lunes, 12 de agosto de 2013

De Madrid al cielo

 Para mis vacaciones de este año había planeado un viaje a Portugal. La idea era ir en coche entrando por el norte del país y bajar hasta el sur, viendo la mayor cantidad de lugares posible. Al que iba a ser mi copiloto no le pareció tan buena idea, así que improvisamos un viaje en avión, más cómodo, pero que deja menos libertad de acción. Tras examinar todas las alternativas posibles, la que mejor salía de precio era hacer un vuelo de ida Madrid-Lisboa y volver una semana después a la capital de España desde Oporto.
 Para tomar el vuelo de ida, se podía hacer la machada de ir sin dormir al aeropuerto o hacer noche en Madrid. Elegimos esta última. Además de ser una opción más cómoda, permitía hacer una visita a Madrid, que siempre da juego.
A la hora de buscar alojamiento volvieron a surgir las diferencias con mi compañero de viaje. Yo soy partidario de buscar albergues, no sólo porque son más económicos, sino porque facilitan el contacto entre los huéspedes. En esta ocasión, le concedí a mi amigo el dormir en hotel, sobre todo porque el precio del alojamiento era realmente competitivo. Habitación doble por 25 € (en total). Se trataba de un hostal bastante moderno en el barrio de Salamanca. Estaba muy bien, y más a ese precio. El recepcionista nos ofreció una habitación con aire acondicionado y baño propio por 10 € más. No era mala jugada si se le hubiera ofrecido a unos no tan "niunclavelistas" como nosotros.
 Una vez asentados, quisimos aprovechar la tarde para patear Madrid. Empezamos por visitar las inmediaciones del Pirulí, que se veía desde nuestro hotel. Poco había que hacer por allí, así que tiramos para el centro pasando por la Casa de la Moneda, el Palacio de Deportes, La Cibeles y otros edificios con los que Madrid no deja de sorprender al paseante.
En la zona de Malasaña decidimos aprovechar una oferta muy tentadora: Un cubo de 5 botellines de cerveza con una ración de patatas bravas por 4 € (en algunos sitios de Huesca ya cobran más sólo por las patatas), que completamos en otro local con sendos trozos de pizza con boletus y trufa. Hasta comiendo pizza se puede ser pijo. No lo eran ni mucho menos dos personajes a los que suele catalogarse como "perroflautas" que se presentaron en el local. Uno de ellos preguntó al empleado "si tenía una pizza para Josu". El trabajador les ignoró, pero uno de los individuos, aprovechando un descuido, se subió al mostrador y se cogió un trozo de pizza, dándose a la fuga. Una de las frases preferidas por estos colectivos es: "La propiedad es un robo". En ese momento entendí su verdadero significado: Todo lo que esta gente tiene en propiedad es fruto de sus robos.
 Ya de vuelta al hostal, me di cuenta de que la plaza de toros de las Ventas no andaba lejos. Así que le rendimos vista y nos retiramos a nuestros aposentos. Nos esperaba una gran faena que brindamos a todos nuestros lectores.

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