martes, 5 de febrero de 2019

RUMBO A LAS FILIPINAS

 A diferencia de otros años, en los que me tocaba tomarme vacaciones en agosto, este año me han correspondido en enero.  Esto, que pudiera parecer un castigo, ha sido toda una bendición. Sólo hay que saber dónde ir.
 Habiendo ya recorrido media Europa y parte de América, el embrujo oriental estaba llamándome con fuerza. Si a eso le sumamos mi especial interés en los países hispánicos y mi tendencia niunclavelista, es obvio que las Islas Filipinas eran un objetivo que tarde o temprano tenía que caer.
 Con tres semanas de vacaciones en enero, en plena estación seca en el sudeste asiático, no tuve duda de que había llegado la hora de visitar el entrañable archipiélago. Con ello además conseguía cambiar 3 semanas de crudo invierno en Huesca por otras tantas de cálidas temperaturas tropicales.
 Por si fueran pocos argumentos, también iba a poder cerrar mi trilogía del 98, tras mis viajes anteriores a Puerto Rico y Cuba.Tenía curiosidad por ver cuánto del legado que habían dejado más de 300 años de presencia hispana permanecía en las Filipinas.
 La verdad es que, desgraciadamente, nuestro país hermano es un gran desconocido en España.  Aparte de Isabel Preysler, Manny Pacquiao, algún tifón de vez en cuando y para avanzados, "Los últimos de Filipinas" y los zapatos de Imelda Marcos, poco más se sabe de la antigua provincia de Ultramar.
 Henchido de espíritu aventurero, me limité a comprar los billetes de avión de ida y vuelta y reservar las tres primeras noches de alojamiento. El resto lo iría decidiendo sobre la marcha, ayudado por una guía de viaje que iba a ser mi compañera inseparable.
 A la espera de que nuestro coqueto pero infrautilizado aeropuerto Huesca-Pirineos flete vuelos directos a Manila, me vi obligado a pernoctar en Barcelona para coger el vuelo a la mañana siguiente.
 Y como si de un presagio de las aventuras y desventuras que me esperaban se tratase, el humilde hotel elegido tomaba el nombre de Elcano, compañero de fatigas de Magallanes en su vuelta al Mundo, hasta que el portugués falleció en la filipina isla de Mactán.
 El vuelo empleó unas 15 horas de nada, incluida una pequeña escala en Hong Kong. Se hace un poco pesado, pero teniendo en cuenta que, en su día el Galeón de Manila tardaba varios meses, no me puedo quejar.
 Apenas pude pegar ojo en el avión. Pero el cansancio se desvaneció cuando puse pie en el aeropuerto de Manila. El frío invernal español había dejado paso a un sol de justicia que agradecí sobremanera. Las Filipinas (y las filipinas) me esperaban...

4 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Muy bien!! Esperamos ansiosos tus crónicas filipinas, con el que se cierra la trilogía hispánica. Seguro que Filipinas encierra numerosos tesoros ocultos, a pesar de que otros destinos como Vietnam o la India tienen más fama en las agencias de viaje.

Conquistados los continentes americano y asiático, y teniendo el europeo más que visitado me pregunto si te has planteado poner una pica en el africano. Cae relativamente cerca, y es un continente con mucho encanto, lejos de la vida programada que tenemos en Europa.

Rufus dijo...

Ya podréis comprobar que Filipinas da mucho juego.
Tengo África in mente y al final acabaré visitando el continente, aunque algunos países son un poco complicados para viajar como el turista cutre que me precio ser.

Iulius Caesar dijo...

de turista cutre nada... cutre es el que se deja caer en Cancún para tirarse en una tumbona. lo tuyo es viajar para conocer, ver y aprender. espero con ansia más aventuras con las F(f)ilipinas de trasfondo

Rufus dijo...

Lo has definido muy bien Raúl. Viajo para conocer, ver y aprender. Pronto vendrán más capítulos de mi periplo.