelente profesora a mi interés por la política, que hicieron que asistiera con gran interés a las clases donde se nos explicaba en profundidad la Constitución Española, base de toda oposición.
 Unos meses después encontré trabajo y abandoné el curso. Al fin y al cabo, tener éxito en mi empeño hubiera significado acabar trabajando en un hospital, lugar que no quiero ver ni en pintura. Pero no descarté opositar a otros cuerpos en el futuro.
 Aprovechando la inercia, me había apuntado a un examen para optar a la Administración General del Estado, en la categoría de Auxiliar Administrativo.
 Me había estado preparando los temas por mi cuenta, pero debido a que había empezado ya a trabajar, en el mes previo al examen no había estudiado nada. Aun así me presenté al examen en Zaragoza para tomarle el pulso a la experiencia.
 Dejando aparte el desánimo que acompaña al ver tanta gente para tan poca plaza, y teniendo en cuenta mi escasa preparación, no me salió un mal examen. Ayudado por mi talento natural en la parte psicotécnica tuve un resultado honroso. Evidentemente lejos de la nota de corte, pero me di cuenta de que si lo preparaba en serio, podría estar a mi alcance.
 Seguí trabajando en la empresa privada, pero intenté seguir estudiando a la vez. Más o menos lo fui llevando cuando mis tareas y responsabilidades laborales se vieron dramáticamente incrementadas debido a la baja de mi inmediato superior, al que cubrí sin dejar de hacer mi trabajo habitual.
  La estresante situación no tenía visos de solucionarse a corto plazo, mientras mi empresa no accedía a mis demandas de ayuda y/o incremento salarial. En ese momento se publicó la convocatoria del mismo examen del Estado al que había acudido el año anterior, pero con más del triple de plazas.
 Como yo me crezco ante las facilidades (aunque la palabra fácil y oposiciones nunca deberían ir asociadas) y en vista de que estaba quemándome más de la cuenta en mi trabajo, tomé una decisión drástica. Me di de baja en la empresa para volcarme en el estudio de la oposición. 
 Se esperaba que el examen tuviera lugar en unos 4 meses. Iba a ir muy justo para prepararlo bien, pero tenía que intentarlo. Seguir trabajando en esas condiciones me estaba dejando exhausto.
 Me di cuenta de ello cuando tras abandonar mi trabajo, me costó unos días coger algo de ritmo de estudio. No había sido consciente del cansancio que arrastraba, hasta que comprobé que apenas podía concentrarme 5 minutos antes de levantarme del asiento. Afortunadamente, unos días de asueto me permitieron empezar a carburar. Entre este descanso y el tiempo de aviso en la empresa habían pasado ya más 3 semanas, con lo que se complicaban mis posibilidades.
 Me volqué al 100% durante el verano, desoyendo los cantos de sirena de las playas y festejos estivales. Poco a poco conseguí adquirir un hábito de estudio y me di cuenta de que, a pesar de que mis años de estudiante estaban ya lejos, mi cerebro seguía en pleno uso de sus facultades.
 No escatimé ni esfuerzos ni dinero buscando todos los medios que me ayudaran en mi empeño.
 En algunos momentos de flaqueza me surgían las dudas y me preguntaba si había hecho bien en dejar un trabajo y saltar al vacío. Pero no tenía mucho tiempo para despistarme de mi objetivo y seguí con paso firme.
 A pesar de ello, me di cuenta de que no iba a ser capaz de estudiarme todo el temario, así que procuré centrarme en los aspectos más preguntables, riesgo que forzosamente tenía que asumir
 El trabajo acabó dando fruto y me presenté al examen razonablemente bien preparado, con la confianza de que si hacía un examen correcto, tenía posibilidades de pasar.
Tensión pre-examen

 El haber estado el año anterior en el mismo lugar, hizo que disminuyera mi "miedo escénico". Eso sí, no es lo mismo ir a probar que acudir con posibilidades. En este caso, la tensión es mucho mayor. Si a eso le sumamos que el examen era un poco más retorcido, hizo que perdiese mi proverbial flema para empezar a contestar como un loco en algunas preguntas en las que dudaba. Hay que tener en cuenta que es un examen tipo test, y cada respuesta incorrecta penaliza.
 Ya más centrado, en la segunda parte del examen, adopté una táctica conservadora, dejando en blanco 10 de las 30 preguntas. Resumiendo, me salió un examen un poco más flojo de lo esperado, pero según mis cálculos, con posibilidades de pasar el corte. Para ello había que superar las dos partes que componían el examen. La nota de corte la marcaba el opositor número 2025, de los más de 50.000 que se habían inscrito (de ellos se presentaron unos 26.000).
 Pasaron dos meses de incertidumbre en el que, cual ciclista que corre critériums post-Tour de Francia, aproveché mi estado de forma para presentarme a dos oposiciones locales. Una de ellas no me fue mal, quedandome en una buena posición en la bolsa. 
 Pero no pude sobrevivir a la escabechina que el Excelentísimo Ayuntamiento de Huesca sometió a los más de 600 candidatos a Auxiliar Administrativo, de los que sólo 8 pudieron superar la nota de 5. Precisamente el día que me tocó sufrir esa tortura china en forma de examen, se publicaron las notas de mi convocatoria.
 Mis cálculos que decían que rozaría la nota de corte no pudieron ser más atinados, ya que en la primera parte se superaba con 41,67 puntos sobre 60, que era exactamente mi puntuación. Más sobrado fui en la segunda parte, que superé con cierta holgura a pesar de, o quizá gracias a haber seguido una estrategia más prudente.
 Mi alegría fue inmensa. Había conseguido superar el corte con un tiempo de preparación bastante limitado. Y sobre todo, supuso que valiese la pena el riesgo que había tomado dejando mi trabajo.
 Pero como decía Harvey Keitel en "Pulp Fiction", no nos podíamos chupar las pollas todavía. Aún quedaba otro examen por superar antes de cantar victoria.

3 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Tyrannosaurus dijo...

Lo cierto es que se habla con mucha ligereza de los funcionarios, y pocos que no hayan pasado por ello son conscientes del trabajo que hay detrás de aprobar una oposición. No vamos a negar que las condiciones laborales son favorables, pero pocos saben de la inversión en tiempo, esfuerzo e incluso dinero que hay detrás, sin saber si al final habrá recompensa o no.

De todos modos, no hay nada más estimulante para prepararlo con ganas que estar una buena temporada en el sector privado antes. Creo que encontrar en la empresa privada un trabajo gratificante y bien remunerado es tarea casi imposible.

Me dejas en ascuas, espero que el desenlace sea positivo y podamos darte la bienvenida a nuestro selecto club.

Rufus dijo...

Totalmente de acuerdo. Es una inversión muy fuerte en tiempo, esfuerzo y dinero sin la garantía que vaya a dar sus frutos. Y como bien dices, la motivación la he obtenido tras trabajar en la empresa privada en la que, salvo excepciones, me han dado por todos los lados.
El desenlace próximamente en sus pantallas.