Aún me quedaban unos flecos pendientes de mi viaje que quise dejar zanjados visitando un cíber cercano. La dueña hablaba tanto inglés como yo alemán, lo cual hizo ardua la comunicación. Pero la buena voluntad por ambas partes posibilitó que mi empresa fuera exitosa. Ya tenía reservados todos los viajes y alojamientos hasta el final de mi peripecia. Y eso ya era un alivio.
El día anterior había visto que las máquinas del metro vendían billetes-día por 7 euros. Por poco más de 1000 pesetas tenía Berlín y su zona de influencia a mi alcance. Demasiado tentador como para resistirlo.
Mi primer destino fue Wannsee, una zona lacustre que, según había leído, era la zoña de baño y recreo más popular de Berlín. La verdad es que era bastante agradable, con sus barquitos y todo. Pero tampoco había mucho que hacer por allí, así que proseguí viaje.
"Mini" Puerta de Brandemburgo |
En esta ciudad se celebró la célebre y decisiva Conferencia de Postdam, donde se decidió la división de Alemania en 4 zonas de ocupación tras la Segunda Guerra Mundial. La ciudad quedó encuadrada en la zona soviética, lo cual se nota en las zonas residenciales, con los imponentes "colmenones", que desentonan bastante junto a los palacios prusianos.
Esplendor prusiano |
Mi siguiente destino no iba a ser tan monumental, pero me iba a producir una impresión mucho mayor. Tras un largo trayecto en metro, llegué a la pequeña ciudad de Oranienburg, unos 35 km al norte de Berlín. A pesar de contar con ciertos encantos turísticos, esta población es tristemente famosa porque a sus afueras se instaló el campo de concentración de Sachsenhausen. Aunque muchas partes no se han podido conservar la sensación de tristeza y compasión que despierta un paseo por sus instalaciones es enorme. Y se hace casi insoportable al visitar el antiguo horno crematorio. No es una visita recomendada a todo el mundo, pero mi investigación de la vida incluye lo agradable y lo desagradable, así que no me arrepiento de haber ido a Sachsenhausen. La visita es gratuita y las instalaciones no están cerradas, pudiendo acudir a cualquier hora. En mi caso ya estaba anocheciendo cuando abandoné el campo. No estaba para irme de fiesta, pero sí para seguir exprimiendo mi billete-día.
En una arriesgada jugada elegí la estación de Pankow como mi siguiente parada. Me resultaba sugerente ese nombre y pensé que podría encontrarme con un paisjae urbano singular. Mi talento natural no funcionó esta vez y sólo perdí unos 15 minutos en los anodinos alrededores de la estación.
¿Os da tan "mal rollo" como a mí? |
Ahora me apetecía un poco de arquitectura típicamente comunista. Apliqué las matemáticas pensando que cuanto más al este me fuera, más impresionantes serían los "colmenones democráticos" que me iba a encontrar. Pero las matemáticas no se pueden aplicar al urbanismo con esas alegrías. Así que lo que me encontré fue una zona residencial de viviendas unifamiliares con unas calles poco iluminadas y que carecían de aceras en algunos tramos. Alguien con un mínimo de sentido común se habría dado la vuelta nada más
Berín de noche |
A pesar de mi cansancio, y lo tardío de la hora, no me volví al albergue. Al fin y al cabo era mi último día en Berlín. Así que me bajé en Alexanderplatz y me di un paseo por el centro, llegando hasta Oranienburger Strasse, calle conocida por su animada vida nocturna. Evidentemente, con todo lo que había vivido ese día, no tenía muchas ganas de marcha , así que cogí el metro y ya, por fin, volví a "casa". Como colofón a mi ajetreada jornada, ayudé a un grupo de "tinajeros" locales cuando me di cuenta de que no dejaban de nombrar una estación que habíamos pasado hacía un buen rato. Después de tanto trajín, el metro de Berlín ya no tiene secretos para mí.
2 comentarios:
Enhorabuena por la entrada de hoy, desde los comentarios del Blog Heterodoso echamos en falta una foto de los colmenones soviéticos.
También se agradecería una crónica gastronómica con entidad propia, habida cuenta de los competitivos precios y de lo bien que suenan tus colaciones.
Me alegro de que mis lectores muestren interés por el tema urbanístico. En Postdam y Dresde inmortalizé algunos colmenones que te haré llegar con sumo gusto.
Para hacer una crítica gastronómica que se precie, lo suyo es acudir a un establecimiento, sentarse a la mesa y comer varios platos, además de postre y bebida. Dichas condiones han sid una "rara avis" en mi viaje, habiendome alimentado más de cultura que de viandas.
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