miércoles, 2 de enero de 2019

RECORRIENDO LA REDOLADA DE ÁMSTERDAM

 Ámsterdam es una ciudad que da para varios días de inspección tranquila y exhaustiva. Pero como cuando viajo no soy ni lo uno ni lo otro, en un día y medio ya me la había "ventilado" (con la jugosa propina de La Haya incluida).
 El día que me sobraba iba a ser incluso aún más provechoso que los anteriores.
 En la oficina de turismo me había agenciado una tarjeta que daba derecho a viajar ilimitadamente en transporte público por Ámsterdam y su región.  Mi niunclavelismo, unido a mi afán exploratorio hicieron que la sufrida tarjeta acabara sacando la bandera blanca en señal de rendición conforme avanzaba la exhaustiva jornada.
 Como me suele pasar, la información que había recabado para mi tarea era nula, así que me guié por un mapa que ofrecían con la tarjeta, al que sumé mi legendario talento natural.
 Mi primer destino fue el pueblo de Zaamdam, elegido por puro azar. La apuesta prometía cuando nada más salir de la estación me encontré con algunos curiosos edificios de madera. Pero pronto me di cuenta de que la población elegida no andaba sobrada de encanto.
Zaamdam: De más a menos

 Sin mucho tiempo para lamentarme, busqué un valor seguro y tomé un tren hacia Zaamze Schans. En el mapa aparecían unos molinos muy bonitos y la cosa prometía. 
 En este caso, acerté de pleno. A escasa distancia del pueblo, me encontré con todos los tópicos de Holanda hechos deliciosa realidad: canales, prados, vacas frisonas, casitas de madera pintadas en llamativos colores y unos molinos de auténtica enjundia. Para redondear la jugada, no faltaban las tiendas donde un personal muy folklóricamente ataviado ofertaba queso,  zuecos y otros productos regionales.
Más típico imposible

 El paseo fue de lo más agradable, y no lo fue menos la vuelta al pueblo en una pequeña barca fletada por entrañables personajes locales.
 Yo con esto ya había hecho el día, y había justificado mi viaje a Holanda. Pero aún era pronto y más rincones singulares me esperaran.
 No pude evitar la tentación de engrosar mi ya mítico listado de turismo nominal, al tomar un autobús que me dejó en Edam. No tuve tiempo para degustar sus afamados quesos, pero pude por lo menos llevarme una buena impresión de tan apacible villa.
 Me compliqué un poco la vida intentando llegar andando a la cercana y costera población de Volendam, pero a medio camino vi que me había desviado bastante de la ruta óptima. Así que esperé pacientemente a que apareciera un autobús.
 Mi título de transporte, que hasta entonces había operado de forma impecable, pareció pedirme un descanso, negándose a validar mi trayecto. Puse cara de buen chico a la conductora y me dejó subir. Por lo visto se me había olvidado pasar la tarjeta al bajar de un tren y la pobre ya no sabía ni dónde estaba.
 Entre la inquietud que me había provocado el último suceso y la gran turistada que poblaba sus calles,  no acabé de disfrutar plenamente de los encantos de la pintoresca ciudad pesquera de Volendam.
Volendam

 En el animado paseo marítimo había un puesto de información atendido por una persona de rasgos caribeños. Y no precisamente de las Antillas Holandesas, ya que el curioso personaje parecía ser cubano. Le pedí ayuda con mi problema logístico y con el salero y la gracia que derrochan por esos lares, me dijo mucho, pero no me solucionó nada. Aun así fue un momento divertido e inesperado.
 Como quiera que en Vollendam no había estación de autobuses, volví andando a Edam, donde ya había estado anteriormente.
 La oficina de la estación estaba cerrada. Así que sólo me quedó musitar una oración y subirme en el primer autobús que se dirigía a Monickendam. Parece que el descanso le sentó bien a mi querida tarjeta, que me franqueó el acceso al vehículo y ya no me iba a fallar en todo el día.
 El ya referido pueblo de Monickendam, no era sino una escala en pos del más interesante para mis intereses Marken.
 Pero parece que en Holanda el más tonto hace relojes, y el paseo por el centro de la villa, canales incluidos, no fue, ni mucho menos, tiempo perdido.
 Mi siguiente destino (Marken) era un pequeño pueblo de casitas de madera rodeado por las aguas del mar, excepto por una estrecha lengua de tierra. La sensación de estar en un lugar apartado del mundo era impresionante. Parece mentira que estuviera a sólo unos 20 km de la bulliciosa y cosmopolita Ámsterdam.
"Marken" este pueblo en su agenda y visítenlo

 Visité un museo local, bastante humilde, pero muy ilustrativo sobre cómo era la vida antaño en tan peculiar emplazamiento. De hecho, hasta hace sólo unos años, la actual península era una isla, y hasta que no construyeron la carretera sobre un dique, Marken sólo se comunicaba con el resto del mundo por vía marítima. Sin duda esa es una clave para otorgarle su particular idiosincrasia.
 Me di un paseo por la zona del puerto y decidí cambiar de tercio. Volví en autobús a la Estación Central de tren de Ámsterdam, y sin pensármelo mucho, ya que no quedaban muchas horas de luz, me dirigí en tren a Zandvoort aan Zee. Ese nombre que, así en frío, no da muchas pistas, es la localidad que alberga la playa más cercana a la capital. 
Zandvoor ann Zee

 Con el día tan bueno que hacía, no es extraño que estuviera a rebosar. La verdad es que era una playa bastante competente, aunque me había gustado más la que había visitado en La Haya. 
 Ni iba preparado ni tenía tiempo para darme un baño. Ya que tenía otro destino in mente, que ya había atravesado en el trayecto en tren que me había llevado allí
 Después de haber viajado tanto ese día, no podía ser más atinado el nombre de la ciudad a visitar. Un auténtico Globetrotter no podía dejar de visitar Haarlem.
 La ciudad que dio nombre al popular barrio neoyorquino y a su viajero equipo de baloncesto-espectáculo, fue una inesperada sorpresa. Me esperaba encontrar algo tranquilo, con algunos canales y casas apañadas, pero lo que me encontré fue un centro histórico de gran empaque, muy animado a la par que bonito.
Haarlem

 Quizá hubiera sido buena idea dedicar medio día a tan soberbio escenario. Pero el dios Ra había cumplido su jornada, y ya tocaba regresar a mis cuarteles de invierno.
 Ya en la capital, pensé que aún se le podía sacar algo de jugo a mi ya más que amortizada tarjeta de transporte. Así que, para culminar mi peripecia casi olímpica, tomé un tranvía para visitar el estadio que albergó los juegos de la IX Olimpiada, en 1932.
Espíritu olímpico

 No pude ver gran cosa, ya que el coqueto recinto estaba cerrado a cal y canto, así que sólo pude dar una vuelta de honor por fuera, y bedankt ("gracias" en neerlandés).
 Y en todas las competiciones de gran fondo, y ésta lo había sido, lo último que se espera ver, es el farolillo rojo. 
 Así que, protocolo obliga, cerré mi maratoniana jornada con un paseo por el popular barrio de lenocinio, donde abundan las luminarias de tal color. Tras el tute que me había pegado, huelga decir que se trató de una mera visita de cortesía. Mis energías ya habían sido empleadas en otros menesteres más divulgativos y menos íntimos...



2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Interesante leer tus crónicas sobre un país que no suele aparecer entre los destinos turísticos más populares, pero que también tiene su encanto. Supongo que el título es un homenaje a la andada popular que "os andarines" de Aragón organizan cada año previo a las fiestas del Pilar. O quizás es el uso sin más de la palabra aragonesa redolada?
Me resulta curioso que entre el galimatías que supone el lenguaje neerlandés, hay una gran cantidad de ciudades que acaban con el sufijo -dam. Puedes aportar algo más de la gastronomía local aparte de los quesos? Platos típicos a base de tuberculos quizas?

Rufus dijo...

La verdad es que, aunque Ámsterdam es un destino más que socorrido, el resto del país no es muy popular. Y no le faltan argumentos, como se puede comprobar en mi entrada.
El título es un guiño a mi idiosincrasia aragonesa, ya que, aunque no he nacido en tan noble tierra, hago mío el dicho del escritor Luis Mateo Díez: "Yo soy de donde estoy".
Siento no poder aportar mucha información sobre la gastronomía neerlandesa. Casi todo mi consumo mientras estuve por la zona vino del Lidl o de humildes establecimientos de comida al paso.