jueves, 24 de octubre de 2013

Leipzig + Dresde (y II)

 Muy poco sabía de Leipzig cuando reservé la excursión el día anterior. De vez en cuando me gusta arriesgar a la hora de elegir destinos en mis viajes. Algunas veces sale mal la jugada y no veo la hora de abandonar el lugar. Otras, en cambio, descubro auténticas maravillas. En este caso, Leipzig(o por lo menos lo que ví de ella), se quedó en un prudente término medio, aunque más cerca de lo primero que de lo segundo.
Nada más arrancar nuestra expedición, la conductora del autobús se dirigió a nosotros y nos soltó un discurso de más 10 minutos. La bienvenida y los clásicos consejos de seguridad no suelen necesitar más de unos cuantos segundos para ser explicados. Lástima que mi alemán sólo me diera para enteder el "guten morgen", porque me hubiera gustado saber qué pudo haber dicho la locuaz choferesa.
 La disertación de la conductora fue lo más interesante del viaje, que discurrió por una anodina autovía, y no excedió de las dos horas.
 Una vez alcanzado mi destino, empezé vistando la estación de tren, edificio de proporciones gigantescas que, según me acabo de enterar al documentarme para escribir la entrada, se trata de la más extensa estación ferroviaria de Europa. Estas construcciones megalómanas no son muy apreciadas por su valor artístico, pero a mí me apasionan.
Monumental estación.
 Menos interesante me resultó el centro histórico, con algunas zonas y edificios reseñables, pero al que se le notaba, al igual que a Dresde, el efecto de haber sido bombardeada con saña por los aliados en la Segunda Guerra Mundial.
 Mientras buscaba sin éxito la oficina de turismo, me llamó la atención la entrada de un museo. Era gratuito, lo cual, inmediatamente despierta mi interés. Así que entré y me encontré con una auténtica maravilla. Una planta del edificio estaba dedicada a la historia reciente de la ciudad, con gran atención a la era comunista. A pesar de que la mayoría de rótulos estaban únicamente en alemán, disfruté como un enano viendo las fotos y objetos que daban testimonio de una época. En otra parte del edificio se presentaban dos exposiciones: una sobre ciencia ficción en Alemania y otra sobre alimentación. Ambas bastante interesantes, aunque no despertaron tanto mi atención como la primera.
Tributo al gran Bach.
Proseguí mi visita por los alrededores del casco histórico, donde brillaba con luz propia una estatua desdicada al gran Johan Sebastian Bach. No en vano, el genial compositor vivió muchos años en esta ciudad, que también cuenta entre sus hijos ilustres con Richard Wagner.
 Una vez visto el centro me di unas cuantas vueltas por anodinos suburbios hasta la hora de volver a "casa". En el autobús se sentó a mi lado una jovencita de la zona con ganas de charla. Una persona local con ganas de hablar es algo demasiado tentador para un viajero curioso como yo. Acribillé a mi acompañante a preguntas que aguantó no sólo con estoicidad, sino con agrado. Ante mi especial interés por conocer cómo era la vida allí en tiempos de la RDA, me comentó que eso lo estudiaban en clase y nadie hacía mucho caso, y que le sorprendía que un extranjero mostrara más interés que ellos. Supongo que es lo que me pasa a mí cuando algún "guiri" se empeña en asistir a una corrida de toros o a un espectáculo flamenco.
 Ya en Dresde me ocupé de un asunto aún no resuelto. Parte de mi viaje estaba sin reservar, así que me puse a ello. Me compré un billete de tren que iba a de Malmö a Estocolmo en el ordenador del albergue. Se me abrió un PDF con el ticket, pero allí no podía imprimirlo. Se lo mandé a la recepcionista que contaba con impresora, pero no le dejaba abrirlo. Así que me fui a un cíber a probar suerte. Los precios nada populares me aconsejaron cronometrar el tiempo invertido buscando no superar los 15 minutos, lo que a la postre fue un error de graves consecuencias. No hubo manera y mi billete de tren se quedó sin imprimir. El sistema sólo dejaba abrirlo una vez. No sabía cómo iba a arreglar aquéllo, pero de momento no podía hacer más.
Curiosa exposición.
 Esa noche la "motosierra humana" estuvo contenido, así que, mal que bien, pude dormir en mi propia cama. Al día siguiente debía coger un autobús a mediodía rumbo a Berlín. Eso me dejaba unas pocas horas para ver algo. Mi compañera gerundense de cuarto me había aconsejado Meissen, una localidad cercana conocida por su reputada cerámica, que cuenta con un grandioso castillo y un casco antiguo medieval perfectamente conservado. Fui a la estación pero allí me di cuenta de que sólo tenía unos 20 minutos entre el tren de ida y el de vuelta, así que me rendí, di un último paseo por Dresde y fui a coger el autobús, que partía de una parada situada en la calle. Mientras esperaba salieron un par, pero ninguno iba a Berlín. Me empecé a preocupar cuando pasaba la hora de salida y me había quedado solo en la parada. Hasta que me fijé en un reloj de la calle, que marcaba una hora y media menos que el mío. ¿Qué pasaba? Que se me había olvidado parar el cronómetro la noche anterior en el cíber y no estaba viendo la hora, sino el tiempo que había pasado desde que lo había puesto en marcha. Me dio mucha rabia haberme perdido esa excursión por un fallo tan tonto. Viendo el lado positivo, hubiera sido peor haber ido adelantado y perder el enlace, pero eso no me consolaba. Di un último paseo cargando con el maletón por las inmediaciones, no muy pintorescas, y tomé el autobús rumbo a Berlín. Las cosas no me acababan de salir bien, el cansancio mental empezaba a aparecer, y con él mi ánimo se resquebrajaba. Aún quedaban bastantes días de viaje trepidante y no sabía si iba poder aguantar incólume. Afortunadamente la mágica ciudad de Berlín me esperaba presta para el rescate.




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2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Berlin, q recuerdos.... Seguro que las cosas que te habían salido torcidas se habrán enderezado con creces al llegar a dicha ciudad.
Lastima que el alemán sea tan complicado, yo empece 1º en la Escuela de Idiomas y lo tuve que dejar por imposible, aunque por suerte es sabido el buen nivel de inglés que tienen los germanos así que no habras tenido problemas para desenvolverte...

Rufus dijo...

Berlín es mucho Berlín. Hasta cuando la partieron por la mitad era grande.
La verdad es que sabiendo inglés no hay mucho problema para moverse por Alemania.