jueves, 18 de septiembre de 2014

II Carrera Reino de los Mallos

 Después de mi última carrera de montaña (Subida al Tozal de Guara) me habían quedado sensaciones encontradas. Por un lado, fue un placer poder presenciar unos paisajes impresionantes mientras corría. Pero por otro lado, acabé absolutamente reventado. Así que se trataba de repetir una experiencia similar, pero, a ser posible, que fuese un poco más accesible.
 Cuando vi que había una carrera que subía a los Mallos de Riglos (auténtica maravilla de la naturaleza), poco me costó decidirme en apuntarme a la ruta corta (de 13,5 km y 635 m de desnivel) en vez de la larga (22'7 km y 1270 m de desnivel). Mis piernas me tienen que durar toda la vida.
 La prueba partía de Murillo de Gállego, localidad de la provincia de Zaragoza, aunque curiosamente, estaba organizada por la Hoya de Huesca.
 A las 9.30 salían los participantes de la prueba larga, y media hora después hacíamos lo propio los de la corta, además de los que iban a hacer esta mismo recorrido andando.
 La primera parte consistía en una bajada hasta alcanzar el nivel del río Gállego, que había que atravesar sobre un puente que debía ser cruzado  andando. Apenas puse el pie sobre el mismo entendí el porqué. Se movía bastante. Creo que su estabilidad hubiera estado seriamente comprometida con un grupo de atletas trotando sobre él.
Grandiosos paisajes
 Al pasar el puente, empezaba "lo bueno". El terreno se empezó a empinar a través de un camino que nos condujo al pintoresco pueblo de Riglos, al que pareció no impresionarle mucho nuestra llegada. Apenas 3 ó 4 personas presenciaron nuestro paso.
 Nada más salir del pueblo, la cosa se empezó a poner seria con un camino estrecho de empinada pendiente. Al principio intenté seguir corriendo, pero me di cuenta que avanzaba lo mismo que los atletas que me precedían caminando, y me cansaba el doble. Así que me rendí y me puse a andar, que tampoco era un esfuerzo desdeñable teniendo en cuenta los grandes porcentajes a los que nos enfrentábamos.
 Conforme ascendíamos, las vistas sobre el valle del Gállego, con la parte trasera de los Mallos, eran más impresionantes. Eso hizo el esfuerzo más llevadero hasta que pudimos coronar y llegó el esperado descenso. El primer tramo permitía lanzarse a tumba abierta. Pero pronto empezaron a aparecer curvas de herradura que hacían que la bajada fuera muy técnica. No soy muy ducho en estas lides ni paso muy buen rato al afrontarlas. Y mucho menos si tengo a alguien pisándome los talones como era el caso. Tenía la sensación de que estaba haciendo de tapón, teoría confirmada cuando dejé pasar al atleta que me seguía y lo perdí de vista en un abrir y cerrar de ojos.

Poderosa zancada
Un rato después, en las inmediaciones de Riglos (que también se pasaba a la vuelta), el camino se hizo más ancho y el firme menos pedregoso. Por fin pude desplegar mi poderosa zancada y disfrutar de la carrera, cosa que apenas había hecho hasta entonces. De ahí al final fui bastante bien, aunque en los últimos kilómetros se me encendió la reserva. Definitivamente había hecho una buena elección escogiendo la ruta corta.
  En el último tramo me superaron dos atletas. Me pareció un poco extraño que no lo hubieran hecho cuando bajaba en la parte pedregosa con mucha precaución y lo hicieran al final cuando iba a "tumba abierta". Por lo visto, eran los primeros corredores de la ruta larga. Que conste que les había dejado salir media hora antes...
 A la llegada se nos obsequió con la tradicional bolsa del corredor (camiseta técnica incluida), un vale por un refresco a canjear en el bar de las piscinas y la posibilidad de usar las mismas. Me gustó el detalle, así que, tras la ducha, me lancé a la piscina, aunque en ese momento estaba vacía y la temperatura era bastante otoñal..
Llegada triunfal
 Me podía haber ido ya a casa con la satisfacción del deber cumplido. Pero en la inscripción también incluía una comida. Lo malo es que estaba anunciada "entre 2 y 2 y media"(locutor de la carrera dixit), y eran las 12. Aproveché ese "impasse" para visitar a unos amigos que viven en la zona y recorrer un poco el pueblo.
 A las 2 estaba ya merodeando por la Plaza Mayor, donde habían colocado una carpa para albergar el ágape. Pero el tiempo pasaba y aquello no tenía visos de empezar. Al hambre canina se le unía un sol de justicia, y para rematar la faena, la atronadora música discotequera expelida por unos altavoces que la organización había puesto en la plaza para amansar a las fieras hambrientas.
 Ya pasadas las 3, cuando parecía que las mesas estaban preparadas, se celebró la entrega de trofeos. Hábil jugada de la organización, porque si hubieran sido después. no se hubiera quedado ni el tato.
 No me pareció muy buena idea que dieran una copa al primer y primera senderistas en concluir la prueba. De hecho, escuché a unos atletas que comentaban que los habían visto correr. Como puede comprobar después sus tiempos fueron inferiores a algunos participantes que habían hecho la ruta corriendo.  Para mí, eso desvirtúa totalmente la esencia de una ruta senderista.
 La ensalada de pasta, el pollo guisado y el helado supieron muy ricos y dejaron un buen sabor de boca. Eso sí, mi compañero de mesa también se quejaba de haberse colado en un desvío, lo que le costó el tercer puesto.
 La espera para comer, la selección musical discutible y los desvíos no del todo bien señalizados se vieron compensados con la belleza de los paisajes, el baño en la piscina y la más que correcta comida.
Así que si la organización pule un poco algunos detalles, tendremos una carrera de enjundia en años sucesivos.

P.D: Las fotos están sacadas de la página del organizador.
https://plus.google.com/110949641503857302982/posts



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