Nada más salir del puerto, el transbordador estuvo parado unos 30 minutos. No nos dieron ninguna explicación y la verdad es que era un poco desesperante estar allí parados sin saber por qué. Hasta que me di cuenta de que, poco a poco, el nivel de la orilla iba ascendiendo. O mejor dicho, nosotros estábamos descendiendo. El barco no podía pasar a través de un puente, y por medio de unas exclusas, fuimos bajando de nivel y continuamos el trayecto.
Surcardo el Danubio |
Tras una hora y media de trayecto, se empezaron a divisar los primeros edificios de la capital eslovaca, a la que no íbamos a dedicar mucho tiempo. Habíamos pensado dedicarle un día entero, pero eso hubiera apretado demasiado nuestro calendario. Así que sólo estuvimos unas pocas horas en ella. Tiempo suficiente para hacerse una idea de la ciudad, pero no para conocerla a fondo.
Nada más bajar del puerto me encontré con unos cuantos edificios de estética "socialista". La cosa se ponía interesante. Poco a poco nos adentramos en el casco histórico, muy bien conservado y bastante agradable para pasear. A pesar de ser una ciudad notable, es bastante modesta en comparación con la mayoría de capitales europeas. Quizá poco más de 20 años como capital de estado no sean suficientes para imprimir ese carácter.
Mientras mi amigo se quedó descansando en la plaza mayor, yo me fui a hacer una fugaz visita al
Viajero bohemio |
Lamentablemente no disponíamos de mucho tiempo, y no pude visitar la margen derecha (un poco confuso que la margen derecha sea la de arquitectura comunista, eso debían haberlo pensado antes de construir).
Nada mejor que una buena comida para superar mi decepción. En el casco antiguo encontramos un buffet libre donde vengamos todos los ágapes de medio pelo, que habían sido la tónica en nuestro viaje.
Petržalka |
Con puntualidad eslovaca, el autobús se presentó con los 20 minutos de retraso prometidos y nos despedimos de Bratislava. Espero volver algún día y poder conocerla con más calma.
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