jueves, 24 de septiembre de 2015

Granada (I)

  Ahora que parece que el mercurio se está encogiendo, es hora de narrar mis viajes estivales con un poco de perspectiva.
 Como me suele pasar, y debido a uno de mis defectos, que es la procrastinación, me suele "pillar el toro" y no acabo de materializar mis proyectos más ambiciosos. Esta vez se trataba de viajar a las entrañables Islas Filipinas, pero cuando me di cuenta de que, entre otras cosas, no llegaba a vacunarme ni de casualidad, decidí cambiar de planes, aprovechando que entre mis virtudes está la capacidad de improvisación y el talento natural.
 Así que decidí montar sobre la marcha un viaje por Andalucía, tierra que he visitado un par de veces, pero que seguía siendo una gran desconocida para mí.
  Quería dejar todo cerrado, así que la noche anterior a mi partida, en un esfuerzo logístico de envergadura, reservé todo el alojamiento y los desplazamientos.
 Hábilmente, hice coincidir este viaje con el grueso de las fiestas patronales de Huesca que, aparte del mítico Chupinazo del primer día, no justifican, a mi entender, emplear una valiosa semana de vacaciones en salir de marcha todos los días, que es lo que acabo haciendo siempre.
 Mi periplo hacia el sur empezó a las 7 y media de la mañana, en un autobús que me llevó a Zaragoza en compañía de muchos jóvenes que habían "disfrutado" de la noche laurentina y volvían a sus lugares de origen (principalmente Almudévar y Zaragoza).
 En la capital del Ebro hice trasbordo cogiendo otro autobús que me llevaría a Granada, previa parada en Madrid. La primera parte del viaje es bastante anodina, con paisajes muy vistos. De Madrid para abajo, se animó un poco la cosa. Y no es que las llanuras manchegas sean muy variadas. Pero, aparte de estar menos trilladas, cuentan con el encanto de haber sido pateadas, aunque fuera en la ficción, por el Ingenioso Hidalgo Don Quijote y su escudero Sancho.
En un lugar de la Mancha
 Tras cruzar el mítico Despeñaperros, el autobús hizo una parada en un área de servicio. Algo que no tiene ningún interés, a menos que se tenga la vejiga a plena carga. Pero en este caso supuso empezar a escuchar el entrañable acento andaluz (en una de sus múltiples variantes) que me iba a acompañar durante toda la semana.
 Casi 12 horas después de haber partido de Huesca, llegaba a la estación de autobuses de Granada, que está a las afueras. No me fue fácil encontrar el albergue. A falta de GPS o plano de la ciudad, contaba con una brújula y un esquema de calles principales, que, normalmente, no sirve para mucho. Pero lo cierto es que eso le da más emoción al asunto, y además da pie a interaccionar con la gente local, que muy amablemente, me fue orientando.
 Había planeado pasar dos noches en Granada. Astuciosamente, reservé alojamiento en dos lugares distintos, que se adaptaban a mis necesidades. La primera noche, tras el madrugón y la paliza de viaje, me alojé en una residencia universitaria con habitación individual, aunque con precio de habitación compartida para 10.
 La residencia en sí, y la zona universitaria se encontraban prácticamente vacías, así que no tardé mucho en enfilar mis pasos hacia el centro, que estaba bastante más animado. Aproveché para degustar mi primer "pescaíto frito" y me dirigí a los alrededores de la Alhambra. Como por mucho que escriba, no podré ni acercarme a expresar la impresión que produjo en mí ver semejante maravilla, me limitaré a poner una foto que, aunque sea mala, será mucho más gráfica.
Sin palabras
 Me interné por el Albaicin de noche y para completar la jornada, probé una de las inmensas tapas que dan fama a la ciudad.
Tapas de enjundia
 Gastronomía aparte, la primera toma de contacto con Granada, me había causado una gran impresión. Mucho que ver ( y que comer), en un entorno privilegiado.
  Como había previsto, la residencia universitaria fue un remanso de paz, lo que me permitió dormir con contundencia, y recuperar fuerzas para mi segundo asalto a la ciudad.

2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Veo que sigues con tu buen gusto para los viajes. El de Granada promete, aunque quizás pudiendo elegir fechas agosto no sea el más indicado.

Hablando de viajes exóticos, el otro día curiosee sobre una agencia que ofrece viajes a Corea del Norte, el último "paraiso" comunista en la tierra. Parece que ya permiten incluso hasta el móvil para los turistas, aunque desgraciadamente el viaje organizado vale un potosí y no parece un destino al que se pueda ir por libre por lo que habrá que aparcar el proyecto.

Rufus dijo...

Tampoco podía elegir fechas. De todas formas, me gusta el calor.
Lo malo de ir a Corea del Norte, es que los visitantes están continuamente vigilados, y no se puede hacer nada por libre. Que es precisamente lo que me gusta hacer a mí.