lunes, 28 de diciembre de 2009

Fin de trayecto



Me he decidido a acabar la crónica de mi viaje de regreso de Escocia, antes de que tenga que mencionar "el año pasado" para referirme a ella. La anterior entrada me dejó en Donegal esperando el autobús para Sligo. Antes, le había preguntado al dueño de mi hostel si era una ciudad bonita. Con gran franqueza me dijo que no, que había bastantes tiendas y eso, pero que no era muy vistosa. No era la respuesta que esperaba escuchar, pero luego pude comprobar que era bastante acertada.
En apenas hora y media de trayecto por pintorescos lugares cerca de la costa llegué a Sligo, capital del condado homónimo, una pequeña ciudad que apenas llega a los 20.000 habitantes. Pese a ello es uno de los principales centros urbanos de la zona.
Al llegar pude darme cuenta que iba a dar más juego que Donegal. Eso sí, también pude corroborar que no era precisamente un lugar con mucho encanto. Apenas llegué a la estación busqué la oficina de turismo. Allí pregunté por un hostel, ya que no tenía reserva. Teniendo en cuenta que no estaba en un centro turístico y era martes, contaba con no tener problema en encontrar sitio. Acabaría yéndome al otro extremo.
La empleadada me habló de albergues: uno era céntrico y otro estaba tan en las afueras que hasta ella me lo desaconsejó. Así pues, me decanté por "The White House"(La Casa Blanca). El hostel era correcto, pero no estaba muy animado. De hecho sólo había una persona alojada cuando llegué, que además estaba dándose un voltio. Es decir, tenía todo el albergue para mí. En otras circunstancias se agradece, pero era mi última noche del viaje, y no era tranquilidad lo que más me convenía.
Lo que más me llama la atención de las ciudades irlandesas o británicas es la gran actividad comercial que atesoran. En este caso,a la actividad comercial se une la académica, con una universidad potente (Instituto Tecnológico de Sligo). Poco más ofrece esta ciudad, acaso algunos lugares pintorescos junto al río, los restos de una abadía y alguna evocación al poeta Yeast, que residió un tiempo allí. Por curiosidad, busqué el hostel del que me hablaron en la oficina de turismo. Con grandes dosis de hijoputismo por su parte, estaba situado junto a un polígono industrial, a una distancia sideral del centro. Llegar allí con mi maletón hubiera supuesto toda una hazaña.
No pude evitar visitar la universidad. Estaba un poco alejada del centro, pero tenía tiempo de sobra. El campus era bastante moderno y de un tamaño considerable. Aprovechando mi mochila y mi rostro poco avejentado, me hice pasar por un estudiante más y visité algunas facultades. La baja ratio de alumnos por aula me impidió acudir a alguna clase, como ya he hecho en alguna ocasión en España. Volví al centro para comer un humilde kebab en la cadena "Abrakebabra". Al pasear por Sligo notaba una diferencia con lo que había percibido en ciudades escocesas o norirlandesas. Daba la impresión que la crisis que, con tanta fuerza había golpeado a la República de Irlanda, había hecho que la gente me pareciera un poco apagada y con un poco de mala leche. Siguiendo con mi política cutre (a estas alturas no iba a cambiar) me hice con alguna lata en el Tesco que calenté e ingerí en el hostel. Allí había llegado un conserje bastante cachondo que me comentó que estaba esperando a dos inquilinas canadienses. Éstas acabaron apareciendo pero salieron disparadas en busca del pototeo. Así que le pregunté al conserje por los sitios más animados y salí en plan "me llamaban Trinidad" a prender fuego a Sligo. Entré en un garito con muy buena pinta que empezaba a animarse. Debido al alto número de universitarios per cápita, en esta ciudad hay marcha todos los días. En este pub se celebraba una especie de concurso con un "speaker" haciendo preguntas y proponiendo juegos. En uno de ellos se premiaba a la chica que se pudiera quitar más prendas de ropa. Antes daban un tiempo para que hiciera acopio de vestimentas. Ante la mirada golosa que despertó mi chaqueta en la amiga de una concursante me integré en la dinámica del concurso ayudando a su victoria. Estuve un rato más, pero lo que me apetecía era algo más de vidilla, así que busqué otro garito. En uno de ellos se estaba gestando una cola. Vi que era de pago. Eso supone un riesgo, ya que nadie asegura que vaya a estar animado. Pero pensé que si un martes cobraban entrada era porque tenía que haber demanda. Y así fue. La discoteca estaba prácticamente llena. Los luceritos irlandeses, aderezados con atrevidos modelitos lucían en todo su esplendor. Me sumergí en un ambiente que pronto iba a echar de menos. Casi sin darme cuenta llegaron las dos y se encendieron las luces. La salida de los toros me permitió socializar un poco, pero la cosa no dio para mucho más. Los estudiantes tenían clase al día siguiente. Volví al hostel y me crucé con un grupo de un chico y dos chicas. Una de ellas me sonrió deseándome las buenas noches. Fue un poco el símbolo de la despedida. A partir de ahora me las iba a tener que ver con los clásicos, las "cara estaca", las clarisas, las rescatadoras... Definitivamente España es un lugar hostil para el pototeador.
Al día siguiente pude conocer a mi compañero de habitación. Se trataba de un húngaro que había trabajado en Sligo, pero ahora estaba en otra ciudad irlandesa. Había venido a ver a los colegas. Poco más dio de sí la ciudad. Cogí el autobús rumbo a Dublín. El viaje fue bastante largo, pero con estos paisajes no se hace pesado. Al llegar a la capital me llevé una sorpresa bastante desagradable. En la calle O'Connell (la arteria principal) se había producido un choque de un tranvía con un autobús. A pesar de la espectacularidad del accidente, parece ser que no hubo víctimas mortales, aunque sí bastantes heridos. La calle estaba cortada. lo cual me impidió coger al autobús urbano que lleva al aeropuerto. Me tuve que resignar a recurrir al "servicio express", que, a cambio de un trayecto más directo, quintuplica la tarifa. Sin más novedad, arrivé al aeropuerto y cogí el avión que me condujo de nuevo a tierra española, tras más de 5 meses de ausencia. Tenía ganas de volver a casa, pero me dio la impresión de que me había dejado cosas por hacer. No descarto nuevos exilios. Espero que en los siguientes me vengan las cosas más de cara.

6 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Celebramos que te hayas decidido a publicar el ultimo capitulo sobre tu viaje. Los exilios, como todo, creo que lo dificil es decidirse con el primero, y luego ya las ganas vienen solas, aunque en mi opinión es mejor hacerlos antes de entrar en la treintena. Pero bueno, cuando el espiritu es joven no importa la edad.
Te queda pendiente contarnos que opinión te causo Barak Obama durante tu visita a The White House.

Rufus dijo...

El exilio viene cuando viene. En mi caso no se dieron las circunstancias antes de la treintena. Y ya puestos, algunos pasan de los 50 y 60 y consiguen exilios dorados. A ver si me toca uno de esos.
En este caso el blanco de la casa era más por lo fantasmal de la misma que por su parecido a la residencia de Obama.

Anónimo dijo...

Celebramos que te hayas decidido a publicar el ultimo capitulo sobre tu viaje.
¡Menudas losas de granito!
Confiando en la recuperación de la frescura de las primeras entradas
Feliz 2010
JC

Rufus dijo...

Eso es lo bueno de no ganarme la vida con este blog, ni tener que contentar a nadie. La libertad para escribir cuándo, cuánto y cómo quiero.

Fuen Murcianica dijo...

Gracias por contar el final de este viaje que con tantas ganas hemos seguido.
Para los que estamos lejos y no podemos vivir las experiencias directamente a tu lado,este blog es en cada entrada un soplo de aire fresco y una sonrisa con sabor a ti.

No cambies nunca rufus.Feliz 2010

Rufus dijo...

Gracias Fuen. Ya que empecé contando el viaje, lo quería acabar del todo.
¡Feliz año nuevo para ti y para todos los que leen mi blog(aunque no les guste)!