lunes, 11 de agosto de 2014

Múnich (I)

 Como no me gusta meter todos los huevos en el mismo cesto, este año he decidido hacer dos viajes en mis vacaciones, en vez de uno largo. Para el primero, he utilizado una técnica que me dio buen resultado el año pasado. Consiste en volar a una ciudad, hacer una ruta y volver a España desde otro punto.
 Esta vez tocaba empezar por el sur de Alemania e ir hacia el este. Había pensado partir desde la Selva Negra, pero me di cuenta que verla en un día era demasiado acelerado, así que simplifiqué las cosas y tomé la ciudad bávara de Múnich como punto de partida.
 En el vuelo entablé conversación con una señora muniquesa muy simpática que me debió ver muy desvalido, porque se empeñó en acompañarme hasta la parada de tranvía que tenía que coger para llegar a mi albergue. Aproveché para preguntarle qué cosas ver en la ciudad y alrededores. La preparación del viaje había sido bastante improvisada, y no me había parado a pensar en esos pequeños detalles.
 Estuve un buen rato en la parada, sin ver ningún tranvía que llegara a mi destino, hasta que vi un cartel que anunciaba que esa línea estaba en obras sólo hacía la mitad del recorrido. Se complicaba la cosa un poco.
 Al llegar a la parada, otra amable señora me vio desamparado de nuevo y me explicó que podía coger un autobús que hacía el resto del trayecto. Para que luego digan que los alemanes son secos. Como no estaba muy lejos, recorrí el resto andando hasta que llegué a una especie de parque donde se hallaba el albergue. Más humilde no podía ser. Se trata de una carpa gigante que alberga 50 literas de dos camas cada una. Eso era la "primera clase". Porque también existía la modalidad de acampada y un recinto cerrado donde se podía dormir sobre el suelo. No parece una buena decisión reservar un albergue tan espartano y encima alejado del centro, pero es lo único que encontré disponible.
 Aprovechando que me había comprado un billete-día para ir del aeropuerto a la ciudad, cogí el metro y fui a visitar un lago a unos 30 km al sur de Múnich llamado Stamberger. Apuré la linea de metro hasta llegar al pueblo de Tutzing y una vez allí me puse a patear. Llegué un poco tarde. Estaba atardeciendo y la visibilidad empezaba a ser deficiente. Aun así aún vi algunas valientes pegándose un baño en sus aguas. Resultaba ser un paraje muy agradable. Los Alpes se perfilaban en el horizonte, lo cual hacía que las vistas fueran muy sugerentes. Por el litoral del lago abundaban los restaurantes y bares. Definitivamente este es un buen sitio para venir a relajarse del estrés diario, ya sea laboral o viajero como era mi caso.
 Miedo me daba volver al albergue para dormir con 99 compañeros de habitación. Al llegar al mismo, el ambiente estaba muy animado. Había habilitada una zona donde habían hecho una hoguera y la gente estaba en torno a ella hablando o cantando, siguiendo las notas de una guitarra. Parecía un campamento. Yo no estaba para muchos trotes, así que me fui a dormir directamente.
 La espartanidad del establecimiento se extendía a las camas. Era una litera con un colchón sin más. Nos daban 3 mantas a cada uno y allí nos las apañásemos. A falta de almohada, usé una de estas mantas para reposar la cabeza y me acosté. Pero las noches no son calurosas en Baviera. Y al poco rato me di cuenta de que iba a necesitar la tercera manta. Improvisé una nueva almohada poniendo una toalla sobre unos cuantos calzoncillos (afortunadamente aún limpios). No era un almohadón de pluma de ganso pero podría salvar la noche, aunque se notara la falta de amortiguación.
 Pese a lo que pueda parecer, dormir con 100 personas puede no ser tan malo si se está en un lugar grande como esa carpa. Escuchaba varios ronquidos en distintas partes, pero su onda expansiva se difuminaba, así que el ruido no fue problema esa noche. Sí lo fue el frío, ya que a mitad de noche me desperté temblando. Tuve que ponerme varias capas de ropa (vaqueros incluidos) para soportarlo. A pesar de todo, aún pude dormir 6 ó 7 horas, que falta me iban a hacer para proseguir mi viaje.

2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Veo que no has perdido la saludable costumbre de viajar.
Tengo que reconocer que los albergues ademas de ser adecuados para los "niunclavelistas" dan más oportunidad de zambullirse en el ambiente viajero-bohemio que muchas veces les rodea, aunque tener 99 compañeros puede ser un caso un tanto extremo.

Tengo que reconocer que el hostal que elegistes en Berlín estilo RDA fue una sabía decisión a pesar de mis dudas previas.

Rufus dijo...

Efectivamente, no he perdido esa saludable costumbre. De hecho ahora estoy en Varsovi, como no, en un albergue.
Me alegro de que te gustara el hostel estilo RDA. La verdad es que el estilo retro comunista me puede.
Saludos