sábado, 29 de noviembre de 2025

PALADEANDO LA LASAÑA PALERMITANA

 En mi anterior entrada quedó claro que nuestro alojamiento en Palermo distaba mucho de reunir las condiciones idóneas. Esta impresión se confirmó cuando comprobamos que nuestros nuevos vecinos de los pisos colindantes no eran precisamente silenciosos. Pero de puertas adentro tampoco nos podíamos confiar. A uno de mis compañeros le desapareció un bote de gel que había dejado en el baño. Bromeamos con él diciéndole que, probablemente, lo había cogido el servicio de limpieza de la casa. ¿Humor?

 Estos pequeños contratiempos, que forman parte de cualquier viaje que se precie, no alteraron nuestra determinación por aprovechar todo lo que una ciudad como Palermo podía ofrecernos. Nada mejor para ello que acudir a un "Free Tour", que partía de una céntrica plaza de la ciudad. Para entonces surgió la primera diferencia entre los componentes de la expedición. Mis compañeros querían desayunar tranquilamente en un bar. "Tranquilidad" y "desayuno" son dos vocablos que no tienen cabida en mis viajes. Por lo que, como personas presuntamente civilizadas, tomamos una decisión salomónica. Yo fui a patear por la ciudad mientras mis amigos tomaban su "prima colazione" en un bar.

El Trío Calavera
 El tour iba a ser guiado en español por un simpático siciliano que nada más empezar, nos dejó clara una idea: lo siciliano puro no existe. La isla ha sido ocupada por diferentes pueblos que han dejado su impronta a lo largo de los siglos. Como curiosidad, destacó que Sicilia ha estado más tiempo en manos españolas que italianas.

 Todos estos avatares han dejado huella en la arquitectura, no solo con iglesias de distintos estilos, sino incluso presentando varios estilos dentro del mismo edificio. Por ejemplo, en la Catedral. Según palabras de nuestro guía, Palermo es una especie de lasaña con varias capas que se superponen unas a otras, pero cada una tiene su sitio. 

Las "Cuatro Esquinas" de Palermo
 Los dos hitos que más me llamaron la atención, fueron el Palacio Massimo, escenario majestuoso del final de la película "El Padrino III" y un equivalente a las Cuatro Esquinas de la ciudad de Huesca en versión palermitana. Se trataba de un cruce de las dos calles principales. En cada uno de los chaflanes se erigían estatuas de 4 reyes españoles de la época (Carlos I, Felipe II, Felipe III y Felipe IV). Además se trataba de un lugar particularmente animado y lleno de vida. Tanto como la que desborda los mercados callejeros de la ciudad, de los que visitamos dos de ellos tras finalizar el tour. En uno de ellos (Capo), nos comimos una pizza de enjundia por 5 €. Su reducido precio contrastaba con los 4 € que nos sablearon por la cerveza. Ese amargo trago hubo que endulzarlo con un clásico siciliano: el cannolo. Se trata de una masa frita y enrollada, rellena con una crema de queso ricotta. Tan delicioso como hipercalórico.

Con renovadas energías, proseguimos nuestra exploración por la ciudad, llegando al puerto deportivo y a una pequeña playa. Quizá la faceta costera de Palermo no es la que más le caracteriza, pero es otro elemento más a sumar en el conjunto. 

 Aquí sí hay playa
 En el tour se nos había comentado que, durante un mes al año, muchos edificios artísticos se abren al público. Palermo tiene tanto patrimonio que una gran parte no está expuesta, excepto durante ese mes, que era precisamente en el que nos encontrábamos. La iniciativa se llamaba "La vie dei tesori", y no parábamos de ver carteles en muchos lugares de la ciudad. Por ejemplo, en la puerta de una iglesia donde nos abordaron dos tinajeros para mostrárnosla. Pagamos religiosamente (nunca mejor dicho) los 3 € de la entrada y escuchamos atentamente la explicación de nuestros jóvenes cicerones. Personalmente, tampoco es que la iglesia me interesara mucho. Era barroca y no estaba mal, pero me encantaba ver a dos adolescentes hablando de arte, en vez de viendo videos de Tik Tok. 
Patrimonio inabarcable
 Nuestro siguiente hito fue el barrio de la Kalsa. En su día gastaba fama de zona un tanto peligrosa. Tiene un aire alternativo, y como no podía ser menos en una ciudad como Palermo, alguna calle un tanto "descojonada". Pero se trata de un lugar con personalidad, genuino y con cierto encanto.
 La Kalsa
 Acabamos la jornada por las calles del centro, confundiéndonos con la incesante actividad callejera que pervive en la ciudad. La lasaña cultural, artística y humana que constituye Palermo, no solo no nos había sentado mal, sino que la habíamos paladeado con gusto. No soy muy partidario de "fusilar" textos de otros autores, pero no hubiera podido expresar mejor la impresión que me causó la ciudad, que la forma en la que lo hace la descripción que aparece en la guía Loneny Planet: "Extravagante y comedida, agresiva pero al mismo tiempo firmemente aristocrática. Palermo es un hervidero de contradicciones. Las cicatrices de los edificios, las aceras desvencijadas y la decrépita infraestructura reflejan profundas fracturas políticas y económicas, pero todo eso es fácil de olvidar cuando uno entra en una iglesia repleta de bellísimos mosaicos bizantinos, pasea por una calle llena de majestuosos palazzi barrocos o presencia el divertido espectáculo que se desarrolla en  los mercados entre vendedores y amas de casa. Palermo es desconcertante, una ciudad donde la negligencia y la belleza van de la mano, donde las ideas preconcebidas se reafirman y al mismo tiempo se trastocan, donde las luces y las sombras proyectan impresiones que penetran en lo más profundo". Amén. 
Maravillado me tiene

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