martes, 18 de noviembre de 2014

Cracovia (y III)

 Al volver al albergue, me encontré con el grupo hispano-chileno, al que me uní para ir a echar unos tragos. Se veía bastante ambiente por las calles. No en vano, Cracovia es una ciudad muy turística.
 Mis amigos tenían que madrugar al día siguiente, así que volvimos relativamente pronto a descansar. O eso es lo que pretendía, sin mucho éxito.
 Apenas llegamos, un par de mis compañeros de habitación traían casi a rastras a otro. Precisamente éste último ya me había llamado la atención antes por su aspecto extravagante, puesto que llevaba siempre un sombrero, lucía llamativos colores y tenía unos ademanes bastante afectados. Le pregunté a uno de los "porteadores" qué le había pasado. Me dijo que se habían apuntado a un "pub crowl", actividad organizada por el hostel que consistía en una visita guiada (sería mejor decir bebida) por varios baretos de la ciudad. Su compañero había empezado fuerte, y al segundo pub se le había apoderado el alcohol. También me comentó que su amigo es un cantante pop bastante conocido en Suecia. De hecho me mostró un video en youtube en el que aparecía, aunque debido que los ordenadores del albergue no contaban con altavoz, no pude escucharlo. Me apunté el nombre, pero perdí el papel. Así que si algún lector del Blog Heterodoso está versado en pop sueco, y conoce a un cantante que vista de esa guisa, le agradecería que me ayudara. Por cierto, el colega me pidió disculpas por anticipado, advirtiéndome que sus amigos armarían bastante jaleo cuando volvieran "tajados" a dormir. Pensé que no sería para tanto. Al fin y al cabo Suecia es el ejemplo de sociedad tranquila y pulcra.
Alta cocina polaca
 Los dos suecos tenían intención de retomar la ruta donde la habían dejado, pero su sentido de la orientación estaba algo perjudicado, así que me ofrecí a guiarlos hasta el bar que buscaban y me invitaron a unirme a la peregrinación. Me vi un poco fuera de lugar entre esa gente que ya había compartido unos cuantos cubatas y parecía que se conocían de toda la vida. Así que me volví al albergue, previo paso por un garito donde servían unas tortitas de patata deliciosas.
 Cuando parecía que, por fin, iba a poder dormir, empezaron a regresar los miembros del "pub crowl". Tal y como me habían advertido, la típica mesura sueca se había perdido en algún garito de Cracovia y mis compañeros de cuarto fueron todo menos silenciosos. Me pude enterar de que uno de ellos había "triunfado" con otra inquilina del hostel e incluso que a la hermana de otro la habían ingresado esa noche en el hospital. Cuando ya tuve bastante de "crónica rosa" en versión escandinava, les pedí que se callaran. Lo hicieron, pero un par de minutos después, dos de ellos iniciaron una serenata de ronquidos que me hicieron preguntarme si había sido peor el remedio que la enfermedad.
 A pesar de todo, aún conseguí dormirme, pero fueron pocas horas y de no mucha calidad. Visto en perspectiva, tampoco fue tan grave. Al fin y al cabo, no todos los días se puede dormir con una estrella del pop sueca.
Estatuas de sal
 Para mi última mañana en Cracovia, había reservado una excursión a las minas de sal de Wielizca, a unos 10 km de la ciudad. Cuando me recomendaron esta visita, me mostré un poco escéptico, al imaginarme una excavación a cielo abierto con excavadoras amontonando sal. Pero es bastante más interesante que eso.
 Bajo una intensa lluvia me recogió un microbús a la puerta de mi albergue. Se dio un paseo por la ciudad recogiendo a los integrantes de la excursión, y se dirigió a Wielizca. Allí se concentraba un gran número de visitantes, así que tuvimos que esperar unos 20 minutos hasta que pudimos entrar. En todo momento fuimos con una guía que nos condujo a través de un laberinto de galerías en las que, de vez en cuando aparecían estatuas y dioramas construidos modelando rocas de sal. La verdad es que es un espectáculo impresionante, sobre todo una capilla de más de 50 metros de longitud decorada con todo lujo de detalles.
Castillo de Wawel
 En protesta por el hecho de que hacer el tour en español costaba 10 zlotys más, escogí el que se hacía en inglés. Eso me permitió coincidir con 2 personajes que eran auténticos prototipos de la diferencia norte-sur que existe en Inglaterra. Uno de ellos se trataba de un campechano y fornido cuarentón, con tesis muy en la línea del credo del Daily Mail (periódico británico de derechas sin ningún complejo) y veraneante habitual del litoral español, aunque sin saber una palabra de la lengua local. En oposición a él, se encontraba una refinada londinense de unos 30 años que no tardó en discrepar (muy educadamente, eso sí) con los postulados políticamente incorrectísimos de su compatriota.
  Una vez acabada la visita a las minas, el microbús devolvió  a los miembros del grupo a sus respectivos alojamientos, quedándonos por el centro la londinense y yo. Así que aprovechamos para hacer una visita a un bonito castillo (Wawel) situado sobre una colina y la plaza mayor, donde pudimos comer una de las ya mencionadas ( y suculentas) tortitas de patata.  Me despedí de Sarah, aunque se preveía que nos íbamos a encontrar en el futuro, ya que, casualmente, habíamos reservado el mismo albergue para nuestro próximo destino.
Tocaba dirigirse al corazón de Polonia.

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