miércoles, 20 de abril de 2011

York

En principio, en el siguiente fin de semana a mi excursión a Liverpool y Manchester tenía libre sábado y domingo. Luego me endosaron a traición el viernes, cuando ya era tarde para hacer planes. Al tener previstos sólo dos días, sólo había tiempo para ir a una ciudad. Había pensado en Cardiff. Tenía curiosidad por visitar Gales. Pero la oferta de alojamiento era escasa. Sólo un hostel a más de media hora del centro. Así que me decidí por York. Intenté aprovechar el viernes libre lo mejor que pude yendo al cine, y el sábado partí rumbo al norte. Mi cálculo para coger el autobús en la Estación de Victoria fue tremendamente ajustado. Llegué un minuto antes de la salida. El conductor me echó una ligera reprimenda que no supe distinguir si era en serio o en broma. Da igual. York me esperaba. En el trayecto pasamos cerca de Nottingham y un cartel llamó mi atención. Señalaba la ruta al "Bosque de Robin Hood". Eso habrá que visitarlo algún día. A lo que sí pude echar un vistazo fue a Leeds, ya que el autobús paró allí 45 minutos. Pude ver algún edificio interesante, pero lo que más destacó fue, como suele ser habitual por estos lares, la zona comercial. De hecho, en un alarde de honestidad, la principal calle de tiendas se llama Comercial Street.
El albergue que había reservado en York era de auténtico lujo. He estado en bastantes hoteles mucho más cutres que este hostal. Magníficamente decorado y totalmete restaurado, aunque manteniendo una esencia antigua. Iba a compartir habitación (que no cama) con 3 jovencitas de Leicester que habían estudiado en la ciudad y venían a una fiesta de ex-alumnos. Para mí la fiesta consistía en visitar una nueva ciudad. Y así lo hice. Me adentré por las calles de York para encontrarme con unos rincones que guardaban un brillante pasado medieval. El empedrado de la calzada, las fachadas, la catedral, los puentes sobre el río y sobre todo, la muralla. Realmente es un lugar que merece la pena visitar. Pero no había ido allí sólo a hacer turismo. Las primeras hordas alcoholizadas empezaban a tomar las calles. Así que volví al albergue, cambié el traje de faena y salté a los ruedos nocturnos. Aparte de los rasgos comunes que caracterizan el mundo anglosajón (taconazos, minifaldas y escotes), observé una gran cantidad de individuos que se me ocurrió calificar como de "potenciales pendencieros". Grupos masculinos formados por individuos fornidos, en mangas de camisa, calvos o rapados al cero, alcoholizados y con gran propensión a gritar requiebros a toda mujer que se cruzara en su camino. Afortunadamente no repararon en mí y pude tener una noche tranquila. Pasé la mayor parte del tiempo en un bareto con pista de baile, con la suficiente afluencia para no sentirme incómodo a pesar de no haber salido con otra compañía que la mía. Abundaban los hembrones, como suele ser habitual por estos lares. Comparándolo con España, se puede decir que en nuestro país abunda la clase media alta, mientras que en Inglaterra, hay más polarización, y conviven la clase alta y la clase baja. Para mi gusto , la balanza se inclina del lado británico. Los vestiditos que se marcan impactan más, los tacones les hacen parecer más altas y hay más variedad que en España. El problema viene a la hora de intentar entablar conversación. Si en una discoteca española es difícil entender a alguien, en el extranjero es misión harto complicada. Por ello hay que aprovechar las zonas de fumadores o la "salida de los toros".
Tras estas sesudas reflexiones volví al hostel a dormir. Un desayuno bastante variado y copioso me cargó de fuerzas para visitar la ciudad de día. Con los luxes que proporciona la luz natural, York lucía mucho más que la noche anterior. Una vez recorridas sus principales calles, me decidí a visitar el Museo de Historia. En él destacaba una reproducción de una calle de estilo Victoriano, con sus tiendas, farolas y fachadas. Y lo mejor, había un tío vestido de policía, y en las tiendas había dependientas ataviadas de la época con las que se podía hablar. Tampoco podía faltar la sección dedicada a la Segunda Guerra Mundial, centrada en la vida cotidiana de la gente de York durante ese periodo. Me gustó mucho el museo. Muy alejado de aquellos que se limitan a exhibir ánforas, ropas y espadas, sin permitir ningún tipo de interactividad. Esta visita fue mi última actividad en la ciudad. Mis mini-vacaciones habían llegado a su fin.

4 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Interesante viaje e interesante cronica. Taconazos, minifaldas, escotes... parece que el pototeo en York goza de buena salud.
Por cierto, hace poco fue la marathon de Londres, no te acercastes a ver el ambiente?.

Rufus dijo...

El pototeo goza de buena salud en todo el Reino Unido (menos en Slough)
Ya me penó no ir a ver la maratón, o mejor aún correrla, pero ese domingo tenía que trabajar y hubiera sido tocar chufa y volver.

Fuen Murcianica dijo...

yo también quiero conocer el bosque de Sherwood ;-).Ya me contarás

Rufus dijo...

Cuenta con la correspondiente entrada (fotos incluidas) si lo visito.