miércoles, 10 de abril de 2019

EL NIDO

 Aproveché mi primera y última mañana en Taytay para despedirme de la Fortaleza, antes de tomar una furgoneta para El Nido, uno de los lugares más turísticos de las Filipinas.
 Esta vez el trayecto fue bastante llevadero, ya que tras apenas hora y media de haber partido, nos encontramos con los primeros hoteles. La placidez de Taytay había quedado atrás.
 Volví a hacer gala de mi humildad tras haber dormido en una "suite de Luxe" en Manila, en un hostel para mí solo en Puerto Princesa y en un chalet en Taytay. Esta vez me tuve que conformar con una angosta habitación sin ventanas donde se apilaban 8 literas, dejando un escaso espacio vital per cápita. Pero lo que este albergue tenía de humilde, lo tenía de estratégico, dada su privilegiada situación: casi en primera línea de playa, a un par de minutos de la estación de autobuses y junto a un enorme supermercado.
 Enseguida me lancé a inspeccionar la zona. En sólo 3 minutos me planté en la playa de Corong Corong, que era tan bonita como poco práctica. Las aguas cristalinas, los cocoteros y la arena blanca prometían mucho, pero su escaso calado la hacía impracticable para el baño.
 Buscando emociones más fuertes enfilé mis pasos hacia el pueblo de El Nido, que distaba alrededor de 1 km de mi alojamiento. Numerosos triciclos se prestaron a llevarme por 50 pesos, pero evidentemente preferí hacerlo andando por una transitada carretera.
 El pueblo es bastante pequeño, pero presenta mucha animación. Está atestado de alojamientos, restaurantes, baretos y tiendas. La playa mejoraba un poco la de Corong Corong, pero tampoco era para echar cohetes.
Atardecer en Corong Corong

 La hora del ocaso se acercaba, y calculé que en la primera playa, por su orientación, podría haber una puesta de sol competente. Así que volví a ella en desigual carrera contra el Astro Rey que, sin embargo, conseguí ganar.  Pude llegar a tiempo para ver un atardecer de auténtica enjundia.
 Todas estas emociones y caminatas me habían abierto el apetito. El albergue carecía de cocina, lo cual me obligaba a cenar fuera. En un país tan asequible, eso no es ningún problema. Así que hice una inspección por la zona buscando un equilibrio entre la exagerada humildad de unos establecimientos con la previsible clavada que esperaba en otros.
 Y lo que encontré, no sólo cumplía esos requisitos, sino que ofrecía una experiencia culinaria inesperada y novedosa: carne de cocodrilo. La curiosidad venció a la prevención y me senté a cenar. 

Alta cocina palawanesa

 Me sacaron una cazuela con carne picada especiada un poco picante.  Por su aspecto, podría haber pasado fácilmente por ternera. La verdad es que me gustó bastante. Y además, según decía un letrero en el restaurante, es una carne de lo más sana.
  Sin duda es mucho más sano comer cocodrilo que ser comido por uno. Allí les doy la razón.
 Al volver al albergue me encontré con un barcelonés al que le comenté mi nuevo hallazgo gastronómico, que despertó su interés. Tanto que se animó a catarlo. Le acompañé y aproveché  que no le entusiasmó tanto como a mí para rematar su ración, que había quedado a medias. Ya sé que hacer eso no es precisamente el colmo del protocolo. Pero, ¿quién sabe cuándo podría volver a tener la oportunidad de comer cocodrilo?
 Para el día siguiente había reservado un tour por el archipiélago de Bacuit. Hay 4 tipos distintos (A,B,C y D). No me maté mucho la cabeza y elegí el más recomendado. Estando en un lugar tan turístico, ya no colaba dármelas de alternativo.
  Junto con otro compañero alberguista fuimos recogidos a primera hora de la mañana por un triciclo que nos llevó al pueblo de El Nido, ya que desde allí partía la excursión. 
 Casi me emociono cuando el guía nos contaba diciendo para sí :"dose,trese,catorse,quinse...". Los números son uno de los muchos aportes que el español legó a las lenguas locales.
 Nos acomodamos en un típico barco filipino y empezamos a navegar por las bonitas aguas de la bahía.
Típico barco filipino
 Se supone que nuestra primera parada era una playa llamada "Siete Comandos", que por lo que se comenta, es la bomba. Pero en una decisión totalmente unilateral, el patrón del barco decidió que nos la saltábamos porque a esa hora "había demasiados turistas".

 Parece que tan endeble excusa no se aplicó de allí en adelante, puesto que nuestra ruta fue todo menos solitaria.
Pronto hice migas con un uruguayo al que sus rasgos centroeuropeos me hicieron confundir al principio con un alemán cualquiera.  Curiosamente, mi compañero de albergue sí que era alemán, pero su piel morena, sugería un origen más "americano". No hay que fiarse de las apariencias.
 Nuestra primera escala fue en otra playa "solitaria"  (otros 5 ó 6 barcos habían tenido la misma idea) donde hicimos un poco de buceo. No se veían grandes maravillas, pero estuvo bien.
 Luego llegó el turno del "Secret Lagoon" (Laguna Secreta), que dio lugar a muchas coñas, habida cuenta de nos la encontramos en hora punta. El desembarco en la isla de Miniloc fue un poco complicado debido al fondo rocoso por el que tuvimos que acceder. Afortunadamente había alquilado unas sandalias de goma que evitaron que mis pies sufrieran más de la cuenta.
Si algún día me pierdo, búsquenme por aquí

 Dejando aparte las rocas y las hordas turísticas, el enclave era totalmente privilegiado. Lo que uno espera cuando le hablan de islas paradisiacas.
 La gracia de la visita consistía en meterse por un pasadizo que daba acceso a una pequeña laguna, rodeada por una pared rocosa. Le quitaba mucho encanto al asunto el tener que esperar un buen rato en una más que concurrida cola que avanzaba muy lentamente.
 Nada mejor que superar esa pequeña decepción con una buena comida. Nos fuimos con el barco a un lugar más discreto y mientras echamos un buceo por las inmediaciones, nos prepararon un banquete de enjundia. Me esperaba algo "de batalla" para salir del paso, pero la comida fue de lo mejorcito que pude probar en todo mi periplo filipino.
Solo nos faltó cocodrilo

 Y no pudo haber mejor postre para tan suculento ágape que la visita más interesante del todo el recorrido. Se trataba del "Big Lagoon" (Laguna Grande) que consistía en una especie de laguna marina a la que se accedía por un estrecho brazo de mar. Para ello había que alquilar un kayak que compartí con mi compañero uruguayo. Nuestra poca pericia piragüista hizo que nos costara llevar un rumbo mínimamente recto. Pero en cuanto nos conseguimos sincronizar, empezamos a disfrutar de la experiencia de navegar plácidamente por un entorno tan privilegiado.
 Ya de vuelta a El Nido nuestro patrón decidió meterle caña a su bajel, lo que sumado a que el mar estaba un poco picado, hizo que acabáramos totalmente empapados. Afortunadamente, me había agenciado antes del tour una bolsa impermeable, que evitó males mayores en mis aparatos electrónicos.
Fin de trayecto

 A pesar de la turistada y de habernos escamoteado la primera playa, la visita por las Islas Bicuit había merecido la pena. Me hubiera gustado hacer alguno de los otros tours, pero al día siguiente iba a abandonar la isla de Palawan y lo dejaré para mejor ocasión.
 Lo suyo hubiera sido una salida nocturna por el Nido, que se empezaba a animar a la caída de la noche. Pero no andaba yo sobrado de energías y me retiré pronto a mi congestionado pero entrañable albergue. 
 Tras haber visto una parte de las maravillas que contiene este rincón de la isla de Palawan, me preguntaba qué prisa tenía en abandonarla.  Apenas había pasado un día y medio en ella.  
 Esta es la parte negativa de mis viajes relámpago. En cuento me encariño con un lugar, es hora de abandonarlo.
 Pero por otro lado, la perspectiva de conocer nuevos lugares, compensaba con creces la melancolía.
 Otros rincones de las Filipinas esperaban mi visita.

2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Sabía que la gastronomía filipina no iba a defraudar y la carne de cocodrilo así lo atestigua. En cuanto al turismo nominal, las islas Bicuit se han quedado a una s de haber podido ingresar en el. De haberse llamado islas Biscuit quizás a algún turista se le habría ocurrido hincarle el diente a unas islas con tan sugerente nombre.

En cuanto a mi blog, le eche un vistazo y me encontré con una serie de avisos con unas series de modificaciones técnicas que mis humildes conocimientos sobre informática a duras penas consiguieron descifrar. He probado y yo si que puedo comentarme a mi mismo, con lo que no se si se habrá resuelto el problema.

Rufus dijo...

Con lo bien que nos dieron de comer en el barco, ni se me pasó por la cabeza echarle un bocado a las islas Biscuit.
He vuelto a intentar publicar un comentario en tu blog y creo que no aparece. Igual tienes miles de seguidores comentando y no lo sabes.