viernes, 14 de abril de 2023

RUMBO A COLOMBIA

   Como parece haber quedado claro viendo la temática de la mayoría de las entradas de mi blog, no hace falta pincharme mucho para tomar mi petate y moverme "mundo alante". En este caso, un retiro yóguico de tres días que tenía lugar en una reserva natural colombiana, fue el resorte que me impulsó para organizar un viaje al entrañable país sudamericano. Evidentemente, ya que cruzaba el charco, reservé más días para conocer Colombia, hasta hacer un total de 16.

 Una vez encontrado un vuelo asequible de ida y vuelta a Bogotá, faltaba construir el esqueleto del viaje, lo cual no me resultó nada sencillo. Es difícil elegir entre la gran cantidad de lugares interesantes y con encanto con los que cuenta una tierra tan bendecida por la madre naturaleza. Teniendo en cuenta que podía visitar Bogotá a la vuelta, decidí astuciosamente reservar un vuelo que me condujera al norte del país sin salir del aeropuerto de la capital, para posteriormente ir bajando al sur. Este planteamiento acotaba la ruta a seguir, pero aún seguía habiendo muchas variables a considerar. Dada mi tendencia a darle más vueltas a la cabeza de las necesarias, decidí que sería buena idea informarme bien para ir decantando mi ruta. Para ello me hice con una exhaustiva guía de viajes, que fue mi libro de cabecera durante varios días y consulté con todos mis amigos que tuvieran relación con el país. Esto resultó de gran ayuda. No lo fue tanto comentar mi futuro viaje con otras personas que, con menos conocimientos y más prejuicios, me metieron el miedo en el cuerpo avisándome de los incalculables peligros que me esperaban en el país andino en relación con mi seguridad personal. Afortunadamente, las personas que sí habían estado en Colombia me tranquilizaron, explicándome que, tomando las lógicas precauciones, mi visita iba a ser razonablemente segura y que esos miedos eran infundados. Y sobre todo, el mejor consejo que me dieron fue el de no llevar todo el viaje organizado, (lo cual me estaba dando muchos quebraderos de cabeza), sino ir resolviendo sobre la marcha el tema de desplazamientos y alojamiento. Así que me limité a reservar mis primeros movimientos y dejar que el propio viaje me fuera conduciendo.

 Tras haber padecido en anteriores vuelos el minimalismo aplicado a los bultos permitidos en la cabina del avión, me las prometía muy felices cuando vi que podía llevar una maleta en el vuelo transoceánico. Pero cuando empecé a ver la necesidad de tomar vuelos internos y viendo que las compañías colombianas habían tomado buena nota de las europeas, me di cuenta de que tendría que apañarme con una humilde mochila, o pagar un sobrecoste bastante oneroso. Ni que decir tiene que escogí la primera opción, aunque lo hice demasiado tarde. Mi matrioska hecha mochila estaba en Huesca, y mi vuelo salía en 3 días. Así que no me quedó otra opción que comprarme otra similar, que aun así me salía más económico que pagar las penalizaciones. Además, sin pretenderlo, las codiciosas aerolíneas me hicieron un favor. Llevar una mochila a la espalda es infinítamente más cómodo que arrastrar una maleta, por pequeña que sea. Y desde el punto de vista filosófico-espiritual, que era el que me había motivado a realizar el viaje, me sirvió para sentirme más libre y desapegado de objetos materiales, que muchas veces portamos sin necesidad.

 Todavía debía sortear otro escollo antes de tomar el vuelo. Aunque parezca estar casi olvidado, aún no nos hemos librado del Covid y sus servidumbres. En este caso, para entrar en Colombia exigen una pauta de vacunación completa o una prueba, ya sea de antígenos o PCR negativa. No teniendo la primera, tuve que pasar por una clínica para conseguir el certificado de marras. No le veo ninguna lógica. Como si el virus no estuviera ya campando a sus anchas por todo el mundo. Y aparte de eso, ya ha quedado demostrado que estar vacunado no libra de contraer la enfermedad ni contagiar. Pues eso, otro trámite más para añadir a la burocracia que implica viajar. Y menos mal que di negativo, si no...

 Acostumbrado a realizar largos viajes en el pasado para acceder a aeropuertos con mayor enjundia que el oscense, el trayecto en cercanías desde Atocha a Barajas me pareció un paseo. Vivir en Madrid tiene sus inconvenientes, pero también sus ventajas.

Como en familia

 Más pesadas se me hicieron las más de 10 horas de vuelo, pero gracias a la magia de viajar al oeste, apenas pasaba el mediodía cuando puse pie en el aeropuerto El Dorado de Bogotá. Allí me esperaba un cálido recibimiento. No, todavía no se había corrido la voz de mi llegada entre la población local. Casualmente, un primo mío había estado de viaje de negocios por Colombia y volvía a España ese mismo día. Nuestros caminos se cruzaron en el aeropuerto. Aparte del impulso moral que me dio ese encuentro, me sirvió para recopilar los últimos capítulos de mi particular libro para sobrevivir en un viaje a Colombia. 

 Sin salir de la terminal, tomé un vuelo a Santa Marta, localidad del Caribe Colombiano donde iban a empezar mis aventuras (las más) y desventuras (las menos).

2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Hola Alfonso! Me alegra mucho volver a tener noticias tuyas y mas todavía que estas sean en forma de viajes. Como pienso yo, en el termino medio esta la virtud. No conviene agobiarse ni preocuparse demasiado en torno a la seguridad en estos países, de la misma forma que tampoco se puede actuar temerariamente, pues también hay que tener presente que su seguridad es bastante inferior a la de un gran numero de paises europeos. Viaje largo sin duda, aunque en mi caso, cuando estuve en Brasil creo que fueron unas 15 horas de vuelo, bastante más que las 10 horas a Colombia. Además creo que por el tema de la rotación de la tierra, en los viajes transoceánicos los vuelos siempre son mas largos hacia el Oeste, en este caso, en la ida (corrígeme si me equivoco).
Me extraña mas que todavía sigan dando la matraca con las medidas anti-covid. Como si no hubieramos tenido ya bastante dosis de histeria colectiva a estas alturas....
Esperando tus próximas entregas, recibe un saludo.

Rufus dijo...

¡Hola Tyranno!
Lo de la longitud de los vuelos no cambia según se haga a este o a oeste. Lo que hay que tener en cuenta es el cambio de huso horario. Hacia el oeste se ganan horas, hacia el este, se pierden.
Afortunadamente, parece que las medidas anti-covid van desapareciendo, pero aún están dando sus últimos coletazos.
Un saludo