miércoles, 1 de enero de 2014

Isla de Fårö

El único día que tenía una habitación individual sin motosierras...y sólo dormí 4 horas. Me desvelé a las 6 de la mañana, aunque de todas formas pensaba despertarme a las 7. La idea era visitar lo que pudiera de la isla de Fåro,al noreste de Gotland. La peripecia comenzó con otra caminata hasta la estación de autobuses de Visby al punto de la mañana. Para mi estancia en la isla, había metido mis enseres en una bolsa de lona con unas cuerdas a modo de tirantes. El invento se había ido al carajo la tarde anterior, así que llevé mi equipaje en una bolsa de la compra, remedio tan  poco ergonómico como cutre. Pero al menos me sacó del apuro.
 En Visby cogí un autobús que me llevó hasta Fårösund, en el extremo nororiental de Gotland.  Una neblina que se había formado a ras de suelo, confería a los paisajes que pude ver desde el autobús un toque casi mágico.
A bordo del ferry
 En Fårösund tuve que coger un ferry gratuito que, en poco más de 10 minutos me dejó en la isla de Fårö. Precisamente en esta isla había reservado un alojamiento costero cuando decidí ir a Gotland. Pero no me había leído la letra pequeña, que decía que el albergue estaba a 25 km del lugar donde atracaba el ferry. Demasiado tute para una sola noche, sobre todo teniendo en cuenta que el transporte público en Fårö brilla por su ausencia en la temporada invernal en la que ya me encontraba. Así que tuve que cambiar la placidez y las vistas al mar por la bolera del extrarradio de Visby.
 Mi idea en la isla era visitar algún "raukar", que son formaciones rocosas que, al haber sufrido la erosión marina, tienen curiosas formas. Para ello tendría que haber seguido por la carretera principal , pero a los 5 minutos vi un desvío en el que empezaba una carretera secundaria que conducía a una reserva natural. Demasiado tentador, así que mis planes se desbarataron y lo fié todo al talento natural. No fue mala elección. Esta ruta, aparte de magníficos paisajes, no presentaba apenas tráfico, con lo cual el paseo fue realmente agradable. Durante mucho tiempo, las ovejas fueron mis únicas compañeras. De vez en cuando aparecía alguna casa típica de la zona con tejado de paja y algún molino, pero no había ningún núcleo habitado en las proximidades.
Arquitectura típica de la isla
 La idea era seguir hasta un pequeño pueblo donde había un museo dedicado al cineasta Igmar Bergman, que se retiró en esta pequeña isla. Pero lo que en el mapa parecía poca cosa, en la vida real significaba horas de caminata. Así que llegué al poblado, visité fugazmente una iglesia (donde estaban haciendo fotos un grupo de turistas portugueses) y enfilé la carretera de vuelta al ferry. En este caso, el trayecto se hacía mucho más incómodo, al tener que andar por un arcén de una ruta que contaba con un tráfico notable.Y encima tenía que darme prisa para llegar a tiempo.
 En ese momento, un coche que avanzaba en mi mismo sentido se detuvo y se ofreció a llevarme. Se trataba de un hombre de unos 40 años, que no pudo ser más oportuno. Le dije que iba a coger el ferry, y que si me podía dejar en Fårösund, donde pensaba coger un autobús a Visby. Pero casualmente iba a la capital, así que pude hacer todo el trayecto en su coche. Y esto no sólo me sirvió para ahorrar tiempo y dinero, sino que resultó ser una experiencia muy interesante. Se trataba de un chef escocés (de Glasgow) que regentaba un restaurante en la isla. Le pregunté si había estado en la isla de Skye, donde pasé un verano trabajando. No sólo había estado, sino que tenía familia allí y había trabajado en el mismo hotel donde estuve yo y haciendo la misma función. Definitivamente el mundo es un pañuelo.
 Eso sí, tener el mismo punto de partida no significa que se llegue al mismo destino. Me comentó que había trabajado en un restaurante con 3 estrellas Michelin, y yo..bueno, si he sobrevivido hasta hoy comiendo todos los días, no seré tal mal cocinero, ¿no?
 Así , en animada e interesante conversación llegué a Visby antes de lo previsto. Ello me permitió darle un repaso a la capital y hacer una ruta en la misma por los lugares que sirvieron de escenario a la inolvidable serie infantil "Pipi Calzaslargas".
Relaxing caña in Plaza Mayor de Visby
 Me tomé un merecido momento de relax saboreando una cerveza local en la plaza principal y me dirigí al embarcadero para coger el ferry de vuelta.
 Llegué a Estocolmo ya tarde y bastante cansado. Pero era mi última noche en Suecia, así que aún salí a dar una vuelta por la ciudad. Tirando de talento natural, conseguí llegar a una zona de bares, que,  a pesar de ser un día entre semana, contaba con cierta animación. En este paseo nocturno,en sólo un minuto se echó por tierra el mito mi idea de limpieza y orden que siempre he asociado a los países nórdicos en general y a Suecia en particular. Se me aparecieron dos ratas enormes, y sólo unos metros más adelante, cuando aún no me había recuperado del "shock", vi a un joven vomitando en plena calle.
 Ya había tenido bastante. Aún me quedaba una mañana en la capital sueca para mejorar la imagen que me había dejado ese minuto fatídico.

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