Me tocó ir solo como es habitual en mis incursiones culturales, así que los 20 minutos de espera en los pasillos del centro cultural se me hizo un poco incómoda. Cuando se abrieron las puertas, nos esperaba un austero escenario que contaba sólamente con una trompeta y una mesa con un ordenador y una tableta. Ya empecé a intuir que un concierto sólo a base de trompeta iba a ser un poco duro.
Wadada Leo Smith salió al escenario y, sin decir una palabra cogió la trompeta y empezó el recital. Los primeros minutos fueron un tanto desconcertantes para mí. Las improvisaciones que Smith hacía con la trompeta no me acababan de sonar armónicas. Es más, a ratos me recordaba al típico nota que agarra un instrumento que no ha tocado en su vida y empieza a soplar a ver qué sale. A eso le acompañaba que estaba en segunda fila, y que habían puesto el volumen muy alto. Así que no se puede decir que estuviera disfrutando del concierto. Tras un rato de "trompetazos", el artista se acercó a la mesa y apoyó su mano sobre una tableta electrónica que registraba los movimientos de la misma y emitía un sonido cibernético. Una vez más, nada parecía estar preparado. El arte en estado puro fuía por las manos de Wadada Smith. Lo malo es que yo tengo un sentido clásico del arte. Y estaba teniendo la misma sensación (no muy buena, por cierto) que me embargó cuando visité el Museo de Arte Moderno de Londres. Smith volvió a la trompeta, aunque esta vez le puso una sordina. Las notas agudas, algo más melódicas, sumadas a unas imágenes vectoriales que se proyectaban sobre una pantalla hicieron que, por primera vez, empezara a sentirme a gusto desde que había empezado el concierto. Quizá estuviera empezando a entender lo que el artista quería decir.

Cada vez que acababa una canción, Smith mostraba su dedo índice al público como preguntando:¿Una más?. Ya al rato se decidió a dirigirse al público. Pidió disculpas por no saber español y pidió a un espectador que parece que ya conocía que hiciera de intérprete. Contó cómo había llegado a Huesca tras levantarse a las 3.45 de la mañana y hacer varios trasbordos avión y autobuses incluidos. Pero lo que más me gustó fue lo último que dijo: "He sentido algo muy bonito que venía de vosotros y me ha llegado. Espero que a vosotros os haya llegado lo que ha salido de mí esta noche. Y eso se llama amor." Sólo con esta frase se ganó mi afecto. No así a una parte del público que, mientras los incondicionales (pocos pero efusivos) pedían un bis, estaba ya poniéndose de pie dispuesta a marcharse. Quizá viendo el público al que se enfrentaba, sus dos bises fueron más asequibles y melódicos.
Así pues, sensaciones encontradas en este concierto. En la primera parte me pareció que Wadada Leo Smith se estaba riendo de todos nosotros. En la segunda creí estar ante un auténtico genio (no sólo musicalmente), al que quizá no esté del todo preparado para entender en su plenitud. Pero, por encima de todo, una experiencia más para recordar.