lunes, 19 de octubre de 2015

Cádiz (y II)

Esa noche, el albergue ofrecía barra libre de sangría a los huéspedes que abonaran 5 euros. Más que por beber sangría, que no es, ni mucho menos mi bebida favorita, me apunté al evento como acto social.
 Una simpática francesa se ocupó de preparar el brebaje que, poco a poco atrajo a más huéspedes. La organización cometió el pequeño pero craso error de no comprar algo de picar, así que procuré no beber demasiada sangría, aunque fuera a costa de no rentabilizar mi inversión.
 A medianoche, se nos desalojó amablemente de la terraza donde estábamos bebiendo. A esas alturas ya habíamos formado un grupo y decidimos continuar la fiesta por las calles gaditanas. Esa noche, se celebraba en la ciudad el "Carnaval de Verano". Ello significaba que, al igual que en el Carnaval de febrero, las agrupaciones iban a interpretar disfrazadas por las calles las famosas chirigotas, canciones satíricas que, en forma de rima, suelen referirse a temas de actualidad.
 Las calles de Cádiz estaban abarrotadas y el ambiente era totalmente festivo. Las agrupaciones se dispersaban por todos los rincones de la ciudad, y junto a ellas, se arremolinaban grandes grupos de personas escuchando. Tan grandes que, en la periferia, costaba seguirlas. Y si a mi me costaba, a los extranjeros del grupo, no digamos, que además se enfrentaban a la jerga gaditana. Por ello, no estuvimos mucho tiempo rondando y nos metimos en un garito. No me motivaba mucho estar en un bar con el mismo ambiente que pueda haber en cualquier ciudad europea, mientras afuera se estaba celebrando algo totalmente genuino. Así que no tardé mucho tiempo en desmembrarme del grupo  y vagar en solitario (es un decir, dado la cantidad de gente) por las animadas calles gaditanas.
 Tras unos cuantos intentos, por fin encontré un lugar donde se escuchaban bien las chirigotas. Me gustaron mucho, y al resto de la gente también. No tanto a una vecina que no podía dormir y se asomó al balcón para pedirnos que se acabara la función.  La agrupación le dijo que "una más y nos vamos". Pero antes de que acabaran la última, salió el marido de la señora al balcón descamisado y fuera de sí, haciéndonos el mismo ruego que la señora, pero con formas mucho más primitivas y amenazadoras.
 Un espectador "espabilao" se hizo el machote y le dijo al enfurecido sujeto que bajara. Al minuto, vi como un grupo de gente que estaba en una esquina se apartaba cual encierro de San Fermín, y a modo de astado, el vecino apareció corriendo hecho una furia armado con dos palos de escoba. Mi situación era un tanto comprometida, ya era de los primeros del grupo con los que se encontró en su furiosa andanada. Se puso a jurar delante de mí mientras yo intentaba calmarlo con gestos. En ese momento,a otro "espabilao" del medio del grupo no se le ocurrió otra cosa que gritar mentando a su madre. Allí el vecino acabó de perder los papeles y lanzó los palos de escoba al tumulto. Yo aproveché el desconcierto para alejarme de la primera línea y pude ver a un chaval al que había impactado uno de los palos, con sangre en la cara. En sólo unos minutos, el ambiente festivo se había transformado en una crónica de sucesos, donde no tardó en aparecer la policía. Desaparecí de allí tan rápido como pude e intenté escuchar alguna chirigota más de los grupos que aún quedaban, pero no estaba yo para muchas coñas, así que me fui a dormir con el susto en el cuerpo.
Chirigota (esta creo que acabó mejor)
Aproveché mi última mañana en la ciudad para visitar el Museo de las Cortes de Cádiz. En 1812, en plena invasión napoleónica, el Gobierno de España se había tenido que trasladar a Cádiz, prácticamente el último reducto a salvo de los "ilustrados y civilizados" franceses.
 Allí se convocaron unas cortes que redactaron la famosa Constitución de 1812, conocida como "la Pepa", siendo la primera de nuestra historia. Para ello se congregaron  diputados de toda España, que en aquel momento también incluía los territorios americanos y las Filipinas.
 El museo en cuestión cuenta con objetos y cuadros alusivos a dicho periodo, incluyendo una enorme maqueta en madera de la ciudad.
Museo de las Cortes de Cádiz
 La verdad es que vale la pena visitar el museo, a poco que se esté interesado en la historia. Para una ciudad pequeña como Cádiz, debió ser todo un acontecimiento albergar un hecho tan importante y acoger en sus calles personajes tan notables.
 Al salir del museo, di mi último paseo por la ciudad, sin dejar de descubrir rincones plagados de historia y encanto, para dirigirme a la estación de autobuses. Mi siguiente destino no andaba muy lejos, aunque cuenta con una atmósfera muy diferente.
 A pesar de algún que otro "incidente", me llevé una gratísima impresión de Cádiz, que aúna historia, arquitectura, gastronomía, buen clima y ambiente.  Como dicen por allá, "musho Cádiz".


2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Una pena el incidente con el vecino. La mezcla de alcohol y grandes masas muchas veces acaba mal.

No he tenido el gusto pero imagino a Cadiz como un lugar encantador, que ademas ha tenido el gusto de acoger gloriosos acontecimiento de la Historia de España, como la resistencia al asedio de las tropas napoleonicas y la promulgación de la "Pepa" como bien apuntas.
El escritor Perez Reverte recoge muy bien este episodio en la novela "El asedio" que no se si habrás leído.
Y que conste que no cobro ninguna comisión por esta crítica positiva de su libro.

Rufus dijo...

No conozco "El Asedio", pero viniendo de quien viene, y contando lo que cuenta, seguro que es interesante.
Yo tampoco cobro comisión del Ayuntamiento de Cádiz por hablar bien de la ciudad. Ello coartaría nuestra libertad al escribir, que es mucho más valiosa que un puñado de pesetas.