Según el plano, mi albergue estaba muy cerca de dicha estación. Pero en Berlín, las distacias son kilométricas, así que me llevó casi media hora llegar. El recibimiento, no fue frío, sino lo siguiente. El empleado me dio la llave y me dijo el piso donde estaba mi cuarto. Nada de explicarme los servicios del hostel y, ni mucho menos hablarme de las maravillas de Berlín. Quizá espere demasiado por 10 euros la noche, pero la amabilidad es gratis, de momento.
En mi cuarto moraba un curioso personaje. Se trataba de un francés de unos cuarenta y tantos años con aires de rockero veterano. Tuvo la cortesía de enseñarme él mismo las instalaciones y zonas comunes y me explicó su curioso plan de vacaciones. Llevaba ya 3 ó 4 días en Berlín y aún no había visitado el centro. Cada día elegía una cuadrícula del plano de la ciudad y lo recorría minuciosamente a pie. Yo sólo contaba con dos días, así que tuve que ir más "al grano".
En mi anterior visita a a la capital alemana, Berlín me había parecido una ciudad inabarcable caminando. Esta vez quería comprobar si esa aseveración había sido demasiado aventurada. Así que salí del albergue, situado en el extremo oeste, rumbo al centro. Lentamente iba ganando centímetros en el plano caminando por interminables y anodinas avenidas. Tras un buen rato, se divisaba en lontananza el Tiergarten, el enorme y más conocido parque de la ciudad. Pero me desvié para pasear por lo que había sido el corazón del antiguo Berlín Oeste, recorriendo la Kurfürstenstrasse, pasando junto al zoo y visitando los almacenes Kadewe, una especie de Harrods o Galerias Lafayette en versión berlinesa.
Memorial del Holocausto |
Antes de alcanzar la mítica Puerta de Brandemburgo, pude visitar el extraño pero conmovedor Memorial del Holocausto, un laberinto de paralelepípedos a distintas alturas a que representan tumbas y que se me había pasado por alto (y eso que se deja ver bastante) en mi anterior visita.
La monumental avenida Unter der Linden estaba en obras, así que, aparte que no le favorecían mucho, me obligaron a dar unos cuantos rodeos para llegar a la Isla de los Museos. A estas alturas de la caminata, los pies empezaban a protestar, por lo que me tumbé un rato en una explanada junto a la Catedral de Berlín. Dejé la visita a los museos para mejor ocasión y seguí mi avance triunfal, pasando por la mítica Alexanderplatz, centro neurálgico del antiguo Berlín Este, dominada por la imponente torre de televisión, cuya silueta sirve de punto de referencia, ya que se ve desde puntos muy alejados de la ciudad.
Descansando junto a la Catedral |
En las inmediaciones había una exposición fotográfica en la que se podían ver imágenes de otros muros que aún están en pie en otras zonas del Mundo, como Chipre, Gaza o la frontera entre México y Estados Unidos. No faltaba mi viejo conocido muro de Belfast y no pude evitar ruborizarme al ver que nuestro país también estaba representado en tan vergonzante colección, concretamente mostrando fotos de la valla que separa Melilla del resto del continente africano.
Crucé el río Spree y me interné en el barrio de Kreuzber, también llamado "la pequeña Estambul", por la gran cantidad de vecinos de origen turco que residen allí. Aproveché dicha situación en mi favor para reponer fuerzas (a fe que las había gastado) cenando un suculento kebab. Recorrí zonas un tanto inquietantes, sobre todo teniendo en cuenta que estaba anocheciendo. Decidí que era hora de poner pies en polvorosa cuando eché mano al bolsillo y comprobé que había perdido el plano. Así que estaba perdido a unos 15 kilómetros del albergue, ya de noche, en un barrio humilde y sin saber una palabra de alemán (y mucho menos de turco). Seguí andando con paso firme para disimular mi desamparo hasta que pude encontrar una boca de metro y volver de una pieza al albergue.
East Side Gallery |
Así de noche no lucía mucho, aparte de que no se podía visitar. Pero por lo menos lo había intentado. Con este intento di por bien aprovechado el día y volví al albergue. Había caminado casi sin parar durante más de 7 horas habiendo visitado, aunque fuera de pasada, los principales hitos de la ciudad. Pero Berlín es mucho Berlín, y aún me quedaba otro día para sacarle jugo.
2 comentarios:
Podrías decir el nombre del albergue y de la persona que te recibió de manera tan gélida.
Puede servirnos a los lectores de este foro para evitar ese albergue, y en el caso de que no nos quede otro remedio que pernoctar en él cuando estemos en Berlín, intentar dirigirnos a otro encargado.
¿Incluía desayuno copioso? Hay que reconocer que el precio es imbatible.
El nombre del albergue no puede ser más gráfico: "SleepCheapHostel", y el nombre de empleado lo desconozco. De todas formas, no diría que es un lugar a evitar. Aparte de su competitivo precio, el edificio tenía bastante solera y estaba bien restaurado. Y la persona que me recibió no se trataba de ningún Basil Fawlty. Era seco, pero no maleducado ni grosero.
Eso sí, no se incluía desayuno. Ya hubiera sido pedir demasiado.
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