lunes, 8 de septiembre de 2014

Bratislava

 Para abandonar Viena, elegimos hacerlo a lo grande, así que en vez de tomar el tren o el autobús, decidimos surcar las aguas del Danubio en barco, con destino Bratislava.
 Nada más salir del puerto, el transbordador estuvo parado unos 30 minutos. No nos dieron ninguna explicación y la verdad es que era un poco desesperante estar allí parados sin saber por qué. Hasta que me di cuenta de que, poco a poco, el nivel de la orilla iba ascendiendo. O mejor dicho, nosotros estábamos descendiendo.  El barco no podía pasar a través de un puente, y por medio de unas exclusas, fuimos bajando de nivel y continuamos el trayecto.
Surcardo el Danubio
 No pude aguantar mucho tiempo en el interior, y salí a la cubierta, que era un estrecho pasillo donde había que estar de pie y soportar un fuerte viento. Gracias a ello pude presenciar bonitos paisajes, "visitar" alguna ciudad desde el río o admirar un bonito castillo encaramado en una colina.
  Tras una hora y media de trayecto, se empezaron a divisar los primeros edificios de la capital eslovaca, a la que no íbamos a dedicar mucho tiempo. Habíamos pensado dedicarle un día entero, pero eso hubiera apretado demasiado nuestro calendario. Así que sólo estuvimos unas pocas horas en ella. Tiempo suficiente para hacerse una idea de la ciudad, pero no para conocerla a fondo.
 Nada más bajar del puerto me encontré con unos cuantos edificios de estética "socialista". La cosa se ponía interesante. Poco a poco nos adentramos en el casco histórico, muy bien conservado y bastante agradable para pasear. A pesar de ser una ciudad notable, es bastante modesta en comparación con la mayoría de capitales europeas. Quizá poco más de 20 años como capital de estado no sean suficientes para imprimir ese carácter.
 Mientras mi amigo se quedó descansando en la plaza mayor, yo me fui a hacer una fugaz visita al
Viajero bohemio
castillo que domina la ciudad .Desde allí se veían claramente las diferencias entre las dos márgenes del Danubio. En la margen izquierda, que era donde me encontraba, se halla el casco antiguo, los edificios históricos, y con ellos los turistas. Al otro lado está el barrio de Petržalka, zona residencial dominada por colmenones comunistas. De alguna forma, el Danubio era una alegoría del "Telón de Acero".
 Lamentablemente no disponíamos de mucho tiempo, y no pude visitar la margen derecha (un poco confuso que la margen derecha sea la de arquitectura comunista, eso debían haberlo pensado antes de construir).
 Nada mejor que una buena comida para superar mi decepción. En el casco antiguo encontramos un buffet libre donde vengamos todos los ágapes de medio pelo, que habían sido la tónica en nuestro viaje.
Petržalka
 Nuestro tiempo en Bratislava tocaba a su fin. Nos dirigimos a la estación de autobuses donde pasamos unos momentos de incertidumbre. No había ningún panel que mostrara las salidas. Al dirigirnos al andén que nos indicaba la reserva del billete, no había ninguna mención al autobús que teníamos que coger. Para añadir más confusión, a mi amigo le llegó un mensaje de la compañía de autobuses en eslovaco. Gracias al traductor de Google, dedujimos que ese mensaje nos avisaba de que el autobús se iba a retrasar 20 minutos. Le preguntamos a una pívot que estaba esperando en el mismo andén. Parecía estar tan despistada como nosotros, pero por lo menos iba a coger el mismo autobús, y eso da una cierta tranquilidad. Aprovechamos para entablar conversación con ella. Era autraliana y daría que hablar en el futuro.
 Con puntualidad eslovaca, el autobús se presentó con los 20 minutos de retraso prometidos y nos despedimos de Bratislava. Espero volver algún día y poder conocerla con más calma.

No hay comentarios: