A pesar de lo largo del trayecto, se me hizo bastante llevadero al contemplar los paisajes andaluces. Además el autobús pasó por Sevilla, y así me ahorré emplear una noche en la ciudad, que sin duda lo vale (y unas cuantas más), pero ya estuve hace unos años, y en 8 días no se pueden hacer milagros. O se hacen al instante,o no se pueden hacer.
Nada más llegar a Cádiz, me llamó la atención una inmensa bandera española, a la que le auguro muy poca vida, a tenor de la ideología de los actuales inquilinos del consistorio.
Por si no hubiera tenido suficiente alegría al ver tamaña bandera, mi albergue estaba a sólo 2 minutos de la estación, y no hubo problema en encontrarlo.
Mi primera impresión sobre el centro de Cádiz, no pudo ser más positiva. Aparte de la armonía y buena conservación de su casco histórico, abundan las placas que evocan acontecimientos y personajes que han desfilado por la Tacita de Plata en su dilatada historia. Por si eso fuera poco, la peculiar situación geográfica de la ciudad, en forma de península, con el mar casi rodeándola, le otorga aún más encanto.
Cádiz |
Nuestro escaso conocimiento del sistema de transportes de la bahía, hizo que estuviéramos casi una hora esperando al autobús que devolvió a mi amiga a Puerto Real.
Haciendo de la necesidad una virtud, aproveché mi recobrada soledad para patearme a conciencia la parte antigua, tras lo que fui a dormir al albergue, donde compartía habitación con 3 portugueses.
Quería aprovechar el día siguiente para conocer la
provincia. Difícil decisión cuando hay tanto y tan bueno por ver. Me tiró el recuerdo de las peripecias de
Elcano y Magallanes y me decanté por visitar Sanlúcar de Barrameda, localidad
costera, antiguo puerto de la ruta de las Indias y muy próximo al coto de
Doñana. Como se puede ver, no le faltan encantos. Aunque yo, tras dar un paseo
por el centro decidí visitar un barrio de pescadores. Craso error, que me hizo
perder más de una hora caminando por las afueras para llegar a un lugar sin
mucho encanto.
No se puede decir lo mismo del centro de Sanlúcar, rico en
monumentos, bodegas y calles pintorescas.
Sanlúcar de Barrameda |
Aún quedaba tarde, así que fui a la estación de autobuses
para planear otra visita. Según un mapa turístico que me había agenciado,
Chipiona estaba relativamente cerca, por lo que me planteé ir andando. La
empleada de la estación me dijo que estaba más lejos de lo que parecía, pero me
recomendó otra opción, que fue por la que me decanté (en buena hora).
Cogí un autobús a Costa Ballena, un complejo turístico entre Chipiona y Rota. La idea era seguir
la playa hacia el sur, hasta llegar a Rota. Y así lo hice. Empecé a caminar con
buen paso por un paseo marítimo bajo un sol de justicia. Al rato, se terminó el camino y tuve que
bajar a la arena.
Andaba, andaba, y la playa no parecía tener fin. Hasta que
llegué a unas rocas que me impidieron el paso. Me interné tierra adentro hasta
que encontré una carretera con un cartel que señalaba a Rota. No sabía cuánto
me faltaba, pero sí que iba por el buen camino.
Costa Ballena: la playa interminable |
Caminar por el arcén con el calor de agosto fue una
experiencia cercana al masoquismo. Y eso cuando había arcén. Por suerte, el
tráfico era más bien escaso. Ya con la
reserva, aparecieron las primeras casas en lontananza. Pero Rota no es ningún pueblecito marinero,sino una ciudad bastante extensa y aún empleé media hora más en llegar al centro. El cansancio y las
prisas por encontrar la estación para coger el último autobús del día, hicieron que no prestara mucha atención a los encantos del lugar.
A la entrada del puerto, pregunté a un señor por la estación. Mi ánimo
acabó de derrumbarse cuando me dijeron que cogiera un autobús urbano, ya que
estaba muy lejos. Pero a la vez que me hundía, el simpático roteño me dio la
tabla de salvación, recomendándome coger el barco. Efectivamente, había un
barco de transporte público que unía Rota con Cádiz, al mismo precio que el
autobús. Saqué el billete para una hora después, e invertí ese lapso para
visitar Rota con un poco de calma. No es Sanlúcar, pero no está mal.
Rota |
El paseo en barco hasta Cádiz, me permitió relajarme,
respirar la brisa marina y descansar del día tan extenuante que había tenido. Falta
me iban a hacer las fuerzas, pues la noche se presentaba movida.
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