viernes, 18 de octubre de 2013

Dresde (I)

 Praga y Dresde distan apenas 150 kilómetros, que hice cómodamente en autobús. Y el adverbio no sólo lo utilizo por la brevedad del trayecto, sino porque para ello ayudaba que el conductor nos obsequiara con un botellín de agua de medio litro y unas galletas saladas. A ver si me leen los de Alosa y van tomando nota.
 Me había sobrado un billete de 200 coronas checas, así que decidí cambiarlo en una oficina de la estación. Lo que en Praga me hubiera reportado unos 8 euros, como por arte de magia se quedó en 3 y pico aquí. Aparte de que la tasa de cambio les era descaradamente favorable, me cobraron 3 euricos de comisión. Espero que el llamado "milagro alemán" tenga otras bases más allá de desplumar impunemente a turistas descuidados como yo. Cuando me recuperé del batacazo, pensé en pedirles que me devolvieran mis coronas. Pero viendo cómo se las gastaban, habría tenido que poner aún más dinero.
 Con la cara de tonto que me duró unos cuantos minutos fui en busca del albergue. El paseo de más de media hora se empezó a complicar cuando vi que mi maleta no rodaba bien. Se había estropeado una rueda. Seguramente el "tute" al que la había sometido en los adoquinados portugueses, había precipitado su final. Afortunadamente, la maleta cuenta con 4 ruedas, así que cambié de posición y pude seguir caminando con fluidez. Hasta que a los 5 minutos cedió otra, con lo cual la maleta ya no rodaba de ninguna forma. De allí hasta el final de mi viaje me ha tocado llevarla a pulso.
Cálido recibimiento.
 El recibimiento en el albergue fue muy cordial. No es un detalle menor. Cuando viajo solo, y hasta que le cojo el pulso a la ciudad, siento una sensación de desamparo. Por eso se agradece la calidez del personal del alojamiento y saber que puedes contar con ellos para consultarles todo tipo de dudas y problemas, no sólo referidos estrictamente al alojamiento. Por ejemplo, en este caso me dieron un mapa de Dresde y me explicaron las principales atracciones.
 Mi habitación contaba con 4 literas (en ese momento vacías), por lo que esperaba dormir 4 veces mejor que en el cuarto de 16 camas que había ocupado en Praga. En este caso, las matemáticas fallaron, y mucho.
 Una vez instalado, salí a descubrir la ciudad. Dresde era conocida como la "Florencia del Elba", debido a la belleza de su conjunto arquitectónico. Hasta que un impresionante bombardero aliado en la Segunda Guerra Mundial dejó a la capital sajona en ruinas. Mucho se ha discutido sobre si estaba justificado un bombardeo de tal calibre, sobre una ciudad tan monumental y a esas alturas de la guerra, con el ejército alemán dando sus últimas bocanadas.  Teniendo en cuenta que Dresde no sólo era en ese momento un conjunto de arte barroco excepcional, sino un nudo de comunicaciones y la sede de muchas fábricas de producción de guerra, es entendible. Al fin y al cabo, aunque Alemania estaba casi vencida, seguía siendo un hueso muy duro de roer. Lo que ya no veo lógico es que aprovechando la ocasión se arrase con el centro histórico y se acabe con la vida de más de 25.000 personas, en su inmensa mayoría civiles. Se puede decir que la Lutwaffe no lanzaba flores precisamente y que los V1 y V2 no eran cohetes de feria. Pero a una democracia occidental se le puede pedir más que a un gobierno totalitario.
 El caso es que hubo muchos edificios que no se pudieron recuperar, pero unos cuantos han sido restaurados y la verdad es que el resultado ha sido bastante convincente. Pese a ello, el conjunto no me acababa de parecer armónico. Quedan algunos huecos entre las iglesias y palacios, a lo que se une algún edificio de estética comunista por medio que no pega nada. En cierto modo, Dresde me recuerda a Zaragoza, que cuenta con lugares destacables, pero no acaba de conformar un conjunto monumental coherente. En este caso se puede achacar a que los Sitios de la Guerra de la Independencia dejaron la ciudad arrasada.
Brillante reconstrucción.
 Mucho sufrimiento ha soportado esta ciudad, que en pocos años tuvo que sufrir el nazismo, un bombardeo brutal, la entrada del Ejército Rojo, con unos soldados soviéticos con ánimo de venganza, y 45 años de dictadura comunista.
 Seguí caminando y salí del centro histórico para empezar a encontrame los clásicos colmenones estilo comunista,  tan impersonales como apreciados por mi extraño sentido del turismo alternativo. Entré en un gigantesco centro comercial donde aproveché para degustar la gastronomía local: una salchicha de la zona deliciosa y ajustada a mi magro presupuesto.
 Ya sólo me quedaba visitar una zona cercana al albergue en la que se podían encontrar muchos pubs y un ambiente un tanto alternativo. Tenía su encanto y por la noche se empezó a animar bastante. Pero eso se lo dejé para los jóvenes.
 Había reservado dos noches, y al final del primer día, me di cuenta de que ya había visto casi toda la ciudad, excepto 2 ó 3 cosas que no justificaban otro día allí. Claro que yo soy un viajero-exprés. Una persona normal puede emplear 2 dias allí perfectamente. Me metí en un cíber y busqué un viaje por los alrededores para el día siguiente. Quería haber ido a Chemnitz, ciudad a unos 80 km en la que destaca un enorme busto de Karl Marx y que en la época "democrática" se cambió su denominación a "Karl-Mark Stad". Turismo alternativo de nuevo. Pero no pudo ser, ya que no fui capaz de encontrar una combinación de viaje. Me resultó más fácil con Leigpiz, así que reservé billete de autobús para la mañana siguiente.
 De vuelta al hostel me encontré una chica en mi habitación. Estuvimos un rato hablando en inglés hasta que me dijo que era de Gerona. Me llamó la atención ver a una española viajando sola. Lo asocio más a japonesas. Le pasaba un poco lo mismo que a mí. Había reservado 3 noches en Dresde, y el primer día ya había visto lo más destacado. Le sugerí que visitara Praga, pero por lo visto no encontró billete, y se tuvo que conformar con un par de excursiones por los alrededores.
Estética "democrática".
 A pesar de que había unas cuantas personas en la cocina cuando fui a cenar, no vi el ambiente propicio para socializar. Así que cené en solitario,me dí un voltio por los alrededores y volví a dormir.
 Aparte de la gerundense, había otra chica ya acostada y un joven que vino después y apenas empezó a dormir, empezó a roncar. He estado en muchos albergues y me han tocado roncadores de enjundia. pero lo de este hombre superó con creces todo lo que he vivido. La mayoría de roncadores tienen altibajos, pero éste mantenía el nivel continuamente. Además lo tenía justo debajo. Me puse los tapones, pero no sirvieron de nada. La noche iba a ser larga y complicada. A la hora me di cuenta de que iba a ser imposible pegar ojo y me fui a dar una vuelta por el albergue a ver si se me ocurría algo. El salón estaba vacío y contaba con un sofá que no tenía mala pinta. Así que me cogí la almohada y el edredón de mi cuarto y me tumbé en el sofá. No se estaba muy cómodo, pero por lo menos no se escuchaban los atronadores ronquidos y conseguí dormir unas horas, que en un viaje tan ajetreado como los que suelo hacer, valen su peso en oro.

2 comentarios:

Gus dijo...

Una lástima no haber podido visitar Chemnitz, donde habrías escuchado hablar en el dialecto eslavo Alto Sorabo.

Rufus dijo...

Ya tengo otra razón para intentarlo de nuevo. Ahora a ver si se anima alguien a acompañarme con tan poco comerciales argumentos.