lunes, 5 de enero de 2015

Varsovia (y III)

 Al vestirme por la mañana, comprobé alarmado que mi cartera no estaba en el pantalón.Miré por el suelo de la habitación y no aparecía. La situación se estaba empezando a poner tensa.  Había metido demasiados huevos en el mismo cesto, y de golpe me había quedado sin dinero (excepto una pequeña cantidad), sin tarjeta bancaria, sin DNI y lo que es peor, sin mi entrada para el mitin atlético. Todo ello, con más de una semana de viaje reservado por delante. Por suerte, me había dejado el pasaporte en la taquilla.
 Una vez que me cercioré de que la cartera no estaba en la habitación, me permití 3 segundos de desesperación y empecé a trabajar para solventar el entuerto.
 Lo primero que hice fue preguntar en recepción por si la habían encontrado. Me dijeron que no, pero estarían pendientes y se lo harían saber al personal de limpieza.
 Lo segundo fue rememorar los movimientos monetarios de la  noche anterior. Recordaba que mi último gasto había sido en el supermercado donde acabamos la noche. Así que allí fui, para comprobar que abría a las 10 de la mañana (eran aún las 8 y pico).
 Tercer movimiento. Buscar la oficina más cercana de transferencias de dinero. Había bastantes por la zona, pero no estaban todas abiertas al ser sábado. Me puse en contacto con mi hermano y le puse sobre aviso para que me enviara dinero si la cartera no aparecía.
 Como un clavo esperé a que abrieran el supermercado, donde me atendió una joven que, afortunadamente, hablaba inglés. Buscó en un cajón sin encontrar nada y me dijo que hablaría con el supervisor y que me pasara a las 4 de la tarde para volver a preguntar. No me sonó nada convincente, así que volví al albergue donde me aconsejaron que acudiera a la policía para comunicar la pérdida. Me dijeron que fuera a una comisaría en concreto donde hablaban inglés. Allá fui mientras llamé a mi hermano para que me enviara el dinero necesario para seguir dando mal por Europa del Este una semana más.
 Al llegar a la comisaría, tras un largo paseo, comprobé que iba a ser difícil entenderme con el funcionario que pertencía a la ya mencionada en mi anterior entrada,"vieja escuela". Menos mal que en las dependencias había una "clienta" local que, con un perfecto inglés me hizo de traductora. Aparte de recomendarme encarecidamente anular la tarjeta, me dijeron que allí no podían hacer nada y que fuera a la embajada española.
Por lo menos, la zona de las embajadas era bonita...
 Allá que fui, dando otro paseo, esta vez mucho más largo, para comprobar que nuestra embajada estaba cerrada. Había un letrero con un teléfono de emergencia, pero me estaba empezando a sentir como Josef K. en "El Proceso", así que lo dejé correr.
 Mi hermano me dio un código con dos series de números para presentar en la oficina y obtener el dinero. Mi primer intento fue infructuoso, al no funcionarles internet en la oficina. Al segundo le mostré la primera serie de números y mientras los comprobaba vi que el cambio esloti/euro era bajísimo, por lo que hubiera perdido mucho dinero en la operación, así que no le mostré la segunda serie y me fui poniendo una fingida cara de decepción. A la tercera fue la vencida y pude conseguir los deseados y necesarios eslotis. Luego me di cuenta de que hubiera sido mucho más conveniente pedir el dinero en euros, pero en ese momento no se me ocurrió.
 Ya con dinero fresco en el bolsillo, volví al estadio para ver si quedaba alguna entrada para el mitin atlético. Afortunadamente les quedaban, y además al mismo y competitivo precio.
 La mañana había sido muy movida, así que me volví al albergue a descansar un rato.
Palacio de la Cultura y la Ciencia
 La reunión atlética fue apoteósica, y se merece una entrada propia. Al terminar la misma, volví al centro y aproveché para acercarme al imponente Palacio de la Cultura y la Ciencia que, como explicaron en el tour comunista, no es muy querido por los varsovianos, especialmente por las connotaciones históricas que conlleva. Por aquí se dice que desde sus alturas se tiene la mejor vista de la ciudad...porque es el único sitio desde donde no se puede ver. Estos polacos parecen muy serios, pero en el fondo son unos cachondos...
 A mí, como no soy de allí ni Stalin me ha hecho nada (aunque no sea santo de mi devoción), me gusta.Hay algo que me atrae de la arquitectura monumental.
  Al ser un poco tarde, estaban casi todas las dependencias cerradas, así que me quedé con las ganas de hacerle un escaneo en profundidad, que queda para mi próxima visita.
 Era mi última noche en Polonia, así que había que salir. Volví a quedar con mis grupo de amigos al que se había unido un brasileño que dormía en su albergue. Nada más verlos, les comenté mis peripecias y me dijeron que la noche anterior habían visto a un empleado del supermercado salir blandiendo una cartera en la mano. Parecía que no todo estaba perdido, así que fuimos ipso-facto a la tienda, donde nos esperaba una larguísima cola. Esperamos pacientemente a nuestro turno y me encontré con la misma cajera a la que le había preguntado por la mañana (debe hacer más horas que un reloj). Les comentó algo a unos empleados y me dijo que esperáramos fuera. Al rato salió una pareja con mi cartera en la mano, a la cual no le faltaba ni un céntimo de esloti. Gran profesionalidad y honradez de los empleados del supermercado. Se trataba de un "Carrefour" situado al principio de la calle Novy Swia. Hay que darles publicidad...
 Fuimos a celebrarlo a un bar cercano y nos dimos una vuelta por el centro. Preguntamos a un local por alguna zona de marcha y nos dijo que junto al río Vístula había bastante ambiente. Allí fuimos tras un largo paseo por recónditas y solitarias calles.
Marcha a orillas del Vístula. Si eso nos pasamos otro día..
 En la orilla del río había algunos garitos al aire libre donde sonaba música maquinera, con alta densidad humana, escasa ratio femenina y, según comentó un valiente del grupo que se internó en el tumulto, olor desagradable. Vamos, que no tentaba demasiado. Así que dimos por finiquitada la noche, no sin antes hacer parada en un local para profundizar en mi conocimiento de la gastronomía polaca en forma de zapiekanka (especie de panini con ketchup).
 Mis amigos volvían a España al día siguiente. Tocaba despedirse. En mis viajes en solitario conozco mucha gente, pero con la mayoría sólo coincido un día o dos. Por eso, de vez en cuando se agradece poder compartir más tiempo con gente, con la que además tuve bastante afinidad y "buen rollo". Ainize, Germán y Javier, encantado de haberos conocido. Queda pendiente una visita a Breslavia. Os tomo la palabra.
 La última noche en el albergue, donde volvieron a aparecer motosierras competentes, no empañó la buena imagen que me quedó de Polonia. Un lugar lleno de historia, con buenos precios y gente honrada (cosa que recuerdo cada vez que echo mano de mi cartera).

2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Se agradece el detalle de la cartera, porque perderla y además fuera de España es un estropicio.

De haber sabido antes que ibas a Polonia te hubiera hecho un encargo. Hace poco tiempo, en un mercadillo numismatico compre unos 800 zlotys. El problema es que como son unos billetes que ya no están en uso en el banco no me los cambiaron. Supongo que la unica posibilidad es cambiarlos en Polonia, aunque no creo que lo hagan, puesto que sino ya habria gente que se dedicara a eso.

Rufus dijo...

Si tienes paciencia, ¿quién sabe cuánto valdrás esos eslotis dentro de unos años? No sabía que te dedicaras a la numismática.