jueves, 13 de octubre de 2016

CUZCO: UNA CIUDAD A LA ALTURA

 La ciudad de Cuzco está situada a unos 3400 metros sobre el nivel del mar. Si, como era el caso, se llega a ella desde alturas mucho menores, aparecen ciertas molestias denominadas “mal de altura” o “soroche”. A eso le sumamos que había llegado sin apenas dormir, lo que hizo que no me enfrentara a mi primera disputa en las mejores condiciones. 
  A diferencia de lo que sucede en otras ciudades, el aeropuerto de Cuzco está situado en el casco urbano. Pero en este caso, mi alojamiento se situaba a más de media hora andando, por lo que creí conveniente coger un taxi. Para tener una referencia, le pregunté a mi vecino del último vuelo cuánto me costaría la carrera, y me dijo que 7 “lucas” como mucho.
 A pesar de emplearme a fondo con las pocas fuerzas que atesoraba en ese momento, no conseguí bajar de 20 soles (algo más de 5 euros) en mi brega con los taxistas que me aguardaban en el aparcamiento del aeropuerto. Por si no hubiera tenido bastante con semejante tajada, durante el trayecto,el taxista me ofreció alojamiento y excursiones. Todavía no sabía que si algo es fácil de conseguir en Cuzco, es una excursión, por lo que anoté su teléfono y le dije que le llamaría en caso de decidirme por su oferta de ocio, no así la de alojamiento que ya estaba reservada. 
  Habiendo calculado de antemano que no estaría para mucha juerga, había reservado una habitación individual, en un lugar tranquilo, algo alejado del bullicioso centro.
Espectaculares vistas desde mi cuarto
 La habitación contaba con dos camas aunque, en principio, iba a ser el único ocupante de la misma. También ofrecía unas espectaculares vistas a las montañas cercanas.
 La recepcionista me trató con gran amabilidad, respondiendo a mis cuestiones sobre la ciudad, y ofreciéndome todo tipo de visitas y excursiones. Allí me di cuenta de que la ciudad y sus alrededores iban a dar muchísimo juego.
 Por motivos de espacio, y teniendo en cuenta que en mi primera semana de viaje transitando por Cuba no la iba a necesitar, prescindí de llevar conmigo ropa de abrigo. Pero las noches en el altiplano andino son frías, así que lo primero que hice una vez instalado en el albergue fue buscar ropa de abrigo. Bien aconsejado por la recepcionista, me dirigí a un mercadillo callejero tan bullicioso como variado. El sistema capitalista se expresaba en todo su esplendor, constrastando con la limitada oferta comercial que había encontrado en Cuba.
 No tardé en encontrar un puesto con cazadoras de diversos tipos. Aunando austeridad con practicidad, adquirí una de segunda mano por 30 soles (unos 8 euros), que no me iba a otorgar ningún trofeo a la elegancia, pero que cumplió con creces su misión de protegerme del frío andino durante el resto de mi periplo.
 Siguiendo con mi tónica de humildad acudí a otro mercado, en este caso de comida. En él pude mitigar la nostalgia por mi país y por el último que había visitado de una tacada, pidiéndome un contundente plato de arroz a la cubana. El popular plato difería del español en la presencia de plátano frito junto al resto de los habituales arroz, huevo frito y tomate. Este nuevo ingrediente, aparte de darle un toque muy americano, le sentaba bastante bien.
 Era curiosa la disposición del mercado, ya que los puestos se reunían por gremios muy especializados. En el  puesto donde comí yo y en los que le rodeaban sólo cocinaban arroz. También existía la zona de los escabeches y otra a la que me dirigí después para culminar mi ágape: la de los jugos de frutas. En este caso, elegí el de papaya y maracuyá. No se andaban con tonterías en el puesto y me hicieron un jugo tan descomunal que, de haber tenido unos ingredientes más habituales en mi dieta, lo hubiera dejado a medias.
 Las dos dependientas que me atendieron en el mercado tenían ganas de conversar y les llamaba la atención que fuera español. Me extrañó, porque por la ciudad se veían unos cuantos, pero luego pensé que no serían muchos los que frecuentasen ese mercado.
Plaza de Armas
 Mal dormido, pero bien comido, me dirigí por fin al centro de Cuzco, en el que destaca la imponente Plaza de Armas. En Hispanoamérica es común llamar así a la Plaza Mayor de cada localidad. En este caso, la gran cantidad de iglesias y edificios coloniales que la circundaban, el buen estado de los mismos, y su disposición rodeada de colinas, hacían que la plaza me causara una gran impresión. Y por lo visto,no sólo a mí, ya que estaba repleta de turistas. 
 Y donde hay turistas, hay quien intenta sacar beneficio. No se llegaba al nivel de La Habana, pero pasear bajo los soportales de la plaza y sus alrededores había de hacerse sorteando innumerables comerciantes ofreciendo excursiones, prendas de abrigo, comida y hasta masajes.
  La doble condición de capital del imperio incaico y cabecera de la administración virreinal en la época de dominio español, han dejado en el Cuzco un legado arquitectónico impresionante, que hace una delicia pasear por su centro histórico.
 Pero como no sólo de arte vive el hombre, una vez recuperado de un "mini síndrome de Sthendal" me centré en la búsqueda de un lugar donde cenar. Uno de los platos más típicos del Perú es el cuy, un gigantesco roedor que, en principio no me apetecía mucho degustar.  Esta ligera aversión, tornó en rechazo absoluto cuando ese día vi algunos ejemplares despellejados a la venta en un puesto callejero. Ya por extensión, se me quitaron las ganas de comer carne por un tiempo. Por eso me causó una gran alegría encontrarme con un comedor vegetariano.
 El lugar era humilde, pero la comida era abundante, muy rica y por sólo 5,5 soles (1,5 €) ofrecía dos platos, pan e infusión.
Cuzco de noche
 Aún me di una vuelta por la ciudad de noche que, a la belleza de sus edificios históricos iluminados sumaba el impresionante panorama de las luces de las viviendas de las colinas que la rodean.
 Con la certeza de que aún me quedaba mucho que hacer por Cuzco y su región, me dirigí al albergue donde pude tomarme un merecido y necesario descanso.

2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Excelente idea la de comprar ropa de abrigo en destino, ya que supongo que hacer un vuelo transoceanico para dejara en el armario en Cuba no era muy aconsejable.

En cuanto a la gastronomía peruana tenía entendido que un plato típico era el ceviche. Ya contarás si tuviste el placer de probarlo.

Te aviso también que he cumplido con mi propósito de hacer una entrada anual en mi blog. En este caso a falta de viajes va sobre una película que me dejo buena impresión. Ya que somos pocos lectores tenemos que animarnos con los comentarios.

Rufus dijo...

Lo de comprar en destino se puede hacer, siempre que los precios sean competitivos. Cuando fui a Suecia, ni me lo planteé.
El cheviche se veía bastante. Pero entre que no me gusta comer pescado crudo y que no lo servían en los lugares humildes, me quedé sin probarlo.
Ya me he pasado por tu blog. Entre blogueros hay que apoyarse.