El vuelo de vuelta a España no iba a ser el final de mi periplo veraniego, sino un paréntesis. Había decidido visitar Murcia, no sólo por sus encantos que dieron lugar al aclamado espectáculo televisivo que da título a mi entrada, sino para visitar a una amiga que había conocido en un campo de trabajo y no veía desde hace más de 15 años.
Para llegar a mi destino tuve que tomar un vuelo nocturno de Atenas a Barcelona y tras un par de horas en el aeropuerto en estado de duermevela, enlacé con otro vuelo a Alicante.
Desde el aeropuerto, que por cierto, era a la sazón un nido de chollos de aerolíneas de bajo coste, tomé un autobús al centro de Alicante.
Las numerosas paradas que realizaba el vehículo, hacían menguar mi escaso margen de maniobra para enlazar con el tren que debía tomar. De hecho, al entrar en la estación, el convoy estaba a punto de partir. Sin tiempo para pasar por taquilla, le pregunté a un empleado si se podía pagar a bordo. Me negó esa posibilidad al tiempo que me señalaba una máquina de venta. En mi apresurada búsqueda no aparecía Murcia, sino "Murcia del Carmen". Pensando que era el nombre de un pueblo, seguí intentando con Murcia, pero no colaba. Al final, el empleado me aclaró que "Murcia del Carmen" era Murcia. Esos jueguecitos a alguien con más tiempo.
Al trote y casi en marcha, logré introducirme en el último vagón y pude llegar a "Murcia del Carmen" donde me esperaba mi amiga, bien acompañada de su retoño de apenas unos meses. Como se pueden imaginar mis queridos lectores, dada la situación, no parecía que en esta visita fuera a haber mucha fiesta. Pero con el festival de la cerveza de Korçe, ya había cumplido el cupo.
Tras una más que necesaria siesta, hice una inspección en solitario por las calles de la capital pimentonera, que me dejó una grata y barroca impresión, a la espera de un análisis más exhaustivo que pensaba hacer a posteriori.
Centro de Murcia |
Y nunca mejor dicho. A pesar de las fechas estivales y la cercanía de la costa, yo iba a ser el único huésped. Enseguida me di cuenta de que el albergue era de titularidad pública observando dos detalles de la recepcionista: su escasa preocupación por la falta de clientela y el poco entusiasmo con el que me explicó las reglas del establecimiento. Es un decir, porque se limitó a darme una hoja con las mismas para que la leyera y firmara. Y alguna de ellas no era baladí.
Mi idea era pasar dos o tres días de descanso en Murcia, antes de seguir en danza por el mundo. Pero parece que el "modo viaje" seguía activado.
Y con ese espíritu me lancé a recorrer el entorno. Tenía una playa cerca, bañada por el Mediterráneo. Pero tenía más interés en ver el Mar Menor, cuya famosa Manga empezaba un par de kilómetros al sur. Es un fenómeno curioso este mar que más parece un lago, constituyendo un hábitat natural muy singular.
Plácidas aguas del Mar Menor |
Volví al albergue, pero no a descansar, ya que me dediqué a planear mi siguiente viaje, aprovechando que aún me quedarían unos cuantos días libres hasta volver al trabajo.
Tras una exhaustiva búsqueda que conformó el esqueleto de mis posteriores andanzas, me retiré a mi aposento. La tarjeta que hacía las veces de llave no funcionaba, así que tuve que sacar al recepcionista de su plácido sueño para que me abriera. Ya es mala pata tener un único huésped y que te dé por saco.
Al día siguiente me tocó afrontar la necesaria pero poco apasionante tarea de lavar mi ropa. Pregunté en el albergue si disponían de lavadora. Así era, pero me cobraban 6 € por utilizarla.¡¡Más de 1000 pesetas!! Ante tamaña clavada, que estimo que superaba el valor residual de los ropajes a lavar, decidí hacerlo en una lavandería externa.
Posteriormente pude estar un rato con mi amiga y darnos un baño en la playa. Enseguida las obligaciones maternas reclamaron a mi anfitriona, por lo que iba a afrontar la tarde sin otra compañía que la mía (que no es poca). Una excursión sería el plan perfecto. Pero casi se me frustra.
Llegué al albergue a las 13:55 con la idea de ducharme y descansar un poco antes de partir. Pero la azorada recepcionista me advirtió de que el establecimiento cerraba de 14 a 17 h, no pudiendo ni entrar ni salir del mismo en dicho intervalo. Nunca había visto un toque de queda vespertino como aquél en mi dilatada historia viajera. Le comenté que tan peculiar circunstancia me tendría que haber sido advertida, a lo que me replicó que aparecía en el listado que me hizo firmar el día anterior. Y así era. Entre las tropecientas normas aparecía ésa, pero no hubiera estado de más que me lo hubiera recalcado, y más teniendo en cuenta que era el único huésped.
Roñándole un poco, aún conseguí que me permitiera ducharme a la velocidad de la luz y coger el macuto para dirigirme a la estación de autobuses.
Anfiteatro romano de Cartagena |
Puerto de Cartagena |
Por la noche, aprovechando un respiro que tuvo mi amiga, pudimos cenar juntos en un restaurante. Triste y conmovedora historia la de mi amiga Fuensanta, que tuvo que sufrir la pérdida de su pareja por enfermedad, pero antes de irse dejó su legado en forma de hijo. Si ya es bastante complejo criar un hijo en pareja, hacerlo en solitario debe ser una verdadera heroicidad.
A la mañana siguiente me despedí de Fuensanta y tomé un autobús para la cercana localidad de Balsicas-Mar Menor, donde cogí un tren con destino a Madrid. En su aeropuerto iba a comenzar mi siguiente etapa viajera. No había tenido el tiempo que me hubiera gustado para organizarla, pero confiaba en mi talento natural.
Mi pretendido reposo en Murcia, se había convertido en otra experiencia inesperada. Pero para bien o para mal, esa es la esencia del viaje.
4 comentarios:
Bonita tierra ,y lo que mas me gusta de tus viajes es la improvisación
Sí que lo es. Al programa televisivo no le faltaba razón.
Me gusta dejar espacio a la improvisación en mis viajes, aunque a veces surge sin buscarla.
Bienvenido de nuevo al mundo virtual. Ya estábamos impacientes por seguir tus crónicas viajeras. Supongo que tienes opción de entrar en el Guinness de los records a la ducha más rápida. Estar en recepción a las 13:55 en un albergue que cierra a las 14:00 y que te de tiempo a ducharte, secarte, vestirte y bajar no es moco de pavo.
Me pregunto si alguien como tu, en buena forma física y con gusto por viajar, no ha tenido la tentación de probar con la media-alta montaña.
Bien hallado Tyrannosaurus. Voy a intentar ponerme al día con las crónicas, que se me juntan con las de este año.
Lo de la ducha no es para tanto. Es lo que hago todos los días por la mañana para apurar un rato más en la cama.
Respondiendo a tu pregunta, te dejo un enlace de mi propio blog en el que se demuestra que, en mi caso, la montaña está bien para contemplarla o para darme un paseito:
http://blogheterodoso.blogspot.com/2014/06/7-carrera-tozal-de-guara-un-paseo-por.html
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