sábado, 11 de abril de 2020

HASTA QUE LLEGÓ SU HORA

 A falta de aventuras propias, estos días las estoy viviendo por medio de las películas. 
 A través de los años, siguiendo la estela de Diógenes en versión cinéfila, he acumulado una videoteca (o mejor dicho deuvedeteca) bastante amplia a la que no acababa de dar salida. A falta de otra cosa más productiva a hacer en estos días de confinamiento, estoy encontrándome con auténticas joyas que quisiera compartir con los lectores.
 Nunca me han llamado mucho la atención las películas del Oeste. Es un periodo importante en la historia de los Estados Unidos, y siendo este país la meca del cine, es un género que tiene mucho peso. Pero creo que hay otras épocas y otros lugares que darían mucho más juego.
  La excepción dentro de este tipo de películas son las dirigidas por Sergio Leone, e interpretadas por Clint Eastwood. La trilogía compuesta por "Por un puñado de dólares","La muerte tenía un precio" y "El bueno, el feo y el malo" son, para mí, obras maestras. No tanto por la historia que cuentan, sino por su perfecta dirección, la música de Morricone y la presencia de Clint Eastwood, como arquetipo del rudo e implacable pistolero.
 Fuera de la llamada "Trilogía del Dólar", quedaba otra película también musicada por Morricone y dirigida por Leone, pero sin la presencia de Clint Eastwood. Pensando que el interés de estos filmes descansaba sobre el actor estadounidense, nunca le había prestado mucha atención a "Hasta que llegó su hora". Aun así me la compré hace un tiempo y la dejé en la lista de tareas pendientes. No es fácil encontrar un hueco para una película que dura más de dos horas y media.
 Hace unos días, ya un poco saturado de curvas, mascarillas y buenrollismo balconero, me encerré en mi habitación, me puse cómodo y le di la oportunidad que el DVD llevaba tanto tiempo esperando. Fueron los 160 minutos mejor aprovechados en mucho tiempo.

 Ya desde el comienzo se vislumbran las lineas maestras que marcarán la película. Las persecuciones y galopadas frenéticas habituales del género, son sustituidas por primeros planos que se estiran al infinito y escenas en las que parece que se detiene el tiempo. Sin embargo, es tal la maestría del director que en ningún momento la película se hace pesada. No sobra ni falta nada.
 Para mantener ese complicado equilibrio es importante acompañarlo de una buena banda sonora. Nadie mejor que el inigualable Ennio Morricone para complementar perfectamente lo escueto de los diálogos gracias a sus melodías antológicas. Su música nos dice rotundamente lo que las bocas de los personaje callan.
 Y es que si algo caracteriza a uno de los protagonistas es su parquedad. Charles Bronson hace que no eche de menos a Clint Eastwood. No tiene el carisma de este último, pero no le hace falta. En línea con la filosofía del filme, todos sus movimientos, palabras y gestos están medidos milimétricamente, hasta que ya al final, descubriremos su verdadera motivación.
 Más expresivo se muestra Henry Fonda, que con una sola mirada muestra una maldad sin ningún escrúpulo, que no se detendrá ante nada ni nadie para conseguir sus objetivos.
 Y para completar este póker de ases, se nos presenta a la inocente Claudia Cardinale y al forajido Jason Robards, que conforme avance la historia veremos que ni una es tan inocente, ni el otro tan forajido. 
 Ya dice el dicho. Vale más una imagen que mil palabras. A falta de estas últimas, buena es una fotografía soberbia , que consigue extraer una belleza crepuscular a unos paisajes tan monótonos como los del oeste norteamericano.
 Todos estos elementos se ponen al servicio de una historia de venganza, ambición y honor. 
 Se acerca el final de una época y el nacimiento de otra. El Salvaje Oeste atraviesa sus últimos días mientras el progreso técnico se abre paso irremediablemente. Los pistoleros viven su canto del cisne, pero no se irán sin dejar huella. Como así hizo Leone con éste, el último "western" que dirigió.
 En definitiva, una obra de arte en todos los sentidos. Y así se debe considerar a una película lenta, áspera y larga, que sin embargo mantiene la atención en todo momento y nunca quieres que termine.
 Todo lo contrario que la situación actual. Mientras esperamos que al maldito virus le llegue su hora, bien haríamos en emplear parte de nuestro tiempo viendo maravillas como ésta.

2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Gran película, sin duda. Hace unos años tuve ocasión de verla en la filmoteca de Zaragoza en VO subtitulada y me dio una grata impresión, sin duda haciendo bueno el dicho que ya no se hacen buenas películas del Oeste, como las de antes. Leone era un genio, lastima que no se prodigara demasiado.

Como recomendación, para estos días de encierro he descubierto un director japones, Kenji Mizoguchi, poco conocido en occidente. Destacaría el intendente Sansho o cuentos de la luna pálida que considero imprescindibles para cualquier cinefilo que se precie. Es cierto que las películas orientales tienen un ritmo y una cadencia lentas para lo que estamos acostumbrados en occidente, pero en este caso en concreto estas películas tienen una carga de belleza y emoción que he visto en muy pocos directores occidentales, por no decir ninguno.

Rufus dijo...

No tengo el gusto de conocer a Kenji Mizoguch. Es cierto que el ritmo de las películas orientales es lento, pero como sucede con "Hasta que llegó su hora", no es óbice para que puedan ser muy recomendables.