domingo, 1 de septiembre de 2013

Coimbra

A la hora de determinar los hitos de nuestro viaje, se presentó la duda de pernoctar en Évora o ir directamente a Coimbra tras haber visitado el Algarve. Elegimos la segunda buscando un mayor equilibrio norte-sur, pero había oído muchas cosas de Évora, y no me la quería perder. Es el drama del viajero curioso que quiere verlo todo, sabiendo que no es posible. ¿O sí? El cielo se abrió ante mis ojos cuando en la estación de Albufeira comprobé las combinaciones que unían esta ciudad con Coimbra.
La expedición más convencional empleaba unas 5 horas, pasando por Lisboa y supongo que tirando de autopista. Otra más audaz, necesitaba de 9 horas, pero hacía parada en unas cuantas ciudades, entre ellas Évora y nada menos que una hora. Nuevamente surgieron las discrepancias con mi compañero. Yo se lo dejé claro. Si quieres coge el "exprés", que yo haré la ruta larga. Triunfó el sentido común (desde mi punto de vista) y acabó por acompañarme. Estas 9 horas de trayecto fueron una auténtica delicia. El autobús se internó por carreteras secundarias, atravesando numerosas localidades, a cual más pintoresca. El plato fuerte fue la parada de una hora en Évora. Dejé a mi amigo en la estación y fui a hacer una visita relámpago. Valió la pena. No en vano se dice que Évora es una ciudad-museo. Haciendo una analogía, podría decir que es una es pecie de Toledo a la portuguesa. No hubiera sido mala opción para emplear un día entero.
Proseguimos el viaje entre privilegiados paisajes hasta que, casi sin darnos cuenta, llegamos a Coimbra, ya a punto de anochecer. No es fácil orientarse en una ciudad grande, y menos si es de noche y no se lleva un mapa. Así que nos costó lo nuestro llegar al albergue, que además estaba bastante lejos de la estación. El trayecto por calles anodinas no prometía mucho. Pero el voltio que dimos tras la cena nos permitió darnos cuenta que la fama monumental de Coimbra no es inmerecida.
A plena luz del día pudimos apreciar mejor la grandiosidad del campus universitario, las intrincadas callejuelas y las pinterescas plazas que hacen una delicia pasear por la ciudad. Eso sí, habrá que volver algún día del curso para ver el ambiente que producen los numerosos estudiantes de la universidad con más solera del país vecino.
Aprovechamos la presencia de un restaurante junto a la estación de autobuses para comer a precios de risa y nos dirigimos a nuestro próximo destino, dirección norte.

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