martes, 2 de julio de 2013

Route du Sud: Menos es más

El incidente del otro día en el Tour de Francia en el que un autobús del equipo Orica se quedó bloqueado al intentar atravesar el arco del meta, es un ejemplo del gigantismo que se ha adueñado de la principal prueba por etapas del ciclismo mundial. Han sido numerosos años los que me he acercado al Pirineo francés para ver "in situ" tamaño espectáculo. Ciertamente es una experiencia grandiosa, pero al ver pasar a los ciclistas en sólo unos minutos tras estar esperando horas y horas, me pregunto si no estará el envoltorio ahogando al regalo.
El año pasado, aprovechando que había venido a Huesca en junio de vacaciones me acerqué al puerto del Aubisque a ver la Route du Sud (Ruta del Sur), una prueba de 4 etapas humilde, pero no exenta de calidad y belleza. Este año, tampoco podía faltar a la cita.
En este caso, mi hermano, un amigo y yo, planeamos ir al puerto de Balès, un coloso pirenaico, que iba a ser el último puerto del día en la etapa que acababa en Bagnères de Luchon. A diferencia de lo que se estila al ir a ver la "Grande Boucle", donde hay que hacer noche o pegarse unos madrugones de escándalo, ya que cierran la ruta con varias horas de antelación, en este caso basta con llegar unos minutos antes. De hecho, pudimos subir parte del primer puerto que afrontaban en la etapa (Peyragudes), dejar el coche a un lado, y esperar un rato a que pasaran los ciclistas. En este caso, la carrera apenas se había roto y los participantes se veían bastante enteros.
Una vez pasaron, nos dirigimos a la cima del Port de Balès, un puertaco de 19 km y casi 1200 m de desnivel. En la cima había bastante ambiente, con numerosos aficionados, en su inmensa mayoría franceses. Mi amigo se llevó una bici y se hizo el puerto enterito, mientras mi hermano y yo decidimos aprovechar el privilegiado entorno natural para correr un rato. Impresionaba ver nieve a los lados del camino en pleno mes de junio. Y aparte de impresionarnos, nos impidió correr todo lo que hubiéramos querido. La senda que pretendíamos seguir estaba bloqueada. Intentamos buscar otras subiéndonos a unas colinas y no las encontramos, pero las maravillosas vistas que pudimos presenciar desde allí compensaron todo. Un rato después pasó la caravana publicitaria. Más modesta que su "hermana mayor", pero con la ventaja de tener mucha menos competencia a la hora de competir por los regalos (la mayoría de las veces con poca o casi nula utilidad) que arrojan a los espectadores.
Ya quedaba poco para que los protagonistas hicieran su aparición. Nos pusimos en una curva a unos 500 metros de la cima, y esperamos. Nuestro amigo llegó de entre la niebla tras haber subido el puerto y se unió a nosotros. Al poco rato, apareció un terceto en el que destacaba el siempre combativo Thomas Voeckler, que al final se acabaría llevando la etapa y la general de la prueba. Tras ellos, la el pelotón que habíamos visto muy entero al principio del día en Peyragudes, estaba roto en mil pedazos. A la Ruta del Sur no suelen venir "primeros espadas", sino que son en su mayoría corredores en formación. Eso hace que las diferencias sean muy grandes entre los primeros (normalmente un grupo de veteranos o jóvenes que ya destacan) y los últimos.
Una vez que pasó el coche escoba, no tuvimos que esperar mucho tiempo hasta que pudimos coger el coche e ir rumbo a Bagneres de Luchon. Allí hicimos parada en un hipermercado para aprovisionarnos de alimentos franceses. Me gusta mucho la experiencia de visitar un supermercado cuando visito un país extranjero. Aunque parece que las multinacionales vayan a homogeneizar todo, siempre se pueden ver multitud de productos diferentes. En este caso se había agotado la leche cruda, una delicia casi imposible de encontrar en España, pero bastante habitual en el país vecino. Tras haber llenado el maletero de "especialités" francesas, nos dirigimos al centro de la ciudad en busca de un restaurante donde saciar nuestra hambre. Eran ya las 18h y nos habíamos saltado la comida del mediodía. Mala hora, ya que era muy tarde para comer, pero muy pronto para cenar hasta para los franceses. Así que, tras preguntar en unos cuantos restaurantes, encontramos uno donde nos pudieron servir. Se trataba de un garito de comida rápida bastante humilde. Los crêpes y paninis no eran una maravilla, pero nuestra hambre los convirtió en deliciosos. A la hora de pagar, nos sucedió algo ya recurrente. Es la tercera vez este año que se olvidan incluir algo en la cuenta y me intentan cobrar de menos. Digo que intentan, porque las tres veces he "reclamado". Es curiosa la reacción que ha coincidido en los tres casos. El mesonero o mesonera, lo niega primero, se sorprende después, y por último lo agradece.
Con la conciencia tranquila y el estómago lleno, dimos un voltio por la ciudad. Es pequeña y muy agradable, al pie de la estación de esquí de Superbagneres, y con unos baños termales en la misma población. El viaje de vuelta nos llevó a orillas del Garona, que bajaba con un caudal impresionante. De hecho, en un pueblo estaban haciendo unos diques en previsión de una crecida que, finalmente, se produjo unos días después. Si los paisajes pirenaicos franceses habían sido privilegiados, no se puede decir menos de los españoles. No recordaba haber transitado por la carretera de Bonansa a Graus. Esos paisajes que derrochaban quietud y belleza a partes iguales, ayudados por la luz del atardecer eran un espectáculo que suponía el postre perfecto a un día para recordar. La Ruta del Sur nos enseña que para ser bueno, no hace falta ser grande.

1 comentario:

Gus dijo...

Bonita carrera, donde estoy convencido de que todo el trabajo lo llevan a cabo "benévolos" que lo hacen por la perfomance.